jueves, 20 de diciembre de 2018

Charles Mingus - Blues & Roots (1960)





1. Wednesday Night Prayer Meeting - 0:00

2. Cryin' Blues - 5:42

3. Moanin' - 10:44

4. Tensions - 18:48

5. My Jelly Roll Soul - 25:18

6. E's Flat Ah's Flat Too - 32:08




miércoles, 19 de diciembre de 2018

Aleksandr Nikolayevich Afanasiev


Aleksandr Nikolayevich Afanasiev nació en  Boguchar, Vorónezh el 29 de junio (juliano)/ 11 de julio de 1826 (gregoriano) y murió en Moscú, 11 de octubre (juliano)/ 23 de octubre de 1871 (gregoriano); fue el mayor de los folcloristas rusos de la época, y el primero en editar volúmenes de cuentos de tradición eslava que se habían perdido a lo largo de los siglos.

Afanasiev tuvo que realizar un duro trabajo de recopilación, ya que los cuentos eslavos, al igual que los celtas irlandeses, no se dejaron por escrito, eran exclusivamente de tradición oral. Hecho agravado por las reformas del zar Pedro I el Grande, que dejó de lado la Rusia tradicional ortodoxo-eslava para introducir en las frías estepas el código de vida europeo. Los boyardos fueron sustituidos por los duques y marqueses y el lenguaje ruso se vio reducido a las clases media-baja de la sociedad rusa, pasando la nobleza a hablar en francés.

Fue educado en Vorónezh y cursó estudios de derecho en la universidad de Moscú, donde descubrió a los escritores Konstantín Kavélin y Timoféi Granovski. Su primer trabajo fue el de profesor de historia antigua, pero fue despedido por una falsa acusación de Serguei Uvárov, otro escritor de la época.

Fue entonces cuando dedicó su vida al periodismo, escribiendo sus artículos sobre los principales escritores rusos del siglo pasado, algunos nombres tan célebres como Nikolai Novikov, Denis Fonvizin y Antioj Kantemir.

Fue en 1850 cuando Afanasiev se dedicó enteramente a su pasión de folclorista de la llamada Vieja Rusia, recorrió provincias enteras obteniendo relatos de todas partes de Moscovia. Sus primeros artículos causaron gran impresión en la escuela mitológica rusa de aquella época. Sus principales fuentes fueron los cuentos de la Academia de Geografía rusa y algunas contribuciones de Vladimir Dal.

Afanasiev murió pobre, desahuciado en Rusia. Sus obras no fueron publicadas allí debido a su amistad con Herzen. Murió de tuberculosis, obligado a vender su librería personal a la edad de 45 años.

La obra de Afanasiev consta de un total de 680 cuentos tradicionales rusos recogidos en ocho volúmenes que realizó de 1855 a 1863, algunos tan conocidos como Basilisa la Hermosa, La leyenda de Marya Morevna o El soldado y la muerte.

Sus principales artículos periodísticos mitológicos fueron "Los brujos y las brujas", "Exorcismo eslavo" (Sortilegio eslavo) y "Leyendas paganas acerca de la isla Buyán".

Realizó importantes estudios como historiador e investigador literario como el Domovói (1850), Concepciones poéticas de los eslavos sobre la naturaleza, su trabajo fundamental en 3 volúmenes que realizó de 1865 a 1869, e Historia de los cosacos (1871).

Fue miembro de la Academia de Geografía rusa desde 1852. Esta organización fue la impulsora de la publicación de sus volúmenes de cuentos.




miércoles, 5 de diciembre de 2018

El Campesino, el Oso y la Zorra



Un día un campesino estaba labrando su campo, cuando se acercó a él un Oso y le gritó:
— ¡Campesino, te voy a matar!
— ¡No me mates! — Suplicó éste—. Yo sembraré los nabos y luego los repartiremos entre los dos; yo me quedaré con las raíces y te daré a ti las hojas.

Consintió el Oso y se marchó al bosque.
Llegó el tiempo de la recolección. El campesino empezó a escarbar la tierra y a sacar los nabos, y el Oso salió del bosque para recibir su parte.
— ¡Hola, campesino! Ha llegado el tiempo de recoger la cosecha y cumplir tu promesa — le dijo el Oso.
— Con mucho gusto, amigo. Si quieres, yo mismo te llevaré tu parte — le contestó el campesino.

Y después de haber recogido todo, le llevó al bosque un carro cargado de hojas de nabo. El Oso quedó muy satisfecho de lo que él creía un honrado reparto.

Un día el aldeano cargó su carro con los nabos y se dirigió a la ciudad para venderlos; pero en el camino tropezó con el Oso, que le dijo:
— ¡Hola, campesino! ¿Adónde vas?
— Pues, amigo — le contestó el aldeano—, voy a la ciudad a vender las raíces de los nabos.
— Muy bien, pero déjame probar qué tal saben.
No hubo más remedio que darle un nabo para que lo probase. Apenas el Oso acabó de comerlo, rugió furioso:
— ¡Ah, miserable! ¡Cómo me has engañado! ¡Las raíces saben mucho mejor que las hojas! Cuando siembres otra vez, me darás las raíces y tú te quedarás con las hojas.
— Bien — contestó el campesino, y en vez de sembrar nabos sembró trigo.

Llegó el tiempo de la recolección y tomó para sí las espigas, las desgranó, las molió y de la harina amasó y coció ricos panes, mientras que al Oso le dio las raíces del trigo.

Viendo el Oso que otra vez el campesino se había burlado de él, rugió:
— ¡Campesino! ¡Estoy muy enfadado contigo! ¡No te atrevas a ir al bosque por leña, porque te mataré en cuanto te vea!

El campesino volvió a su casa, y a pesar de que la leña le hacía mucha falta no se atrevió a ir al bosque por ella; consumió la madera de los bancos y de todos sus toneles; pero al fin no tuvo más remedio que ir al bosque.


sábado, 24 de noviembre de 2018

La Rana Zarevna - Parte 4


Después de haberse bañado, el zarevich le contó que iba en busca de su mujer, Basilisa la Sabia.
— ¡Oh cuánto has tardado en venir! Los primeros años se acordaba mucho de ti, pero ahora ya no te nombra nunca. Ve a casa de mi segunda hermana, pues ella está más enterada que yo de tu mujer.

