domingo, 24 de febrero de 2013

Gary Clark Jr. - Worry No More

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 9

"Después de mi salvación conversé algunas veces sobre el particular con un anciano maestro de escuela del distrito, y él fue quien me dio a conocer el sentido de las palabras cilindro y esfera, haciéndome sobre esto una explicación de la cual no recuerdo una palabra. Me dijo que lo que yo había observado era consecuencia natural de la forma de los restos flotantes y me demostró cómo un cilindro, girando en un torbellino, presentaba más resistencia a la succión y no era atraído con tanta facilidad como un cuerpo de otra forma y de igual volumen1.
"Una circunstancia importante daba gran fuerza a estas observaciones, aguijoneando en mí el deseo de comprobarlas, y era que a cada revolución pasábamos por delante de un barril, de una verga o un mástil de buque, objetos que flotaban a nuestro nivel cuando por primera vez abrí los ojos para contemplar las maravillas del torbellino y estaban ahora situados sobre nosotros, pareciendo no haberse movido de su primera posición.
"No vacilé más tiempo sobre lo que debía hacer: resolví atarme con toda confianza a la barrica a que estaba abrazado, largar el cable que la sujetaba y arrojarme al mar. Me esforcé entonces por llamar la atención de mi hermano sobre los barriles flotantes, junto a los cuales pasábamos, e hice todo cuanto estuvo en mi poder para que comprendiera lo que me proponía intentar. Me pareció que al fin había adivinado mi designio, pero, fuera o no así, movió la cabeza con expresión desesperada y no quiso abandonar su puesto; era imposible apoderarme de él, pues el caso no permitía la menor dilación, y así es como con la más amarga angustia lo abandoné a su destino. Atado a la barrica con el cable, y sin vacilar un momento más, me precipité en el mar.
"El resultado fue precisamente lo que yo esperaba: como soy yo mismo quien le refiere esta historia, pudiendo usted ver que me he salvado, y como conoce ya de qué medio me valí, fácil le será deducir todo lo que me resta decirle, por lo cual abreviaré el relato, pasando a la conclusión.
"Habría transcurrido una hora, poco más o menos, desde que había abandonado el barco, cuando vi que éste, habiendo descendido a una inmensa distancia, dio seguidamente tres o cuatro vueltas precipitadas, y, arrastrando a mi querido hermano, se precipitó con la proa hacia el centro del caos de espuma y desapareció para siempre. Mi barril flotaba casi a medio camino de la distancia que separaba el fondo del abismo del paraje donde me arrojé al agua, cuando se produjo de pronto un gran cambio en el carácter del torbellino. La pendiente de las paredes del inmenso embudo comenzó a tener menos declive, las evoluciones del torbellino disminuyeron en rapidez poco a poco, la espuma y el arco iris desaparecieron y el fondo del abismo pareció elevarse lentamente.
"El cielo estaba sereno, el viento había cesado y la luna llena se ocultaba radiante por el oeste, cuando me hallé en la superficie del océano, teniendo a la vista la costa de Lofoden, sobre el sitio donde antes estaba el torbellino del Moskoeström. Era la hora de la calma, pero se elevaba siempre formando enormes olas a causa de la tempestad. Impelido violenta-mente al canal del Stróm, fui arrojado pocos minutos después a la costa, entre las pesquerías. Un barco me recogió, desfallecido de fatiga, pero en aquel momento, fuera ya de peligro, el recuerdo de tantos horrores me privó del habla. Los que me izaron a bordo eran antiguos compañeros de cada día, mas ninguno me reconoció, tomándome sin duda por algún viajero del otro mundo. Mi cabello, el día antes negro como el azabache, estaba blanco como lo ve usted ahora, y toda la expresión de mi fisonomía, según me dijeron, había cambiado completamente. Les referí mi historia y no quisieron creer en ella. Se la cuento a usted y apenas me atrevo a esperar que le dé más crédito que los pescadores de Lofoden."
Edgar Allan Poe

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 8

"Nuestro primer resbalón en el abismo, a partir de la faja de espuma, nos había conducido a gran distancia por la pendiente, pero la bajada no se efectuó luego, ni con mucho, con tanta velocidad. Corríamos siempre en círculo, pero no ya con un movimiento uniforme, sino con ímpetus y sacudidas que nos aturdían, sin hacernos avanzar algunas veces más de un centenar de varas, mientras que otras ejecutábamos una evolución completa alrededor del torbellino. A cada vuelta nos acercábamos al fondo del abismo, lentamente, es verdad, pero de una manera muy sensible.
"Paseando la mirada por el vasto desierto de ébano que recorríamos, eché de ver que nuestro barco no era el único objeto absorbido por el torbellino; encima y debajo de nosotros se veían restos de buques, vigas, troncos de árboles, objetos de mobiliario, cofres rotos, barriles y tablas. Ya he hablado antes de la curiosidad sobrenatural que reemplazó mis primitivos terrores y me pareció que aumentaba según me iba acercando al terrible momento. Entonces comencé a observar con extraño interés los numerosos objetos que allí flotaban; por fuerza deliraba, pues hasta fue para mí una especie de diversión calcular las velocidades relativas de su bajada hacia el torbellino de espuma.
"-Ese pinabete -dije una vez- será, sin duda, la primera cosa que sufrirá la terrible inmersión y desaparecerá después -y no quedé poco sorprendido al ver que un barco mercante holandés tomó la delantera y se abismó primero. Al fin, después de hacer muchas conjeturas de esta naturaleza y haberme equivocado siempre, este hecho me condujo a un orden de reflexiones que hicieron temblar otra vez mis miembros y latir mi corazón más pesadamente.
"No era un nuevo terror lo que me afectaba de este modo, sino la aurora de una esperanza mucho más dulce que surgía a la vez de la memoria y de la observación presente. Recordé la inmensa variedad de restos que cubrían la costa de Lofoden, restos que, después de ser absorbidos, fueron rechazados sin duda por el Moskoeström. Los más de ellos estaban desgarrados de una manera extraordinaria, arañados y recortados irregularmente hasta el extremo de parecer guarnecidos de puntas, pero recordaba muy bien entonces que algunos no estaban del todo desfigurados y no podía explicarme aquella diferencia sino suponiendo que los fragmentos más maltratados habían sido los únicos que el abismo absorbió del todo; los demás habían entrado en el torbellino en un período bastante avanzado de la marea o, después de haber penetrado, bajaron con la suficiente lentitud, por una causa u otra, para no llegar al fondo antes de la vuelta del flujo o del reflujo. Concebí que era posible, en ambos casos, que remontaran, girando de nuevo, hasta el nivel del océano, sin sufrir la suerte de aquellos que habían sido arrastrados antes o absorbidos más rápidamente.
"También hice tres observaciones importantes: la primera era que, por regla general, cuanto mayores eran los cuerpos, más rápidamente descendían; la segunda, que, dadas dos masas de igual volumen, la una esférica y la otra de cualquiera forma, la velocidad era más considerable en la esfera para la bajada, y la tercera, que, de dos masas de igual volumen, una cilíndrica y la otra de forma distinta, fuera cual fuese, el cilindro se hundía con más lentitud.

