domingo, 31 de mayo de 2015

La terrible sinceridad. Roberto Arlt

Don Segundo Sombra – Parte 3

A medianoche vinieron bandejas con refrescos para las señoras. También se sirvió licor y algunas sangrías. Alfajores, bollos, tortas fritas y empanadas fueron traídos en canastas de mimbre claro. Y las que querían cenar algún plato de carne asada, salían hacia la carpa. 

Los hombres, por su lado, se acercaban al despacho de los frascos, que hoy habíamos contemplado con Pedro, y allí hacían gasto de ginebra, anís Carabanchel y caña de durazno o guindado. 
Desde ese momento se estableció una corriente de idas y vueltas entre las carpas y el salón, animado por un renuevo de alegría. 
El acordeonista fue reemplazado por otro más vivaracho, bajo cuyos dedos las polcas y las mazurcas saltaban entre escalas, trinos y firuletes. 

Ya las bromas se daban a voz alta y las muchachas reían olvidando su exagerada tiesura. 
Saqué como cuatro veces a mi niña de punzó y, al compás de las guitarras, empecé a decirle floridas galanterías que aceptaba con gustosos sonrojos. 

En los intervalos volvía hacia mi lugar, al lado de Pedro Barrales, que me divertía con sus comentarios. 
-Sos sonso -le decía-, estás sumido y triste como lechón que se ha dejao quitar la teta. 
-No ves que soy loco como vos, para andar pataleando sobre las baldosas. 
-¿Loco? 
-¡Si te hirve el agua en la cabeza! 
Y como yo me fingiera resentido, tomábame del brazo para consolarme con afectuoso acento: 
-No te me enojéh'ermanito. Sos como la cañada'e la Cruz: tenés tus retazos malos y tus retazos güenos. 
-Válganme los güenos -concluía yo, volviendo a mi fandango. 
Sin embargo, la animación crecía y éranos casi necesario un apuro de ritmos, cuando el bastonero golpeó las manos: 
-¡Vamoh'a ver, un gato bien cantadito y bailarines que sepan floriarse! 
El acordeonista dio sitio al guitarrero que iba a cantar. 
Los cuatro bailarines se colocaron cerca de los músicos. Las mujeres miraban al suelo mientras los hombres requintaban el ala de sus chambergos. 

Empezaron a rasguear los mozos de las guitarras. Las manos de muñecas flojas pasaban sobre el encordado, con acompasado vaivén, y un golpe más fuerte marcaba el acento, cortando como un tajo el borrón rítmico del rasguido. 
El latigazo intermitente del acento iba irradiando valentías de tambor en el ambiente. Los bailarines, de pie, esperaban que aquello se hiciera alma en los descansados músculos de sus paletas bravías, en la lisura de sus hombros lentos, en las largas fibras de sus tendones potentes. 

Gradualmente, la sala iba embebiéndose de aquella música. Estaban como curadas las paredes blancas que encerraban el tumulto. 
La puerta pegaba con energía sus cuatro golpes rígidos en el muro, abriéndolo a la noche hecha de infinito y de astros, sobre el campo que nada quería saber fuera de su reposo. Los candiles temblaban como viejas. Las baldosas preparaban sonido bajo los pies de los zapateadores. Todo se había plegado al macho imperio del rasguido. 
Y el cantor expresó ternuras en tensas notas: 


                                   "Sólo una escalerita de amor me falta, 
                                   sólo una escalerita de amor me falta, 
                                   para llegar al cielo, mi vida, de tu garganta." 


Las dos mujeres, los dos hombres, dieron comienzo a la danza. 
Los hombres caminaban con ágiles galanteos de gallo que arrastra el ala. 

Las mujeres tomaron la delantera en el círculo descrito y miraban coqueteando por sobre el hombro. 

sábado, 30 de mayo de 2015

Micrófonos - Parte 3

[19] El sitio adecuado


Los modos (que determinan cómo interactúa, se refleja y se absorbe el sonido dentro de una sala) modificarán la respuesta de un micrófono en distintas posiciones de cualquier recinto –menos en una cámara anecoica–. La experimentación es la clave para obtener los mejores resultados.

[20] El equilibrio justo


La combinación de los modos de la sala, las características del micro, la distancia y el ángulo respecto a la fuente, determina el equilibrio global de frecuencias de la señal. Los ajustes de tipo y posición del micro marcan más diferencias que un ecualizador –aplícalo después, con la fase más controlada.