Iván Zarevich se puso de nuevo en camino detrás de la pelota; anduvo, anduvo hasta que encontró ante sí otra cabaña, también sobre patas de gallina.
— ¡Cabaña, cabañita! ¡Ponte como estabas antes, con la espalda hacia el bosque y con la puerta hacia mí! — Dijo el zarevich.
La cabaña obedeció y se puso con la espalda hacia el bosque y con la puerta hacia Iván, quien penetró en ella y encontró a otra hermana Baba— Yaga sentada sobre sus piernas huesosas, la cual al verle exclamó:
— ¡Fiú, fiú! ¡Hasta ahora por aquí nunca se vio ni se olió a ningún hombre, y he aquí uno que se ha atrevido a presentarse delante de mí y a molestarme con su olor! Qué, Iván Zarevich, ¿has venido a verme por tu voluntad o contra ella?
Iván Zarevich le contestó que más bien venía contra su voluntad.
— Voy — dijo— en busca de mi mujer, Basilisa la Sabia.
— ¡Qué pena me das, Iván Zarevich! — Le dijo entonces Baba— Yaga—. ¿Por qué has tardado tanto en venir? Basilisa la Sabia te ha olvidado por completo y quiere casarse con otro. Ahora vive en casa de mi hermana mayor, donde tienes que ir muy deprisa si quieres llegar a tiempo. 

Acuérdate del consejo que te doy: Cuando entres en la cabaña de Baba— Yaga, Basilisa la Sabia se transformará en un huso y mi hermana empezará a hilar unos finísimos hilos de oro que devanará sobre el huso; procura aprovechar algún momento propicio para robar el huso y luego rómpelo por la mitad, tira la punta detrás de ti y la otra mitad échala hacia delante, y entonces Basilisa la Sabia aparecerá ante tus ojos.

Iván Zarevich dio a Baba— Yaga las gracias por tan preciosos consejos y se dirigió otra vez tras la pelota.
No se sabe cuánto tiempo anduvo ni por qué tierras, pero rompió tres pares de botas de hierro en su largo camino y se comió tres panes de hierro.

Al fin llegó a una tercera cabaña, puesta, como las anteriores, sobre tres patas de gallina.
— ¡Cabaña, cabañita! ¡Ponte con la espalda hacia el bosque y con la puerta hacia mí!

La cabaña le obedeció y el zarevich penetró en ella y encontró a la Baba— Yaga mayor sentada en un banco hilando, con el huso en la mano, hilos de oro; cuando hubo devanado todo el huso, lo metió en un cofre y cerró con llave. Iván Zarevich, aprovechando un descuido de la bruja, le robó la llave, abrió el cofrecito, sacó el huso y lo rompió por la mitad; la punta aguda la echó tras de sí y la otra mitad hacia delante, y en el mismo momento apareció ante él su mujer, Basilisa la Sabia.
— ¡Hola, maridito mío! ¡Cuánto tiempo has tardado en venir! ¡Estaba ya dispuesta a casarme con otro!
Se cogieron de las manos, se sentaron en una alfombra volante y volaron hacia el reino de Iván.

Al cuarto día de viaje descendió la alfombra en el patio del palacio del zar. Éste acogió a su hijo y nuera con gran júbilo, hizo celebrar grandes fiestas, y antes de morir legó todo su reino a su querido hijo el zarevich Iván.



jueves, 22 de noviembre de 2018

La Rana Zarevna - Parte 3


Basilisa la Sabia bebió un poquito de su vaso y el resto se lo echó en la manga izquierda; comió un poquito de cisne y los huesos los escondió en la manga derecha. Las mujeres de los hermanos de Iván, que sorprendieron estos manejos, hicieron lo mismo.

Más tarde, cuando Basilisa la Sabia se puso a bailar con su marido, sacudió su mano izquierda y se formó un lago; sacudió la derecha y aparecieron nadando en el agua unos preciosísimos cisnes blancos; el zar y sus convidados quedaron asombrados al ver tal milagro. Cuando se pusieron a bailar las otras dos nueras del zar quisieron imitar a Basilisa: sacudieron la mano izquierda y salpicaron con agua a los convidados; sacudieron la derecha y con un hueso dieron al zar un golpe en un ojo. El zar se enfadó y las expulsó de palacio.

Entretanto, Iván Zarevich, escogiendo un momento propicio, se fue corriendo a casa, buscó la piel de la Rana y, encontrándola, la quemó. Al volver Basilisa la Sabia buscó la piel, y al comprobar su desaparición quedó anonadada, se entristeció y dijo al zarevich:
— ¡Oh Iván Zarevich! ¿Qué has hecho, desgraciado? Si hubieses aguardado un poquitín más habría sido tuya para siempre; pero ahora, ¡adiós! Búscame a mil leguas de aquí; antes de encontrarme tendrás que gastar andando tres pares de botas de hierro y comerte tres panes de hierro. Si no, no me encontrarás.

Y diciendo esto se transformó en un cisne blanco y salió volando por la ventana.

Iván Zarevich rompió en un llanto desconsolador, rezó, se puso unas botas de hierro y se marchó en busca de su mujer. Anduvo largo tiempo y al fin encontró a un viejecito que le preguntó:
— ¡Valeroso joven! ¿Adónde vas y qué buscas?
El zarevich le contó su desdicha.
— ¡Oh Iván Zarevich! — Exclamó el viejo—. ¿Por qué quemaste la piel de la Rana? ¡Si no eras tú quien se la había puesto, no eras tú quien tenía que quitársela! El padre de Basilisa, al ver que ésta desde su nacimiento le excedía en astucia y sabiduría, se enfadó con ella y la condenó a vivir transformada en rana durante tres años. Aquí tienes una pelota — continuó—; tómala, tírala y síguela sin temor por donde vaya.
Iván Zarevich dio las gracias al anciano, tomó la pelota, la tiró y se fue siguiéndola.

Transcurrió mucho tiempo y al fin se acercó la pelota a una cabaña que estaba colocada sobre tres patas de gallina y giraba sobre ellas sin cesar. Iván Zarevich dijo:
— ¡Cabaña, cabañita! ¡Ponte con la espalda hacia el bosque y con la puerta hacia mí!

La cabaña obedeció; el zarevich entró en ella y se encontró a la bruja Baba— Yaga, con sus piernas huesosas y su nariz que le colgaba hasta el pecho, ocupada en afilar sus dientes. Al oír entrar a Iván Zarevich gruñó y salió enfadada a su encuentro:
— ¡Fiú, fiú! ¡Hasta ahora aquí ni se vio ni se olió a ningún hombre, y he aquí uno que se ha atrevido a presentarse delante de mí y a molestarme con su olor! ¡Ea, Iván Zarevich! ¿Por qué has venido?
— ¡Oh tú, vieja bruja! En vez de gruñirme, harías mejor en darme de comer y de beber y ofrecerme un baño, y ya después de esto preguntarme por mis asuntos.