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 7

"Otra circunstancia contribuyó a serenarme y fue que el viento había dejado de soplar y no podía alcanzarnos ya en nuestra situación, pues, como podrá usted juzgar por sí mismo, la faja de espuma está mucho más abajo del nivel general del océano y este último nos dominaba entonces como la cresta de una alta y negra montaña. Si no se ha encontrado usted nunca en el mar durante una fuerte borrasca, no le será posible formarse idea de la perturbación de espíritu ocasionada por la acción simultánea del viento y de las aguas, que al saltar aturden, ciegan, ahogan y privan de toda facultad para obrar o reflexionar. En aquel instante estábamos libres de esto, pero en la situación de aquellos condenados a muerte a quienes se concede en la capilla algunos ligeros favores que se rehusarían antes de dictarse la fatal sentencia.
"Imposible me sería decir cuántas veces dimos la vuelta por aquella faja: corrimos alrededor durante una hora con corta diferencia y volábamos más bien que flotábamos, pero acercándonos siempre al centro del torbellino y a su espantosa arista interior.
"En todo aquel tiempo yo no había soltado la argolla; mi hermano estaba en la proa, asido a una pequeña barrica vacía, sólidamente atada a la garita detrás del habitáculo: era el único objeto que no había sido arrastrado por las aguas al sorprendernos el golpe de viento.
"Cuando nos acercábamos al brocal de aquel pozo movible, mi hermano soltó el barril y trató de tomarse de mi argolla, esforzándose, en la agonía de su terror, para arrancarla de mis manos, pues no era bastante ancha para que pudiéramos agarrarnos los dos. Jamás experimenté un dolor tan profundo como el que sentí al verle intentar semejante acción, aunque comprendiera que sólo su aturdimiento y su terror lo convertían en un loco furioso. No traté de disputarle el sitio, pues sabía muy bien que el resultado había de ser igual para los dos, y, por lo tanto, solté la argolla y fui a aferrarme al barril. La maniobra no era nada difícil, pues el bergantín se deslizaba en redondo, derecho sobre su quilla, aunque impelido a veces acá y allá por las inmensas oleadas del torbellino. Apenas me hallé en mi nueva posición, experimentamos una violenta sacudida a estribor y el barco se precipitó en el abismo. Yo elevé una rápida oración a Dios y pensé que todo había terminado.
"Como sentía los efectos dolorosos y nauseabundos de la bajada, me agarré instintiva-mente con más fuerza al barril y cerré los ojos; pasaron algunos segundos sin que osase abrirlos, esperando la muerte instantánea y extrañándome de no hallarme ya en las angustias supremas de la inmersión, pero los segundos pasaban y aún vivía. La sensación de la caída había cesado y el movimiento del buque se asemejaba a lo que antes era, cuando estábamos cerca de la faja de espuma, sólo que entonces cabeceábamos más: recobré valor y quise contemplar otra vez aquel cuadro.
"Jamás olvidaré las sensaciones de espanto, de horror y de admiración que experimenté al pasear la vista a mi alrededor: el barco parecía suspendido como por magia a medio camino de su caída, en la superficie interior de un embudo de inmensa circunferencia, de prodigiosa profundidad, y cuyas paredes, admirablemente alisadas, hubieran parecido de ébano a no ser por la deslumbradora rapidez con que giraban y la brillante y horrible claridad que despedían bajo los rayos de la luna llena, que desde aquel agujero circular deslizábanse como un río de oro a lo largo de los negros muros, penetrando hasta las más recónditas profundidades del abismo.
"Al principio era demasiada mi perturbación para observar nada con alguna exactitud; sólo me fijé en el aspecto general de aquella magnificencia terrorífica, mas al recobrarme un poco, mis miradas se dirigieron instintivamente hacia el fondo. En aquella dirección me era fácil penetrar con la vista sin obstáculo, porque nuestro barco estaba suspendido en la superficie inclinada del abismo; corría siempre sobre su quilla, es decir que su puente formaba un plano paralelo al del agua y constituía así un declive inclinado a más de 45 grados. No pude menos de observar que ya no me costaba trabajo alguno sostenerme en aquella posición; me era tan fácil como si hubiésemos estado sobre un plano horizontal y supongo que aquello dependía de la velocidad con que girábamos.
"Los rayos de la luna parecían buscar el fondo del inmenso abismo, pero no podía distinguir nada claramente a causa de la espesa bruma que rodeaba todas las cosas y sobre la cual se cernía un magnífico arco iris, semejante a ese puente vacilante y estrecho que, según los musulmanes, es el único paso entre el Tiempo y la Eternidad. Aquella niebla o espu¬ma se producía seguramente por el choque de las grandes paredes del embudo, cuando se encontraban y rompían en el fondo. En cuanto al mugido que se elevaba hacia el cielo, no trataré de describirlo.

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 6

"En aquel momento el primer furor de la tempestad había pasado o tal vez no la sentíamos tanto porque huíamos de ella, pero de todos modos, el mar, dominado al principio por el viento, se elevaba ahora espumoso, formando verdaderas montañas; en el cielo se había producido también un cambio singular: alrededor de nosotros, en todas direcciones, estaba siempre negro como la pez, pero casi sobre nuestras cabezas se veía un espacio circular despejado como jamás había visto y de un azul brillante; a través de aquel espacio, la luna llena despedía un brillo singular e iluminaba todas las cosas alrededor de nosotros, pero, ¡gran Dios, qué escena iluminaba!
"Hice un esfuerzo para hablar a mi hermano, mas el estrépito se había acrecentado de tal manera, sin que yo pudiese explicarme cómo, que no me fue posible hacerle comprender una sola palabra, aunque gritaba con toda la fuerza de mis pulmones. De pronto movió la cabeza, su rostro se cubrió de palidez mortal y le vi levantar un dedo, como para decirme: '¡Escucha!'
"Al punto no comprendí lo que quería decir, pero muy pronto cruzó por mi mente una idea horrible; saqué el reloj del bolsillo y vi que no
andaba; al mirar la esfera a la luz de la luna, no pude contener las lágrimas y lo arrojé al mar. ¡Se había parado a las siete; habíamos dejado pasar la tregua de la marea y el torbellino del Stróm se agitaba entonces con toda su furia! "Cuando un buque está bien construido y debidamente equipado, sin llevar demasiada carga, las olas, si sopla una fuerte brisa mar adentro, parecen escapar siempre por debajo de la quilla, lo cual es seguramente extraño para los que no conocen la navegación, y esto es lo que se llama en lenguaje técnico cabalgar. Semejante movimiento no es difícil cuando se franquea ligeramente la ola, pero en aquel instante, un mar gigantesco nos empujaba por la proa y nos elevaba a inmensa altura, como para arrojarnos contra el cielo: jamás hubiera creído que una ola pudiese subir tanto. Después descendíamos, trazando una curva y sumergiéndonos, lo cual me producía vértigo e insufribles náuseas, pareciéndome que caíamos desde la cumbre de una inmensa montaña. Pero desde lo alto de la ola dirigí una rápida mirada a mi alrededor y esto bastó para darme cuenta exactamente de nuestra posición. El torbellino del Moskoestróm distaba sólo un cuarto de milla, poco más o menos, en línea recta; pero se asemejaba tan poco al de todos los días, como ese torbellino que ve usted desde aquí a un remolino insignificante. Si no hubiera sabido dónde estábamos y lo que nos esperaba, no habría reconocido el paraje. Ante aquel espectáculo cerré involuntariamente los ojos, poseído de horror, y mis párpados quedaron adheridos como en un espasmo.
"Menos de dos minutos después observamos que las olas se calmaban; un mar de espuma nos envolvió, el barco dio bruscamente media vuelta por babor y partió con la rapidez de una flecha en aquella nueva dirección; en el mismo instante, el mugido se confundió con un clamor agudo y se percibió un sonido tal que sólo podría compararse con el rumor producido por varios miles de válvulas que dejan escapar a la vez su vapor. Nos hallábamos en la faja que rodea siempre el torbellino y naturalmente creí que dentro de un segundo íbamos a ser precipitados en aquel abismo espantoso, atendida la prodigiosa rapidez con que éra¬mos impelidos.
"El barco no parecía sumergirse en el agua, sino rasarla como una burbuja de aire en la superficie de la ola; teníamos el torbellino a estribor, y a babor elevábase el vasto océano del que acabábamos de salir, semejante a un muro inmenso que se retorcía entre nosotros y el horizonte.
"Por más que parezca extraño, cuando estuvimos en la boca misma del abismo comencé a serenarme, mirándolo todo con más sangre fría que antes; había renunciado a toda esperanza y quedé libre de una gran parte de aquel terror que al principio me anonadó: supuse que la deses¬peración comunicaba rigidez a mis nervios.
"Tal vez tome usted por una fanfarronada lo que voy a decirle, pero es la verdad: comencé a reflexionar qué magnífica cosa era morir de aquel modo y hasta qué punto era en mí una necedad ocuparme del vulgar interés de la conservación de mi persona ante tan prodigiosa manifestación del poder de Dios: me parecía que me sonrojaba de vergüenza cuando aquella idea cruzó mi espíritu. Pocos instantes después me sentí dominado por la más ardiente curiosidad respecto al torbellino; experimenté verdaderamente el deseo de explorar sus profundidades, aun a costa del sacrificio de mi vida, y mi único sentimiento era no poder refe¬rir nunca a mis compañeros los misterios que iba a sondear. Singulares ideas eran aquellas para el ánimo de un hombre que se hallaba en el último trance y con frecuencia he pensado después que las evoluciones del barco alrededor del abismo me habían trastornado un poco la cabeza.

sábado, 23 de febrero de 2013

Ansiedad: cuando lo malo se ve peor


La ansiedad es una emoción natural, presente en todos los humanos, que resulta muy adaptativa pues nos pone en alerta ante una posible amenaza; sin embargo, a veces se vive como una experiencia desagradable (emoción negativa), especialmente cuando alcanza una elevada intensidad, que se refleja en fuertes cambios somáticos, algunos de los cuales son percibidos por el individuo; además, esta reacción, cuando es muy intensa, puede provocar una pérdida de control sobre nuestra conducta normal.
A nivel cognitivo-subjetivo, la ansiedad se caracteriza por sentimientos de malestar, preocupación, hipervigilancia, tensión, temor, inseguridad, sensación de pérdida de control, percepción de fuertes cambios fisiológicos (cardiacos, respiratorios, etc.).
A nivel fisiológico, la ansiedad se caracteriza por la activación de diferentes sistemas, principalmente el Sistema Nervioso Autónomo y el Sistema Nervioso Motor, aunque también se activan otros, como el SNC, o el Sistema Endocrino, o el Sistema Inmune. De todos los cambios que se producen, el individuo sólo percibe algunos como la frecuencia cardiaca y respiratoria, sudoración, temperatura periférica, tensión muscular, sensaciones gástricas, etc.
 