[21] Reflexiones


Si utilizas pantallas o mamparas de separación, deja cierto espacio alrededor del micro para que las reflexiones de las pantallas consigan difundirse un poco y distribuyan su energía antes de llegar al micro. De lo contrario, es posible que surjan molestos problemas de fase.

[22] En estéreo


La configuración de micros estéreo que permite ajustar mejor la amplitud más adelante es el par mid-side, formado por un micro unidireccional (mid) frontal a la fuente y otro lateral en figura-de-ocho (side). Los diafragmas deberían estar colocados de tal forma que queden alineados en el centro del eje vertical.

[23] Captación de 360º


Un par Blumlein (que recibe su nombre de Alan Blumlein, el inventor del estéreo), permite convertir una captación completa de 360º a estéreo. Se consigue con dos micros de figura-de-ocho perpendiculares, con sus diafragmas alineados en el centro del eje vertical. La fuente quedaría a medio camino entre los dos micros (45º desde cada uno), cuyas posiciones de panorama en la mezcla deberían ser idénticas para reproducir con fidelidad el sonido. El resultado es un sonido estereofónico muy agradable.

[24] Cardioides


El patrón estéreo ORTF utiliza dos micros unidireccionales (cardioides) a 110º, con los diafragmas separados 17cm para imitar una cabeza humana. El empleo de micros cardioides también limita fugas de otras reverberaciones.

[25] Secciones estéreo


Para crear una imagen estéreo por “secciones” utiliza una configuración estéreo (ORTF, Blumlein, mid-side, par coincidente o dos omnis espaciados), y registra varias tomas mientras mueves la fuente de izquierda a derecha. El ambiente de la sala crecerá a cada toma, mientras que la relación de fase entre los dos micros añadirá más profundidad y anchura que las tomas mono panoramizadas.

Como siempre decimos, estos trucos sólo son un punto de partida para tu experimentación.



Micrófonos - Parte 2


[09] En grupo


Agrupa varias fuentes por un solo micro y evitarás problemas de fase provocados por varios micrófonos. Además, tendrás un sonido más compacto, porque el micro aplicará sus características a toda la “sección”. Por ejemplo, varios coristas en torno a un solo micro omnidireccional, o saxofones a cada lado de un micro en figura-de-ocho.


[10] Bajo presión



Por norma general, doblar o dividir entre dos la distancia entre el micro y la fuente dividirá o doblará el nivel de presión sonora (SPL).

[11] Realce de graves



El efecto de proximidad (el aumento de presencia en graves cuando el micro se acerca a la fuente) ayuda a modelar un sonido antes de ecualizarlo. Las cajas, voces y amplis de guitarra agradecen un leve realce en bajas frecuencias al acercar el micro, pero no te pases o enturbiarás el sonido.

[12] El ángulo adecuado



La inclinación del micro respecto a la fuente tiene efectos dramáticos sobre su respuesta frente a los transitorios. Un micro perpendicular a la fuente captará los transitorios más intensos porque recibe toda la fuerza de la onda frontal. La distancia también es un factor importante, porque los transitorios pierden fuerza frente a las reflexiones a mayores distancias.

[13] Zumbidos



No temas a los pequeños zumbidos. A elevadas ganancias del previo es posible escuchar el propio ruido de bastantes micros. Si forma parte de una mezcla más amplia, no tiene por qué ser malo; el oído humano está acostumbrado a un poco de ruido –y además le gusta.

[14] Cuida las relaciones



Si vas a emplear varios micros, comprueba sus relaciones de fase cuando panoramices los canales al centro o los sumes en mono. Los sonidos de tipo “tubo” y los cortes apreciables en ciertas frecuencias indican una relación desfasada.



[15] Polarizado



Aprovecha el patrón polar de tu micrófono. Colócalo de tal forma que las fuentes no deseadas queden alineadas con la parte menos sensible del patrón de captación polar: 180º para cardioide, unos 120 y 240º para hipercardioide, 90 y 270º para la figura-de-ocho.

[16] Atmósferas



No elimines porque sí el ambiente de la sala. Las fuentes de contenido ambiental resultan más agradables al oído, y además evitan la necesidad de aplicar reverb artificial al sonido para que funcione en la mezcla. Aprovecha la acústica de la sala y cáptala con patrones no cardioides.

[17] Acústica…



Si la sala donde grabas tiene una acústica buena o interesante, utiliza un par de micros ambientales que apunten hacia una pared –no directos a la fuente. Así capturarán las reflexiones primarias, que son vitales para nuestra percepción espacial.


