sábado, 10 de diciembre de 2016

Bendición - Parte 5


¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”
Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:
-“Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!
Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.
Yo sé que el dolor es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Porque no será hecho más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”

Charles Baudelaire
http://ciudadseva.com/texto/bendicion-2/

jueves, 8 de diciembre de 2016

Bendición - Parte 4


En que mi vientre concibió mi expiación!
Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres
Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,
¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”
Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.
El juega con el viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.
En el pan y el vino destinados a su boca
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.
Su mujer va clamando en las plazas públicas:
“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;




Bendición - Parte 3


Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:
-“Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!
Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.
Yo sé que el dolor es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Porque no será hecho más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”
Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
-“¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Bendición - Parte 2


En el pan y el vino destinados a su boca
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.
Su mujer va clamando en las plazas públicas:
“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,

Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;
¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”
Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido

martes, 6 de diciembre de 2016

Bendición - Parte 1



Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
-“¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!
Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres
Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,
¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”
Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.
El juega con el viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Lo que hay detrás del sonido para cine




"Poner sonidos para una película es un hecho técnico; crear el diseño de sonido de un film es un hecho artístico de otro nivel”
— Miguel Pérez (teórico y montajista)

A la hora de imaginar, construir y soportar la dinámica narrativa que se da en una película, el sonido cumple un rol fundamental. Sin embargo, a la hora de hablar sobre la creación de la denominada banda sonora o pista sonora de una película son muchos los roles que se ven envueltos, diversas las respectivas tareas y de muchos estilos los procesos desarrollados. 

Consciente de ello, el diseñador de sonido y compositor Alan Senderowitsch emprendió en la Universidad Nacional de Lanus en Argentina una tarea que puede iluminar a muchos en este proceso de comprender los roles del sonido en la película, pero igualmente los roles presentes dentro del sonido mismo, se trata de la creación de un documental con entrevistas a diferentes profesionales del sector del cine en Argentina, quienes en una ordenada y clara argumentación van desglosando paso por paso los procesos de lo sonoro en el cine, yendo desde compositores hasta productores, pasando por diseñadores sonoros, ingenieros de mezcla, y teóricos de lo audiovisual.

Parten de las nociones del diseñador de sonido en torno a los efectos, la narrativa y la generación de sentido, para pasar a dialogar sobre interesantes cuestiones como la relación de los diseñadores sonoros con el director, el intercambio entre música y diseño sonoro, el doblaje, sonido directo o la mezcla.
Además de interesantes discusiones en torno a las posibilidades del sonido en el cine, la crítica a los procesos donde no se tiene en cuenta lo sonoro y la reflexión permanente sobre la función del sonido en el cine, en el documental se van exponiendo varios ejemplos de películas de diversos estilos, yendo desde títulos de Hollywood como La Guerra de las Galaxias y Salvando al Soldado Ryan hasta obras de cine argentino como La Ciénaga o El Secreto de sus Ojos, además relatando experiencias personales, hablando de sonidos favoritos o recordando proyectos memorables.

En una bien hilada cadena de observaciones, explicaciones y afirmaciones que se extienden libremente entre lo teórico y lo personal, el documental constituye un punto de partida muy completo para cualquiera en busca de una exposición concisa de los procesos del sonido en el cine, pero además sirve como fuente de gran inspiración para cualquier profesional en el medio, no solo porque recuerda muchos asuntos sino porque además se abren cuestiones que pueden enriquecer la carrera personal de la mano de la vasta experiencia de varios de los interlocutores.

Además no cabe agregar que en el documental se tratan temas que podrían ser de gran utilidad para todos aquellos que no se dedican al sonido para cine pero están involucrados en el medio, dado que durante los más de cincuenta minutos de entrevistas se manifiestan perspectivas importantes respecto a la relación del sonido con otros aspectos del contrato audiovisual, la importancia de tener en cuenta al sonido en fases tempranas de la película, la idea de la imitación e imaginación de la realidad o la forma como puede haber una influencia bidireccional entre las diferentes decisiones creativas de lo sonoro con respecto a otros aspectos, los cuales en conjunto son los responsables del arte de crear mundos en el cine.