La persistencia de estos cambios fisiológicos puede acarrear una serie de desórdenes psicofisiológicos transitorios, tales como dolores de cabeza, insomnio, disfunción eréctil, contracturas musculares, disfunciones gástricas, etc.
A nivel motor, la ansiedad se manifiesta como inquietud motora, hiperactividad, movimientos repetitivos, dificultades de comunicación (tartamudez), consumo de sustancias (comida, bebida, tabaco, etc.), llanto, tensión en la expresión facial, etc.
Entre los trastornos de ansiedad, uno de los más significativos es el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), que es una alteración prevalente e incapacitante caracterizada por una preocupación persistente, ansiedad, y tensión. El adecuado uso de terapia psicológica y de tratamiento farmacológico puede mejorar síntomas de la ansiedad y la depresión y desempeñar un papel importante en la prevención de la comorbilidad de depresión en TAG que supone al paciente individual y a la sociedad.
Las personas que padecen de TAG no parecen poder deshacerse de sus inquietudes aún cuando generalmente comprenden que su ansiedad es más intensa de lo que la situación justifica. Quienes padecen de TAG también parecen no poder relajarse. Frecuentemente tienen trabajo en conciliar el sueño o en permanecer dormidos. Sus preocupaciones van acompañadas de síntomas físicos, especialmente temblores, contracciones nerviosas, tensión muscular, dolores de cabeza, irritabilidad, transpiración o accesos de calor. Pueden sentirse
mareadas o que les falta el aire, sentir náusea o tener que ir al baño frecuentemente, o sentir como si tuvieran un nudo en la garganta.


Ana Domínguez
http://www.economiadelasalud.com/Ediciones/06/06analisis/06analisis_ansiedad.htm

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 5

"Al mismo tiempo, la brisa, que soplaba de frente, cesó de pronto y, sorprendidos entonces por una calma imprevista, derivamos a merced de todas las corrientes, pero aquel estado de cosas no duró lo bastante para permitirnos reflexionar: en menos de un minuto la tempestad cayó sobre nosotros; un momento después el cielo estaba completamente cargado y se ennegreció repentinamente de tal manera que, molestados además por el agua que nos saltaba a los ojos, no nos veíamos.
"Locura fuera tratar de describir aquel golpe de viento, que el más anciano marino de Noruega no sufrió jamás. Habíamos cargado todas las velas antes que nos sorprendiese, pero la primera ráfaga tumbó nuestros dos mástiles, que cayeron como si los hubiesen aserrado por la base, y el palo mayor arrastró consigo a mi hermano más joven, que se había aferrado a él por prudencia.
"Nuestro barco era seguramente el más ligero que jamás se hubiese deslizado por el mar; tenía un puente con una sola escotilla por delante y siempre habíamos acostumbrado a cerrarla sólidamente al atravesar el Stróm, precaución muy oportuna en aquel mar tan agitado, pero en la circunstancia de que hablo habríamos naufragado, desde luego, a no ser por esto, pues durante algunos minutos estuvimos materialmente sepultados debajo del agua.
"No sé, ni he podido explicarme nunca, cómo mi hermano mayor escapó entonces de la muerte. En cuanto a mí, apenas solté el palo de mesana, me tendí en el puente boca abajo, con las manos agarradas a una argolla, cerca de la base de dicho mástil; el instinto me había guiado a proceder así, e indudablemente era lo mejor que podía hacer, porque estaba demasiado aturdido para reflexionar.
"Por espacio de algunos minutos estuvimos completamente inundados, como ya he dicho, y durante todo este tiempo contuve la respiración, agarrado siempre a la argolla. Cuando comprendí que no podía continuar así más tiempo sin asfixiarme, me arrodillé sin soltar la anilla para sacar fuera la cabeza. En aquel momento nuestro barco sufrió una sacudida y se elevó en parte sobre el mar; entonces hice un esfuerzo para recobrarme de mi estupor y ver lo que podía hacerse, cuando de pronto sentí que me tomaban por el brazo: era mi hermano mayor, y mi corazón palpitó de alegría, pues ya lo rreía muerto, pero un instante después mi gozo se convirtió en espanto cuando, aplicando sus labios a mi oído, gritó: '¡El Moskoe-stróm!'
"Nadie sabrá jamás los pensamientos que en aquel instante cruzaron por mi espíritu: me estremecí de pies a cabeza, como si me hubiera sobrevenido un acceso de fiebre, pues comprendía lo bastante el valor de aquella sola palabra y sabía muy bien lo que mi hermano me daba a entender. Con el viento que entonces nos impelía estábamos destinados al torbellino del Stróm y nada podía ya salvarnos.
"Ya habrá comprendido usted que al atravesar el canal del Maelström seguíamos siempre una ruta muy apartada del torbellino, aun en tiempo sereno, teniendo siempre buen cuidado de aprovechar el momento de tregua de la marea, pero ahora corríamos directamente hacia el abismo impelidos por la tempestad. Seguramente, pensé yo, llegaremos en el momento de la calma y aún queda una ligera esperanza, pero un minuto después renegué de mi locura por haber abrigado semejante ilusión, pues vi claramente que estábamos condenados, aunque nuestro buque hubiera sido cuatro veces mayor.

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 4

"Resguardábamos nuestro barco en una ensenada, a cinco o seis millas del punto donde estamos, y si hacía buen tiempo teníamos costumbre de aprovechar la tregua de quince minutos para lanzarnos a través del canal principal del Moskoeström, muy por encima del agujero, para anclar después en cualquier punto inmediato a Otterholm o Sandflesen, donde los remolinos no son tan violentos como en otras partes. Allí solíamos esperar, para levar anclas, poco más o menos hasta la hora en que las aguas se calmaban; no nos aventurábamos nunca en la expedición sin un buen viento, del que pudiéramos estar seguros para la vuelta, y muy raramente nos engañamos en este punto. Sólo dos veces en seis años nos fue preciso pasar la noche anclados a causa de una calma chicha, cosa bien extraña en esos parajes, y otra vez debimos permanecer en tierra cerca de una semana, desfallecidos de hambre, a consecuencia de un golpe de viento que comenzó a soplar poco después de nuestra llegada y agitó el canal de tal modo que no se pudo pensar en atravesarlo. En aquella ocasión nuestro barco hubiera sido empujado muy afuera, pues los torbellinos nos zarandeaban con sin igual violencia, si no hubiésemos derivado en una de esas innumerables corrientes que se forman, hoy aquí, mañana allá, y que nos condujo al refugio de Flimen, donde por fortuna pudimos anclar.
"No le referiré a usted ni la vigésima parte de los peligros que corrimos en nuestras expediciones de pesca; ése es un mal paraje hasta cuando hace buen tiempo, pero siempre hallábamos medio de arrostrar el Moskoestróm sin accidente alguno, aunque en ciertas ocasiones me parecía que el corazón se me iba por la boca, cuando nos retrasábamos o adelantábamos un minuto al intervalo de calma de las aguas. A veces el viento no era tan vivo como lo esperábamos para hacernos a la vela y entonces se avanzaba más despacio de lo que queríamos, pues la embarcación era más difícil de gobernar a causa de la corriente.
"Mi hermano mayor tenía un hijo de dieciocho años, y yo dos que ya eran unos mocetones, y podían servirnos de mucho en semejante expedición, ya para manejar el remo, ya para pescar, pero aunque nosotros nos aviniésemos a exponer la vida, no teníamos corazón para permitir que aquellos jóvenes arrostrasen un peligro verdaderamente horrible, pues efectivamente lo era.
"Hace ahora tres años menos algunos días que ocurrió lo que voy a referirle. Era el 10 de julio de 18..., día que la gente del país no olvidará nunca, porque en ese día estalló la más espantosa tormenta que jamás se haya conocido. Sin embargo toda la mañana, y hasta muy entrada la tarde, habíamos tenido una agradable brisa del sudoeste y el sol era tan magnífico que el más práctico marinero no hubiera podido prever lo que iba a ocurrir.
"Los tres habíamos pasado, mis dos hermanos y yo, a través de las islas a las dos de la tarde, y muy pronto tuvimos la embarcación cargada de una magnífica pesca, mucho más abundante aquel día que lo había sido nunca hasta entonces, según observamos los tres. Eran las siete en mi reloj cuando levamos anclas para volver a casa, a fin de franquear lo más peligroso del Stróm en el intervalo de las aguas tranquilas, que, como ya sabíamos, debía producirse a las ocho.
"Nos hicimos a la vela con una buena brisa a estribor y durante algún tiempo avanzamos con bastante rapidez, sin pensar ni remotamente en el peligro, pues en realidad no veíamos la menor causa de inquietud. De repente nos sorprendió un salto de viento que venía de Helseggen; era una cosa del todo extraordinaria que jamás nos había sucedido y comencé a inquietarme un poco sin saber exactamente por qué. Nos pusimos contra el viento, pero fue imposible atravesar los remolinos, y ya iba a proponer la retirada para anclar en el punto de costumbre, cuando al mirar por la proa vimos el horizonte cubierto de una nube singular, de color de cobre, que avanzaba con asombrosa rapidez.