[18] Añade profundidad



Para aumentar la sensación espacial, coloca un micro direccional cerca de la fuente y un micro omnidireccional alejado (o en figura-de-ocho). Panoramiza los sonidos de ambos micros en sentidos opuestos para aumentar la profundidad y la imagen estéreo.

viernes, 29 de mayo de 2015

Micrófonos - Parte 1



Aunque no tengas tantos micrófonos como en un gran estudio, resulta fundamental que elijas el modelo adecuado. Y también es vital que conozcas a fondo tu micrófono si deseas obtener los mejores resultados. Utiliza estos trucos y consejos para escoger el micro idóneo en cada situación y sacarle el máximo partido posible…

TÉCNICAS GENERALES


[1] La fuente sonora

Comprueba que la fuente tiene el mejor sonido posible antes de colocar el micrófono. Si el sonido original es mediocre, sonará mal incluso con los mejores micros del mundo. Mueve la fuente por la sala para encontrar su posición ideal.


[02] Escucha y detecta…

… dónde suena mejor un micrófono. Esto tiene especial utilidad con la batería –es posible que el sonido de la sala sea mucho mejor que el de cualquier micro cercano.


[03] Posiciones alternativas

Por muy bien que suene, no te conformes con la primera posición de micro que ajustes.


[04] Busca y compara

Para realizar comparaciones directas A/B, prueba distintas combinaciones de micros con la misma fuente, pero vigila las posibles diferencias de fase.


[05] Micros en vídeo

Grábate con una cámara y fíjate en el tipo de micro, su posición y su distancia a la fuente como referencia posterior cuando desees doblar, mezclar o corregir una parte.


[06] Bajas frecuencias

Los filtros paso-alto (que suelen cortar en torno a 100Hz) son muy útiles para grabar fuentes con poca información en bajas frecuencias. Si eliminas graves no deseados cuanto antes, mejorarás el rendimiento de previos, ecualizadores y procesadores dinámicos, así como la claridad de la mezcla.


[07] Elige bien tu previo

Si tienes más de un previo de micro, prueba el mismo micrófono y la misma fuente con cada uno de ellos, ya que producirán respuestas muy diferentes (tanto en transitorios como en frecuencia). Una sutil diferencia en la impedancia y la topología del previo (válvulas, transistores, con/ sin transformadores), cambiará sobremanera la respuesta percibida de un micro –sobre todo a frecuencias extremas.



[08] Evita la distorsión

Escucha con atención el micro para detectar posibles distorsiones y recortes, en especial con fuentes que generen picos muy estrechos. La comparación directa con otro micro identificará posibles características problemáticas.

jueves, 28 de mayo de 2015

Cien sonetos de amor I

Soneto I 

Matilde, nombre de planta o piedra o vino, 
de lo que nace de la tierra y dura, 
palabra en cuyo crecimiento amanece, 
en cuyo estío estalla la luz de los limones. 
En ese nombre corren navíos de madera 
rodeados por enjambres de fuego azul marino, 
y esas letras son el agua de un río 
que desemboca en mi corazón calcinado. 
Oh nombre descubierto bajo una enredadera 
como la puerta de un túnel desconocido 
que comunica con la fragancia del mundo! 
Oh invádeme con tu boca abrasadora, 
indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos, 
pero en tu nombre déjame navegar y dormir.


Pablo Neruda

sábado, 23 de mayo de 2015

No me importa



"Me da igual lo que hagan conmigo cuando muera; pueden quemarme, pueden hacerme rebanadas, pueden dar mis pelotas a la ciencia, no me importa." 

jueves, 21 de mayo de 2015

Los Siete Locos y Los Lanzallamas - Capítulo 1: La sorpresa





De martes a viernes a las 22.30, la TV Pública presenta una serie de ficción basada en las novelas de Roberto Arlt. Un trabajo colectivo de la TV Pública junto a Biblioteca Nacional y Nombre Productora, con la adaptación del gran escritor Ricardo Piglia. Dirigida por Fernando Spiner y Ana Piterbarg, la serie está compuesta de treinta capítulos protagonizados por Diego Velázquez, Carlos Belloso, Daniel Fanego, Daniel Hendler, Belén Blanco, Julieta Zylberberg, Fabio Alberti, Pablo Cedrón, Marcelo Subiotto, Pompeyo Audivert, Claudio Rissi, Martín Slipak, Moro Anghileri y Luis Ziembrowski.