 por misazam  


miércoles, 24 de agosto de 2016

Vangelis - 1492: Conquest of Paradise





01 Opening 00:00
02 Conquest of Paradise 01:22
03 Monastery of la Rabida 06:04
04 City of Isabel 09:48
05 Light and Shadow 12:01
06 Deliverance 15:51
07 West Across the Ocean Sea 19:20
08 Eternity 22:13
09 Hispanola 24:16
10 Moxica and the Horse 29:10
11 Twenty Eighth Parallel 36:18
12 Pinta, Nina, Santa Maria (Into Enternity) 41:29

martes, 16 de agosto de 2016

Django Reinhardt - Cortometraje Documental - 2003

Django Reinhardt, la leyenda - Parte 3

Por la misma época, a principio de los años 30, Reinhardt entró en contacto con el jazz americano: en un mercadillo originario de Nueva Orleáns encontró el disco de Louis Armstrong "Dallas Blues", y el flechazo fue inmediato. Descubrió una nueva música que era ideal para él, un guitarrista que suplía el analfabetismo musical con la capacidad improvisatoria, que ejecutaba desde la completa heterodoxia con su mano deforme y que necesitaba un género suficientemente flexible para poder introducir en él los matices musicales de sus raíces gitanas.El jazz era perfecto para él, y él lo hizo enorme.

Se lanzó de lleno, incluso componiendo (con ayuda de otros) y el éxito llegó rápidamente. En 1934 funda el "Quintet of the Hot Club of France", un grupo formado por dos guitarras rítmicas, además de la solista, contrabajo y violín -el de su amigo y media naranja musical Stéphane Grappelli-. Se multiplican las actuaciones y las grabaciones, comienzan las giras internacionales, y en pocos años a Reinhardt se le reconoce, con su estilo personal y transparente de tocar la guitarra, como un revolucionario del jazz y del swing y como el primer músico originario de Europa comparable a los grandes artistas estadounidenses en ese género.
El sueño terminaría en 1939. La segunda Guerra Mundial se desata estando el grupo de gira en Inglaterra y lo desmembra, pues parte de los artistas regresan a Francia mientras otros deciden quedarse. Reinhardt vuelve a París, donde será testigo de la atroz persecución nazi contra su pueblo, el gitano, los asesinatos y las deportaciones, un horror del que a él lo sustrajo su fama; no lo tocaron, y eso a pesar de que su música llegó a ser uno de los símbolos culturales de la Resistencia contra la ocupación parisina.

En 1946, finalizada la guerra, Reinhardt y Grappelli se reencuentran y vuelven a tocar juntos. El guitarrista comienza a tocar también la guitarra eléctrica y a incorporarla cada vez más en sus composiciones, y con ella dará el salto a Estados Unidos, donde participó como solista en una gira con Duke Ellington, que sin embargo no tuvo demasiado éxito.
A su vuelta a Francia, en 1951, se retiró y se fue a vivir con su mujer y sus dos hijos a un pequeño pueblo a 70 kilómetros de París. Dos años después, en 1953, Django Reinhardt fallecía a la edad de 43 años, a causa de un derrame cerebral cuando volvía de pasar un día de pesca.

Marta Hernández 


lunes, 15 de agosto de 2016

Django Reinhardt, la leyenda - Parte 1




Sin ser capaz de leer ni escribir una sola nota en toda su vida fue uno de los mejores guitarristas de la historia y un referente con proyección internacional. 

A pesar de su origen paupérrimo, de su analfabetismo, su minusvalía y su carencia total tanto de disciplina como de ambición, Django Reinhardt (1910 - 1953) fue un creador alegre, un revolucionario, jugador y juerguista que tenía un don para ser un músico extraordinario, pero también para la vida, para disfrutarla y aprovecharse de ella.


Django Reinhardt nació al aire libre, en el seno de una familia gitana de la etnia sinti, cerca de la población belga de Liverchies. Vivió una vida nómada hasta que en 1918 la familia se asienta definitivamente en un campamento a las afueras de París. Embarcado desde muy niño en actuaciones callejeras, aprendió a tocar de forma autodidacta a los 12 años, copiando la digitación de los músicos que podía observar en la calle, después de que un vecino respondiera a su interés por la música regalándole un banjo.


Django Reinhardt, la leyenda - Parte 2

Muchísimo antes que a leer y a escribir, y sin estudiar nunca solfeo, antes de cumplir los 13 años ya tocaba su banjo en salones parisinos asombrando por su habilidad y por su alegría, heredera de la tradición musical gitana del este europeo, con la que  impregnaría sus compases y crearía un estilo personalísimo y genial, el "gipsy jazz". Aunque eso sería más adelante, en el resurgir del artista tras un penoso accidente.

En 1928 Django Reinhardt había prosperado y había podido acceder a vivir en una caravana con su esposa, que trabajaba fabricando flores artificiales de celuloide que después vendía en un mercadillo. Una madrugada Reinhardt llegó a casa tras una actuación y prendió accidentalmente con una vela este material altamente inflamable, desatándose un incendio a causa del cual sufrió severas quemaduras en la mano izquierda y toda la parte derecha de su cuerpo. 