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 3

"Cierto día, un oso que trataba de pasar a nado el estrecho entre Lofoden y Moskoe fue atrapado por la corriente y arrastrado al fondo, habiéndose oído sus mugidos desde la orilla. Inmensos troncos de pinos y pinabetes, sepultados en las aguas, reaparecen destrozados, lo cual indica claramente que el fondo se compone de rocas puntiagudas, sobre las cuales rodaron de un lado a otro. Esa corriente se regula por el flujo y reflujo del mar, que se verifica siempre de seis en seis horas. En el año 1645, el domingo de sexagésima, muy de mañana, las aguas se precipitaron con tal estrépito e impetuosidad que algunas piedras fueron arrancadas de las casas de la costa."
En cuanto a la profundidad del agua, no comprendo cómo se ha podido reconocer en la inmediación del torbellino. Las "cuarenta brazas" deben de referirse sólo a las partes del canal que están cerca de la orilla, sea de Moskoe o de Lofoden; la profundidad en el centro del Moskoe-Strom debe de ser inconmensurablemente mayor y para asegurarse de ello basta dirigir una mirada oblicua al abismo del torbellino cuando se está en la cima más alta de Helseggen. Al fijar la vista desde esta altura en el temible abismo, no pude menos de reírme de la sencillez con que el bueno de Jonás Ramus refiere, como cosas difíciles de creer, sus anécdotas del oso y de las ballenas, pues me parece cosa muy evidente en sí que el más poderoso buque de línea, al llegar al radio de esa mortal atracción, debe oponer tan poca resistencia como una pluma a un golpe de viento y desaparecer de pronto.
Las explicaciones que se han dado del fenómeno, algunas de las cuales me parecieron bastante plausibles, según recuerdo, eran ahora muy poco satisfactorias para mí: la más generalmente admitida se reduce a que este torbellino, así como los tres más pequeños de las islas de Feroé, "no reconoce otra causa sino el choque de las olas que suben y bajan, durante el flujo y el reflujo, a lo largo de un banco de rocas que encauza las aguas, arrojándolas en forma de catarata; que de este modo, cuanto más se eleva la marea, más profunda es la caída, y que el resultado natural es un torbellino cuya prodigiosa fuerza de absorción está suficientemente demos-trada por varios ejemplos". En estos términos se explica la Enciclopedia británica. Kircher y otros imaginan que en medio del canal del Maelström hay un abismo que atraviesa el globo y desemboca en una región muy lejana, y hasta se ha dicho una vez, algo ligeramente, que esa región era el golfo de Botnia. Esta opinión, bastante pueril, era, sin embargo, la que más acertada me parecía al contemplar aquel sitio, y como se lo manifestase así a mi interlocutor, me sorprendió bastante oírle decir que, si bien éste era el parecer de los noruegos en general, él no pensaba así. Añadió que no podía comprender semejante idea, y al fin convine en lo mismo, pues por concluyente que sea en el papel, se hace de todo punto ininteligible y absurda junto al trueno del abismo.
-Ahora que ya ha visto usted el torbellino -me dijo mi compañero-, si quiere que nos deslicemos detrás de esa roca y nos coloquemos de modo que se amortigüe el estrépito de las aguas, le referiré una historia, suficiente para convencerlo de que debo de saber alguna cosa del Moskoe-stróm.
Me situé como indicaba y comenzó en estos términos:
"Mis hermanos y yo poseíamos en otro tiempo un queche aparejado de goleta, de setenta toneladas poco más o menos, del cual nos servíamos para pescar generalmente entre las islas situadas más allá de Moskoe, cerca de Vurrgh. Todos los violentos remolinos del mar dan abundantes peces, con tal que se llegue en tiempo oportuno y se tenga el valor necesario para arrostrar la aventura, pero de todos los hombres de la costa de Lofoden, sólo nosotros tres nos atrevíamos a ir a las islas. Las pesquerías ordinarias están mucho más abajo, hacia el sud. Allí se puede pescar bastante a todas horas, sin mucho riesgo, y naturalmente esos parajes son preferidos, pero los sitios mejores, por aquí, entre las rocas, no solo dan el pescado de mejor calidad, sino también mucho más abundante, tanto que con frecuencia recogíamos en un solo día lo que los más tímidos no hubieran reunido todos juntos en una semana. Como esto era una especie de especulación desesperada, el riesgo de la vida compensaba el trabajo y el valor hacía las veces de capital.

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 2

A los pocos minutos se produjo en la escena un cambio completo: la superficie general comenzó a ser más uniforme, los torbellinos desaparecieron uno a uno y aparecieron enormes fajas de espuma allí donde no se veían antes ni señales de ella. Estas fajas se extendieron al fin a gran distancia y, combinándose entre sí, tomaron el movimiento giratorio de los torbellinos calmados, pareciendo formar el germen de un vértice más vasto. De pronto, este último pareció aislarse y definirse mejor, en un círculo de más de una milla de diámetro; en su borde se veía una ancha faja de espuma luminosa, sin que una sola partícula se deslizase en la boca del terrible embudo, cuyo interior, por lo que se podía ver, presentaba un muro líquido y brillante, de color negro, que formaba con el horizonte un ángulo de 45 grados. Giraba sobre sí mismo bajo la acción de un movimiento vertiginoso y producía un estruendo terrorífico que participaba a la vez de grito y de mugido, pero de tal naturaleza que ni aún en la catarata del Niágara se oyó nunca cosa semejante cuando está agitada por las más violentas convulsiones.
La montaña temblaba desde sus cimientos y oscilaban las rocas. Me dejé caer boca abajo, y me aferré al escaso herbaje en un exceso de agitación nerviosa.
-Eso -dije al fin al anciano- no puede ser otra cosa sino el gran torbellino del Maelström.
-Algunas veces se llama así -repuso mi interlocutor-, pero nosotros los noruegos le damos el nombre de Moskoe-Strom, de la isla de Moskoe, que está situada a medio camino.
Las descripciones comunes de este torbellino no me habían preparado de ningún modo para lo que veía: la de Jonás Ramus, que es tal vez la más detallada, no da la menor idea de la magnificencia y el horror del cuadro, ni tampoco de la extraña y agradable sensación de novedad que confunde al espectador. No sé precisamente desde qué punto de vista ni a qué hora lo vio el escritor citado, pero no sería seguramente ni desde la cima de Helseggen ni durante una tempestad. Sin embargo, se pueden citar algunos párrafos de su descripción por los detalles, aunque sean insuficientes para dar idea del espectáculo.
"Entre Lofoden y Moskoe -dice- la profundidad del agua es de 36 a 40 brazas; mas por el lado de Ver (quiere decir Vurrgh) esta profundidad disminuye hasta el punto de que un barco no podría buscar paso alguno sin exponerse al peligro de quedar destrozado sobre las rocas, lo cual puede suceder en el tiempo más sereno. Cuando viene la marea, la corriente se lanza en el espacio comprendido entre Lofoden y Moskoe con una rapidez tumultuosa, y el mugido de su terrible reflujo sobrepuja el de las más altas e imponentes cataratas; el estruendo se oye a la distancia de varias leguas, y los torbellinos tienen tal extensión y profundidad que si un buque penetra en el radio de su atracción será absorbido inevitablemente, arrastrado al fondo y destrozado contra las rocas: si la corriente afloja, los restos salen a la superficie. Sin embargo, estos intervalos de tranquilidad sólo se observan entre el flujo y el reflujo, en tiempo sereno, y no durante más de un cuarto de hora, y se reproduce después poco a poco la violencia de la corriente.
"Cuando el agua se agita más, acrecentándose su fuerza por la tempestad, es peligroso acercarse, aunque sea a la distancia de una milla noruega, pues varias barcas y buques fueron arrastrados antes de hallarse al alcance de su atracción, por no haberse tenido suficiente prudencia. Bastante a menudo sucede que varias ballenas se aproximan demasiado a la corriente y quedan dominadas por el irresistible ímpetu de aquélla; sería imposible dar idea de los mugidos y esfuerzos de estos animales para huir de aquel sitio.

