lunes, 15 de agosto de 2016

Django Reinhardt, la leyenda - Parte 2

Muchísimo antes que a leer y a escribir, y sin estudiar nunca solfeo, antes de cumplir los 13 años ya tocaba su banjo en salones parisinos asombrando por su habilidad y por su alegría, heredera de la tradición musical gitana del este europeo, con la que  impregnaría sus compases y crearía un estilo personalísimo y genial, el "gipsy jazz". Aunque eso sería más adelante, en el resurgir del artista tras un penoso accidente.

En 1928 Django Reinhardt había prosperado y había podido acceder a vivir en una caravana con su esposa, que trabajaba fabricando flores artificiales de celuloide que después vendía en un mercadillo. Una madrugada Reinhardt llegó a casa tras una actuación y prendió accidentalmente con una vela este material altamente inflamable, desatándose un incendio a causa del cual sufrió severas quemaduras en la mano izquierda y toda la parte derecha de su cuerpo. 

La pierna derecha la salvó solo porque se negó a que se la amputaran y tras dieciocho meses de convalencencia en el hospital,  pero además perdió para siempre la movilidad de los dedos anular y meñique de la mano izquierda, que al abrasarse los tendones habían quedado contraídos hacia la palma de la mano.

Y sin embargo Reinhardt salió del hospital siendo aún más grande. Se lo debería a su pasión, pero también a su hermano, que durante la convalecencia le regaló una guitarra, la Selmer-Maccaferri por la que abandonaría para siempre el banjo. Y también a su ingenio: como hiciera dos siglos antes Schumann, tuvo que inventar para poder seguir tocando una técnica de digitación acorde a su merma física, que le permitía usar de la mano izquierda sólo los dedos índice y medio. Así nace un estilo completamente único que sería su sello de identidad, y con el que rompería todos los esquemas por el virtuosismo que le permitió desarrollar.

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