La pierna derecha la salvó solo porque se negó a que se la amputaran y tras dieciocho meses de convalencencia en el hospital,  pero además perdió para siempre la movilidad de los dedos anular y meñique de la mano izquierda, que al abrasarse los tendones habían quedado contraídos hacia la palma de la mano.

Y sin embargo Reinhardt salió del hospital siendo aún más grande. Se lo debería a su pasión, pero también a su hermano, que durante la convalecencia le regaló una guitarra, la Selmer-Maccaferri por la que abandonaría para siempre el banjo. Y también a su ingenio: como hiciera dos siglos antes Schumann, tuvo que inventar para poder seguir tocando una técnica de digitación acorde a su merma física, que le permitía usar de la mano izquierda sólo los dedos índice y medio. Así nace un estilo completamente único que sería su sello de identidad, y con el que rompería todos los esquemas por el virtuosismo que le permitió desarrollar.

lunes, 8 de agosto de 2016

AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 4


Partieron, y volando a increíble altura llegaron a presencia del Viento Sur, quien tampoco conocía el camino que lleva al castillo que está al este del Sol y al oeste de la Luna.
Siguieron, pues, volando hasta la guarida del Viento Norte.
Era éste el más poderoso de los cuatro vientos, y sobrecogió a la niña su terrible aspecto.
Tratando de suavizar el rugido de su voz, dijo a Ingrid:
- Sé dónde queda ese país, y si la idea de viajar conmigo no os desagrada demasiado, trataré de llevaros a tan remotos lugares.
Como la marcha será larga, es prudente pasar la noche en mi cueva; partiremos mañana temprano.
Era ésta otra prueba cruel para la niña, pero su amor le dio valor, y aceptó agradecida cuanto propuso el Viento Norte.
A la mañana siguiente, cuando al esfumarse la neblina dejó ver las copas de los árboles y el lejano contorno del mar, el Viento Norte despertó a la joven; luego, tomando aliento, se agitó y se infló tanto, que rápidamente adquirió un cuerpo monstruoso, cuya sombra cubría todo el país.
Por último, el terrible Boreal levantó a Ingrid en sus alas, y juntos partieron a vertiginosa velocidad.
A veces el Viento Norte daba un fortísimo envión, y con la soberana majestad del águila se perdía en el cenit; pero otras, como pato herido, se inclinaba hasta tocar las aguas.
Por fin, a fuerza de saltos sobre reinos y zancadas sobre el océano, presintieron que se acercaban al ansiado lugar.
El Viento Norte conoció, por algunas algas gigantes que boyaban sobre las aguas, que la tierra estaba próxima; hizo un último y poderoso esfuerzo, y segundos después depositó a la niña en la dorada arena de la playa, frente mismo al castillo que queda al este del Sol y al oeste de la Luna.
Deshecha de fatiga, se durmió Ingrid con profundo sueño, para despertar en el gran día.
Apuntaba el alba cuando, al abrir los ojos, vio que el Viento Norte había desaparecido.
Una inmensa calma había sucedido a la borrasca; aparecía un sol esplendoroso y miles de pájaros revoloteaban sobre el mar.
La joven se sintió tan alegre y reconfortada, que se puso a jugar con la manzana de oro.
Al instante se abrió una ventana del castillo, por donde apareció la cabeza de una fea princesa de nariz muy larga.
En cuanto vio la manzana de oro, deseó poseerla, y le preguntó:
- Niña, ¿queréis venderme esa manzana de oro?
- ¡No se vende, ni por oro ni por plata! - contestó astutamente Ingrid.
- Pues - entonces, ¿cuál es su precio? - insistió la Princesa.

- Señora mía, os daré mi manzana al salir de este castillo si me permitís pasar la noche y ver al Príncipe que mora en él.
Refunfuño la Princesa; pero, como su deseo era vehemente, asintió:
- Aceptado. ¡Entrad!
La puerta se abrió de par en par e Ingrid penetró en el maravilloso recinto.
En uno de los salones encontró al Príncipe, profundamente dormido.
- Os dejo - dijo la Princesa, sonriendo con malevolencia al notar el desconsuelo de la niña.
Una vez sola; trató Ingrid de despertar al Príncipe de su largo y pesado sueño.
Bañada en lágrimas, desconcertada, se puso a jugar la niña con la manzana de oro, recordando al hada bondadosa que se la diera.
Entonces, como respondiendo a una señal, tembló al castillo entero, crujieron sus maderas, retumbó un trueno, el encanto quedó roto y el Príncipe abrió los ojos asombrado y feliz.
- Querida niña - dijo a Ingrid - , el camino de la ilusión sólo lo encuentran los que saben ser fieles y valientes. Ahora, gracias a ti nada se opone a nuestra dicha.
Abandonaron el castillo, donde el Príncipe había sufrido tanto y donde sólo pudo escapar en forma de oso, y se fueron a vivir lejos, muy lejos, a un país verde y bello, donde encontraron una casa de madera de todos colores, que era la de los padres de Ingrid.

