viernes, 25 de febrero de 2011

Cosas viejas

Querida Colette:

No sé si recordarás un verso del ¡señor de Sainte-Beuve, que juntas leímos y que ha quedado grabado en mi pensamiento; porque este verso me dice a mí muchas cosas, y en repetidas ocasiones, sobre todo desde hace algún tiempo, tranquiliza mi corazón. Helo aquí:

¡Nacer, vivir y morir en la misma morada!

Actualmente estoy sola en esta casa donde nací, donde he vivido y donde espero acabar mis días. Esto no es muy alegre que digamos, pero es dulce, porque aquí me hallo rodeada de recuerdos.

Mi hijo Enrique es abogado: pasa aquí dos meses cada doce. Juana habita con su esposo en la otra extremidad de Francia, y yo soy quien va a verla todos los otoños. Me hallo, pues, aquí sola, completamente sola, pero rodeada de objetos familiares, que sin cesar me hablan de los míos, de los muertos y de los ausentes.

No leo mucho, soy vieja; pero pienso sin cesar o, mejor dicho, sueño. ¡Oh! ¡Y ya no sueño a la manera de otro tiempo! ¿Recuerdas nuestras locas ocurrencias, las aventuras que combinábamos en nuestros cerebros de veinte años y todos los entrevistos horizontes de felicidad?

Nada de todo aquello se ha realizado; o mejor dicho, lo que ha tenido efecto es otra cosa menos deliciosa, menos poética, pero satisfactoria para los que saben tomar valientemente un partido en la vida.

¿Sabes por qué las mujeres somos desgraciadas con tanta frecuencia? Porque cuando jóvenes se nos enseña a creer demasiado en la dicha. Jamás se nos educa en la idea de que hay que combatir, luchar y padecer. Y, al primer choque, nuestro corazón se hace añicos; esperamos, abierta el alma, los torrentes de acontecimientos felices. No los vemos pasar más que semibuenos, y sollozamos inmediatamente. La dicha, la verdadera dicha de nuestros sueños, he aprendido a conocerla. No consiste en la venida de una gran felicidad, porque las grandes felicidades son muy raras y muy cortas, sino que reside, sencillamente en la espera infinita de una serie de alegrías que no llegan jamás. La dicha es la espera feliz, es el horizonte de esperanzas; es, pues, la ilusión inacabable. Si, querida amiga; lo único bueno son las ilusiones, y vieja como soy, aún las tengo nuevas a diario; sólo que siendo los mismos mis deseos, han cambiado de finalidad. Te dije antes que soñando paso la mayor parte del tiempo. ¿Qué otra cosa podría hacer? Y tengo dos maneras de soñar. Voy a comunicártelas; tal vez te sean útiles.

¡Oh! La primera es muy sencilla; consiste en sentarme junto al fuego, en un sillón bajito y tan blando como mis viejos huesos lo requieren, y transportarme a los acontecimientos que pasaron.

¡Qué corta es una vida! Sobre todo las que transcurren por entero en el mismo sitio.

¡Nacer, vivir y morir en la misma morada!

Los recuerdos están amontonados, pegados unos a otros; y cuando se es vieja, parece en ocasiones que hace apenas diez se era joven. Sí; todo se deslizó como si se tratara de un día: mañana y tarde; y llega la noche, ¡la noche sin amanecer!

Mirando horas y horas al fuego, el pasado renace como si entre él y el presente mediara sólo un día. No se sabe ya dónde se está; el sueño se le lleva a una; se atraviesa nuevamente toda la propia existencia entera.

Y en ocasiones me hago la ilusión de que soy una niña; tantas y tales son las impresiones de otro tiempo, las sensaciones de juventud, hasta los impulsos, los latidos de corazón, toda esa savia de los dieciocho años; y tengo, claras como realidades nuevas, extrañísimas visiones de cosas olvidadas.

¡Oh! ¡Cómo me asaltan entonces los recuerdos de mis paseos de muchacha! Allí, en mi sillón, delante de la chimenea, volvía a ver de un modo raro hace varias tardes una puesta de sol en el Monte de San Miguel, y a continuación una cacería en el bosque de Uville, con el olor de la tierra húmeda y los perfumes de las flores bañadas de rocío, y con el calor del gran astro hundiéndose en el agua y la tibieza mojada de sus primeros rayos mientras galopaba por el soto. Y todo lo que pensé entonces, mi exaltación poética ante las infinitas lejanías del mar, el vivo e intenso goce que experimentaba al rozar los ramajes, mis menores ideas, todo, los pequeños trozos de ensueño, de deseo y de sentimiento, todo, todo me vino a la imaginación cual si me hubiera estado ocurriendo, como si después no hubiesen transcurrido cincuenta años, enfriando mi sangre y cambiando enormemente mis esperanzas.

Pero mi otra manera de revivir el pasado es mucho mejor.

