domingo, 31 de octubre de 2010

QUE TESORO BUSCAS

La historia se refiere
a un individuo que se
mudo de aldea, en la
India, y se encontró
con lo que allí llaman
un maestro.
Este es un mendicante
errante, una persona
que, tras haber
alcanzado la iluminación,
comprende que el mundo
entero es su hogar,
el cielo su techo y
Dios su Padre, que
cuidara de el.
Entonces se traslada
de un lugar al otro.
Tal como tu y yo
nos trasladaríamos de
una habitación a
otra de nuestro hogar.
Al encontrarse con el
maestro, el aldeano
dijo:
"No lo puedo creer!
Anoche soñé con usted.
Soñé que el Señor
me decía: -Mañana por
la mañana abandonaras
la aldea, hacia las once,
y te encontraras con
este maestro errante
- y aquí me encontré
con usted."
"Que mas le dijo el
Señor?" Pregunto el
maestro.
Me dijo: "Si el hombre
te da una piedra
preciosa que posee,
serás el hombre mas
rico del mundo..Me
daría usted la piedra?"
Entonces el maestro
revolvió en un pequeño
zurrón que llevaba
y dijo:
"Será esta la piedra
de la cual usted
hablaba?"
El aldeano no podía
dar crédito a sus ojos
, porque era un
diamante, el diamante
mas grande del mundo.
"Podría quedármelo?"
"Por supuesto, puede
conservarlo; lo encontré
en un bosque. Es
para usted."
Siguió su camino y se
sentó bajo un árbol,
en las afueras de la
aldea. El aldeano
tomo el diamante y
que inmensa fue
su dicha! Como lo es
la nuestra el día en
que obtenemos algo
que realmente deseamos.
El aldeano en vez de
ir a su hogar, se
sentó bajo un árbol
y permaneció todo el
día sentado, sumido
en meditación.
Al caer la tarde, se
dirigió al árbol
bajo el cual estaba
sentado el maestro,
le devolvió a este
el diamante y dijo:
"Podría hacerme un favor?"
"Cual?" le pregunto
el maestro.
"Podría darme la riqueza
que le permite a usted
deshacerse de esta
piedra preciosa
tan fácilmente?"...
Lo esencial es  invisible
A los ojos!!
¿Qué tesoro buscas vos?
Te dejo pensando...

ALEGRÍA de DIANA

sábado, 30 de octubre de 2010

El filósofo, el místico y la tormenta

Un relámpago no ilumina tu camino, no te sirve como si fuera una lámpara en tu mano; sólo te da un fogonazo, un vislumbre del camino que tienes por delante. Pero ese vislumbre es precioso; ahora tus pies estarán firmes, ahora serás fuerte, ahora tu determinación de alcanzar tu destino se verá fortalecida. Haz visto el camino, sabes que está ahí y no deambulas sin dirección. Un fogonazo de luz y vislumbrarás el camino que tienes que recorrer y el templo que es el destino de tu viaje. He oído una historia de dos hombres que se perdieron en el bosque una noche muy oscura. Era un bosque muy peligroso, lleno de animales salvajes, muy denso y rodeado de oscuridad. Uno de los hombres era un filósofo y el otro era un místico. De repente estalló una tormenta, las nubes se abrían y había grandes relámpagos. El filósofo miraba al cielo, el místico mantenía la vista en el camino. En ese momento hubo un relámpago y el sendero se iluminó delante de ellos. El filósofo miró al relámpago y se preguntó: "¿Qué está pasando?", perdiendo así el camino.

Tú estás perdido en un bosque aún más denso que el de esta historia. La noche es más oscura. A veces viene un relámpago: debes mirar al sendero. Chuan Tzu es un relámpago, Buda es un relámpago, yo soy un relámpago. No me mires a mí, mira al sendero. Si me miras a mí, perderás tu oportunidad, porque el relámpago no se volverá a repetir. Sólo dura un momento, y los momentos en los que la eternidad penetra en el tiempo son muy escasos; son como relámpagos. Y cuando empieces a vivir, las cosas ordinarias adquieren una belleza extraordinaria. Cosas pequeñas - la vida consiste en cosas pequeñas - pero cuando les aportas la cualidad de un amor intenso y apasionado se transforman, se vuelven luminosas.



OSHO

viernes, 29 de octubre de 2010

¿Justicia?