domingo, 7 de agosto de 2016

AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 3


La joven, sorprendida y emocionada, se acercó tanto que el joven se despertó, y con voz lastimera dijo:
- ¿Qué habéis hecho, niña imprudente?
¡Ahora, por vuestra impaciencia, seremos desgraciados los dos!
Sabed, pues, que una perversa princesa muy poderosa me ha encantado.
Por eso soy de día un oso y un hombre por las noches.
Había conseguido poder cuidaros hasta que se cumpliera mi destino y fuera dueño de casarme, pero ahora todo ha terminado entre nosotros. Debo abandonaros y reunirme con la fea princesa de nariz larga que vive en un castillo situado al este del Sol y al oeste de la Luna, castillo más inaccesible aún que éste.
Ingrid lloró y gimió, pero en vano.
El destino inexorable debía cumplirse.
Al otro día, cuando despertó, el Príncipe y su palacio habían desaparecido.
La luz del sol apenas llegaba a ella, y notó que se encontraba en medio de un bosque tupido y obscuro. El hatillo que trajera de casa de su padre se encontraba a su lado.
Creyéndose víctima de un mal sueño, la niña se frotó los ojos.
Luego, ante la triste realidad, lloró largo rato; pero el deseo de encontrar al Príncipe le dio fuerzas, y animosamente se puso en marcha.
Caminó días y días, cruzando sombríos parajes, hasta que en uno más feo y triste que los otros vieron a una extraña anciana que, sentada en una roca, jugaba con una manzana de oro que tenía en las manos.

Se acercó a ella la niña, y después de saludarla le preguntó tímidamente si conocía el camino que conducía al castillo que ésta al este del Sol y al oeste de la Luna.
- No - respondió la vieja, que a todas luces era una hechicera -. ¡Nadie la sabe! Pronto, tarde o nunca encontraréis el camino de la ilusión. - Luego, conmovida, al parecer, por la inocencia de la niña, agregó - : Si queréis, os puedo prestar mi caballo, que os llevará a ver al Viento Este.
Quizá él os dé las señas que buscáis. Únicamente os pido que cuando lleguéis a destino, deis al caballo un golpecito bajo la oreja izquierda, con una varita de avellano; sólo encontrará el camino de vuelta. Además, como me gustáis, os regalo esta manzana de oro, que creo os servirá.
Comprendió Ingrid que la anciana era un hada. Así que tomando la manzana montó a caballo, y éste partió a la carrera. Anduvieron mucho tiempo, y por fin llegaron a una cueva sombría, morada del Viento Este.
Se acercó la niña, y suavemente preguntó al Viento Este si podía indicarle el camino que está al este del Sol y al oeste de la Luna.
- He oído hablar de ello - dijo el Viento - , pero nunca fui tan lejos. Si os colocáis entre mis alas os conduciré hasta la morada de mi hermano, el Viento Oeste; quizá él ayudaros.
Despidió Ingrid al caballo, y con el regalo de la hechicera se instaló en la extraña cabalgadura.
Os podéis imaginar la rapidez de la marcha.
Al llegar a la vivienda del Viento Oeste, el Viento Este se adelantó hacia su hermano y le explicó lo que la joven esperaba de él.
- Ignoro ese camino - contestó - , pero puede ser que nuestro hermano el Viento Sur, que ha llegado a lejanísimas comarcas, lo conozca.

AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 2


Se apagó la luz, y ya los ojos de Ingrid se cerraban cuando oyó leves rumores, lo que no le impidió, debido al cansancio, quedarse dormida.
Pasaron varios días y varias noches.
La pobre niña estaba triste. No podía olvidar la casita de sus padres.
Y parece ser que el oso advirtió esto, pues una mañana radiante de sol se presentó y dijo:
- Si lo deseáis, os llevaré a visitar a vuestros padres.
Aceptó la niña, y muy alegre se disponía a trepar al lomo del animal, cuando éste le habló así:
- Querida Ingrid, es mi deseo que seáis feliz entre los vuestros, pero prometedme dominar la ambición de saber.
Vuestra felicidad y la mía dependen de ello.
La niña prometió ser prudente, y el oso partió a la carrera.
Pasaron la región de los bosques, después la de las nieves, hasta que por fin llegaron a un paraje delicioso, una loma cubierta de césped salpicado de flores, con árboles que daban sombra a una casa de madera de todos colores.
- Os dejo en la casa de vuestros padres - dijo el oso -.
Volveré a buscaros. No olvidéis vuestra promesa.
- No la olvidaré - aseguró Ingrid.
La alegría de la familia fue tan grande como la de la niña, que recorría embelesada los aposentos.
- Esta era tu cama, Ingrid - dijo la madre -. Y ésa la velita que encendías para desnudarte.
La miró la niña, e instantáneamente una idea se apoderó de ella: " ¿Si me la llevara ?... "
Su luz era pequeña. Quizá podría prenderla y, sin ser notada, observar su cuarto por la noche.
Y pensando así la tomó y escondió entre sus ropas.
Volvió el oso, y tras invitarla a despedirse, emprendieron el regreso.
Como la otra vez, no quedaban huellas en el camino por donde pasaban.
Mientras andaban, preguntó el oso:
- ¿Cumplisteis vuestra promesa?
- Sí, la he cumplido - respondió la joven dándose valor.

Llegaron al castillo, y cuando fue de noche, la curiosidad dominó a la niña.
Quería saber a toda costa.
Como todas las noches, se oyeron unos rumores.
Cuando cesaron, Ingrid prendió la vela.
Se levantó, y con precaución inspeccionó el cuarto.
Vio un lecho bajo, tan cómodo como el suyo, y reclinado en él a un hermoso príncipe ricamente vestido, que con la espada al costado dormía plácidamente.


viernes, 5 de agosto de 2016

AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA - Parte 1


Moría la tarde de un día jueves, a fines del invierno.
El viento soplaba con furia y la lluvia repiqueteaba en los vidrios de las ventanas de la choza.
El pescador y su esposa, rodeados de sus hijos, se lamentaban de su pobreza al calor de los leños que ardían en el hogar. El reflejo de las llamas iluminaba a la menor de las niñas, prestándole un aspecto sobrenatural. Serían las siete y ya la tormenta se calmaba, cuando se oyeron tres fuertes golpes a la puerta.
Se levantó el padre, arrojó la red que componía y se dirigió a abrir. Apenas lo hizo, apareció en el vano un gran oso blanco, que dijo:
- Buenas tardes.
- Buenas tardes - respondió el pescador -. ¿Qué se os ofrece?
- Deseo por esposa a vuestra hija menor. Si consiente en seguirme, os haré tan ricos como pobre sois ahora.
El hombre, que era prudente y deseaba consultar a la niña antes de decidir nada a su respecto, contestó:
- Volved el próximo jueves y os daré mi respuesta.
Desapareció el oso, y en los días que siguieron el padre trató de convencer a la requerida de la conveniencia de aceptar la extraña propuesta.
El próximo jueves, a la misma hora, estando la familia reunida, se volvieron a oír los tres golpes.
La atención de todos se dirigió a Ingrid, la hermana menor, que, peinada y con sus ropitas en un atado, parecía esperar la llegada del animal.
Al abrirse la puerta apareció el oso.
Puso la pata en el umbral, y al fijar la mirada en Ingrid comprendió que se accedía a su pedido.
Hizo una señal; la niña montó resueltamente sobre el lomo de la bestia m y ésta emprendió la carrera con su adorable carga.
La nieve que caía borraba las huellas del animal, haciendo imposible conocer la ruta que seguía.
Anduvieron hasta caer la noche, pero el camino estaba siempre claro para ellos.
Por fin llegaron a una altísima montaña a cuyo pie se detuvo el oso. Depositó en el suelo a la niña y golpeo en cierto lugar de una manera ya convenida.
Inmediatamente se abrió un hueco en la roca, y por ella penetró el oso seguido de Ingrid.
Se encontraron en un magnífico palacio, en uno de cuyos salones vieron una mesa cubierta por blanco mantel y rebosante de exquisitos manjares.
Tras invitarla a servirse, el oso se dispuso a partir; pero antes le entregó una campanilla de plata, recomendándole que la agitara cada vez que necesitara algo. Dicho lo cual, desapareció.
La joven comió y bebió, y como luego sintiera ganas de dormir, agitó la campanilla.
Inmediatamente manos invisibles la transportaron a otro cuarto, donde la acostaron en una blanca y mullida cama.