Don Segundo Sombra - Parte 4



Desde la cocina entreveíamos el galpón, al que iban llegando como avanzadas de fiesta algunos charrés y gente de a caballo. Adivinábamos risas de mujeres en los carruajes y poco a poco la cocina fue llenándose de paisanos que saludaban, alegres o taimados. 
Ya la gente se había amontonado por demás y salimos con Pedro a curiosear lo que sucedía en el salón del baile. 
Intimidados, a pesar de nuestros alardes, nos asomamos al recinto antes lleno de bolsas, maquinarias y cueros, entonces preparado con ostentación de lámparas, velas, candiles y banderitas, a contener la alegría de un centenar de parejas. 
El centro despejado y limpio, asustaba y atraía como un remanso. En las sillas que formaban cuadros, apoyadas contra la pared, había mujeres de todas las edades, algunas con chicos en las faldas, los que asustados miraban con grandes ojos, o cansados dormían sin reparar en conversaciones, ni luces, ni colores. 
Las mujeres, según la edad, vestían ropas oscuras o claras faldas floreadas. Algunas llevaban pañuelo en el pescuezo, otras en la cabeza. Todas parecían recogidas en una meditación mística, como si esperaran el advenimiento de un milagro o la entrada de algún entierro. Pedro me golpeaba disimuladamente el muslo con el puño: 
-Vamoh'ermanito, que aurita dentra el finao. 
Del galpón nos dirigimos a una carpa improvisada con las lonas de las parvas, donde nos tentó una hilera de botellas y misteriosas canastas, tapadas con coloreados pañuelos, que según nuestros cálculos debían esconder alfajores, pasteles, empanadas y tortas fritas. 
Pedro interpeló al muchacho, que se aburría entre tanta golosina con ojos hinchados de sueño: 
-Pase un frasco, compañero, que se van a redamar de llenos y nosotros estamos vacidos. 
-¿No serán ustedes los llenos? 
-De viento, puede ser. 
-Y de intenciones. 
-No sé mamarme con eso, mozo. 
-Ni quiere tampoco el patrón que naides se mame. 
-¿Y los pasteles? 
-Después que se hayan servido las señoras y las mozas. 
-Jue'pucha -concluyó Pedro-, usté nos ha resultao un chancho que no da tocino. 
El guardián de las golosinas y los licores se rió, y nos volvimos con propósito de asearnos un poco, porque ya los guitarreros y acordeonistas preludiaban y no queríamos perder el baile. 




Ricardo Güiraldes (1886-1927)
Fuente: Segunda edición, San Antonio de Areco, Proa, 1926.

http://www.biblioteca.clarin.com/pbda/novela/segundo_sombra/segundo_10.htm

Don Segundo Sombra - Parte 3




Mi fantasía empezó a trabajar, animada por una fuerza nueva, y mi pensamiento mezcló una alegría a las vastas meditaciones nacidas de la pampa. 
A esa altura de mis mecedoras evocaciones, el bayo Comadreja dio una espantada que casi me quita el maneador de entre las manos. 
Siguiendo su mirada vi en la orilla opuesta del río asomar la socarrona cabecita de un zorro. 
Me dio vergüenza, como si hubiera burla en la atención de aquel bicho astuto. 
Me levanté, tosí, acomodé las jergas del recado, enriendé el caballo y una vez montado emprendí el retorno a las casas. 
Saliendo de las barrancas, vi tendido delante mío un vasto potrero y a lo lejos divisé el monte. 
La estancia era grande y bien poblada. Diez leguas, ocho puestos, monte grande, con calles cuidadas, galpones; casa lujosa y un jardín de flores como nunca antes vi. Habíamos changado en unos trabajos de aparte, y ese día de Navidad el patrón daba un gran baile para mensuales, puesteros y algunos conocidos del campo. 
A la mañana había yo ayudado a limpiar y adornar el galpón de esquila, que quedó emperifollado como una iglesia, y mientras volvía, que era para la oración, prometíme una buena noche de parranda como no se presenta en muchas ocasiones. Además, allí, en un puesto medio perdido en los juncales de un bajo, había conocido una mocita con más coqueterías que un jilguero. No sería mal arrimar un poquito de leña a ese fuego. 
Entre tanto, mi bayo iba pisando con desconfianza entre matas de paja colorada y esparto. A mis espaldas quedaba la laguna cubierta por la bruma de un griterío confuso y ya tímido. Entré a una calle del monte. Los troncos vibraban aún de luz. Me encontré de improviso con otro jinete ante cuya semblanza mis ojos dudaron un momento. 
-¿Sos vos Pedro? 
-Barrales de apelativo. Yo mesmo soy. He sabido que andabas por acá y he venido a toparte solo pa que me contés de tu vida. 
-Y es claro que vos no más habías sido. Con razón cuando te vide las viruelas me dije: Esa es cara con hocico. 
-¿Y yo, hermanito? ¡Si te habré extrañao! ¿Creerás que dende que no te veo no puedo miar? 
Con qué gusto encontraba a mi bueno y viejo compañero del primer arreo, cuya alegría dicharachera había dejado en mi memoria la resonancia de un cencerro. 
Hasta llegar al palenque, me hizo decir cuanto quiso sobre lo sucedido en mi existencia desde que no nos habíamos visto, y comentaba a antojo mis relatos con ingeniosos parangones o burlas simpáticas. Convinimos andar juntos en el baile y comimos codo a codo, en cuclillas, al lado del asador rodeado por unos treinta hombres. 