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 1

Habíamos llegado a la cima de la roca más alta y por espacio de algunos minutos el anciano pareció demasiado desfallecido para poder hablar.
-No hace aún mucho tiempo -dijo al fin- lo hubiera guiado a usted por aquí tan bien como mi hijo menor, pero hace tres años me ocurrió la aventura más extraordinaria en que haya figurado ningún mortal, o por lo menos de tal naturaleza, como yo, para referirla: en las seis terribles horas que duró, mi cuerpo y mi alma se quebrantaron. Usted me cree muy viejo, pero no lo soy: ha bastado la cuarta parte de un día para blanquear mi cabello, antes negro como el azabache, debilitar mis miembros y resentir mi sistema nervioso hasta el punto de que el menor esfuerzo me hace temblar y me espanta la más ligera sombra. ¿Sabe usted que apenas puedo mirar por encima de ese pequeño promontorio sin sentirme sobrecogido por un vértigo?
El tal promontorio, en cuyo borde se había dejado caer con indiferencia mi compañero para descansar, pero de modo que la parte más pesada de su cuerpo estaba como pendiente, sin que lo preservase de una caída más que el punto de apoyo de su codo en la arista extrema, el tal promontorio, repito, se elevaba a unos mil quinientos o mil seiscientos pies sobre un caos de rocas situadas bajo nosotros, un inmenso precipicio de granito, negro y brillante. Por nada en el mundo hubiera osado yo aventurarme a seis pies del borde y, a decir verdad, me inquietaba de tal modo la peligrosa posición de mi compañero que me dejé caer en tierra, y me agarré de unos arbustos inmediatos, sin atreverme siquiera a levantar la vista. Me esforzaba inútilmente en desechar la idea de que el furor del viento ponía en peligro la base misma de la montaña. Algún tiempo necesité para recobrarme, sentarme y mirar el espacio a lo lejos.
-Es preciso que domine usted esos terrores -me dijo el guía-; lo he conducido aquí para que vea bien el teatro del acontecimiento de que antes le hablaba y referirle toda la historia con el escenario a la vista. Estamos ahora -continuó con esa minuciosidad que lo caracterizaba en la misma costa de Noruega, a los 68° de latitud, en la gran provincia de Nordland y en el lúgubre distrito de Lofoden; la montaña cuya cima ocupamos es Helseggen, la Nebulosa. Ahora levántese un poco, tómese de la hierba, si le sobreviene el vértigo, y mire más allá de esa faja de vapores que oculta el mar, aunque está a nuestros pies.
Miré vertiginosamente y vi una vasta extensión de mar cuyo color de tinta me recordó por el momento el relato del geógrafo nubio y su Mare Tenebrarum: era un espectáculo más espantoso y desolado de lo que ninguna imaginación humana hubiera podido concebir; a derecha e izquierda, en todo el espacio que la vista alcanzaba, se prolongaban, como murallas del mundo, las líneas de un acantilado horriblemente negro y como suspendido, cuyo carácter sombrío se acrecentaba por la resaca que subía hasta su cuesta blanca y lúgubre, produciendo un siniestro mugido. Frente al promontorio en cuya cima estábamos, a la distancia de cinco a seis millas marinas, se divisaba una isla, al parecer desierta, o más bien se adivinaba por la violenta agitación producida en las rompientes que la circuían. A unas dos millas más hacia tierra se elevaba otro islote, pedregoso y estéril, rodeado de algunos grupos de rocas negras.
El aspecto del océano, en la extensión comprendida entre las orillas y la isla más lejana, tenía algo de extraordinario: en aquel momento soplaba por la parte de tierra tan fuerte brisa que un bergantín, aunque bastante fuera, se mantenía a la capa con dos rizos en su lona, a pesar de lo cual su casco se hundía algunas veces del todo. Sin embargo, no parecía haber allí ninguna fuerte marejada, aunque, a pesar del viento, las olas se entrechocaban en todos sentidos, y se veía muy poca espuma, como no fuera en las inmediaciones de las rocas.
-La isla que se divisa allá abajo -continuó el anciano- se designa por los noruegos con el nombre de Vurrgh; la que está a medio cami¬no es Moskoe y la que se halla a una milla al norte se llama Ambaaren; más lejos están Iflesen, Hoeyhohn, Keildholm, Suarven y Buckhohn, y éstas siguen, entre Moskoe y Vurrgh: Otterholm, Flimen, Sandflesen y Estokolmo. Tales son los verdaderos nombres de esos puntos, pero no sé por qué he creído necesario nombrarlos ni me lo podría explicar. ¿Oye usted alguna cosa? ¿Nota algún cambio en el agua?
Nos hallábamos hacía diez minutos en lo más alto de Helseggen, adonde habíamos subido, saliendo del interior de Lofoden, de modo que no habíamos podido ver el mar hasta que se nos apareció de pronto desde la cima más alta. Mientras el anciano hablaba, me pareció oír un rumor muy fuerte que iba en aumento, como el mugido de un inmenso rebaño de búfalos en una pradera de América, y en el mismo instante observé que lo que los marinos llaman picado del mar se convertía con singular rapidez en una corriente cuya dirección se marcaba hacia el este; mientras yo la miraba, su velocidad se acrecentó de una manera prodigiosa, aumentando por momentos su ímpetu desordenado. A los cinco minutos, toda la extensión del mar hasta Vurrgh fue azotada con irresistible furia, pero donde se producía el estrépito con mayor fuerza era en el espacio comprendido entre Moskoe y la costa. El vasto lecho de las aguas, surcado allí y agitado por mil corrientes contrarias, parecía ser presa de frenéticas convulsiones; semejante a un hervidero, las aguas silbaban, se arremolinaban y producían gigantescos e innumerables torbellinos que giraban con vertiginosa rapidez, precipitándose hacia el este con una violencia que sólo se observa en las cataratas.

martes, 19 de febrero de 2013

El complementario y su psicópata - parte 3


Contacto cero

¿Cuál es nuestro rol, como terapeutas, en este tipo de relaciones? Cuando el anclaje es fuerte no se puede hacer nada. Cuando se rompe el vínculo generalmente es porque el psicópata deja a su pareja, siendo ésta la posibilidad que tiene el complementario de salir del sistema. Del lo contrario es muy difícil. La otra forma es cuando el hartazgo es muy fuerte en el complementario, o sea que el sufrimiento supera ampliamente a los beneficios que obtiene de su psicópata. Aquí es cuando el complementario pide ayuda. La intervención del terapeuta en este caso, al ser un tipo de relación atípica, debe ser también atípica. No se puede tratar de manera estándar un vínculo que no lo es.

La regla básica cuando se quiere mantener la separación entre un psicópata y un complementario es el "contacto cero", dado que el anclaje es irracional y apenas se avistan se vuelve a rearmar el circuito psicopático. El terapeuta debe ser creativo y ocupar un papel más activo que el standard para ampliar las posibilidades del complementario.
El límite de las palabras
Ni las palabras, ni las argumentaciones, sirven, ya que el psicópata es buen manejador de las palabras, un mentiroso, y suele ser muy convincente, sobre todo con alguien que desea fuertemente ser convencido, como es el complementario.
Algunas indicaciones que pueden dar resultados son: hacer docencia, que la persona logre entender las características del psicópata; levantar la autoestima, lograr el contacto cero, fortificar lo afectivo con antidepresivos y ansiolíticos (separarse del psicópata produce algo paradójico: alivio y muchísima angustia a la vez).

La manipulación por el agobio

Si el complementario trata de salir del circuito psicopático, como "la cosa" le pertenece al psicópata, éste la persigue psicopáticamente. Por ejemplo, contaba una consultante: "Iba al trabajo y al mirar por la ventana, lo veía en la calle; trataba de hacer una ‘salida’ nocturna y en el mismo lugar ‘aparecía’ él; o al llegar a la madrugada lo encontraba en la puerta esperándome". El temor a encontrárselo en cualquier parte, a cualquier hora, terminó confinándola en su casa, y aún así la atormentaba por teléfono y con cartas. Es un agobio y presión de tal naturaleza, que genera mucha angustia, por lo cual se utilizan recursos que fueron motivo de charlas anteriores.

El después

¿Qué pasa una vez que el complementario se desliga del psicópata? La experiencia muestra que no vuelve a ser la misma persona después de haber pasado por un psicópata. Una vez que se separa, se trata de que forme nuevos contactos. Pero éstos, si son normales, resultan aburridos, insulsos, poco estimulantes. Puede pasar mucho tiempo antes de conseguir una nueva pareja. Esto dificulta el distanciamiento con el psicópata. A veces logran armar otra pareja con armonía inicial que luego resulta ser otro psicópata. Por lo tanto, una persona que pasó por la experiencia de un psicópata nunca vuelve a ser como antes y sus gustos tampoco serán los mismos. ¿Qué se puede esperar después de haber satisfecho necesidades profundas? ¿La sed, el recuerdo?