Baba— Yaga le dio de comer y de beber y le preparó el baño. 


miércoles, 21 de noviembre de 2018

La Rana Zarevna - Parte 2


Volvió el zarevich Iván muy triste a su palacio, y se dejó caer con gran desaliento en un sillón.
— ¡Kwa, kwa, zarevich Iván! ¿Por qué estás tan triste? — Le preguntó la Rana—. ¿Acaso te ha dicho tu padre algo desagradable o se ha enfadado contigo?
— ¿Cómo quieres que no esté triste cuando mi señor padre te ha ordenado que tejas en una sola noche una alfombra de seda?
— ¡No te apures, zarevich! Acuéstate y duerme tranquilo. Por la mañana se es más sabio que por la noche.

Acostóse el zarevich y se durmió profundamente; entonces la Rana se quitó su piel y se transformó en la Sabia Basilisa; salió al patio y exclamó:
— ¡Viento impetuoso! ¡Tráeme aquí la misma alfombra sobre la cual solía sentarme en casa de mi querido padre!

Por la mañana, cuando despertó Iván, la Rana tenía ya la alfombra tejida, y era tan maravillosa que es imposible imaginar nada semejante. 

Estaba adornada con oro y plata y tenía dibujos admirables.

Al recibirla el zar se quedó asombrado y dio las gracias a Iván; pero no contento con esto ordenó a sus tres hijos que se presentasen con sus mujeres ante él.

Otra vez volvió triste a su palacio Iván Zarevich; se dejó caer en un sillón y apoyó en su mano su cabeza.
— ¡Kwa, kwa, zarevich Iván! ¿Por qué estás triste? ¿Acaso te ha dicho tu padre algo desagradable o se ha enfadado contigo?
— ¿Cómo quieres que no esté triste? Mi señor padre me ha ordenado que te lleve conmigo ante él. ¿Cómo podré presentarte a ti?
— No te apures, zarevich. Ve tú solo a visitar al zar, que yo iré más tarde; en cuanto oigas truenos y veas temblar la tierra, diles a todos: ‘Es mi Rana, que viene en su cajita’.

Iván se fue solo a palacio. Llegaron sus hermanos mayores con sus mujeres engalanadas, y al ver a Iván solo empezaron a burlarse de él, diciéndole:
— ¿Cómo es que has venido sin tu mujer? — ¿Por qué no la has traído envuelta en un pañuelo mojado?
— ¿Cómo hiciste para encontrar una novia tan hermosa?
— ¿Tuviste que rondar por muchos pantanos? De repente retumbó un trueno formidable, que hizo temblar todo el palacio; los convidados se asustaron y saltaron de sus asientos sin saber qué hacer; pero Iván les dijo:
— No tengáis miedo: es mi Rana, que viene en su cajita.

Llegó al palacio un carruaje dorado tirado por seis caballos, y de él se apeó la Sabia Basilisa, tan hermosísima, que sería imposible imaginar una belleza semejante. Acercóse al zarevich Iván, se cogió a su brazo y se dirigió con él hacia la mesa, que estaba dispuesta para la comida. Todos los demás convidados se sentaron también a la mesa; bebieron, comieron y se divirtieron mucho durante la comida.


La Rana Zarevna - Parte 1




En un reino muy lejano reinaban un zar y una zarina que tenían tres hijos. Los tres eran solteros, jóvenes y tan valientes que su valor y audacia eran envidiados por todos los hombres del país. El menor se llamaba el zarevich Iván.


Un día les dijo el zar:
— Queridos hijos: Tomad cada uno una flecha, tended vuestros fuertes arcos y disparadla al acaso, y dondequiera que caiga, allí iréis a escoger novia para casaros.

Lanzó su flecha el hermano mayor y cayó en el patio de un boyardo, frente al torreón donde vivían las mujeres; disparó la suya el segundo hermano y fue a caer en el patio de un comerciante, clavándose en la puerta principal, donde a la sazón se hallaba la hija, que era una joven hermosa. Soltó la flecha el hermano menor y cayó en un pantano sucio al lado de una rana.

El atribulado zarevich Iván dijo entonces a su padre:
— ¿Cómo podré, padre mío, casarme con una rana? No creo que sea ésa la pareja que me esté destinada.
— ¡Cásate — le contestó el zar—, puesto que tal ha sido tu suerte!

Y al poco tiempo se casaron los tres hermanos: el mayor, con la hija del boyardo; el segundo, con la hija del comerciante, e Iván, con la rana.

Algún tiempo después el zar les ordenó:
— Que vuestras mujeres me hagan, para la comida, un pan blanco y tierno.
Volvió a su palacio el zarevich Iván muy disgustado y pensativo.
— ¡Kwa, kwa, Iván Zarevich! ¿Por qué estás tan triste? — Le preguntó la Rana—. ¿Acaso te ha dicho tu padre algo desagradable o se ha enfadado contigo?
— ¿Cómo quieres que no esté triste? Mi señor padre te ha mandado hacerle, para la comida, un pan blanco y tierno.
— ¡No te apures, zarevich! Vete, acuéstate y duerme tranquilo. 

Por la mañana se es más sabio que por la noche — le dijo la Rana.

Acostóse el zarevich y se durmió profundamente; entonces la Rana se quitó la piel y se transformó en una hermosa joven llamada la Sabia Basilisa, salió al patio y exclamó en alta voz:
— ¡Criadas! ¡Preparadme un pan blanco y tierno como el que comía en casa de mi querido padre!

Por la mañana, cuando despertó el zarevich Iván, la Rana tenía ya el pan hecho, y era tan blanco y delicioso que no podía imaginarse nada igual. Por los lados estaba adornado con dibujos que representaban las poblaciones del reino, con sus palacios y sus iglesias.

El zarevich Iván presentó el pan al zar; éste quedó muy satisfecho y le dio las gracias; pero enseguida ordenó a sus tres hijos:
— Que vuestras mujeres me tejan en una sola noche una alfombra cada una.


viernes, 9 de noviembre de 2018

El gigante Verlioka - Parte 2


Y mientras Verlioka se divertía en la orilla, yo le gritaba sentada en el agua: ‘¡Ay!, ¡Ay!’ Entonces él, después de matar a aquel pobre hombre, corrió a mí, gritándome: ‘¡Yo te enseñaré a defender a los demás!’ Y me cogió por la cola. Pero yo nunca he sido cobarde y, haciendo un esfuerzo, me escapé, dejando mi cola entre sus manos espantosas. 