Sabrás, o no sabrás, querida Colette, que en casa nada se destruye. Tenemos arriba, en el desván, un gran aposento destinado sólo a los objetos ya inútiles, llamado «la habitación de las cosas viejas». Todo lo que se pone inservible es encerrado allí. Muchas veces subo a este aposento y miro a mí alrededor. Entonces encuentro gran número de insignificancias en las cuales no se me había ocurrido pensar, y que me recuerdan otras tantas cosas. No son esos benditos muebles amigos que conocemos desde nuestra niñez y a los cuales va unido el recuerdo de acontecimientos, de alegrías o de tristezas; fechas de nuestra historia, que han tomado, a fuerza de confundirse en nuestra vida, una especie de personalidad, una fisonomía; que son los compañeros de nuestras horas dulces o sombrías, los únicos compañeros, ¡ay!, que estamos seguros de no perder, los únicos que no mueren como los otros, aquellos cuyas facciones, cuyos amantes ojos, cuya boca y cuya voz desaparecieron para siempre. En la confusión aquella, encuentro chucherías estropeadas, esas viejas cosillas insignificantes que rodaron por espacio de cuarenta años junto a nosotros, sin que nunca nos fijásemos en ellas, y que, cuando de pronto se vuelven a ver, toman una importancia, una significación de testigos antiguos. Me hacen el efecto de esas personas a quienes se vio tiempo infinito sin que se revelasen, y que, de repente, una tarde, por un motivo fútil, se desbordan en una charla inacabable, contando acerca de sí mismas unas cosas que ni siquiera se sospechaban.

Y voy de un objeto a otro con ligeras sacudidas en el corazón, exclamando: «¡Toma! Esto yo lo rompí; y lo rompí el día que Pablo marchó a Lyón», o bien: «¡Ah!, ésta es la pequeña linterna de mamaíta; aquella linterna que empleaba para ir a la iglesia las noches de invierno.»

Hasta encuentro cosas que no me dicen nada, que vienen de mis abuelos: cosas que no conoció ninguna de las personas vivas hoy, cuya historia, cuyas aventuras no sabe nadie; a cuyos propietarios nadie conoció. Nadie vio las manos que las sobaron ni los ojos que las miraron. ¡Y éstas me hacen pensar mucho tiempo! Representan para mí a seres abandonados, cuyos últimos amigos fallecieron.

Tú, mi querida Colette, no debes comprender esto, y te van a hacer reír mis tonterías, mis infantiles y sentimentales manías. Eres parisiense, y ustedes las parisienses no conocen esta vida interna, estas excursiones al propio corazón. Ustedes viven exteriormente, con todos sus pensamientos al aire libre. Como paso la existencia sola, no puedo hablarte más que de mí. Cuando me contestes, háblame de ti un poco, que pueda yo ponerme en tu lugar, como te podrás tú poner mañana en el mío.

Pero tú no comprenderás nunca por entero el verso del señor de Sainte-Beuve:

¡Nacer, vivir y morir en la misma morada!

Mil besos de tu antigua amiga,

Adelaida


Guy de Maupassant

miércoles, 23 de febrero de 2011

Homero ... Capacidad Para Matar ehh?

Oscar Wilde

El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida.
Hablan mucho de la belleza de la certidumbre como si ignorasen la belleza sutil de la duda. Creer es muy monótono; la duda es apasionante.

Adoro los placeres sencillos; son el último refugio de los hombres complicados...

jueves, 17 de febrero de 2011

¿Sabes cuánto vales en realidad?

Alfredo, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café.
Deprimido descargó en ella sus angustias...que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación...todo parecía estar mal en su vida.

Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 dólares y le dijo:
- Alfredo, quieres este billete ?
Alfredo, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Claro Marisa...son 50 dólares, quién no los querría ?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo. Mostrando la estrujada pelotita verde a Alfredo volvió a preguntarle:
- Y ahora igual lo quieres ?
- Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 dólares, claro que los tomaré si me lo entregas.
Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
- Lo sigues queriendo ?
- Mira Marisa, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete de 50 dólares y mientras no lo rompas conserva su valor...

- Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido...lo que debes preguntarte es CUANTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
Alfredo se quedó mirando a Marisa sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.
Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
- Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...pero me debes un billete NUEVO de 50 dólares para poder usar con el próximo amigo que lo necesite !!
Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente MERECEMOS MAS y que PODEMOS CONSEGUIRLO si nos lo proponemos ? Claro que el mero propósito no alcanza...se requiere de la ACCIÓN para lograr los beneficios. Yo sé que se puede y que existen innumerables caminos para conseguirlo.

http://www.enplenitud.com.ar

miércoles, 16 de febrero de 2011

"El Amor a su Tiempo"

Si tú te encuentras enamorado de una persona, que no está enamorada de ti ..... no te reproches nada a ti mismo. No hay nada de malo contigo, sino que el amor no eligió descansar en el corazón de la otra persona.

Si encuentras a alguien que está enamorado de ti, y tú no lo amas, siéntete honrado de que el amor vino, y tocó a su puerta, pero dulcemente rechaza el regalo que no puedes devolver.