1 Conferencia presentada en el 7º Congreso Internacional de Psiquiatría organizado por la AAP el 18 de octubre de 2000. Mesa Redonda: "Psicopatía". Este tema puede ser complementado con la lectura de dos artículos anteriores: 1) Personalidades psicopáticas, revista Alcmeon 27, noviembre 1998 y 2) Descriptor de psicopatía, Alcmeon 31, noviembre de 1999; que pueden ser bajados de Internet del sitio www.alcmeon.com.ar o www.marietan.com
2 Médico Psiquiatra del Hospital Borda; Docente Adscripto de la Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires. , Argentina. E-mail: marietanweb@gmail.com  Internet: www.marietan.com
3 Esto del "chichón" viene de lo siguiente: una de mis pacientes que era reiteradamente golpeada en la cabeza, (no le pegaba en otras partes del cuerpo para no dejarle marcas) me decía inclinando su cabeza y separando mechones de pelo: "¿ve, doctor, el chichón que me dejó?"

 
SEMIOLOGIA PSIQUIATRICA Y PSICOPATIA
Sitio del Dr. Hugo Marietan

lunes, 18 de febrero de 2013

El complementario y su psicópata - parte 2


Inmodificables

Otra característica del psicópata que se debe tener en cuenta es su impermeabilidad a las modificaciones. El psicópata es una persona que puede tolerar mucha presión, puede aguantar castigos, y aún así mantenerse en una posición. Esto obliga al complementario a doblegarse, porque la posición del otro es irreductible; lo pone en la opción de: "es esto o nada"; "tómalo o déjalo... si puedes". El complementario termina luchando, no contra el psicópata, que es inmodificable, sino contra sí mismo, contra su conciencia del propio valor. Y se obliga a doblegarse. Este obligarse a hacer, en el que ve menoscabada su persona, es altamente doloroso. Pero es mayor el sufrimiento que provoca la no presencia del psicópata, esto hace que el complementario pague la factura y continúe con la relación.
La regla de oro que mantiene este vínculo es la formula: "con él estoy mal, pero sin él estoy peor". Entre ‘mal’ y ‘peor’, está el disfrute.

Códigos propios


Si se conversa en profundidad con estas personas, se verá que entre el psicópata y su complementario se establecen códigos propios, señas, gestos, que hacen que modifique la conducta del otro. Una paciente me decía: "mi padre me mira de ‘esa forma’ y yo ya sé lo que debo hacer". Otra paciente decía: "yo lo seguía por detrás, no quería que estuviera a su lado para no comprometerse; sin embargo, por su forma de caminar yo sabía si tenía que pararme o si tenía que estar a un costado o donde sea".

Autoestima socavada


El complementario tiene la autoestima socavada. Uso el término "socavada" porque la erosión que hace el psicópata sobre el complementario no suele ser una acción grotesca y brutal, sino que, al contrario, puede ser muy por debajo y sutil; va descalificando, desmereciendo, creándole inseguridades (es un juego de un "premio y tres castigos", en donde no se sabe cuando llega el premio y cuando el castigo, ni por qué) hasta que la autoestima del complementario termina socavada. Decía una consultante: "Yo antes no era así de insegura. Tenía trabajo, proyectos, iniciativa; me manejaba sola. Ahora necesito preguntar todo, hasta las pavadas. Él, a todos mis planes y posturas, le encontraba un pero, un motivo de crítica, un lado negativo. No era agresivo, me hacía razonar, y al final terminaba adoptando su criterio y pensando que mi forma de encarar las cosas era la de una tonta".
El psicópata no se pasa pensando qué hacer para que el complementario haga tal cosa o tal otra, o qué hacer para descalificarlo y bajar su autoestima. Ni se lo plantea; no es un estratega ni un diseñador de conductas. Es como es. Le sale espontáneamente ese tipo de conducta que finalmente termina haciendo sentir desvalorizado al complementario.

Asimetría intolerable


Se establece una marcada asimetría en cuanto a la consideración del otro. El psicópata ve al otro como una cosa de su pertenencia, a su disposición y sin necesidad de una lógica que fundamente esta postura. Debe ser así y punto. El complementario se considera a sí mismo y a su pareja, como persona. No sabe que está con un psicópata. Pueden parecerle raras algunas conductas, pero no puede salir fuera del sistema para evaluar y concluir: "es un psicópata". Por considerarlo un igual es que hace el razonamiento equivocado: "no entiendo por qué hizo esto, yo en su lugar...". Y sufre pensando en un error o esperando una disculpa; quiere ser considerado por el psicópata como una persona, lo cual es una ilusión, algo imposible de lograr. No se puede comprender, empáticamente, la mente de un psicópata.

El complementario y su psicópata - parte 1


"Uno son el torturador y el torturado. El torturador se equivoca, porque cree no participar en el sufrimiento; el torturado se equivoca, porque cree no participar en la culpa". Schopenhauer

Una manera de ser

Este tema está abordado desde el punto de vista clínico, por lo tanto, acentuaremos lo descriptivo.
La psicopatía es una manera de ser, es una personalidad, una variante de los tipos humanos. No es una enfermedad, sino una manera de ser atípica, infrecuente y estridente, por su patrón conductual que desentona, en ocasiones, con el patrón general de conducta de la comunidad.

El psicópata es una persona que tiene un comportamiento distinto porque tiene necesidades distintas que satisfacer. Por eso hace un uso particular de la libertad, crea códigos propios, repite patrones conductuales y tiene necesidades de estímulos intensos. Todo esto analizado desde una persona común que ve al psicópata como a alguien que está, en algunos aspectos de su conducta, desadaptado. El psicópata no tiene un tipo de conducta psicopática en el cien por ciento de su accionar, se muestra psicopáticamente en determinado tipo de relaciones.

Otra característica básica es la cosificación, que implica quitarle al otro los atributos que lo valoran como persona, es decir, desjerarquizarlo para considerarlo un objeto y, desde esta maniobra psicológica, poder manipularlo.
Finalmente, en el acto psicopático grave, el psicópata comete una acción de tal magnitud que ese solo hecho lo describe.

Modos de relación del psicópata

El psicópata tiene, al menos, tres modos de relacionarse psicopáticamente con el otro.

El asociativo: es cuando un psicópata entra en relación con otro psicópata. Este tipo de asociación se da cuando el proyecto que debe realizar lo supera ampliamente como individuo. La relación es tensa y el equilibrio se mantiene mientras persista el objetivo. Hay que recordar que estamos hablando de personas altamente narcisistas, egocéntricas; en consecuencia, el apego que puedan tener sólo lo justifica el objetivo.
El segundo modo de relacionarse con el otro es el tangencial, es decir, cuando el psicópata se encuentra con la víctima ocasional; cuando ejerce su psicopatía en función de una acción de tipo delictiva, una violación, una estafa, por ejemplo. Es un encuentro ‘puntual’.

Otro modo de relacionarse es el complementario: cuando el psicópata encuentra su complementario, o el complementario encuentra su psicópata. La relación es de doble vía y está lejos del preconcepto víctima-victimario; ambos participan activamente para mantener el vínculo. Considero que la persona que logra permanecer junto a un psicópata, no es otro psicópata, como habitualmente se entiende. Yo creo que el que más chance tiene de relacionarse y permanecer con un psicópata, es un neurótico. Estas relaciones son metaestables, se mantienen, pero con explosiones y desequilibrios a lo largo de todo su desarrollo.

El complementario

Insisto en aclarar lo descriptivo de esta exposición, que es extracto de mi experiencia con tratamientos de complementarios que conviven con psicópatas.
Se observa que se forma un circuito psicopático persistente; y pienso que ningún sistema permanece si no cubre una necesidad.
El tipo de necesidad que satisface el complementario con el psicópata, o el tipo de anclaje que hace que esa relación se mantenga, no tiene su base en la lógica, sino en lo irracional.
Cuando se atiende a estas personas lo primero que florece en el discurso es la queja. El complementario utiliza el escenario de la relación terapeuta-paciente para transmitir su queja. No son quejas comunes, son quejas sobre humillaciones, descalificaciones, incluso agresiones físicas. La forma de presentar la queja varía desde la justificación ("Yo lo provoqué"), la minimización ("Me golpeó, pero no es nada"), el detallismo (el detenerse morosamente en describir cada acción), hasta la búsqueda de conmiseración ("¡Cómo me hace sufrir!, ¿verdad?").

El disfrute secreto

Desde la lógica común, uno se pregunta ¿qué hace esta persona con este psicópata? ¿Qué beneficios saca para continuar en esta relación? Razonando con parámetros lógicos comunes, no se comprende la permanencia de esa pareja. Aún si se analizan con el complementario las circunstancias que llevaron a hechos agresivos, y la manera de prevenirlos, éstos se repiten. Con esto quiero decir que el hacer razonar, el esclarecimiento del porqué suceden las cosas, en este caso, no sirve, porque el anclaje está en lo irracional.
El complementario muchas veces da la impresión de que se relaciona con el psicópata a través de la angustia, o sea que, siguiendo esta premisa, el anclaje sería displacentero. Pero, después de ver a muchos de estos pacientes complementarios, yo pienso que el anclaje es el disfrute, pero no el disfrute del sufrimiento. Es un disfrute inefable y donde el sufrimiento es un efecto secundario de ese disfrute. La persona complementaria nos trae la queja, nos muestra el ‘precio’ del goce, nos muestra el "chichón"3.