Claro está que la cola no es una cosa imprescindible; pero, de todos modos, siento haberla perdido y nunca se lo perdonaré a Verlioka. Desde entonces no soy tan tonta, y ya no grito ‘¡Ay!, ¡Ay!’, Si no que siempre apruebo: ‘¡Así!, ¡Así!, ¡Así!’; de lo que resulta que vivo más tranquila y la gente me respeta más. Todos dicen: ‘Esta Oca no tendrá cola, pero es muy lista.’
— Está bien — dijo el anciano—; entonces, ¿podrás enseñarme dónde vive Verlioka?
— ¡Así! ¡Así! — Contestó la Oca, saliendo del agua, y balanceándose sobre sus torpes patas se encaminó por la orilla, delante del anciano.

Así anduvieron hasta que se encontraron en el camino una Cuerdecita, que les dijo:
— Buenos días, abuelito.
— Buenos días, Cuerdecita.
— ¿Cómo estás? ¿Adónde vas?
— Estoy ni bien ni mal y voy a castigar a Verlioka, quien ha ahogado a mi vieja mujer y matado a mis dos nietas. ¡Tan hermosas y buenas como eran!
— Conocía a tus nietas y a tu mujer y quiero ayudarte. ¡Llévame contigo!
El anciano pensó: ‘¡Quién sabe! Quizá me sirva para atar a Verlioka.’ 
Y contestó:
— Pues bien, ven con nosotros si conoces el camino. La Cuerdecita se arrastró tras ellos como si fuese una culebra. 

Anduvieron los tres un buen rato y vieron un Pisón tendido en la carretera, el cual les dijo:
— Buenos días, abuelito.
— Buenos días, Pisón.
— ¿Cómo estás? ¿Adónde vas?
— Estoy ni bien ni mal y voy a castigar a Verlioka, que ha ahogado a mi vieja mujer y matado a mis dos nietas. ¡Si supieses qué hermosas y buenas eran!
— Llévame contigo y te ayudaré.
— Bueno, anda si conoces el camino — le dijo el anciano, pensando: ‘Realmente, el Pisón podrá ayudarnos mucho.’

El Pisón se levantó, se apoyó con el asa en el suelo y se puso a caminar a saltos. Así anduvieron hasta que encontraron una Bellota, que les dijo:
— Buenos días, abuelito.
— Buenos días, Bellota.
— ¿Adónde vas?
— Voy a matar a Verlioka; no sé si lo conocerás.
— Ya lo creo que lo conozco. Es necesario castigarlo; llévame contigo y te ayudaré.
— Pero tú, ¿de qué me vas a servir?
— No me desprecies, abuelito. Acuérdate del proverbio que dice: 
No escupas en el pozo, porque tendrás que beber su agua.

El anciano pensó: ‘No hay inconveniente en que venga con nosotros; cuanta más gente haya, mejor será.’
Y luego, en alta voz, dijo:
— Vente detrás.

Pero la Bellota se puso a saltar delante de todos.
Al fin llegaron a un espeso bosque y vieron una cabaña en cuyo interior no había nadie. La lumbre del horno estaba apagada y sobre el hogar había un puchero lleno de gachas de mijo.

La Bellota se metió de un salto en el puchero, la Cuerdecita se tendió en el umbral de la puerta, el Pisón se subió encima de ésta, la Oca se sentó detrás de la estufa y el anciano se escondió en un rincón al lado de la puerta.

Pronto llegó Verlioka, echó un haz de leña al suelo y se puso a encender la lumbre del horno. Entonces la Bellota, desde dentro del puchero, empezó a cantar:
— ¡Pi, pi, pi, han venido a matar a Verlioka!
— ¡Calla, papilla de mijo, o te echaré en el cubo! — Exclamó Verlioka.

Pero la Bellota no le obedeció y siguió cantando su canción. Verlioka se enfadó, cogió el puchero y de un golpe vertió las gachas en el cubo. Al choque, la Bellota saltó y fue a dar en el único ojo de Verlioka, dejándole ciego. El gigante quiso escapar y echó a correr; pero apenas llegó al umbral, la Cuerdecita se le enredó a los pies y lo tiró al suelo. El Pisón saltó de la puerta, y el anciano se precipitó sobre Verlioka desde el rincón donde estaba escondido y ambos se pusieron a pegarle.

Mientras tanto, la Oca, sentada detrás de la estufa, aprobaba diciendo: ‘¡Así!, ¡Así!, ¡Así!’
Esta vez no le sirvió a Verlioka su fuerza, pues el anciano, con la ayuda de sus buenos amigos, logró matarlo y librar a la gente de un monstruo espantoso.



El gigante Verlioka - Parte 1





En tiempos remotos vivían en una cabaña un anciano con su mujer y dos nietas huérfanas, y tan preciosas y dóciles, que sus abuelos estaban constantemente alabándolas.

Un día el anciano sembró en su huerto guisantes. Los guisantes crecieron y se cubrieron de flores; el anciano contemplaba su huerto con gran satisfacción, pensando para sus adentros: ‘Durante todo el invierno próximo podré comer pasteles con guisantes.’

Pero, para desgracia del anciano, los gorriones invadieron el huerto y empezaron a picotear los guisantes. Viendo en peligro su cosecha, mandó a su nieta menor que espantase los gorriones, y ésta, provista de una rama seca, se sentó en el huerto al lado de los guisantes y empezó a amenazar a los pájaros malhechores, gritándoles:
— ¡Fuera, fuera, gorriones! ¡No os comáis los guisantes de mi abuelito!

De pronto se oyó un espantoso ruido por el lado del bosque y apareció el gigante Verlioka. Era de un aspecto terrible: tenía un solo ojo, la nariz como un garfio, la barba como un haz de paja, el bigote de una vara de largo y la cabeza cubierta con púas de puerco espín; andaba apoyándose en un enorme cayado y sonreía con una sonrisa espantosa.

Cuando se encontraba con algún ser humano lo estrechaba entre sus robustos brazos hasta que le hacía crujir los huesos y lo mataba. No tenía piedad ni de viejos ni de jóvenes, y lo mismo acometía a los cobardes que a los valientes. Apenas Verlioka divisó a la nieta del anciano, la mató con su cayado.

El abuelo esperó un rato a la niña, y al ver que no volvía, envió a buscarla a su nieta mayor; pero Verlioka la mató también.