Se apagó la luz, y ya los ojos de Ingrid se cerraban cuando oyó leves rumores, lo que no le impidió, debido al cansancio, quedarse dormida.
Pasaron varios días y varias noches.
La pobre niña estaba triste. No podía olvidar la casita de sus padres.
Y parece ser que el oso advirtió esto, pues una mañana radiante de sol se presentó y dijo:
- Si lo deseáis, os llevaré a visitar a vuestros padres.
Aceptó la niña, y muy alegre se disponía a trepar al lomo del animal, cuando éste le habló así:
- Querida Ingrid, es mi deseo que seáis feliz entre los vuestros, pero prometedme dominar la ambición de saber.
Vuestra felicidad y la mía dependen de ello.
La niña prometió ser prudente, y el oso partió a la carrera.
Pasaron la región de los bosques, después la de las nieves, hasta que por fin llegaron a un paraje delicioso, una loma cubierta de césped salpicado de flores, con árboles que daban sombra a una casa de madera de todos colores.
- Os dejo en la casa de vuestros padres - dijo el oso -.
Volveré a buscaros. No olvidéis vuestra promesa.
- No la olvidaré - aseguró Ingrid.
La alegría de la familia fue tan grande como la de la niña, que recorría embelesada los aposentos.
- Esta era tu cama, Ingrid - dijo la madre -. Y ésa la velita que encendías para desnudarte.
La miró la niña, e instantáneamente una idea se apoderó de ella: " ¿Si me la llevara ?... "
Su luz era pequeña. Quizá podría prenderla y, sin ser notada, observar su cuarto por la noche.
Y pensando así la tomó y escondió entre sus ropas.
Volvió el oso, y tras invitarla a despedirse, emprendieron el regreso.
Como la otra vez, no quedaban huellas en el camino por donde pasaban.
Mientras andaban, preguntó el oso:
- ¿Cumplisteis vuestra promesa?
- Sí, la he cumplido - respondió la joven dándose valor.
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Llegaron al castillo, y cuando fue de noche, la curiosidad dominó a la niña.
Quería saber a toda costa.
Como todas las noches, se oyeron unos rumores.
Cuando cesaron, Ingrid prendió la vela.
Se levantó, y con precaución inspeccionó el cuarto.
Vio un lecho bajo, tan cómodo como el suyo, y reclinado en él a un hermoso príncipe ricamente vestido, que con la espada al costado dormía plácidamente.
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La joven, sorprendida y emocionada, se acercó tanto que el joven se despertó, y con voz lastimera dijo:
- ¿Qué habéis hecho, niña imprudente?
¡Ahora, por vuestra impaciencia, seremos desgraciados los dos!
Sabed, pues, que una perversa princesa muy poderosa me ha encantado.
Por eso soy de día un oso y un hombre por las noches.
Había conseguido poder cuidaros hasta que se cumpliera mi destino y fuera dueño de casarme, pero ahora todo ha terminado entre nosotros. Debo abandonaros y reunirme con la fea princesa de nariz larga que vive en un castillo situado al este del Sol y al oeste de la Luna, castillo más inaccesible aún que éste.
Ingrid lloró y gimió, pero en vano.
El destino inexorable debía cumplirse.
Al otro día, cuando despertó, el Príncipe y su palacio habían desaparecido.
La luz del sol apenas llegaba a ella, y notó que se encontraba en medio de un bosque tupido y obscuro. El hatillo que trajera de casa de su padre se encontraba a su lado.
Creyéndose víctima de un mal sueño, la niña se frotó los ojos.
Luego, ante la triste realidad, lloró largo rato; pero el deseo de encontrar al Príncipe le dio fuerzas, y animosamente se puso en marcha.
Caminó días y días, cruzando sombríos parajes, hasta que en uno más feo y triste que los otros vieron a una extraña anciana que, sentada en una roca, jugaba con una manzana de oro que tenía en las manos.
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Se acercó a ella la niña, y después de saludarla le preguntó tímidamente si conocía el camino que conducía al castillo que ésta al este del Sol y al oeste de la Luna.
- No - respondió la vieja, que a todas luces era una hechicera -. ¡Nadie la sabe! Pronto, tarde o nunca encontraréis el camino de la ilusión. - Luego, conmovida, al parecer, por la inocencia de la niña, agregó - : Si queréis, os puedo prestar mi caballo, que os llevará a ver al Viento Este.
Quizá él os dé las señas que buscáis. Únicamente os pido que cuando lleguéis a destino, deis al caballo un golpecito bajo la oreja izquierda, con una varita de avellano; sólo encontrará el camino de vuelta. Además, como me gustáis, os regalo esta manzana de oro, que creo os servirá.
Comprendió Ingrid que la anciana era un hada. Así que tomando la manzana montó a caballo, y éste partió a la carrera. Anduvieron mucho tiempo, y por fin llegaron a una cueva sombría, morada del Viento Este.