miércoles, 20 de mayo de 2015

Don Segundo Sombra - Parte 2

También por él supe de la vida, la resistencia y la entereza en la lucha, el fatalismo en aceptar sin rezongos lo sucedido, la fuerza moral ante las aventuras sentimentales, la desconfianza para con las mujeres y la bebida, la prudencia entre los forasteros, la fe en los amigos. 


Y hasta para divertirme tuve en él a un maestro, pues no de otra parte me vinieron mis floreos en la guitarra y mis mudanzas en el zapateo. De su memoria saqué estilos, versadas y bailes de dos, e imitándolo llegué a poder escobillar ungatoo untriunfoy a bailar unahuella o unprado. Coplas y relaciones sobraban en su haber para hacer sonrojar de gusto o de pudor a un centenar de chinas. 

Pero todo eso no era sino un resplandorcito de sus conocimientos y mi admiración tenía donde renovarse a diario. 

¡Cuánto había andado ese hombre! 

En todos los pagos tenía amigos, que lo querían y respetaban, aunque poco tiempo paraba en un punto. Su ascendiente sobre los paisanos era tal que una palabra suya podía arreglar el asunto más embrollado. Su popularidad, empero, lejos de servirle, parecía fatigarlo después de un tiempo. 
-Yo no me puedo quedar mucho en nenguna estancia -decía- porque en seguida estoy queriendo mandar más que los patrones. 
¡Qué caudillo demontonera hubiera sido! 

Pero por sobre todo y contra todo, Don Segundo quería su libertad. Era un espíritu anárquico y solitario, a quien la sociedad continuada de los hombres concluía por infligir un invariable cansancio. 
Como acción, amaba sobre todo el andar perpetuo; como conversación, el soliloquio. 

Llevados por nuestro oficio, habíamos corrido gran parte de la provincia: Ranchos, Matanzas, Pergamino, Rojas, Baradero, Lobos, el Azul, Las Flores, Chascomús, Dolores, el Tuyú, Tapalqué y muchos otros partidos nos vieron pasar cubiertos de tierra o barro, a la cola de un arreo. Conocíamos las estancias de Roca, Anchorena, Paz, Ocampo, Urquiza, los campos de "La Barrancosa", "Las Víboras", "El Flamenco", "El Tordillo", en que ocasionalmente trabajamos, ocupando los intervalos de nuestro oficio. 

Una virtud de mi protector me fue revelada en las tranquilas pláticas de fogón. Don Segundo era un admirable contador de cuentos, y su fama de narrador daba nuevos prestigios a su ya admirada figura. Sus relatos introdujeron un cambio radical en mi vida. Seguía yo de día siendo un paisano corajudo y levantisco, sin temores ante los riesgos del trabajo; pero la noche se poblaba ya para mí de figuras extrañas y una luz mala, una sombra o un grito me traían a la imaginación escenas de embrujados por magias negras o magias blancas. 

