miércoles, 29 de abril de 2009

El multifacético José Ingenieros (en cuatro tiempos). 2

2. Entretiempo

En realidad su apellido era Ingegnieros pero se había quitado la g para estar a tono con la nacionalidad. Tiempo atrás había quedado el joven dannunziano de Al Margen de la Ciencia. Y que se considerara a sí mismo un "espíritu nietscheano en acción". Que fuera suspendido del Partido Socialista por ir a una manifestación obrera de levita y galera. En efecto: se había hecho popular por su exótica manera de vestir: embolsado en una inmensa levita, sombrero de copa, cuello gigante, chaleco colorado. Solía utilizar un prendedor que decía "Arbiter Elegantarium". Vestimentas extrañas que dejó de usar después de 1910.

Fundador de la revista socialista La Montaña, junto con Leopoldo Lugones en 1899; o el fumista del grupo la Syringa (así la bautizó Ruben Darío) sociedad satánica de ética y crítica que existía, preexistía y subsistía. Y que efectuaba tremendas bromas como extraños ritos de iniciación. En su extravagante periódico El Mercurio de América, anunciaba por ejemplo la creación de la Facultad de Ciencias Herméticas, y sus cátedras Ocultismo, Cábala, Magnetismo trascendental o la necesidad de crear una cátedra de Hiperquimica.

Le gustaba gastar bromas crueles tales como presentar como un caso clínico en la Revista de Psiquiatría a un escritor uruguayo, que no gozaba de su simpatía. O salir en defensa de un intelectual para que no fuera deportado por la Ley de Residencia, cuando el mismo no tenía inconvenientes. O presentar y homenajear como escritores consagrados a alienados que sacaba del hospicio. También eludir un reto a duelo, argumentando que no podía batirse con un enfermo mental a quien tenía en asistencia.

Tal vez en su libro La Simulación en la Lucha por la Vida, de 1901 se pinte a sí mismo cuando habla del ‘fisgón’(equivalente del francés fumiste): "sujetos mentalmente superiores, artistas de la simulación". Y en Simulación de la Locura, de 1900, ejemplifica con casos de su experiencia en círculos literarios a propósito de las bromas que sugestionan, y su terapéutica natural: el ridículo para desugestionar.

Este texto era su tesis de doctorado y la había dedicado al portero de la Facultad, su padrino: Eduardo Wilde.

La psiquiatría comenzaba a cambiar su práctica, ya Ramos Mejía era Director de un instituto privado para atender alienados (El Instituto Frenopático Argentino). Y comenzaba la práctica de la psicoterapia para atender casos menores en los consultorios. Esta práctica alcanzaría su esplendor en los años ‘30. Se cuenta que para llegar al consultorio de Ingenieros, había que atravesar varias salas y en la última en penumbras estaba él, detrás del escritorio esperando al paciente. O esperando que el paciente se sintiera impresionado.

A su vuelta de Europa, deseaba ser admitido en el Jockey Club, al cual no pudo acceder, no tanto por su pasado de inmigrante socialista y bromista, sino por su indiscreción como psiquiatra. Pues en una publicación que había efectuado, del ejemplo clínico podía deducirse la identidad de la paciente, que era familiar de alguno de la comisión directiva.

El Departamento Nacional de Higiene era presidido por(1893-99) por J. Ramos Mejía. Quien gustaba de las nuevas tendencias en literatura y en especial la prosa modernista. El autor de La Locura en la Historia y Las Multitudes Argentinas, toma en cuenta a Ingenieros, pues el bibliotecario de dicho departamento era un joven syringero y que le advierte que uno de ellos es alumno en su cátedra. Con el aval de Francisco de Veyga Ingenieros se convierte en el primer secretario de redacción de La Semana Médica en 1899.


Por el Lic.
Bruno Mangiola

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