El anciano, cansado de esperarlas, perdió la paciencia y dijo a su mujer:
— ¿Por qué tardan tanto en volver las niñas? Se habrán entretenido charlando con los mozos; mientras tanto los gorriones devorarán mis guisantes. Ve y llámalas a casa.

La anciana bajó de su lecho, sobre la estufa, cogió un bastón, salió al patio y se encaminó al huerto, donde se encontró a sus nietas sin vida; al percibir a Verlioka comprendió que aquella desgracia era obra del gigante, y, llena de dolor y de ira, se abalanzó a él y se agarró a sus barbas, con lo que Verlioka la mató con mucha más facilidad.

En tanto, el anciano, lleno de impaciencia, se levantó de la mesa, rezó sus oraciones y se fue despacito al huerto para ver lo que les había sucedido a su mujer y a sus nietas. Una vez allí vio a sus queridas niñas tendidas en el suelo como si durmiesen tranquilamente; pero una de ellas tenía toda la frente ensangrentada y en el cuello de la otra se veía la señal de cinco dedos; en cuanto a la anciana, estaba tan destrozada que era imposible reconocerla.

El desgraciado viejo lloró con desconsuelo, gimiendo y lamentándose durante un largo rato; pero poco a poco se tranquilizó, volvió a su cabaña, cogió un cayado de hierro y, lleno de ira y de ideas de venganza, se dirigió en busca de Verlioka para matarlo.

Después de andar bastante tiempo llegó a un estanque donde estaba nadando una Oca sin cola, la cual al ver al anciano empezó a gritarle:
— ¡Así! ¡Así! Estaba segura de que vendrías; por eso te esperaba. 
— ¿Cómo te va, abuelo?
— Buenos días, Oca. ¿Por qué me esperabas?
— Porque sabía que no perdonarías ni aun al mismo Verlioka la muerte de tu mujer y de tus nietas.
— ¿Y tú conoces a ese monstruo?
— ¡Ya lo creo! ¿Cómo no he de conocerle? Me acuerdo muy bien del día en que se puso a pegar en este mismo sitio a un desgraciado. Yo entonces tenía la costumbre de decir ¡Ay!, ¡Ay!, 


miércoles, 7 de noviembre de 2018

Bendición



Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:

-“¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!

Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres
Para ser el asco de mi triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,

¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”

Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.

Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.

El juega con el viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.

Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.

En el pan y el vino destinados a su boca
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.

Su mujer va clamando en las plazas públicas:
“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;

¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!

Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.

Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”

Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:

-“Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!

Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.

Yo sé que el dolor es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.

Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engastados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;

Porque no será hecho más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”





sábado, 3 de noviembre de 2018

Sergio Nigrelli Luthier Documental parte 1

Confesión


Una vez, una sola, mujer dulce y amable,
En mi brazo el vuestro pulido
Se apoyó ( sobre del denso fondo de mi alma
Ese recuerdo no ha palidecido);
Era tarde; al igual que una medalla nueva,
La Luna llena apareció,
Y la solemnidad nocturna, como un río,
Sobre París dormido se extendía.
Los gatos, por debajo de las puertas de coches,
Deslizábanse furtivos
El oído al acecho o, como sombras caras,
Nos seguían despacio.
Y de súbito, en medio de aquella intimidad,
Abierta en la luz pálida,
De Vos, rico y sonoro instrumento en que vibra
La más luminosa alegría,
De vos, clara y alegre igual que una fanfarria
En la mañana chispeante,
Una quejosa nota, una insólita nota
Vacilante se escapó,
Como un niño sombrío, horrible y enfermizo
Que a su familia avergonzara,
Y al que durante años, para ocultarlo al mundo,
En una cueva habría encerrado.
Vuestra discorde nota, ¡mi pobre ángel! cantaba:
«Que aquí abajo nada es firme,
Y que siempre, aunque mucho se disfrace,
El egoísmo humano se traiciona;
Que es un oficio duro el de mujer hermosa
Y que es más bien tarea banal,
De la loca y helada bailarina fijada
En maquinal sonrisa;
Que fiar en corazones es algo bien estúpido;
Que es todo trampa, belleza y amor,
Y al final el Olvido los arroja a un cesto
¡Y los torna a la Eternidad!»
Esa luna encantada evoqué con frecuencia,
Ese silencio y esa languidez,
Y aquella confidencia penosa, susurrada
Del corazón en el confesionario.




For the love of God - Steve vai - Gypsy jazz version

jueves, 11 de octubre de 2018

La voz



Se encontraba mi cuna junto a la biblioteca,
Babel sombría, donde novela, ciencia, fábula,
Todo, ya polvo griego, ya ceniza latina
Se confundía. Yo era alto como un infolio.
Y dos voces me hablaban. Una, insidiosa y firme:
«La Tierra es un pastel colmado de dulzura;
Yo puedo (¡y tu placer jamás tendrá ya término!)
Forjarte un apetito de una grandeza igual.»
Y la otra: «¡Ven! ¡Oh ven! a viajar por los sueños,
lejos de lo posible y de lo conocido.»
Y ésta cantaba como el viento en las arenas,
Fantasma no se sabe de que parte surgido
Que acaricia el oído a la vez que lo espanta.
Yo te respondí: «¡Sí! ¡Dulce voz!» Desde entonces
Data lo que se puede denominar mi llaga
Y mi fatalidad. Detrás de los paneles
De la existencia inmensa, en el más negro abismo,
Veo, distintamente, los más extraños mundos
Y, víctima extasiada de mi clarividencia,
Arrastro en pos serpientes que mis talones muerden.
Y tras ese momento, igual que los profetas,
Con inmensa ternura amo el mar y el desierto;
Y sonrío en los duelos y en las fiestas sollozo
Y encuentro un gusto grato al más ácido vino;
Y los hechos, a veces, se me antojan patrañas
Y por mirar al cielo caigo en pozos profundos.
Más la voz me consuela, diciendo: «Son más bellos
los sueños de los locos que los del hombre sabio».