Don Segundo Sombra - Parte 1



Capítulo X


Le saqué el freno que recién se estaba acostumbrando a cascar; le aflojé el maneador lo más posible para que bebiera tranquilo. 
El bayo se arrimó al agua, que tocó con cauteloso hocico, y apurado por la sed bebió a sorbos interrumpidos, sin apartar de mí su ojo vivaz. Era un buen pingo arisco aún y lleno de desconfiadas cosquillas. Lo miré con orgullo de dueño y de domador, pues estaba seguro de que pronto sería unchuzo envidiable. Los tragos pasaban con regularidad de pulso por su garguero. Levantó la cabeza, se enjuagó la boca, aflojando los belfos al paso de su larga lengua rosada. De pronto se quedó estirado de atención, las orejas rígidas, esperando la repetición de algún ruido lejano. 
-Comadreja -dije bajo, llamándolo por su nombre. 
El bayo se volvió hacia mí, resopló como inquieto y comenzó a mordisquear la fina gramilla ribereña. Tranquilizado, comió glotonamente, recogiendo entre sus labios movedizos los bocados, que luego arrancaba haciendo crujir los pequeños tallos. 
Mi vista cayó sobre el río, cuya corriente apenas perceptible hacía cerca mío un hoyuelo, como la risa en la mejilla tersa de un niño. 
Así, evoqué un recuerdo que parecía perdido en la aburrida bruma de mi infancia. 
Hacía mucho tiempo, cinco años si mal no recordaba, intenté una recopilación de los insulsos días de mi existencia pueblera, y resolví romperla con un cambio brusco. 
Era a orillas de un caserío, a la vera de un arroyo. A pocos pasos había un puente y hacia el medio del arroyo un remanso en el que solía bañarme. 
¡Qué distintas imágenes surgían de mi nueva situación! Para constatarlo no tenía más que mirar mi indumentaria de gaucho, mi pingo, mi recado. 
Bendito el momento en que a aquel chico se le ocurrió huir de la torpe casa de sus tías. Pero, ¿era mío el mérito? 
Pensé en Don Segundo Sombra, que en su paso por mi pueblo me llevó tras él, como podía haber llevado un abrojo de los cercos prendidos en el chiripá. 
Cinco años habían pasado sin que nos separáramos ni un solo día, durante nuestra penosa vida de reseros. Cinco años de esos hacen de un chico un gaucho, cuando se ha tenido la suerte de vivirlos al lado de un hombre como el que yo llamaba mi padrino. El fue quien me guió pacientemente hacia todos los conocimientos de hombre de pampa. El me enseñó los saberes del resero, las artimañas del domador, el manejo del lazo y las boleadoras, la difícil ciencia de formar un buen caballo para el aparte y las pechadas, el entablar una tropilla y hacerla parar a mano en el campo, hasta poder agarrar los animales donde y como quisiera. Viéndolo me hice listo para la preparación de lonjas y tientos con los que luego hacía mis bozales, riendas, cinchones, encimeras, así como para injerir lazos y colocar argollas y presillas. 
Me volví médico de mi tropilla, bajo su vigilancia, y fui baquiano para curar el mal del vaso dando vuelta la pisada, el moquillo con la medida del perro o labrando un fiador con trozos de un mismo maslo, el mal de orina poniendo sobre los riñones un cataplasma de barro podrido, la renquera de arriba atando una cerda de la cola en la pata sana, los hormigueros con una chaira caliente, los nacidos, cerda brava y otros males, de diferentes modos. 

jueves, 14 de mayo de 2015

Las manos ...y la mente



"A veces me miro mis manos y me doy cuenta que podría haber sido un gran pianista o algo así. Pero, ¿Qué han hecho mis manos?. Rascarme las pelotas, firmar cheques, atar zapatos, tirar de la cadena de los inodoros, etc., etc. He desaprovechado mis manos. Y mi mente." 


martes, 12 de mayo de 2015

Don Segundo Sombra – Parte 5

Mi morochita era indudablemente la prenda más vivaracha de la fiesta y, como ya el amanecer nos sugería un deseo de blando descanso, no dejaba de anegarme en sus ojos chispones y en la risa carnosa de sus labios, dispuestos a la contestación tierna. 

Un poco turbado por mis propios piropos y su consentimiento intenté apartarla, invitándola a tomar un refresco en la carpa. Cuando, con una hábil y costosa maniobra, pude llevarla hasta quedar escondido de la gente por la lona del improvisado boliche, le tomé la mano pretendiendo sin más aviso darle un beso. Luchamos un momento y me sentí rudamente apartado ante su mirada de enojo. 

Volvimos al baile sin que se me ocurriese una artimaña para desagraviarla, y aunque fuera yo a pedirle tres piezas consecutivas negóse con pretextos nimios. 

Rabioso, pensé en el trato benévolo de la de verde. 
Al rato estaba muy bien de relaciones con mi nueva amiga, y hasta me acusaba de haber sido un sonso en desperdiciar mi tiempo con la otra. 

Tiernamente, al concluir una polca, le oprimí los dedos; pero debía estar de mala pata esa noche porque se me cuadró en actitud altanera diciéndome: 
-¿Se ha creído que soy escoba'e barrer sobras? 
Adiós todos mis placeres de la noche. De pronto, la gente que me codeaba empezó a pesarme, como un caballo que lo ha apretado a uno en la rodada. 