Sin ser filósofo ni sabio, con sólo la viveza del natural discurso, Pablo Roldán había llegado a formarse en muchas cuestiones un criterio extraño e independiente; no digo que superior, porque no pienso que lo sea, pero al menos distinto del de la generalidad de los mortales. En todo tiempo habían existido estas divergencias entre el modo de pensar colectivo y el de algunos individuos innovadores o retrógrados con exceso, pues tanto nos separamos de nuestra época por adelantarnos como por rezagarnos.

Uno de los problemas que Pablo Roldán consideraba de modo original y hasta chocante, era el de la infidelidad de la esposa. Es de advertir que Pablo Roldán estaba casado, y con dama tan principal, moza, hermosa y elegante, que se llevaba los ojos y quizá el corazón de cuantos la veían. Un tesoro así debiera hacer vigilante a su guardador; pero Pablo Roldán, no sólo alardeaba de confianza ciega, rayana en descuido, sino que declaraba que la vigilancia le parecía inútil, porque, no juzgándose «propietario» de su bella mitad, no se creía en el caso de guardarla como se guarda una viña, un huerto o una caja de valores. «Una mujer -decía, sonriendo, Pablo- se diferencia de una fruta y de un rollo de billetes de Banco en que tiene conciencia y lengua. A nadie se le ha ocurrido hacer responsable a la pavía si un ratero la hurta y se la come. La mujer es capaz y responsable, y vean cómo realmente, pareciendo tan bonachón, soy más rígido que ustedes, los celosos extremeños. La mujer es responsable, culpable.., entendámonos: cuando engaña. Claro que la mía, moralmente, no conseguirá nunca engañarme, porque yo sería la flor de los imbéciles si, al acercarme a ella, no comprendiese la impresión que le produzco, si me ama, o le soy indiferente, o no me puede sufrir. Del estado de su alma no necesitará mi esposa darme cuenta: yo adivinaré... ¡No faltaría más! Y al adivinar, tan cierto como que me llamo Pablo Roldán y me tengo por hombre de honor-, consideraré roto el lazo que la sujeta a mí, y no haré al Creador de las almas la ofensa de violentar un alma esencialmente igual a la mía... Desde el día en que no me quiera, mi mujer será «interiormente» libre como el aire. Sin embargo (pues el nudo legal es indisoluble y la equivocación mutua), le advertiré que queda obligada a salvar las apariencias, a tener muy en cuenta la exterioridad, a no hacerme blanco de la burla; y yo, por mi parte, me creeré en el deber de seguir amparandola, de escudarla contra el menosprecio. ¡Bah! Amigo mío, esto es hablar por hablar; Felicia parece que aún no me ha perdido el cariño... Son teorías, y ya sabe usted que, llegado el caso práctico, raro es el hombre que las aplica rigurosamente.»

No platicaba así Roldán sino con los pocos que tenía por verdaderos amigos y hombres de corazón y de entendimiento; con los demás, creía él que no se debían conferir puntos tan delicados. Al parecer, el sistema amplio y generoso de Pablo daba resultados excelentes: el matrimonio vivía unido, respetado, contento. No obstante, yo, que lo observaba sin cesar, atraído por aquel experimento curioso, empecé a notar, transcurridos algunos años -poco después de que la mujer de Pablo entró en el período de esplendor de la belleza femenina, los treinta-, ciertos síntomas que me inquietaron un poco. Pablo andaba a veces triste y meditabundo; tenía días de murria, momentos de distracción y ausencia, aunque se rehacía luego y volvía a su acostumbrada ecuanimidad. En cambio, su mujer demostraba una alegría y animación exageradas y febriles, y se entregaba más que nunca al mundo y a las fiestas. Seguían yendo siempre juntos; las buenas costumbres conyugales no se habían alterado en lo más mínimo; pero yo, que tampoco soy la flor de los imbéciles, no podía dudar que existía en aquella pareja, antes venturosa, algún desajuste, alguna grieta oculta, algo que alteraba su contextura íntima. Para la gente, el matrimonio Roldán se mantenía inalterable; para mí el matrimonio Roldán se había disuelto.