Este tipo de disfrute es secreto, en el sentido de que suele ser desconocido (conscientemente) para el complementario, y a veces también para el psicópata. Pero hay algo allí que los une; tal vez en la ‘animalidad’, en lo irracional, haya un goce.
En ocasiones, por el discurso que tienen los complementarios, suelen relacionarlo con algún tipo de disfrute especial, con el sexo por ejemplo; pero eso no consigue justificar el pagar el precio de las humillaciones, las descalificaciones, la baja de la autoestima, el ‘deterioro’ de su ‘persona’. Algunos logran captar que con el psicópata pudieron desinhibir sus represiones; logran realizar lo prohibido.

Conferencia presentada en el 7º Congreso Internacional de Psiquiatría organizado por la AAP el 18 de octubre de 2000. Mesa Redonda: "Psicopatía". Este tema puede ser complementado con la lectura de dos artículos anteriores: 1) Personalidades psicopáticas, revista Alcmeon 27, noviembre 1998 y 2) Descriptor de psicopatía, Alcmeon 31, noviembre de 1999; que pueden ser bajados de Internet del sitio www.alcmeon.com.ar o www.marietan.com
 
SEMIOLOGIA PSIQUIATRICA Y PSICOPATIA
Sitio del Dr. Hugo Marietan

domingo, 17 de febrero de 2013

Spartacus y Crixus vs Theokoles

Voluntad de poder


La voluntad del poder (der Wille zur Macht) es un concepto altamente controvertido en la filosofía nietzscheana, generando intenso debate e interpretaciones varias, algunas de las cuales, como la notoria interpretación dada por los intelectuales nazis, fueron intentos deliberados de justificación de tácticas políticas.
Una manera de abordar este concepto es por medio de la crítica nietzscheana a la teoría de la evolución de Darwin. Nietzsche veía en los instintos una fuerza que iba más allá del sólo impulso a sobrevivir, protegerse y reproducirse de todos los seres vivos, de sólo ser esto la vida se estancaría. La supervivencia era una de las consecuencias de un deseo aún mayor, impulso hacia una supravivencia, un deseo perpetuo de todo ser vivo por ir más allá de todos, el todo y hasta más allá de sí mismo, más allá de la muerte. Este impulso irracional o deseo perpetuo por expandirse impreso en cada ser es lo único que da sentido a la existencia, paradójicamente «razón de ser» y es la fuerza principal dentro de la visión trágica o dionisíaca de Nietzsche.
Las teorías posteriores de Sigmund Freud respecto al inconsciente probablemente fueron inspiradas en gran parte por los conceptos de lo Dionisíaco y la voluntad de poder, las cuales Freud relacionó a los instintos sexuales primitivos, por encima de cualquier otro instinto, y su represión y control excesivo por el consciente o parte Apolínea del ser como generadores de la histeria y otras dolencias.



Capua! Shall I begin?

viernes, 15 de febrero de 2013

Moral de señores y moral de siervos



Nietzsche piensa que hay dos clases de hombres: los señores y los siervos, que han dado distinto sentido a la moral. Para los señores, el binomio «bien-mal» equivale a «noble-despreciable». Desprecian como malo todo aquello que es fruto de la cobardía, el temor, la compasión, todo lo que es débil y disminuye el impulso vital. Aprecian como bueno, en cambio, todo lo superior y altivo, fuerte y dominador. La moral de los señores se basa en la fe en sí mismos, el orgullo propio.
Por el contrario, la moral de los siervos nace de los oprimidos y débiles, y comienza por condenar los valores y las cualidades de los poderosos. Una vez denigrado el poderío, el dominio, la gloria de los señores, el esclavo procede a decretar como «buenas» las cualidades de los débiles: la compasión, el servicio —propios del cristianismo—, la paciencia, la humildad. Los siervos inventan una moral que haga más llevadera su condición de esclavos. Como tienen que obedecer a los señores, los siervos dicen que la obediencia es buena y que el orgullo es malo. Como los esclavos son débiles promueven valores como la mansedumbre y la misericordia. Critican el egoísmo y la fuerza.

Enfoque etimológico

La crítica de Nietzsche a la moral tradicional se centraba en la tipología de moral de «amo» y de «esclavo» y en la descripción de la dinámica que generan; esta dinámica o dialéctica debe ser conocida por los «espíritus libres» para conducir a la humanidad a su superación: una sucesión de continuas superaciones — la moral deja de ser algo cerrado para ser visto como una dinámica de morales yuxtapuestas y reconocibles en la dinámica de las lenguas. Examinando la etimología de las palabras alemanas gut («bueno»), schlecht («malo») y böse («malvado»), Nietzsche sostuvo que la distinción entre el bien y el mal fue originalmente descriptiva, o sea, una referencia amoral a aquellos que eran privilegiados (los amos), en contraste con los que eran inferiores (los esclavos). El contraste bueno/malvado surge cuando los esclavos se vengan convirtiendo los atributos de la supremacía en vicios. Si los favorecidos (los «buenos») eran poderosos, se decía que los sumisos heredarían la Tierra. El orgullo se volvió pecado. Caridad, humildad y obediencia reemplazaron competencia, orgullo y autonomía. Clave para el triunfo de la moral de esclavo fue su presunción de ser la única verdadera moral. La insistencia en la absolutidad (Absolutheit) es esencial tanto en la ética religiosa como filosófica. Aunque Nietzsche dio una genealogía de la moral de esclavo y de amo, siempre sostuvo que esta genealogía era una tipología histórica de rasgos en toda persona.


Nihilismo y muerte de Dios



Para Nietzsche, la sociedad se encuentra sumida en un profundo nihilismo que ha de superar si no quiere ver su fin. El nihilismo (que tiene distintas formas) es un advenimiento de unas repetidas frustraciones en la búsqueda de significado, o más precisamente, «la desvalorización de los valores supremos». El nihilismo en Nietzsche se refiere al proceso histórico que surge en el reconocimiento de un valor sumo y termina en la asunción o reconocimiento de múltiples cosas valorables, al volverse inoperante lo que antes se mostraba como lo supremo. El nihilismo acontece en nuestro tiempo como manifestación de la ausencia de una medida única y, al mismo tiempo, como la proliferación de múltiples medidas que, en cada caso, pueden aparecer como válidas.

Nietzsche ve en el despliegue del nihilismo toda fundación de cultura europea, la que surge como destino necesario de este proceso. La visión religiosa del mundo había sufrido ya un gran número de cambios por perspectivas contrarias, cayendo en el escepticismo filosófico, y en las teorías científicas evolucionistas y heliocéntricas modernas, lo que no hace más que confirmar la desvalorización de los valores supremos. A lo ya señalado, hemos de sumar una creciente presencia de lo democrático, la que se muestra como la afirmación de una individualidad independiente de Dios y acreedora de la igualdad, de la medianía. La democracia aparece, a los ojos de Nietzsche, como un momento del despliegue del nihilismo igualmente negador de la vida que los que la antecedieron. Ambas manifestaciones del nihilismo se muestran a Nietzsche como negaciones de la vida en la medida en que niegan u olvidan dimensiones de ella que a su vista aparecen como constitutivas de ella, como inalienables a lo que a él se le aparece como vida. Estas dimensiones negadas de la vida se muestran en ámbitos tan determinantes como el constante darse del devenir y las diferencias entre los hombres.

Nietzsche ve esta condición intelectual como un nuevo reto para la cultura europea, lo que se ha extendido, asimismo, más allá de un pequeño punto de no-retorno. Nietzsche conceptualiza esto con su famosa frase, «Dios ha muerto», que aparece en La gaya ciencia y en Así hablo Zaratustra. Esta frase fue dada también por Hegel veinte años antes de que Nietzsche naciera. Este aforismo, por una parte, señala el fin de eso que antes aparecía como lo imperante, y por otra, indica un terreno fértil, un terreno inexplorado, en el cual el propio Nietzsche es un colono. A partir de la frase «Dios ha muerto», Nietzsche se refiere tanto a la ceguera del pasado en tanto incapacidad de ver esto, como a la asunción de una nueva posibilidad de relacionarse con lo que es, posibilidad dada por la asunción de dicha muerte.
Nietzsche trata esta frase más que como una mera declaración provocativa, casi como una revelación, como si representase el potencial de nihilismo que arrastra el alzamiento y el progreso, en el contexto de un concepto absurdo y sin significado.