Me abrigué en la sociedad de Perico. 
-Ve, ve -me decía éste señalando una pareja de gringos que pasaba bailando a saltos-. ¡Cha que son gauchitos, si van como arrancando clavos con los talones! 
Y al notar mi seriedad, volvió hacia mí sus bromas: 
-No ves que el andar saltando al pedo no lleva a nada güeno. ¿Te han basuriao, hermano? ¡Pobrecito! ¡Si te has quedao con la pontizuela caída! 

Y Pedro aflojaba el labio inferior con expresión que trataba de acercar, lo más posible, a la de un freno con pontezuela. 
De golpe me fui por el día ya alto a tender mi recado y dormir unas horas. 



Ricardo Güiraldes (1886-1927)
Fuente: Segunda edición, San Antonio de Areco, Proa, 1926. 

Don Segundo Sombra – Parte 4


El cuadro dio una vuelta, el cantor continuaba: 


                                   "Vuela la infeliz, vuela, ay que me embarco 
                                   en un barco pequeño, mi vida, pequeño barco." 

Las mujeres tomaron entre sus dedos las faldas, que abrieron en abanico, como queriendo recibir una dádiva o proteger algo. Las sombras llamearon sobre los muros, tocaron el techo, cayeron al suelo como harapos, para ser pisadas por los pasos galanos. Un apuro repentino enojó los cuerpos viriles. Tras el leve siseo de las botas de potro trabajando un escobilleo de preludio, los talones y las plantas traquetearon un ritmo, que multiplicó de impaciencia el amplio acento de las guitarras esmeradas en marcar el compás. Agitábanse como breves aguas los pliegues de los chiripases. Las mudanzas adquirieron solturas de corcovo, comentando en sonantes contrapuntos el decir de los encordados. 
Repetíase el paseo y la zapateada. Un rasgueo sólo batió cuatro compases. Otra vez los pasos largos descansaron el baile. Volvieron a sonar talones y espuelas en una escasa sobra de agitación. Las faldas femeninas se abrieron, más suntuosas, y el percal lució como pequeños campos de trébol florido, la fina tonalidad de su lujo agreste. 
Murió el baile sobre un punto final, marcado y duro. 
Algunas mujeres hacían muecas de desagrado ante las danzas paisanas, que querían ignorar; pero una alegría involuntaria era dueña de todos nosotros, pues sentíamos que aquélla era la mímica de nuestros amores y contentos. 
A mi vez fui parte del cuadro con Don Segundo y mi elegida. Era un gato con relación. 
Cuando quedamos aislados en el silencio, deletrié claramente mis versos: 


                                   "Para venir a este baile puse un lucero de guía, 
                                   porque supe que aquí estaba la prenda que yo quería." 

Por la derecha dimos una vuelta y zapateamos una mudanza. Quieto esperé la respuesta, que vino sin tardar: 


                                   "De amores me estás hablando, yo de amores nada sé. 
                                   Pero si en amor sos sabio, se me hace que aprenderé." 

A su vez tocó el turno a Don Segundo, que avanzó hacia su compañera retándola con firme voz de amenaza: 


                                   "Una, dos, tres, cuatro. 
                                   Si no me querés me mato." 

Concluida la vuelta, contestó con gran indiferencia y encogiéndose de hombros la voluminosa Doña Encarnación: 


                                   "Una, dos, tres. 
                                   Matate si querés." 

Entre burlas y galanteos siguió el juego de los versos. 
Bailamos un triunfo y un prado y enardecidos nos entreveramos cada vez más con mi morocha, lanzándonos palabras que por ir en rima nos parecían disimuladas. 
Una muchacha cantó. Un hombre tenía que contestar con una relación, porque era de uso. Pero ¿quién se atreve a declamar una versada jocosa, paseando de una punta del salón a la otra ante el silencio de los demás? 
Don Segundo quedó de pronto en el centro de la rueda. 
La curiosidad volvía mudos a los mirones. Mi padrino se quitó el chambergo y pasó el antebrazo por la frente, en señal de trabajoso pensamiento. Por fin, pareciendo haber encontrado inspiración, echó una mirada circular y prorrumpió con voz fuerte: 


                                   "Yo soy un carnero viejo de la majada'e San Blas." 
Dio una vuelta como prestándose a la observación: 


                                   "Ya me han visto por delante..." 
Y tomando dirección lentamente hacia la puerta de salida concluyó con desgano: 



                                   "...ahora mirenmé de atrás." 

Don Segundo Sombra – Parte 2

Sólo los alocados surtían el grito necesario de toda emoción. 