Por aquel entonces se anunció la boda de cierta opulenta señorita, y los padres convidaron a sus relaciones a examinar las «vistas» y ricos regalos que formaban la canastilla de la novia. Encontrábame entretenido en admirar un largo hilo de perlas, obsequio del novio, cuando vi entrar a Pablo Roldán y a su mujer. Acercáronse a la mesa cargada de preseas magníficas, y la gente, agolpada, les abrió paso difícilmente. La señora de Roldán se extasió con el hilo de perlas: ¡qué iguales!, ¡qué gruesas!, ¡qué oriente tan nacarado y tan puro! Mientras expresaba su admiración hacia la joya, noté... -¿quién explicaría por qué me fijaba ansiosamente en los movimientos de la mujer de Pablo?-, noté, digo, que se deslizaba hacia ella, como para compartir su admiración, Dámaso Vargas Padilla, mozo más conocido por calaveradas y despilfarros que por obras de caridad, y hube de ver que sobre el color avellana del guante de Suecia de la dama relucía un objetito blanco, inmediatamente trasladado a los dominios de un guante rojizo del Tirol... Y sentí el mismo estremecimiento que si de cosa propia se tratase, al cerciorarme de que Pablo Roldán, demudado y con el rostro color de muerto, había visto como yo, y sorprendido, como yo, el paso del billete de mandos de su mujer a manos de Vargas.

Temí que se arrojase sobre los que así le escarnecían en público. No se arrojó; no dio la más leve muestra de cólera o pesadumbre, al contrario, siguió curioseando y alabando las galas bonitas, revolviendo y mezclando los objetos colocados más cerca, deteniéndose y obligando a su mujer a que se detuviese y reparase el mérito de cada uno. Tan despacio procedió a este examen, que la gente fue retirándose poco a poco, y ya no quedamos en el gabinete sino media docena de personas. Y cuando me disponía a cruzar la puerta, en una ojeada que lancé al descuido, volví a ver algo que me hizo el efecto de la espantable cabeza de Medusa, paralizándome de horror, dejándome sin voz, sin discurso, sin aliento... Pablo Roldán había deslizado rápidamente en el bolsillo de su chaleco el hilo de perlas, y salía tranquilo, alta la frente bromeando con su esposa, elogiando un cuadro en el cual logró concentrar toda la atención de los circunstantes.

Desde el día siguiente empezó a murmurarse sobre el tema del robo: primero, en voz baja; después, con escandalosa publicidad. Hubo periódicos que lo insinuaron: el «tole tole» fue horrible. Las muchas personas distinguidas que habían admirado las galas de la novia clamaban al Cielo y mostraban, naturalmente, deseo furioso de que se descubriese al ladrón. Se calumnió a varios inocentes, y el rencor buscó medios de herir, devolviendo la flecha. Todos respiraron, por fin, al saber que el juez -avisado por una delación anónima- acababa de registrar la casa de Pablo, encontrando el hilo de perlas en un armario del tocador de la señora de Roldán.
Sólo yo comprendía la tremenda venganza. Sólo yo logré penetrar el siniestro enigma, sin clave para la propia señora, que no anda lejos de expiar con años de presidio el delito que no cometió. Y un día que encontré a Pablo y le abrí mi alma y le confesé mis perplejidades, mis dudas respecto a si debía o no revelar la verdad, puesto que la conocía, Pablo me respondió, con lágrimas de rabia al borde de los lagrimales:
-No intervengas. ¡Paso a la justicia, paso!... Dejó de amarme, y no me creí con derecho ni a la queja; quiso a otro, y únicamente le rogué que no me entregase a la risa del mundo... ¡Ya sabes cómo atendió a mi ruego... ya lo sabes! Antes que consiguiese ridiculizarme, la infamé. ¡Los medios fueron malos, pero... se lo tenía advertido! Si tú eres de los que creen que la venganza pertenece a Dios, apártate de mí, porque no nos entendemos. Amor, odio, y venganza.... ¿dónde habrá nada más humano?
Me desvié de Pablo Roldán y no quiero volver a verle. No sé juzgarle; tan pronto le compadezco como me inspira horror.

«El Imparcial», 23 abril 1894

sábado, 23 de octubre de 2010

Gratitud...

"Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros."

Khalil Gibrán

Bon Jovi - you had me from hello

viernes, 22 de octubre de 2010

blues slide guitar player Andrew Winton with ellis guitar & foot stomp b...