Según Nietzsche, el hombre europeo descendiente de los hiperbóreos ha de asumir la gran e inevitable consecuencia de la muerte en la sociedad occidental de Dios, del Dios judeo-cristiano, el vengativo y cruel Jehová. La consecuencia de la muerte de Dios es que los valores vigentes en la sociedad occidental se vienen abajo ellos solos, según el nihilismo, o no se vienen abajo sino que los hombres los destruimos. Según Nietzsche la superación del nihilismo se producirá cuando el Übermensch imponga los nuevos valores de la moral de señores, destruyendo los valores de la moral de esclavos. Resumiendo, destruimos los valores de los hombres para poner en su lugar los valores del Übermensch, que ocupará el lugar de Dios.

jueves, 7 de febrero de 2013

LA BRONCA - part 3


Cuántos padres viven enojados por el dinero que falta, las horas que no alcanzan, las oportunidades que nunca llegan y las políticas de gobierno que mueren en discursos prepotentes y enojosos.
Del enojo a la agresión, hay solo un paso. La violencia es enojo. Los tiempos violentos que vivimos son por culpa de los enojos desatendidos. Cuidado con quién enseña o provoca situaciones enojosas.
Los expertos afirman que debemos reconocer que el enojo está dañando nuestra vida, buscar ayudar y poder recibirla.

La Fundación de Salud Mental afirma que el enojo sólo se trata con especialistas recién cuando la persona ha cometido un delito agresivo.
Según la organización es necesario llevar a cabo más investigación sobre las causas del enojo y mejores tratamientos de intervención temprana en casos problemáticos.
No hay, al menos por el momento, “clínicas para el enojo”. Existen sí métodos utilizados en los servicios de salud mental, como las terapias “habladas”, que también pueden ayudar a la gente a manejar su malhumor.

Sin embargo, expertos de la salud afirman que rara vez se ofrece ayuda a la gente cuando sólo sufre enojo, ya que éste no es un trastorno mental. Pero el enojo también podría ser un síntoma de depresión o ansiedad y éstos sí son trastornos que pueden ser tratados con especialistas.
Hoy hicimos algo para que nuestro enojo no se convierta en trastorno. Le dedicamos un tiempo a los enojos más allá de los enojos.

No creo que la solución sea sólo contar hasta 100 o tomar aire y largarlo a cuentagotas. Eso nos ayudará a ser un poco más tolerantes pero, sin ánimo nunca de dar consejos, la idea sería:

• Aceptar que hay cosas que nos enojan;
• Identificar y aceptar eso que nos enoja;
• Trabajar con ese enojo que sentimos;
• Atreverse a “decir” que estamos enojados;
• Resolver lo que nos enoja cuando estemos menos enojados;
• No convertir el enojo en violencia;
• Aprender a pedir perdón y a perdonar cuando el enojo fue exagerado o sin sentido;
• No sentir culpa por el derecho que tenemos a estar enojados;


miércoles, 6 de febrero de 2013

LA BRONCA - parte 2


Hace bien preguntarse cada tanto qué cosas lo enojan a uno, hacer una lista para ordenar el pensamiento, es probable que uno encuentre respuestas que lo sorprenden, y si nos preguntamos por qué nos enojan esas cosas nos sorprenderemos aún más. Este es un ejercicio útil para conocerse y quizás comenzar a utilizar la bronca en nuestro beneficio. Si ella es una alarma que nos avisa cuando algo nos frustra, o cuando no obtenemos el resultado esperado, podremos reflexionar sobre nuestras posibilidades de corregir los resultados , o quizás resignarnos a ellos. Cuando hablo de resignación estoy hablando de vover a poner el signno a las cosas , no dar más por el pito que lo que el pito vale.

Una encuesta publicada el 25 de marzo pasado en BBCmundo.com revela que el 64% de los encuestados piensan que la gente en general está cada vez más enojada. ¿será que cada vez nos sentimos más frustrados? Y si esto fuera así, ¿con qué tiene que ver?  ¿Con que las cosas son más difíciles, o generamos más expectativas?
Estamos en un mundo donde nos venden la idea de que todo es posible, que basta con desear algo con fuerza para conseguirlo, y luego no resulta así. La gente de antes se conformaba porque no creía tener más opciones, hoy, las opciones parecen multiplicarse, aunque no toas sean reales. Esto a la postre produce un sentimiento de frustración muy intenso.

Cada persona manifiesta su enojo como puede. Están quienes enfrentan el enojo, quienes le huyen por temor o falta de recursos; están quienes callan, quienes gritan, quienes pegan, quienes matan, quienes se escudan tras la excusa de un cambio hormonal, quienes se calman con tomar un poco de aire o hacer actividad física.
El tema es reconocer la causa y hacerle frente. Los enojos que no se detienen a tiempo pueden convertir a una sociedad en un sistema enfermo, violento.
Tiempos violentos y tiempos mejores

El enojo puede tener efectos muy negativos en las relaciones personales. Si hoy resulta difícil establecer y sostener vínculos, quién va a tener ganas de intentarlo con un malhumorado agresivo.
¿Qué hacer cuándo hay motivos para estar enojado?. Por lo pronto, insisto, tomar conciencia del enojo y entender que el tema reviste gravedad.
Alguien se puso a pensar la cantidad de chicos enojados que andan deprimidos, obesos o pateando maestros por ahí. No está mal que un chico se muestre enojado. Algunos especialistas creen que no debemos suprimir su enojo porque de lo contrario estamos suprimiendo su imaginación y creatividad, aunque, por supuesto, debemos poner algunos límites.

La Comisión de Ohio que trabaja en la resolución de conflictos familiares, aconseja, entre otras cosas:
• Deje que su niño/a sepa que los sentimientos de enojo son normales.
• Nunca le pegue a su niño/a cuando usted está enojado/a. Esto les duele y les da miedo. Esto también les enseña que la violencia puede ser usada para resolver problemas.
• Deje que su niño/a vea cómo usted como adulto controla su enojo. Dígale, “yo estoy enojado/a ahora.

Tengo que calmarme antes de hablar contigo sobre eso.”

martes, 5 de febrero de 2013

LA BRONCA - parte 1


A las personas que se enojan mucho las llaman histéricas, si son demasiado complacientes se dice que no tienen carácter, y entonces cabe preguntarse ¿es saludable enojarse, o hay que aprender a contenerse?
La bronca es una emoción y como tal tiene un sentido y función. Nos enojamos cuando vemos frustrado nuestro objetivo, y mediante la bronca obtenemos la fuerza necesaria para luchar por la meta.
El enojo es una emoción fuerte que puede estimular a una acción agresiva. Es una reacción fisiológica y psicológica al dolor, el sufrimiento, la amenaza o el peligro. La amenaza puede ser real o imaginaria. El enojo tiene lugar cuando algo no satisface nuestras necesidades, creencias o deseos.
Cuando nos enojamos el organismo se prepara para un cambio: aumenta la presión arterial, se aceleran los latidos cardíacos, se produce una gran cantidad de adrenalina, se dilatan las pupilas y se movilizan otras funciones físicas.

Los enojos que no se detienen a tiempo pueden convertirse en enojos crónicos o intensos. El enojo crónico ha sido vinculado a enfermedades cardiacas, cáncer, embolias así como depresión, automutilación y abuso de sustancias.

Si pensamos en el hombre primitivo para el cual la comida era su principal objetivo ya que de ella dependía su vida, si alguien interfería su objetivo, seguramente se enojaba y su cuerpo alterado fisiológicamente por la emoción adquiría mayor fuerza física, la necesaria para vencer a su oponente. Hoy no se requiere fuerza física para lograr lo que deseamos.
El mundo ha cambiado, pero la bronca existe igual, y produce las mismas modificaciones que entonces. Si uno las guarda, probablemente se enferme, o se resienta, El profesor Harburg de la universidad de Michingan dice : “En una persona que se siente atacada injustamente se dispara un sentimiento automático de ira. Si la suprime, la ira se internaliza y comienza un proceso rumiante de repetición mental de las imágenes de la pelea, que finalmente se convierte en resentimiento. Si esta conducta persiste, desequilibra todo el funcionamiento corporal” , y si la expresa mal, puede tener problemas de relación. Como en todas las cosas de la vida es necesario tener un equilibrio, pero sobretodo aprender a dirigirla.

¿Qué significa dirigir la bronca bien?

En primer lugar que se dirija asertivamente hacia aquel que la provocó, si se descarga con otra persona, no solo resentirá una relación, sino que no será operativa, es decir no podrá corregir lo que motivó ese estado. Los melancólicos suelen volcarla hacia ellos mismos, produciéndose una depresión. Este es un dato importante porque cuando estamos frente a un trastorno del estado de ánimo es bueno preguntarse  qué y quién le está provocando bronca.
 
Así como no sirve contener el enojo, tampoco es útil convertirlo en una persecución vengativa, no solo porque empeoraría nuestras relaciones, sino que se pierde el objetivo. Quien persigue a su oponente, desplaza su foco de atención hacia él y pierde de vista el objetivo primordial, con lo cual la frustración continúa.