jueves, 7 de enero de 2016

Avelina Lésper: «El arte contemporáneo es una farsa» - Parte 2

¿Cómo era hace cuarenta años la relación artista / galerías / marchand?
Nos tendríamos que ir más atrás, porque hace cuarenta años ya había marchantes y galerías vendiendo basura. En las primeras décadas del siglo XX, el marchand buscaba artistas y los impulsaba y soportaba económicamente porque sabía que el arte toma tiempo y es difícil y que los artistas talentosos son escasos. La galería rompía barreras sociales y exponía para dar a conocer formas nuevas de pensamiento, con riesgo. 
Ahora, el marchand y la galería solo venden lo que está de moda y quieren muchas obras porque la calidad no importa y porque saben que el artista las hace de forma instantánea, que todo es, intelectual o materialmente, ready made, y que los clientes no ven realmente la obra, que es una inversión rápida. Son como corredores de bolsa o vendedores de terrenos; no promocionan arte, especulan con commodities.

¿Cuándo comenzó el mercado a decidir?

Con la fiebre de la especulación financiera, la economía de la trampa y el abuso capitalista. Los millonarios compran arte para especular. Saatchi dijo que vendió el tiburón en formol de Hirst en doce millones de dólares al especulador financiero Steve Cohen; con ese precio lo donó al MET. El precio real no llega ni a la tercera parte. Cohen fue juzgado por fraude. Es uno de los billonarios coleccionistas más famosos.

¿Por qué llama usted «arte VIP» al arte actual?


Lo llamo VIP, de video-instalación-performance, porque, como el concepto VIP de very important person, es esencialmente excluyente. La pintura, el dibujo, la escultura que hoy se hacen no se consideran arte contemporáneo: los llaman tradicionales y están marginados de los museos más modernos y de las bienales de arte. La contemporaneidad se manipula como un valor artístico y no lo es: es un valor comercial –el último auto, el último vestido–. El arte es intemporal, sobrevive al tiempo; la moda es efímera, muere todos los días.

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