Si, tú te enamoras de alguien, y está persona se enamora de ti también, y el amor elige irse, no intentes reclamarlo ó culparlo. ¡Déjalo ir!. Hay una razón poderosa y un significado.

Todo lo que puedes hacer realmente es aceptarlo de buen grado, por todo su misterio. Cuando entre a tu vida, siente como él te va llenando hasta derramarse totalmente, y entonces encuentra la manera de compartirlo con la otra persona.

Dalo a la persona que lo hizo nacer en tu vida.

Dalo a otros que sean pobres de espíritu.

Dalo alrededor del mundo, en todas las formas que puedas ó conozcas.

Es entonces que muchos que aman comenten un error, porque habiendo estado mucho tiempo sin amar, entienden el amor profundo como únicamente una necesidad del momento.

Ellos ven sus corazones como un lugar vacío, que necesita urgentemente ser llenado con el amor, y empiezan a ver el amor como si fuera algo que fluye internamente para ellos, en lugar de fluir desde ellos hacía los demás.

¡Acuérdate de eso!, y manténlo en tu corazón: el amor tiene su propio tiempo, sus propias estaciones, y sus propias razones para ir y venir.

Tú no lo puedes sobornar, coaccionar, motivar ó insistir para que se quede permanentemente dentro de ti.

Tú sólo puedes abrazarlo cuando el llega sorpresivamente, y puedes entonces repartirlo con los otros cuando el venga hasta ti.

Pero, si él elige dejar tu corazón en cualquier momento, ó el corazón de aquel a quien tú amas, no hay nada que puedas hacer al respecto, y no hay nada que debas hacer en ese momento.

El amor es, y siempre será un misterio, un enigma. Alégrate de que él haya entrado a tu vida plácidamente en algún momento de la vida.

Si tú mantienes tu corazón abierto al amor, el amor vendrá de nuevo a tí, en cualquier momento ó lugar.

¡RECUERDA QUE TÚ NO ELIGES AL AMOR!

¡EL AMOR TE ELIGE A TÍ!


Bon Jovi - Open All Night (Rare Box Set Version)

lunes, 7 de febrero de 2011

Como los Bueyes

Ser bueno, en mi sentir, es lo más llano
y concilia deber, altruismo y gusto:
con el que pasa lejos, casi adusto,
con el que viene a mi, tierno y humano.
Hallo razón al triste y al insano,
mal que reviente mi pensar robusto;
y en vez de andar buscando lo más justo
hago yunta con otro y soy su hermano.
Sin meterme a Moisés de nuevas leyes,
doy al que pide pan, pan y puchero;
y el honor de salvar al mundo entero
se lo dejo a los genios y a los reyes:
Hago, vuelvo a decir, como los bueyes,
mutualidad de yunta y compañero.

ALMAFUERTE

jueves, 3 de febrero de 2011

La lógica de Einstein

Dos niños patinaban en un lago congelado de Alemania.

Era una tarde nublada y fría. Los niños jugaban despreocupados.

De repente, el hielo se quebró y uno de los niños se cayó, quedando preso en la grieta del hielo.

El otro, viendo su amigo preso y congelándose, tiró un patín y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas hasta, por fin, conseguir quebrarlo y libertar al amigo.

Cuando los bomberos llegaron y vieron lo que había pasado, preguntaron al niño: - ¿Cómo conseguiste hacer eso? ¡Es imposible que consiguieras partir el hielo, siendo tan pequeño y con tan pocas fuerzas!


En ese momento, el genio Albert Einstein, que pasaba por allí, comentó: - Yo sé cómo lo hizo.

- ¿Cómo? – Le preguntaron.

“Es sencillo, respondió Einstein, no había nadie para decirle que no era capaz”.

El reposo del guerrero

Kamikaze

martes, 1 de febrero de 2011

El cumpleaños de la marmota

La señora marmota es perezosa y muy lenta. Para su cumpleaños sus amigos el conejito Pedro, la ratita Tina y la osita Lulú le organizaron una pequeña fiestecita en el claro del bosque cerca del árbol del señor búho.
Le prepararon un gran pastel de chocolate con relleno de fresa y lo adornaron con diez velitas de colores.
La fiesta empezó por la tarde, la señora Marmota se acercó al pastel y empezó a soplar.
Dos horas después no había apagado más que dos velitas de colores.
Los invitados esperaban impacientes, y los pequeños se quedaron dormidos.
Ya casi era media noche cuando apago la quinta vela.
El señor Búho era el único que aun tenia lo ojos abiertos…
Cuando el sol empezó a alumbrar el claro del bosque, los invitados estaban profundamente dormidos. La señora Marmota y el señor Búho compartían el gran pastel de chocolate y relamían de gusto y sabroso que estaba dicho pastel.
-¡Que estupenda fiesta y delicioso pastel!- exclamo la Marmota.
El señor Jabalí se despertó gruñendo y observo a los dos glotones.
-Querida Marmota –dijo-, te deseo que vivas mucho, pero mucho tiempo.
Pero… ¿Cuánto durara la fiesta el día que cumplas cien años?

Darseth Ricalde