Detector de mentiras

Voracidad

Desparramó gotas por el piso con su andrajoso impermeable, la lluvia desatada desde hacía un rato lo había dejado más miserable que nunca.
Al observarlos, cabía preguntarse quien necesitaba de más atención, si el rasposo piloto, o quien lo había tirado sobre la silla de ese bar de mala muerte, ubicado en las cercanías de la estación del ferrocarril, y que consumía tristeza y cigarrillos junto con los vasos de ginebra barata que se abarrotaban sobre la mesa; mientras los trenes se sucedían en su ir y venir, con el alboroto lógico de la muchedumbre que se apretujaba tanto para subir como para bajar de ellos.
Formaban una buena pareja: el hombre y su prenda.
En los ojos de él, se reflejaba toda la desdicha del mundo, los tenía vidriosos por el alcohol, desperdigaba desconsuelo por todos sus poros.
Yo, curiosa, le hice caso a mi primer impulso; me acerqué hasta el lugar en donde él estaba sentado; lo traté casi con dulzura para que me contara la razón de su pesadumbre.
Después de un rato se relajó, y comenzó a contarme su historia. Su mujer había muerto hacía cuatro años, en ese momento también perdió a sus hijas que se fueron a vivir a pueblos lejanos; él , con su mísera jubilación no podía ir a visitarlas; ellas, para disimular la aprensión que les daba presentar a sus hijos a ese viejo como abuelo, ponían los pretextos de siempre para no venir a verlo. Por ese motivo se sentía tan solo.
Yo escuchaba el relato de su vida con gran atención, el hombre se sentía atraído hacia mí, por lo menos era una presencia sin preguntas, sin reproches, se diría que casi era invisible.
Mi compasión empezó a transformarse en voracidad, fue casi por costumbre, es muy dificil cambiar los hábitos enraizados desde siempre.
Todo pasó muy de golpe, el hombre dejó caer su cabeza sobre la desteñida mesa, y cesó de respirar.
Su impermeable seguía chorreando agua.
Yo lo contemplé sonriente, ¡una vez más me había salido con la mía!
Envuelta en esos pensamientos, guardé por un rato mi guadaña.
Un cuento de Alicia Uldry de Alemán, escritora salteña

miércoles, 20 de octubre de 2010

El Loco

Mariano Osorio

EL LOCO


Fue en el jardin de un manicomio que conoci a un joven de rostro palido y hermoso y lleno de encanto. Sentandome a su lado sobre el banco le pregunte:
"Por que estas aqui ?"
Me miro asombrado y respondio: " Es una pregunta inadecuada, sin Embargo, contestare:
"Mi padre quiso hacer de mi una reproduccion de si mismo; tambien mi Tio.
"Mi madre deseaba que fuera la imagen de su ilustre padre. Mi hermana mostraba a su esposo navegante como el ejemplo perfecto a seguir.
"Mi hermano pensaba que debia ser como el, un excelente atleta.
"Mis profesores, como el doctor de filosofia, el de musica y el de logica, ellos tambien fueron terminantes, y cada uno quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros en un espejo.
"Por eso vine a este lugar. Lo encontre mas sano. Al menos puedo ser yo mismo".
Enseguida se volvio hacia mi y dijo:
"Pero dime, te condujeron a este lugar la educacion y el buen consejo ?"
Yo respondi: "No, soy un visitante".
Y el añadio: " Oh, tu eres uno de los que vive en el manicomio del otro lado de la pared".

Khalil Gibran

domingo, 17 de octubre de 2010

Oscar Peterson -The Quartet Live feat.Joe Pas-Soft Winds

El gato y los ratones

Había una vez un gato muy cazador que no dejaba en paz a los ratones. Los ratones, del miedo, no salían de sus cuevas ni para ir a comprar queso a los ratones queseros.
Un sábado por la noche, el gato se fue de parranda y los ratones aprovecharon para reunirse.
- Tenemos que unirnos y luchar contra el enemigo gato -dijo un ratoncito.
- ¡Vivimos con el corazón en la boca! -dijo otro.
Entonces, un ratón viejo y sabio propuso lo siguiente:
- A este gato hay que agarrarlo dormido y atarle al cuello una cinta con un cascabel. Cuando oigamos ¡tilín! ¡tilín! Sabremos que se acerca. Y cuando no oigamos ¡tilín! ¡tilín! nos pasearemos tranquilos.
Era una idea genial. Todos la festejaron mucho. Pero… ¿quién le ponía el cascabel al gato?
- Yo no sé poner cascabeles -dijo un ratón.
- Yo no sé atar cintitas -dijo otro.
Uno por uno, todos se disculparon. Y, a pesar de que habían aplaudido al ratón sabio, nadie se atrevió a ponerle el cascabel al gato. Porque es fácil decir: "Hay que hacer esto. Hay que hacer aquello". Pero hacerlo es mucho más difícil.