Herbie Hancock - Live in Concert 2006

viernes, 5 de octubre de 2018

Las joyas


Ella estaba desnuda, y, sabiendo mis gustos,
Sólo había conservado las sonoras alhajas
Cuyas preseas le otorgan el aire vencedor
Que las esclavas moras tienen en días fastos.
Cuando en el aire lanza su sonido burlón
Ese mundo radiante de pedrería y metal
Me sumerge en el éxtasis; yo amo con frenesí
Las Cosas en que se une el sonido a la luz.
Ella estaba tendida y se dejaba amar,
Sonriendo de dicha desde el alto diván
A mi pasión profunda y lenta como el mar
Que ascendía hasta ella como hacia su cantil.
Fijos en mí sus ojos, como en tigre amansado,
Con aire soñador ensayaba posturas
Y el candor añadido a la lubricidad
Nueva gracia agregaba a sus metamorfosis;
Y sus brazos y piernas, sus muslos y sus flancos
Pulidos como el óleo, como el cisne ondulantes,
Pasaban por mis ojos lúcidos y serenos;
Y su vientre y sus senos, racimos de mi viña,
Avanzaban tan cálidos como Ángeles del mal
Para turbar la paz en que mi alma estaba
Y para separarla del peñón de cristal
Donde se había instalado solitaria y tranquila.
Y creí ver unidos en un nuevo diseño
-Tanto hacía su talle resaltar a la pelvis-
Las caderas de Antíope al busto de un efebo,
¡Soberbio era el afeite sobre su oscura tez!
-Y habiéndose la lámpara resignado a morir
Como tan sólo el fuego iluminaba el cuarto,
Cada vez que exhalaba un destello flamígero
Inundaba de sangre su piel color del ámbar.



lunes, 1 de octubre de 2018

Un fenómeno inexplicable - Leopoldo Lugones

El alma del vino


Cantó una noche el alma del vino en las botellas:
«¡Hombre, elevo hacia ti, caro desesperado,
Desde mi vítrea cárcel y mis lacres bermejos,
Un cántico fraterno y colmado de luz!»
Sé cómo es necesario, en la ardiente colina,
Penar y sudar bajo un sol abrasador,
Para engendrar mi vida y para darme el alma;
Mas no seré contigo ingrato o criminal.
Disfruto de un placer inmenso cuando caigo
En la boca del hombre al que agota el trabajo,
y su cálido pecho es dulce sepultura
Que me complace más que mis frescas bodegas.
¿Escuchas resonar los cantos del domingo
y gorjear la esperanza de mi jadeante seno?
De codos en la mesa y con desnudos brazos
Cantarás mis loores y feliz te hallarás;
Encenderé los ojos de tu mujer dichosa;
Devolveré a tu hijo su fuerza y sus colores,
Siendo para ese frágil atleta de la vida,
El aceite que pule del luchador los músculos.
Y he de caer en ti, vegetal ambrosía,
Raro grano que arroja el sembrador eterno,
Porque de nuestro amor nazca la poesía
Que hacia Dios se alzará como una rara flor!»



sábado, 22 de septiembre de 2018

Tolstoy


La vida de Tolstoy no tiene muchos secretos ya que él mismo dejó testimonio de su biografía en tres títulos: “Infancia”, “Adolescencia” y “Juventud”. Nace el 9 de septiembre de 1828 en una finca agrícola propiedad de su familia al sur de Moscú. A los 9 años se queda huérfano y se marcha a vivir a casa de unos parientes.

Tras abandonar los estudios decide enrolarse en el ejército ruso. De ahí surge la inspiración para su novela “Los cosacos”. Participa en varias batallas –como la de Sebastopol- y, aunque admira el espíritu militar, no soporta la idea de la guerra. De hecho, en sus novelas se reflejará esa repulsa hacia las batallas y cualquier tipo de enfrentamiento violento como los duelos por amor.

Sus ideas sobre la necesidad de un cambio pacífico en la sociedad rusa y en la educación de las clases más desfavorecidas le llevan a fundar una escuela para los campesinos en sus propiedades. Durante un tiempo se encarga personalmente de la educación de sus jornaleros. Después, viaja por Europa para conocer experiencias similares. De esta forma, Tolstoy busca la manera de solucionar los problemas de la educación pública en Rusia donde la mayoría de los campesinos son analfabetos. Tolstoy entendió desde el principio que no podía darse el progreso de Rusia sin la alfabetización de las clases populares y, de hecho, sus novelas son fiel reflejo de su voluntad en el cambio que condujese a una mejora de la sociedad rusa (Lenin se encontraba entre sus más fieles lectores).

En 1862 se casa con Sonia Andréievna Bers, hija de una buena familia de Moscú. Con ella tendrá varios hijos y vivirá en su hacienda de Yasnaia Polaina, donde escribirá sus principales novelas: “Guerra y Paz” y “Ana Karenina”.

“Guerra y Paz” es una extensa narración con más de 500 personajes ambientada en la Rusia inmediatamente anterior a la invasión napoleónica. A través de la historia de varias familias de la aristocracia, Tolstoy refleja toda una época de la sociedad rusa con sus éxitos, miserias y contradicciones.

“Ana Karenina” narra la pasión adúltera entre Karenina y el capitán Vronsky. Paralelamente, conocemos la historia de Kitty y Levin, dos jóvenes cuyas vidas contrastarán completamente con la de los primeros. Mientras que a Karenina y Vronsky les espera el drama del amor vivido fuera de las normas sociales, Kitty y Levin conseguirán la felicidad a través de la vida en el campo, el trabajo y la familia.

De hecho, vemos muchos rasgos del propio Tolstoy en el personaje de Levin. Su estima por la vida sencilla, al aire libre, su rechazo a la intelectualidad y sofisticación de la ciudad, sus ganas de mejorar la vida de los campesinos y de incorporar la racionalidad a la explotación agrícola, etc.

En uno de los pasajes de la obra, Levin sufre la incomprensión de sus mujiks cuando decide unirse a ellos en la tarea de sembrar un campo. En la vida real, Tolstoy también debió sufrir esta incomprensión en las numerosas ocasiones en las que intentó aplicar sus ideas de progreso y libertad a los campesinos de su finca.

Como en toda su obra, los personajes de Tolstoy están perfectamente dibujados tanto física como psicológicamente. Su brillante dominio de la prosa le permite retratar con verdadera minuciosidad los paisajes de su Rusia amada así como a sus gentes: desde los campesinos hasta los más destacados aristócratas.

Tras estas novelas, vendrán las de carácter más moralizante y religioso: “Confesión”, “La muerte de Iván Illich” o “Resurrección”.

A los 82 años decide escaparse de casa por las profundas desavenencias con su esposa. Con el tiempo, la relación del matrimonio se había convertido en insoportable y, junto a su médico personal, se marcha sin saber muy bien a dónde quería ir. Días después de su huída, Tolstoy muere en Ostapovo.




domingo, 16 de septiembre de 2018

"Me encantaría poder vivir sin la música... con ella sufro mucho" - Parte 3

P. ¿Por qué?

R. No lo sé, es un sentido crítico muy fuerte que yo creo que viene de mi padre, que siempre me decía: "Eso no vale nada, no sabes, tienes que aprender más, tocar más"... Puede que sea por eso.