Se acercó la niña, y suavemente preguntó al Viento Este si podía indicarle el camino que está al este del Sol y al oeste de la Luna.
- He oído hablar de ello - dijo el Viento - , pero nunca fui tan lejos. Si os colocáis entre mis alas os conduciré hasta la morada de mi hermano, el Viento Oeste; quizá él ayudaros.
Despidió Ingrid al caballo, y con el regalo de la hechicera se instaló en la extraña cabalgadura.
Os podéis imaginar la rapidez de la marcha.
Al llegar a la vivienda del Viento Oeste, el Viento Este se adelantó hacia su hermano y le explicó lo que la joven esperaba de él.
- Ignoro ese camino - contestó - , pero puede ser que nuestro hermano el Viento Sur, que ha llegado a lejanísimas comarcas, lo conozca.
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Partieron, y volando a increíble altura llegaron a presencia del Viento Sur, quien tampoco conocía el camino que lleva al castillo que está al este del Sol y al oeste de la Luna.
Siguieron, pues, volando hasta la guarida del Viento Norte.
Era éste el más poderoso de los cuatro vientos, y sobrecogió a la niña su terrible aspecto.
Tratando de suavizar el rugido de su voz, dijo a Ingrid:
- Sé dónde queda ese país, y si la idea de viajar conmigo no os desagrada demasiado, trataré de llevaros a tan remotos lugares.
Como la marcha será larga, es prudente pasar la noche en mi cueva; partiremos mañana temprano.
Era ésta otra prueba cruel para la niña, pero su amor le dio valor, y aceptó agradecida cuanto propuso el Viento Norte.
A la mañana siguiente, cuando al esfumarse la neblina dejó ver las copas de los árboles y el lejano contorno del mar, el Viento Norte despertó a la joven; luego, tomando aliento, se agitó y se infló tanto, que rápidamente adquirió un cuerpo monstruoso, cuya sombra cubría todo el país.
Por último, el terrible Boreal levantó a Ingrid en sus alas, y juntos partieron a vertiginosa velocidad.
A veces el Viento Norte daba un fortísimo envión, y con la soberana majestad del águila se perdía en el cenit; pero otras, como pato herido, se inclinaba hasta tocar las aguas.
Por fin, a fuerza de saltos sobre reinos y zancadas sobre el océano, presintieron que se acercaban al ansiado lugar.
El Viento Norte conoció, por algunas algas gigantes que boyaban sobre las aguas, que la tierra estaba próxima; hizo un último y poderoso esfuerzo, y segundos después depositó a la niña en la dorada arena de la playa, frente mismo al castillo que queda al este del Sol y al oeste de la Luna.
Deshecha de fatiga, se durmió Ingrid con profundo sueño, para despertar en el gran día.
Apuntaba el alba cuando, al abrir los ojos, vio que el Viento Norte había desaparecido.
Una inmensa calma había sucedido a la borrasca; aparecía un sol esplendoroso y miles de pájaros revoloteaban sobre el mar.
La joven se sintió tan alegre y reconfortada, que se puso a jugar con la manzana de oro.
Al instante se abrió una ventana del castillo, por donde apareció la cabeza de una fea princesa de nariz muy larga.
En cuanto vio la manzana de oro, deseó poseerla, y le preguntó:
- Niña, ¿queréis venderme esa manzana de oro?
- ¡No se vende, ni por oro ni por plata! - contestó astutamente Ingrid.
- Pues - entonces, ¿cuál es su precio? - insistió la Princesa.
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- Señora mía, os daré mi manzana al salir de este castillo si me permitís pasar la noche y ver al Príncipe que mora en él.
Refunfuño la Princesa; pero, como su deseo era vehemente, asintió:
- Aceptado. ¡Entrad!
La puerta se abrió de par en par e Ingrid penetró en el maravilloso recinto.
En uno de los salones encontró al Príncipe, profundamente dormido.
- Os dejo - dijo la Princesa, sonriendo con malevolencia al notar el desconsuelo de la niña.
Una vez sola; trató Ingrid de despertar al Príncipe de su largo y pesado sueño.
Bañada en lágrimas, desconcertada, se puso a jugar la niña con la manzana de oro, recordando al hada bondadosa que se la diera.
Entonces, como respondiendo a una señal, tembló al castillo entero, crujieron sus maderas, retumbó un trueno, el encanto quedó roto y el Príncipe abrió los ojos asombrado y feliz.
- Querida niña - dijo a Ingrid - , el camino de la ilusión sólo lo encuentran los que saben ser fieles y valientes. Ahora, gracias a ti nada se opone a nuestra dicha.
Abandonaron el castillo, donde el Príncipe había sufrido tanto y donde sólo pudo escapar en forma de oso, y se fueron a vivir lejos, muy lejos, a un país verde y bello, donde encontraron una casa de madera de todos colores, que era la de los padres de Ingrid.
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viernes, 29 de julio de 2016