http://www.eljardinonline.com.ar

lunes, 11 de octubre de 2010

Whitesnake - Don't break my heart again

El regalo mágico del conejo pobre


Hubo una vez en un lugar una época de muchísima sequía y hambre para los animales. Un conejito muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció un mago que le entregó un saco con varias ramitas."Son mágicas, y serán aún más mágicas si sabes usarlas" El conejito se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas pensando en darles buen uso.
Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y pobre que casi no podía caminar."Dame algo, por favor", le dijo. El conejito no tenía nada salvo las ramitas, pero como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargó, recordó como sus padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que sacó una ramita del saco y se la dió a la oveja. Al instante, la rama brilló con mil colores, mostrando su magia. El conejito siguió contrariado y contento a la vez, pensando que había dejado escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y un gallo cojo, de forma que al llegar a su casa sólo le quedaba una de las ramitas.
Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a sus papás, que se mostraron muy orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llegó su hermanito pequeño, llorando por el hambre, y también se la dió a él.
En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y preguntó al conejito ¿Dónde están las ramitas mágicas que te entregué? ¿qué es lo que has hecho con ellas? El conejito se asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó diciendo ¿No te dije que si las usabas bien serían más mágicas?. ¡Pues sal fuera y mira lo que has hecho!Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a partir de sus ramitas, ¡¡todos los campos de alrededor se habían convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida para todos los animales!!Y el conejito se sintió muy contento por haber obrado bien, y porque la magia de su generosidad hubiera devuelto la alegría a todos

domingo, 10 de octubre de 2010

El hada y la sombra


Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.

El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".

Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...

La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.

La princesa de fuego


Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días

Autor.. Pedro Pablo Sacristan
http://cuentosparadormir.com

miércoles, 6 de octubre de 2010

EPICUREÍSMO (EL JARDÍN) - parte 2



La Naturaleza ha puesto como objetivo de todas las acciones de los seres vivos(incluidos los hombres) la búsqueda del placer, como lo muestra el hecho de quede forma instintiva los niños y los animales tienden al placer y rehuyen el dolor. El placer y el dolor son pues los motivos fundamentales de todas las acciones de los seres vivos. El placer puro es el bien supremo, el dolor el mal supremo.
Los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los apetitos. Distingue Epicuro tres clases de apetitos:
• los naturales y necesarios: comer, beber, alimentarse; son fáciles de satisfacer;
• los naturales pero no necesarios: como los eróticos; no son difíciles de dominar y no se necesitan para la felicidad;
• los que no son naturales ni necesarios; hay que rechazarlos completamente.
Tipos de placeres: dado que el hombre está formado por cuerpo y alma habrá dos tipos generales de placeres:
• placeres del cuerpo: aun que considera que son los más importantes, en el fondo su propuesta es la de renunciar a estos placeres y buscar la carencia de dolor corporal. Existen dolores del alma y dolores del cuerpo, pero el mal es el del dolor corporal pues el del alma es consecuencia directa o indirecta de los dolores del cuerpo presentes o venideros. No hay que temer el dolor corporal pues cuando es intenso e insoportable generalmente dura poco y cuando dura más tiempo es menos fuerte y más soportable. Cabe aliviar el dolor físico con el recuerdo de alegrías pasadas y en casos extremos con el suicidio.

• placeres del alma: el placer del alma es superior al placer del cuerpo: el corporal tiene vigencia en el momento presente mientras que los del alma son más duraderos; además, los placeres del alma pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo.

Aunque el placer es un bien y el dolor un mal, no es inteligente elegir siempre el placer y rechazar siempre el dolor: debemos rechazar los placeres a los que les siguen sufrimientos mayores y aceptar dolores cuando se siguen de ello placeres mayores. Antes de obrar hay que pesar cuidadosamente el placer o el dolor que se seguirá de ello y establecer un balance placer-dolor. No hay que renunciar a los placeres corporales sino ordenarlos y administrarlos de cara al bienestar físico y espiritual. La razón representa un papel decisivo en lo que respecta a nuestra felicidad: nos permite alcanzar el estado de total sosiego (ataraxia), de absoluta imperturbabilidad ante todo (Epicuro lo compara con el total reposo del mar cuando ningún viento mueve su superficie) y nos da libertad ante las pasiones, los afectos y los apetitos. El sabio alcanza la vida buena y feliz gracias a esta autonomía frente al dolor y los bienes exteriores, a los amigos con los que convive y a su aislamiento respecto de lo social.

