martes, 17 de agosto de 2010

EL ORGULLO DE DON PEPÍN PEPOTE


Érase don Pepín Pepote un varón al que había que temerle, por su altanería heredada, a causa de don dinero, donación de su tía Argentina, a la que nunca conoció, nada más que por la herencia multimillonaria que le dejó al zángano, que vestía camisa blanca y sombrero de terciopelo, dejándose acompañar siempre por señoritas rubias, a las que le solía firmar un cheque en blanco por los servicios prestados.

El señorito era un poco amanerado, aunque todo pretendía comprarlo, hasta su buena reputación. Cierto día le pagó una buena cena a un influyente periodista para que hablase de su último libro de poemas, que no tenía ni fondo ni forma, ni estética ni ética, solo ordinariez y mediocridad. “A estos tíos me los compro yo invitándolos al Don Roque” –fanfanorreaba el muy cretino-. Y aunque era cierto, que la atmósfera del valer, sube enteros si se tiene una buena cuenta bancaria, no por lo que se es en valores, sucedió que en la Redacción optaron por darle la invitación a un tipo, que aunque no era periodista, siempre estaba dispuesto a llenar cuartillas.

Quedaron pues, en Don Roque, a la hora pactada, pero el crítico que en este caso iba a hacer de “Negro”, se había adelantado a la llegada del señorito, y propuso al dueño, hacerle una encerrona. Durante la comida se hablaría del libro, y sería en los postres, utilizando la “Queimada” cuando se quemaría su libreto de poesía, delante de sus propios ojos, como reflexión última al comentario, puesto que, el libro sería elevado a las bajuras de las cenizas. Había querido comprar al crítico con un almuerzo pero le iba a salir el tiro al revés. ¿Para qué la pompa y la vanidad de su extravagante conducta? –se preguntaba el periodista una y mil veces-

Tal como estaba previsto se desarrollaron los actos. Y fue a la hora de la quema, cuando el Señorito, al ver la acción del “Negro”, le cambió la cara.

- Pero ... ¿Por qué quemas mi libro?.
- Para que escribas otro mejor.
- Pero...¡bueno!...¿ni un verso tiene valor?. ¡Te odio!. ¡Y esto me lo vas a pagar!.
Llamaré al director del periódico para que te de con las puertas en las narices.
Periodista de mierda.
- Oiga, ni mierda, ni nada...¡No se lo consiento que me eleve el tono de voz!.
- Pues te vas a la puta calle...¡A la calle!
- Se va Vd. don Pepín Pepote, si quiere... Ser poeta es un estilo de vida que no tiene el distinguido Ilustrísimo. No piense que puede asegurar su vida mediante la acumulación de bienes materiales, o la jactancia de ser poderoso, porque muy pronto se verá privado de ella. La vida pasa en un suplido. Y no servirán los ilustrísimos, ni la arrogancia. Ya lo decía Honore de Balzac: “Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”. Le inunda a vuestra Merced una ceguera de orgullo incomprensible y preocupante. Le prometo que no hablaré de su obra poética porque no vale un pimiento berciano, pero sí de su manera de actuar.
- Te prohibo que hables de mi, te lo ordeno, y lo que yo ordeno se cumple. ¡Ya lo verás!.
- ¡A sus órdenes, mi capitán!. –le remató el periodista que no se “casaba” con nadie-

Y diciendo esto, le dejó con su altanera palabra en la boca, el periodista. Al día siguiente, escribía una columna en la que denunciaba lo sucedido con don Pepín Pepote. Era la auténtica verdad, la que estaba grabada en el cassette. Pero esa misma tarde, el director del periódico, al que el periodista creía ser además su amigo, lo ponía de patitas en la calle. Se había cumplido lo que había previsto el acaudalado. Una vez más, don dinero había tronchado con su poder una amistad y la ética de un crítico que había actuado bajo el dictado de su conciencia crítica.

Pasó el tiempo, y llegó el gran juez, el periodista había escrito uno de los grandes libros, de tanto valor, que todas las agencias de noticias lo comentaban. Era un libro de experiencias vividas, en las que por supuesto, estaba don Pepín Pepote y su corte, como ejemplo de prepotencia y de arrogancia. Al verse reflejado en el mismo, intentó fusilarle, pero ya nada fue igual, el periodista había subido a los altares de la luna y había dejado escrito, como un testamento, el volumen “la voz de su corazón”, que sus amigos del Polígono de Mierda, juntando dinero, lo editaron como homenaje a su vida y obra. Y por su obra, el libro llegó a manos de un editor americano que lo puso en movimiento con miles y miles de copias. Hoy y mañana, y también pasado mañana, es y será el libro del año.

Víctor Corcoba Herrero

3 comentarios:

  1. Y esto?????...
    esta mezcla de modismos de epoca con lenguaje actual...hacen que el escrito caiga en algo tedioso y uno se pierda...aunque sea un catedratico, no es de lo mejor que escribio...cuando un cuento se analiza y no entra directamente al corazon, es porque no es muy bueno, eso me paso con este cuento. No Asi con el de la rana

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