El PRINCIPE DRAGON - Parte 3


La Princesa, halagada por tantos agasajos, disimuló su extrañeza por la ausencia del novio, y quizá pensó que era una costumbre del país de su futuro esposo.
Pasaron los días, y llegó el tan esperado y temido por los reyes en que se realizaría el enlace.
Miles de luces iluminaban el salón dispuesto para el banquete, y la mesa desbordaba de manjares deliciosos.
Los reyes ocupaban altos sitiales, y frente a ellos otros más pequeños estaban destinados a los novios.
La joven Princesa estaba bellísima con las mejillas como dos amapolas y el cabello del color de las espigas del trigo maduro, que el traje blanco hacía resaltar.
Tomó asiento rodeada de sus damas, y acongojada notó que el sitio de su esposo estaba vacío.
“¿Cuándo se mostrará por fin el Príncipe? “, pensó.
Trató de sobreponerse, y comió y bebió bastante serena. Por fin terminó el banquete, y los reyes, procurando disimular su turbación frente a los cortesanos, condujeron a la niña al aposento que se le destinara, y sin contestar a su muda interrogación le desearon buenas noches y se retiraron.

Poco o nada durmieron los reyes esa noche, ansiosos por la suerte de la princesa, a quien presumían en compañía del dragón, que al fin se habría presentado ante su novia.
Apuntaba la aurora cuando con sigilo se encaminaron al cuarto de los desposados, cuya puerta abierta de par en par dejaba ver las camas intactas.
¿Qué había hecho el dragón de la joven? ¿La habría devorado?
Porque si bien era un Príncipe, también era una terrible fiera.
Pasaron los días, y como el misterio no se aclarara, el Príncipe rubio, esperando que su hermano se contentara con la esposa que se había llevado, hizo atar la carroza de las grandes ocasiones, y con su comitiva salió a correr mundo en procura de una princesa digna de ser su esposa.
Mucho habían andado, ya vislumbraban las luces de una ciudad extranjera, cuando el dragón, tan furioso e intratable como siempre, les impidió continuar el viaje.
Cuando el Rey se enteró de lo sucedido, en la creencia de que la novia dada al dragón no había sido de su gusto, y resuelto a conseguir la tranquilidad de su segundo hijo, se dirigió a uno de los jardineros del palacio, cuya hija tenía fama de hermosa y discreta, y haciéndole toda clase de promesas y desoyendo las protestas del hombre, se llevó a la joven al palacio.
Estaba ésta hilando, y sus lágrimas caían sobre la rueca.
Temblaba la pobre muchacha al pensar en la suerte que el destino le reservaba, cuando se le apareció una extraña anciana, que le dijo:
- Comprendo vuestro temor, pero nada malo os pasará.
La indiscreción de una mujer sumió a un príncipe en la desgracia; la discreción y el valor de otra lo salvarán. Escuchad mis instrucciones: El día de la boda, un momento antes del banquete, dirigíos al jardín y pedid que os dejen sola. Lo harán, pues nada se le puede negar a una futura esposa.
- Y continuó - : En el más apartado rincón, el que da al Noroeste, encontraréis un rosal, y en ese rosal dos rosas. Una roja como la sangre, otra blanca como la nieve. Cortadlas, y con precaución escondedlas entre vuestras ropas. Cuando, terminadas las ceremonias, os encontréis sola en vuestro cuarto, se os aparecerá el dragón. Afrontadlo con valor, pues a nada teme tanto éste como a las dulces palabras de una niña. Sólo ellas tienen poder sobre él. Cuando notéis que aprecia vuestra compañía, acercaos con las rosas, y muy suavemente dadle a aspirar su perfume. Luego hacedle admirar su color, y por fin, cuando comprendáis que ya nada puede negaros, pedidle que coma aunque sea sólo un pétalo de cada una de ellas. Seguid mis instrucciones, y no os arrepentiréis de ello.
Y la anciana, la buena hada que había perdonado, desapareció, dejando a la joven llena de esperanza.
Y todo debió suceder como lo anunciara la vieja, pues el nuevo día iluminó a un príncipe al que un encantamiento convirtió en dragón y a una buena joven que lo salvó; a una bellísima princesa a quien se dio por muerta y que sonreía al Príncipe rubio que por fin tenía novia, y a unos reyes ya viejos que los miraban satisfechos y dichosos.

Cuentan que en ese reino los hombres son felices, y que hay muchos jardines, y en los jardines rosales que dan flores rojas como la sangre, unos, y blancas como la nieve, otros.