martes, 8 de diciembre de 2009

Esa visible oscuridad. Memoria de la locura.


Styron, siente la necesidad de "formular una enérgica protesta de la palabra depresión". Melancolía sería "una palabra mucho más apta y sugerente para las formas más funestas del trastorno " ( p. 63 ). Explica cómo nuestra sociedad necesita desterrar tanto éste como otros "ásperos vocablos antiguos: ...insanía, melancolía, lunático, locura". El subtítulo de esta obra se justifica más adelante cuando afirma que "no se dude jamás que la depresión, en su forma extrema es locura" (p.75), coincidiendo con lo que ya dejara escrito Cervantes en el últimocapítulo de su Quijote, con palabras puestas en boca de Sancho : "La mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir , sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía".
A pesar de la dificultad de la tarea, el autor es capaz de encontrar los términos más sugestivos que poco a poco conforman la experiencia depresiva: "Mi malsana tristeza...; una marea tóxica e inenarrable...; una forma de tormento...; un trance de malestar supremo...; el desvalido estupor...; la vejación del insomnio...; una forma de repudio, derivado del autoaborrecimiento (distintivo señero de la depresión) ...; ese lóbrego y tenebroso talante del color del verdín...; el cataclismo inmediato que conmovía mi ser...; esa voz de viejo(...) la voz de la depresión...; mi asedio...; la espiral descendente ; inmensa y dolorida soledad...; una tormenta de tinieblas...; gris llovizna de horror...; la muerte soplaba sobre mí en frías ráfagas; la desolación..; el horror, como una niebla compacta y venenosa...; se ha desvanecido cualquier sentimiento de esperanza, toda idea de futuro...; es desesperación lo que apabulla el alma...; una situación de herido ambulante (...) que vive pegado a su lecho de clavos dondequiera que vaya (... ) moviéndose de tortura en tortura..; ordalías indistinguibles de nebuloso horror...; este suplicio sin fondo...; un simulacro de todo el mal de nuestro mundo...; la desesperación más allá de la desesperación.

Como J.A. Vallejo-Nágera apuntaba en su excelente obra de divulgación "Ante la depresión", uno de los sufrimientos añadidos que tiene la experiencia depresiva es la dificultad de ser comprendido por sus familiares y amigos. La lectura de este libro despertará en la mayoría de los médicos lectores, psiquiatras incluidos, la terrible sospecha de hasta qué punto, los que nos consideramos conocedores de la enfermedad por nuestra experiencia profesional, nos encontramos aún demasiado alejados de la vivencia del paciente gravemente deprimido y de su más terrible consecuencia: la inevitable idea del suicidio como único remedio que ponga término a un sufrimiento insoportable y sin esperanza. Pocas veces encontraremos reflexiones más certeras sobre el pensamiento suicida en tan breve espacio como cuando analiza (caps. II y III) los casos de otros escritores cercanos a él o de figuras conocidas, como Primo Levi. La narración de su camino hacia la certeza de su propio suicidio (cap.VI) será mucho más esclarecedora sobre los mecanismos de la ideación suicida que la mayor parte de los manuales de psiquiatría. También podrá echar uz sobre muchas de las dudas que nos plantea la atención de los pacientes deprimidos: ¿Por qué, con tanta frecuencia, poco antes del suicidio han estado en la consulta de un médico?. Si le pregunto si está considerando la idea del suicidio ¿avivaré en él la idea de hacerlo?.

Especialmente descorazonadoras, y aleccionadoras, para nuestra profesión son algunos de sus comentarios sobre los médicos y los tratamientos con los que fue teniendo contacto. Desde los médicos de confianza que le prescribieron negligentemente sedantes potencialmente peligrosos y le permitieron consumirlos en dosis excesivas, hasta el psiquiatra de prestigio que, armado de la psicoterapia, pretende enfrentarse a la fase avanzada de la depresión y le desaconseja el ingreso en el hospital, que a la larga se reveló como su "salvación", un lugar de "aislamiento y seguridad". La Terapia de Grupo y la Terapia del Arte con los pacientes ingresados merecen sus más irónicas palabras. La desesperante lentitud de los fármacos antidepresivos en el inicio de sus efectos terapéuticos y sus efectos secundarios se nos muestran como nuevas torturas que se añaden a las que ya padece el enfermo.
Styron pide para los pacientes depresivos una consideración similar que la que se dispensa al paciente terminal, erradicando cualquier reproche hacia su conducta -de la que no son más responsables que un canceroso de su tumor- y rechaza el tratamiento cicatero de los síntomas de angustia y del insomnio "un rasgo particularmente devastador de la depresión (...) la más angustiosa de todas las perturbaciones de la vida vegetativa", como venía sucediendo con el uso de la morfina hasta ahora mismo.
Como en el verso de Baudelaire, tras la lectura de este libro tal vez podamos decir: "He sentido el viento del ala de la locura". A pesar de la dificultad de la tarea, el autor es capaz de encontrar los términos más sugestivos que poco a poco conforman la experiencia depresiva.

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