jueves, 27 de mayo de 2010

Conocerse a sí mismo - parte 2



Los problemas personales, ¿Cuáles son los problemas personales?


Evidentemente, los que afligen a la personalidad, entendiendo por ello el conjunto de expresiones físicas y vitales, emocionales y mentales.

Sin menospreciar el dolor de una enfermedad o de un desarreglo físico más o menos permanente, las circunstancias emocionales son las más decisivas, al punto que son ellas las que colorean los pensamientos y aun la disposición física. Es sabido que en más de una ocasión, un gran disgusto se refleja de inmediato en el cuerpo de una forma u otra, al tiempo que bloquea la mente para todo razonamiento lógico y sensato.

¿Por qué tenemos estos problemas personales, básicamente emocionales? Por falta de conocimiento de los propios resortes emotivos y, por consiguiente, por imposibilidad de resolver las situaciones conflictivas que se presentan.

A todos los humanos que vivimos en este mundo, por una u otra cuestión, se nos presentan dificultades. Es algo lógico si coincidimos con los filósofos clásicos en que la vida se encarga de enseñarnos a vivir. Y no es un juego de palabras. Podemos aprender de las experiencias y consejos de otros, podemos estar prevenidos ante las coyunturas de la existencia, pero nada es equiparable a la práctica vital de cuanto hemos aprendido. La vida nos enseña día a día, y es bueno reconocerla como maestra más que como enemiga. Como maestra, nos ayuda a poner en juego nuestras mejores potencialidades; si la vemos como enemiga, sólo será un largo camino de problemas, sobre todo, de problemas personales.

¿Cómo enseña la vida? De un modo diferente a los otros tipos de sistemas. Enseña de manera directa, atacando en aquello que más duele para obligar a una necesaria reflexión. Todo lo emocional, duele. Aunque en algunos momentos las emociones pueden convertirse en motivo de alegría y felicidad, son mucho más numerosos y contundentes los momentos de disgusto, miedo, desesperación, indecisión, impotencia..

Podríamos hacer una lista inagotable de problemas, pero baste con algunos que casi todos conocemos. Están los problemas naturales de supervivencia, la lucha por ganarse la vida de una forma más o menos digna, y más o menos de acuerdo con nuestras vocaciones y disposiciones, con nuestros estudios o preparación. Están los problemas de estudio y formación, ya que no siempre se dan las posibilidades para acceder a ellos; o se sueña con estudiar para abrirse camino en lo económico para descubrir, años después, que no era tan fácil como parecía al principio.
Están los problemas familiares, ya que no siempre hay un claro entendimiento entre los que componen este núcleo. Están los problemas existenciales, toda vez que algunas personas se preocupan por el destino, por el ser interior, por el universo en que nos hallamos y por miles de porqués acerca de nuestra posición individual y colectiva en el mundo. Y, sobre todo, están los problemas sentimentales cuando no hay una buena relación con otras personas y cuando no se perfilan amores y amistades satisfactorios.

Sé que podríamos extender los ejemplos, pero a partir de cualquiera de ellos es factible llegar a un estado paralizante una vez que aparecen los problemas.
Por lo general, la actitud ante el problema es buscar soluciones fáciles y rápidas que no impliquen la propia voluntad. Se recurre a gente conocida, se pide ayuda a unos y a otros... El problema ha bloqueado a quien busca la solución fuera de sí y, sobre todo, al que parte del principio de la injusticia de la vida que le somete a tales infortunios. La emoción negativa gana terreno, las ideas se vuelven cada vez más confusas, el organismo empieza a reflejar la angustia y el problema asume entonces la dimensión de una montaña infranqueable. Sólo queda el dolor, la desesperación, la irritabilidad, la agresión contra los demás por la parte de culpa que pudieran tener... En fin, un pozo inmenso que se vuelve más y más profundo y del que es cada vez más difícil salir.

Desde abajo, desde el hundimiento psicológico, no se puede ver la luz. El dolor se va rumiando minuto a minuto y no cabe más que esa pasión obsesiva.

Las soluciones deben venir entonces, y por lógica, desde arriba. Es necesario elevarse por encima del problema y de la pena para encontrar una respuesta.

Si sabemos que la raíz de la dificultad está en el plano afectivo, hay que trabajar con la energía mental para superar la atmósfera emocional negativa. Puede parecer difícil en principio, pero todo es difícil hasta que no se prueba por primera vez. Hay que hacer el esfuerzo de subir un escalón, de pasar por encima de las nubes y llegar a la claridad del propio entendimiento. No todos somos sabios, es verdad, pero todos tenemos un cúmulo de experiencias más o menos importantes como para buscar respuestas factibles al mal que nos aqueja. Hay que poder llegar hasta nuestro rincón de soluciones. Algunas resultarán inservibles, otras discretamente válidas, y no faltarán las francamente buenas. Probando y probando, con buena voluntad y sin la ansiedad de la emotividad distorsionante, se adquieren nuevas experiencias que serán útiles para siguientes ocasiones.

Tú no eres solamente un manojo de emociones o pasiones; también tienes inteligencia para observarte a ti mismo "desde afuera" y trazar tu propio camino.

Extraido del libro "Para conocerse mejor" de Delia Steinberg Guzmán
http://www.nueva-acropolis.org.ar

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