P. ¿Se ha planteado alguna vez dejar de tocar?

R. Muchas veces.

P. ¿Y por qué vuelve?

R. Porque de repente, aunque estés cabreado con la guitarra, te subes a un escenario y no sabes qué sucede. Lo llaman inspiración o duende. De pronto empiezas a tocar, sientes que todo fluye, algo empieza a flotar en el aire y no hay estímulo más fuerte que ese. No hay droga o sensación que se le parezca y cuando sientes eso no hay manera de dejarlo.

P. ¿En algún momento de su carrera tuvo miedo al fracaso?

R. No. Eso es fundamental, no hay que plantearse si vas a llegar o no, si te vas a hacer rico o si te vas a hacer famoso. Hay que tocar la guitarra para disfrutar, porque el músico puede llegar a ser el hombre más feliz del mundo con que la olla hierva y tengas un camastro donde acostarte. La música per se te va a hacer feliz, serás un triunfador, aunque estés tieso. Enciérrate en tu casa, trabaja y trabaja. Ten disciplina, disfruta de lo que haces. Esa es la única manera de llegar arriba, de ganar dinero, de hacerte famoso.

P. Está trabajando en un disco nuevo, ¿cuál es el reto para alguien con una discografía tan legendaria como la suya?

R. Para mí lo más importante cuando uno aborda un proyecto nuevo es crear la sorpresa. Y eso es lo que busco, el lugar por donde no ha pasado nadie, que el que escuche se sorprenda, y es muy difícil, porque todos vamos por lugares comunes. Sólo si me sorprendo a mí mismo sorprendo a los demás. No es fácil.

P. ¿Qué le queda por hacer?

R. Pues... ¡todo! Lo único que he hecho en mi vida ha sido tocar la guitarra. ¡Una vida pobrísima, imagínate!

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de mayo de 2010

https://elpais.com/diario/2010/05/08/cultura/1273269602_850215.html

sábado, 15 de septiembre de 2018

"Me encantaría poder vivir sin la música... con ella sufro mucho" - Parte 2


P. Y eso que usted dijo que quería evitar venir a Estados Unidos, adonde vino por primera vez siendo un adolescente...

R. Es que ahora te tratan muy mal, la policía se ha vuelto muy agresiva. Cuando yo llegué a finales de los sesenta era diferente. Aunque quizás el diferente era yo. Venía lleno de ilusiones y ganas de vivir y de conocer, pero intuyo que el país era mejor de lo que es hoy día, era más inquieto, más idealista...

P. ¿Y qué es lo que cambiado en usted con la edad?

R. Las cosas dan más pereza.

P. ¿En qué sentido?

R. Uno no se hace sólo viejo porque te faltan las energías, sino porque te faltan los estímulos de los 20 años, las ganas de reconocimiento, las ganas de que te quieran, que es en el fondo lo que buscamos todos los artistas. Cuando eso ya lo has conseguido, ya no lo buscas, y eso era un motor que te hacía pelear. Aún tengo esa energía cuando me subo al escenario, pero para todas las otras cosas, no.

P. Más allá de los premios, ¿qué es para usted el éxito?

R. Tocar bien. Y dentro de mi tradición crear un camino por que sea aceptado y pueda influir y del que puedan copiar los demás profesionales de mi música. El resto es agradable, lo de ganar dinero y que te llamen "maestro", pero el éxito con mayúsculas es que te reconozca la gente de tu profesión.

P. ¿Se podría plantear la vida sin música?

R. Me encantaría porque con la música sufro mucho, por la responsabilidad. Me encantaría ser un espectador, entonces me pasaría el día oyendo música, pero como soy el protagonista y estoy siempre encima del escenario, el sentido del perfeccionismo que tengo me da más sufrimiento que satisfacciones. Me encantaría poder vivir sin la música, sería feliz.

P. ¿Y no lo es?

R. Sigo teniendo las mismas obsesiones de siempre. Que si no me gusta lo que hago, que si vale o no vale, que si la gente está tonta o soy yo el que los engaño... Sé que es una obsesión que no es real, pero existe en mi cabeza.

P. ¿Y no se apacigua con la edad?

R. ¡Qué va! Y mira que cuando yo tenía 20 años siempre pensaba: "¡Qué ganas de tener 50 para poder disfrutar con lo que hago. porque esto es un castigo, así no se puede vivir!". Pues nada, ahora es peor.


"Me encantaría poder vivir sin la música... con ella sufro mucho" - Parte 1


Revolucionario y virtuoso del flamenco a partes iguales y enormes, Paco de Lucía, que se ha pasado prácticamente toda su vida con la guitarra en una mano y la maleta en la otra, ya no viaja tan a menudo como antaño. "A mí ya sólo me mueve del sofá algo que sea importante para el flamenco". A sus 63 años, convertirse hoy en Boston en Doctor Honoris Causa a manos del Berklee College of Music, considerada la mejor universidad del planeta para los músicos, le ha parecido lo suficientemente importante como para superar su fobia reciente a atravesar las fronteras estadounidenses -"es que con esto del terrorismo ahora te tratan como un delincuente en los aeropuertos"-. El honor lo compartirá con la africana Angelique Kidjo, con Kenneth Gamble y Leon Huff (arquitectos del llamado sonido Filadelfia) y con el jazzista Kenny Barron. Horas antes de la ceremonia, Paco de Lucía aceptó conversar con EL PAÍS, algo realmente inusual en un personaje que tiene parecida alergia a las entrevistas que a las medidas de seguridad de los aeropuertos.

"Que te quieran es en el fondo lo que buscamos todos los artistas"
"Trato de buscar la sorpresa, el lugar por donde no ha pasado nadie"

Pregunta. Este reconocimiento se une a una larga colección de premios y homenajes a su carrera. ¿Todos los premios saben igual o la percepción cambia con la edad?