Finalmente, aunque la teoría de la virtud no tiene en esta escuela la importancia que le da el estoicismo, también encontramos en Epicuro una concepción y clasificación de las virtudes, aun que siempre subordinadas al fin último que es el placer. La virtud es necesaria para la felicidad, pero, según su filosofía, no hay que buscarla por ella misma sino porque en su realización se halla presente el placer.
La filosofía epicúrea no tuvo etapasen las que destacados autores aportasen planteamientos o soluciones innovadoras. A pesar de todo fue bien acogida en el mundo romano, destacando la figura de Lucrecio (s. I a. C.). En el Renacimiento, con el resurgir del pensamiento griego, tiene clara influencia en algunos autores, particularmente en Lorenzo Valla(s. XV).

http://www.e-torredebabel.com

EPICUREÍSMO (EL JARDÍN) - parte 1


ESCUELA FILOSÓFICA PREOCUPADA PRINCIPALMENTE POR CUESTIONES ÉTICAS Y FUNDADA POR EPICURO. PROPONE LA REALIZACIÓN DE LA VIDA BUENA Y FELIZ MEDIANTE LA ADMINISTRACIÓN INTELIGENTE DE PLACERES Y DOLORES, LA ATARAXIA Y VÍNCULOS DE AMISTAD ENTRE SUS CORRELIGIONARIOS.

En el año 306 a. C. Epicuro adquirió la finca llamada “El Jardín” en las afueras de Atenas y fundó su escuela de filosofía. Formada tanto por varones como por mujeres (gran novedad en las escuelas griegas), en ella vivió aislado de la vida política y de la sociedad, practicando la amistad y la vida estética y de conocimiento.
El objetivo de esta filosofía es (como el del resto de escuelas morales helenísticas) el arte de la vida, la realización de una vida buena y feliz. Para el cumplimiento de este objetivo Epicuro consideró que la filosofía tiene una doble tarea: combatir las ideas falsas que fomentan el miedo y el sufrimiento y crear en el sabio un estado de ánimo o talante favorable en toda circunstancia y lugar. Entre aquellas ideas hay que incluir fundamentalmente el miedo al dolor, el temor a la muerte, a los dioses y al destino; la parte de la filosofía que permite resolver estas cuestiones será la Física. La segunda tarea está en manos de la Ética.

La filosofía es para Epicuro el arte de la vida feliz. Por eso la física y la lógica son solo medios para conseguir este fin. Divide la filosofía en Ética (que incluye también consideraciones psicológicas o relativas al alma), Física y Canónica (fundamentalmente lógica y teoría del conocimiento).
Canónica: por considerarla poco útil para la vida, descuidaron esta parte de la filosofía; la teoría del conocimiento que aceptaron fue sensualista.

Física: practicaron esta disciplina sólo en la medida en que algunas de sus conclusiones pueden ser útiles en el mundo práctico. Defendieron el atomismo de Demócrito, con la única novedad de su teoría del clinamen o desviación espontánea en la trayectoria de los átomos, creencia que les permitió defender la existencia de la libertad y rechazar el determinismo atomista de Demócrito, a la vez que el punto de vista fatalista y determinista de los estoicos.
Rechazaron también la astrología y otras formas de adivinación al negar el carácter divino o espiritual de los astros. La materia es eterna. El nacer y el perecer de las cosas es debido a la unión y separación de los átomos.
Creyeron en la existencia de los dioses y los concibieron formados por una sustancia corporal, más fina y perfecta que la del hombre. Sin embargo, criticaron la religión popular por su claro antropomorfismo y las creencias en las predicciones.
Los dioses, felices, inmortales, ajenos alas pasiones, incluso al amor y al odio, viven en paz completa e indiferente al curso del mundo y de la vida humana, y nada hay que temer de ellos.
Ética: el alma humana es mortal dado que, como todas las cosas, está compuesta de átomos, aunque formada por los más perfectos, los redondeados y lisos.
Desaparece con la destrucción del cuerpo. No hay que temer a la muerte pues, en primer lugar, nada se sigue tras la desaparición del cuerpo, y, en segundo lugar, la propia experiencia de la muerte no es tal: “el más terrible de los males, la muerte, no es nada para nosotros, pues cuando nosotros existimos, la muerte no existe, y cuando la muerte existe, nosotros no existimos” (Epicuro, “Carta a Meneceo”).