viernes, 17 de junio de 2016

LAS TRES PRINCESAS DE LA MONTAÑA AZUL - Parte 3

Llegaban los caballeros tentados por la recompensa, mas se iban y no volvían, tras haber fracasado en la empresa.
Cuando ya se perdía toda esperanza, se presentaron un capitán y un teniente, que dijeron estaban dispuestos a tentar la aventura.
Inspiraron confianza al Rey, que los equipó magníficamente y despidillos con toda clase de recomendaciones.
Acababan de irse cuando llegó un soldado raso, quien le contó al Rey el extraño sueño que había tenido tres noches seguidas.
- He visto en sueños a tres reinas que hilaban en ruecas de oro y me pedían que buscara a las princesas.
Este joven se llamaba Osvaldo.
El atribulado padre no dudó de la intervención de las hadas, las divinas hilanderas, y la fe renació en su corazón.
Osvaldo nada pedía, y se contentó con agua y algunos víveres para los primeros días.
Tocado con un gorro de piel y un grueso bastón en la mano, se despidió del Rey, que le deseó buen viaje y buena suerte.
Llevaba Osvaldo todo un día de marcha cuando se encontró con el capitán y el teniente, muy bien montados. Saludó el soldado, y el capitán, después de contestarle, le preguntó adónde se dirigía.
- Voy en busca de las princesas que arrebató el huracán.

- Entonces podemos seguir juntos, pues si nosotros no encontramos a las princesas, menos las encontraréis vos - dijo el oficial.
Como Osvaldo era un espíritu simple y respetuoso de la disciplina, se sometió a lo que más que una proposición era una orden.
A poco andar llegaron a un sitio en que se bifurcaban los caminos, y los caballeros fueron de opinión de continuar por el que parecía mejor, pero el soldado trató de inducirlos a seguir el que menos halagos ofrecía.
Puso tanto fervor en sus palabras que los otros accedieron a complacerlo, aunque debieron bajar de sus cabalgaduras, tan tortuoso y lleno de escollos aparecía.

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