Respuesta. El sabor no cambia con la edad, cambia por el premio en sí. Los hay que son una chuflería, cuando el que te los da lo que quiere es lucirse él, y otros como el de hoy que son premios importantes. Y eso que yo nunca digo que un premio es importante porque para mí siempre es un coñazo... Te toca hacer un viaje y aquí además me toca ponerme el birrete, con lo ridículo que yo me siento con el birrete... Además, no me gusta que me halaguen, siempre me ha dado vergüenza, pero si hay algo por lo que yo me muevo del sofá de mi casa es por el flamenco. Por eso estoy aquí. Porque el flamenco siempre ha sido maltratado, es una música que en nuestro país ha sido una música de tercera y cuarta categoría y ahora esta universidad, considerada la mejor del mundo para la música, reconoce su valor.



sábado, 8 de septiembre de 2018

Hablando con Dios - Parte 3

S: ¿Y tu crees que se puede dar un paso atrás?
P: “Atrás no, pero no seguir adelante. Porque como ya no se puede ir para atrás, pues ya seguimos. Esa es la actitud que normalmente tomamos. Como ya estoy gordo pues no dejo de comer, ya da igual. Puedes ser más gordo y podemos estar más envenenados todavía”.

S: Así que estamos otra vez en lo mismo, hay que empezar con los niños
 P: “Sí. Es que tienen demasiado. Dos mil juguetes. La mayoría de plástico y más plástico. Se les quita un poco la ilusión. Yo me acuerdo que de niño yo me compraba los Reyes. Estaba todo el año ahorrando para comprarme una pelotita de goma y una carterita para ir al colegio y era la persona más feliz del mundo, seguro que mucho más feliz que mis niños con dos mil cochecitos y cien mil muñecas”.

S: Y cómo te proteges tú contra eso?
 P: “Es difícil. Eso también atañe a los gobiernos, a la gente que se supone que es inteligente y que cuida que funcione la sociedad. Ellos son los que tienen que plantearse esas cosas, pero a ellos en el fondo les interesa porque el consumo da puestos de trabajo. Y si la gente se rebela porque no trabaja… pero yo empezaría por lo de más de dos niños, ¡nada!

S: Una pregunta que te tengo que hacer, ya sé la respuesta, es más bien para escucharte decirlo: ¿Sigues echando de menos a Camarón?
 P: “Hombre. Siempre. De por vida. Camarón me dejó a mí viudo. Siempre lo voy a echar de menos. Creando con él, buscando caminos ahí se me fue parte de mi corazón, de mi vida”.

 S: ¿Tienes un plan, algo que no has hecho todavía algo que te quede por hacer?
 P: “Si, claro. Yo estoy en la lucha lógica de una persona que va a cumplir sesenta años y empieza a dolerle el ciático, me duele el brazo, tengo las cervicales mal por un lado. Sin embargo por otro tengo todas las ganas del mundo de seguir creando y buscando”.

S: Así que los años no sirven solamente para hacerse feos…
 P: “Exacto. Con los años te das cuenta de que no puedes luchar contra la naturaleza. Quieres y cada vez cuesta más encontrar estímulos para seguir. Porque cuando eres joven el estímulo es que te reconozcan, que te quieran, ganar dinero, ser famoso, y esas cosas ya las tengo. Encontrar estímulos es cada vez más difícil. Y con un cuerpo que ya no te acompaña y unas energías que te fallan… aunque la cabeza está mucho mejor que con veinte años. No tengo ninguna duda. Y para crear se tiene mejor cabeza a esta edad que con veinte. Lo que falta es aquella energía y esas ganas de lucha, de pelear”.

S: Esa es la crueldad de la vida
P: “Así es”




Hablando con Dios - Parte 2

S: ¿No crees que tal vez ese es el problema de los jóvenes de hoy, que nadie les indica un camino?
 P: “Sí, porque los padres cada vez somos más tolerantes, tratamos de no imponer, por no ser el típico padre antiguo, ogro, que está imponiendo su voluntad. Es una actitud de los padres modernos, y yo me incluyo porque también soy así.
Ya hablo de la modernidad y todo. Pero yo estoy muy contento de que mi padre haya tomado aquella decisión por mí. Yo no la hubiera tomado”.

S: Claro, contigo no se ha equivocado…
 P: “También hay muchos fallos, equivocaciones, claro. Yo por eso no puedo ser objetivo a la hora de analizar esto. Hay otros casos, me imagino que los habrá donde resultan unos fracasados porque no era lo que ellos querían hacer. Bueno, eso también es una excusa. Esos no querían hacer nada y siempre pusieron la excusa de que su padre le impuso aquello. Yo pienso que en la vida cualquier cosa, jardinero o lo que sea, cualquier profesión que tengas, si tienes la actitud de hacer bien lo que haces vas a ser una persona… un triunfador, que yo lo llamo, alguien que va a estar contento con su vida”.

S: En la música eres un revolucionario, ¿también lo serías en la vida?
 P: “Yo creo que sí, si hubiera hecho otra cosa sería igual. Mi actitud hubiera sido la misma. Porque de pronto me pongo a hacer una casa, yo no sé de arquitectura, pero enseguida me pongo a investigar y yo me hice una casa en México, con la ayuda de los profesionales, claro, pero yo diseñé, yo hice aquella casa y de pronto me gusta el campo, tengo olivares y sé como cultivar los olivos. O sea, tengo inquietud. Quiero saber”.

S: Tú pareces una persona muy equilibrada. ¿Es así o es una imagen que tenemos?
P: “Eso es una imagen. Yo soy el desequilibrio total. Soy de un minuto al otro, puedo ser la persona más feliz del mundo para ser el más desgraciado. Tengo ese tipo de personalidad. Tengo que tener mucho cuidado conmigo para tratar de estar más o menos equilibrado”.

S: ¿Qué te provoca miedo? ¿Hay algo que te afecte mucho del mundo de hoy?
P: “Pues me afecta la cantidad de seres humanos que somos. En eso estoy ahora. No es que sea una constante en mi vida. Lo que me preocupa es algo de lo que no habla nadie, a lo mejor no está bien que lo diga, pero ningún político habla de eso, al contrario. 

Es el tema de la natalidad. Cómo se está potenciando la natalidad, incluso los políticos dan dinero a la gente para que tenga más hijos cuando lo que somos es una plaga que ha contaminado la Tierra y va a destruir el planeta. ¿Por qué no hay más control en eso? ¿Por qué hay que tener quince hijos? Nadie habla de eso. Tal vez no es políticamente correcto. Lo de la contaminación, lo del calentamiento… es porque la demanda que hay de consumo es brutal y eso es porque somos muchos. Vamos a tratar de ser no como los chinos: unos dictadores, pero uno, dos niños y ya está. Con dos niños ya se siente uno padre y realizado.

Nosotros, los humanos, somos un cáncer, y un cáncer con pretensiones. Cada célula de este cáncer que somos nosotros se cree con derecho a tener dos coches, calefacción, aire acondicionado y cantidad de basura con plástico… que nos estamos cargando un planeta que es una maravilla. Eso es lo que me preocupa”.