martes, 17 de marzo de 2009

Dicotomía orden-caos en “El Matadero” de Esteban Echeverría. Aproximación


¿Por qué Esteban Echeverría no publicó “El Matadero”?


Es una pregunta que nos puede llevar a un sinfín de hipótesis y conjeturas más o menos demostrables o sólidas. Lo cierto es que el texto vio la luz en 1871 de la mano de Juan María Gutiérrez en la Revista del Río de la Plata y luego fue incluido en la edición de las Obras Completas de Echeverría en 1870-71 (Cfr. Prólogo de la edición Capítulo de “La cautiva. El matadero. Ojeada retrospectiva”) .


Su fecha probable de elaboración es entre 1838 y 1840. Es, justamente, en la década de 1830 y en la ciudad de Buenos Aires donde sucede el relato, en plena cuaresma y escases de carne: “Diré solamente que los sucesos de mi narración pasaban por los años 183… […] en Buenos Aires...” (Fragmento de "El Matadero").


Pero no nos importa aquí más que situarnos y adentrarnos en la historia del relato, por lo que deberemos dejar de lado la jugosa crítica que realiza Echeverría en el primer momento, que es donde construye la situación. Nuestro interés radica en la descripción que se realiza del matadero hasta la aparición del unitario, pues en éste segmento encontramos una dicotomía extra a las que se barajan tradicionalmente. Es decir que, a las dicotomías civilización–barbarie y unitarios–federales deseamos agregar una nueva que no hará más que profundizar las anteriores.

Tal dicotomía podría ser expresada como lo dionisíaco y lo apolíneo, pero consideramos que tales conceptos exceden nuestro poder de análisis, por lo que optamos por orden–caos. Como punto de partida debemos seguir el consejo de Noé Jitrik y posicionarnos desde la perspectiva del narrador.

Es el narrador el que logrará organizar y pintarnos la descripción del matadero, dado que los personajes son difusos y grotescos, y, menos que palabras, emiten sollozos, gemidos y gritos: “… lo que se va viendo es el narrador quien lo resume y lo liga, es él quien dosifica los materiales y los va presentando con ese “orden” sin el cual no los podríamos entender...” (JITRK, Noé. Forma y significación en “El Matadero”. Pág. 19) .


Dicho de otro modo, la única posibilidad que tenemos como lectores de conocer y de entender lo que acontece o no dentro del matadero es por medio, y gracias a, un narrador que logra de algún modo organizar la vorágine de impresiones.


Lo primero que se nos cuenta sobre el matadero es una especie de fiesta de la carne, una fiesta al mejor estilo dionisíaco; un festejo, incluso, con una ofrenda de tipo ritual: se le ofrecerá al Restaurador, un todopoderoso, el primer novillo que se mató luego que éste dispusiera ingresar en el matadero entre 250 y 300 novillos gordos para paliar la carestía de carne; el novillo es llevado por los carniceros quienes parecen ser los sacerdotes del rito; el novillo es un agradecimiento por las gracias recibidas.


“… la federación estaba en todas partes, hasta entre las inmundicias del Matadero, y no había fiesta sin el Restaurador… Cuentan que al oír tan desaforados gritos las últimas ratas que agonizaban de hambre en sus cuevas, se reanimaron y echaron a correr desatentadas, conociendo que volvían a aquellos lugares la acostumbrada alegría y algazara precursora de abundancia. El primer novillo que se mató fue todo entero de regalo al Restaurador… Una comisión de carniceros marchó a ofrecérselo en nombre de los federales del Matadero, manifestándole in voce su agradecimiento…” (Fragmento de "El Matadero").

Lo que sigue en el relato es la sucesión más o menos caótica de hechos: la continuación de la matanza de los novillos, imágenes vertiginosas de grupos que van de aquí para allá, la cabeza cercenada del niño, el sacrificio del toro. Todo es caos y tiene sus características: “El espectáculo que ofrecía entonces [el Matadero] era animado y pintoresco, aunque reunía todo lo horriblemente feo, inmundo y deforme…” (Fragmento de "El Matadero").


El relato presenta un punto de inflexión cuando aparece el unitario, quien reúne en sí los atributos de la belleza y recordemos que lo bello es al mismo tiempo lo amable, lo deseable: “Era éste un joven como de veinticinco años, de gallarda y bien apuesta persona…” (Fragmento de "El Matadero") .


A los personajes del matadero parece casi imposible asignarles un rosto. En cambio en la breve descripción del unitario, el rostro y el resto del cuerpo, parecen delinearse y tomar forma humana. El orden que el narrador impone al escenario del matadero, es en el joven unitario la encarnación.

Mientras las características del caos serán la multiplicidad, la fealdad, lo grotesco; en el ámbito del orden lo serán lo uno, lo bello, lo refinado. En este punto lo apolíneo se enfrenta a con lo dionisíaco, se miran de frente en el relato de “El Matadero”, los lenguajes cultos de uno se enfrentan a los gritos de los otros.

Lo que sigue de la narración es lo paradójico: la realidad pareciera, al menos desde el sentido común, tender o aceptar el establecimiento de un orden como elemento indispensable para el desarrollo del ser humano y de una nación, pero aquí el caos consume, diluye, todo orden.

Las grotescas figuras del matadero se apoderan del joven unitario y terminan conduciéndolo hacia su muerte.

Quizás “El Matadero” no sólo sea cifra de la literatura argentina.

Quizás Echeverría cifró la vivencia más típica de la República Argentina.


por Fernán Barberón


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