jueves, 20 de diciembre de 2018

Charles Mingus - Blues & Roots (1960)





1. Wednesday Night Prayer Meeting - 0:00

2. Cryin' Blues - 5:42

3. Moanin' - 10:44

4. Tensions - 18:48

5. My Jelly Roll Soul - 25:18

6. E's Flat Ah's Flat Too - 32:08




miércoles, 19 de diciembre de 2018

Aleksandr Nikolayevich Afanasiev


Aleksandr Nikolayevich Afanasiev nació en  Boguchar, Vorónezh el 29 de junio (juliano)/ 11 de julio de 1826 (gregoriano) y murió en Moscú, 11 de octubre (juliano)/ 23 de octubre de 1871 (gregoriano); fue el mayor de los folcloristas rusos de la época, y el primero en editar volúmenes de cuentos de tradición eslava que se habían perdido a lo largo de los siglos.

Afanasiev tuvo que realizar un duro trabajo de recopilación, ya que los cuentos eslavos, al igual que los celtas irlandeses, no se dejaron por escrito, eran exclusivamente de tradición oral. Hecho agravado por las reformas del zar Pedro I el Grande, que dejó de lado la Rusia tradicional ortodoxo-eslava para introducir en las frías estepas el código de vida europeo. Los boyardos fueron sustituidos por los duques y marqueses y el lenguaje ruso se vio reducido a las clases media-baja de la sociedad rusa, pasando la nobleza a hablar en francés.

Fue educado en Vorónezh y cursó estudios de derecho en la universidad de Moscú, donde descubrió a los escritores Konstantín Kavélin y Timoféi Granovski. Su primer trabajo fue el de profesor de historia antigua, pero fue despedido por una falsa acusación de Serguei Uvárov, otro escritor de la época.

Fue entonces cuando dedicó su vida al periodismo, escribiendo sus artículos sobre los principales escritores rusos del siglo pasado, algunos nombres tan célebres como Nikolai Novikov, Denis Fonvizin y Antioj Kantemir.

Fue en 1850 cuando Afanasiev se dedicó enteramente a su pasión de folclorista de la llamada Vieja Rusia, recorrió provincias enteras obteniendo relatos de todas partes de Moscovia. Sus primeros artículos causaron gran impresión en la escuela mitológica rusa de aquella época. Sus principales fuentes fueron los cuentos de la Academia de Geografía rusa y algunas contribuciones de Vladimir Dal.

Afanasiev murió pobre, desahuciado en Rusia. Sus obras no fueron publicadas allí debido a su amistad con Herzen. Murió de tuberculosis, obligado a vender su librería personal a la edad de 45 años.

La obra de Afanasiev consta de un total de 680 cuentos tradicionales rusos recogidos en ocho volúmenes que realizó de 1855 a 1863, algunos tan conocidos como Basilisa la Hermosa, La leyenda de Marya Morevna o El soldado y la muerte.

Sus principales artículos periodísticos mitológicos fueron "Los brujos y las brujas", "Exorcismo eslavo" (Sortilegio eslavo) y "Leyendas paganas acerca de la isla Buyán".

Realizó importantes estudios como historiador e investigador literario como el Domovói (1850), Concepciones poéticas de los eslavos sobre la naturaleza, su trabajo fundamental en 3 volúmenes que realizó de 1865 a 1869, e Historia de los cosacos (1871).

Fue miembro de la Academia de Geografía rusa desde 1852. Esta organización fue la impulsora de la publicación de sus volúmenes de cuentos.




miércoles, 5 de diciembre de 2018

El Campesino, el Oso y la Zorra



Un día un campesino estaba labrando su campo, cuando se acercó a él un Oso y le gritó:
— ¡Campesino, te voy a matar!
— ¡No me mates! — Suplicó éste—. Yo sembraré los nabos y luego los repartiremos entre los dos; yo me quedaré con las raíces y te daré a ti las hojas.

Consintió el Oso y se marchó al bosque.
Llegó el tiempo de la recolección. El campesino empezó a escarbar la tierra y a sacar los nabos, y el Oso salió del bosque para recibir su parte.
— ¡Hola, campesino! Ha llegado el tiempo de recoger la cosecha y cumplir tu promesa — le dijo el Oso.
— Con mucho gusto, amigo. Si quieres, yo mismo te llevaré tu parte — le contestó el campesino.

Y después de haber recogido todo, le llevó al bosque un carro cargado de hojas de nabo. El Oso quedó muy satisfecho de lo que él creía un honrado reparto.

Un día el aldeano cargó su carro con los nabos y se dirigió a la ciudad para venderlos; pero en el camino tropezó con el Oso, que le dijo:
— ¡Hola, campesino! ¿Adónde vas?
— Pues, amigo — le contestó el aldeano—, voy a la ciudad a vender las raíces de los nabos.
— Muy bien, pero déjame probar qué tal saben.
No hubo más remedio que darle un nabo para que lo probase. Apenas el Oso acabó de comerlo, rugió furioso:
— ¡Ah, miserable! ¡Cómo me has engañado! ¡Las raíces saben mucho mejor que las hojas! Cuando siembres otra vez, me darás las raíces y tú te quedarás con las hojas.
— Bien — contestó el campesino, y en vez de sembrar nabos sembró trigo.

Llegó el tiempo de la recolección y tomó para sí las espigas, las desgranó, las molió y de la harina amasó y coció ricos panes, mientras que al Oso le dio las raíces del trigo.

Viendo el Oso que otra vez el campesino se había burlado de él, rugió:
— ¡Campesino! ¡Estoy muy enfadado contigo! ¡No te atrevas a ir al bosque por leña, porque te mataré en cuanto te vea!

El campesino volvió a su casa, y a pesar de que la leña le hacía mucha falta no se atrevió a ir al bosque por ella; consumió la madera de los bancos y de todos sus toneles; pero al fin no tuvo más remedio que ir al bosque.