jueves, 24 de julio de 2014

La daga de Moreira - Parte 1


Concluida la historia de Moreira con que adornamos nuestros folletines, vino a nuestro poder la daga de aquel paisano legendario, que conservaba el señor Melitón Rodríguez como una verdadera pieza de museo. 
La daga de Moreira, con la que llevó a cabo tanta hazaña verdaderamente asombrosa, es un arma que en nada se parece a la de este nombre que usan la generalidad de nuestros paisanos.

Esta arma, cuya hoja es de un completo temple toledano, está entre la daga y el sable: mide ochenta y cuatro centímetros de largo, contando su empuñadura, y sesenta y tres centímetros su hoja sola. 

El ancho de la hoja tiene cerca de la empuñadura como cuatro centímetros y disminuye gradualmente a medida que se aproxima a la punta, hecha, como su filo destruido ya, con una lima. 
La empuñadura de plata maciza, con algunas incrustaciones de oro y llena de delicada obra de cincel, pesa 25 onzas; la forma de esta empuñadura es digna de estudio, pues a ella sin duda debe Moreira la rara suerte de no haber sido herido nunca de hacha. 

La S con que los paisanos adornan las empuñaduras de sus dagas, les sirve para proteger su mano derecha de los golpes de hacha que con tanta maestría barajan. 
Esta S hace converger todos los golpes de hacha en su parte saliente, pero en su parte entrante es fácil, muy fácil, que los hachazos resbalen, yendo a herir el pecho del que la esgrime. 

Moreira había corregido este defecto con increíble suspicacia, colocando en su daga una gran U, en vez de la S vulgar. De este modo había resuelto el problema de hacer converger a la curva de la U todos los golpes de hacha, sin riesgo de su cabeza, de su pecho y de su mano, aunque exponiendo a la fuerza de los mismos hachazos a la U, que se ve rota y soldada en varios puntos. 

El filo de esta arma curiosa bajo todo respecto está lleno de melladuras, una de las cuales penetra como una línea en el centro de la hoja, y que el capitán Varela supone ser un hachazo que él le tiró en la última lucha que sostuvo aquel hombre excepcional, y que paró con aquella parte del filo de la daga, golpe en que se quebró su propia espada. 

Conociendo el peso y las dimensiones de esta arma, se puede calcular la prodigiosa fuerza muscular de aquel hombre, que sin la menor fatiga combatía con ella tan largos intervalos de tiempo. 
Esta daga es la que usó Moreira, por lujo primero, y por necesidad después, siendo la misma que le regalara Adolfo Alsina, y a la que él no hizo otra modificación que la de la S cuando confió a ella sola la defensa de su vida. 


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