Yo me enervaba al lado de Perico, sorprendido como en una iglesia. Peleaban en mí los deseos de sacar a mi mocita de punzó y la vergüenza. Calló un intervalo el acordeón monótono. El bastonero golpeó las manos: 
-¡La polca'e la silla! 

Un comedido trajo el mueble que quedó desairado en medio del aposento. El patrón inició la pieza con una chinita de verde, que luego de dar dos vueltas, envanecida, fue sentada en la silla, donde quedó en postura de retrato. 
-¡Qué cotorra pa mi jaula! -decía Pedro; pero yo estaba, como todos, atento a lo que iba a suceder. 
-¡Feliciano Gómez! 
Un paisano grande quería disparar, mientras lo echaban al medio donde quedó como borrego que ha perdido el rumbo de un golpe. 
-Déjenlo que mire p'al siñuelo -gritaba Pedro. 

El mozo hacía lo posible por seguir la jarana, aunque se adivinara en él la turbación del buen hombre tranquilo nunca puesto en evidencia. Por fin tomó coraje y dio seis trancos que lo enfrentaron a la mocita de verde. Fue mirado insolentemente de pies a cabeza por la moza, que luego dio vuelta con silla, dejándolo a su espalda. 
El hombre se dirigió al patrón con reproche: 
-También, señor, a una madrinita como ésta no se le acollara mancarrón tan fiero. 
-¡Don Fabián Luna! 
Un viejo de barba larga y piernas chuecas, se acercó con desenvoltura para sufrir el mismo desaire. 
-Cuando no es fiero es viejo -comentó con buen humor. Y soltó una carcajada como para espantar todos los patos de una laguna. 
El patrón se fingía acobardado. 
-Alguno mejor parecido y más mozo, pues -aconsejaba Don Fabián. 
-Eso es; nómbrelo usted. 
-Tal vez el reserito ... 

No oí más y me sentí como potro sobre un maneador seguro, pero estaba contra la pared y no pude bandearla para encontrar la noche, en que hubiera deseado perderme. 

La atención general me hizo recordar mi audacia de chico pueblero. Con paso firme me acerqué, levanté el chambergo sobre la frente, crucé los brazos y quebré la cadera. 
La muchacha pretendió intimidarme con su ya repetida maniobra. 
-Cuanti más me mire -le dije- más seguro que me compra. 
Seguidamente salimos a dar, bailando, nuestras dos reglamentarias vueltas, orillando la hilera de mirones. 
-¿Qué gusto tendrán los norteros? -dijo como para sí la moza al dejarme en la silla. 
-A la derecha usamos los chambergos -comenté a manera de indicación. 
A la derecha dio ella tres pasos, volviendo a quedar indecisa. 
-Po'l lao del lazo se desmontan los naciones -insistí. 
Y viendo que mis señas no eran suficientemente precisas, recité el versito: 


                                   "El color de mi querida es más blanco que cuajada, 
                                   pero endiciéndole envido se pone muy colorada." 


Esta vez fui entendido y tuve el premio de mi desfachatez cuando salí con mi morochita dando vueltas, no sé si al compás. 

lunes, 11 de mayo de 2015

Don Segundo Sombra – Parte 1


  
Capítulo XI


En el camino de luz proyectado por la puerta hacia la noche, los hombres se apiñaban como queresas en un tajo. Pedro me echaba por delante y entramos; pero mis pobres ropas de resero me restaban aplomo, de modo que nos acoquinamos a la orillita de la entrada. 
Las muchachas, modestamente recogidas en actitud de pudor, eran tentadoras como las frutas maduras que esperan en traje llamativo quien las tome para gozarlas. 
Corrí mi vista sobre ellas, como se corre la mano sobre un juego de bombas trenzadas. De a una pasaron bajo mi curiosidad sin retenerla. 
De pronto vi a mi mocita, vestida de punzó, con pañuelo celeste al cuello, y me pareció que toda su coquetería era para mí solo. 
Un acordeón y dos guitarras iniciaron una polca. Nadie se movía. 
Sufría la ilusión de que toda la paisanada no tenía más razón de ser que la de sus manos, inhábiles en el ocio. Eran aquéllas unos bultos pesados y fuertes, que las mujeres dejaban muertos sobre las faldas y que los hombres llevaban colgados de los brazos como un estorbo. 
En eso, todos los rostros se volvieron hacia la puerta, al modo de un trigal que se arquea mirando viento abajo. 
El patrón, hombre fornido, de barba tordilla, nos daba las buenas noches con sonrisa socarrona: 
-¡A ver, muchachos, a bailar y divertirse como Dios manda! Vos Remigio y vos Pancho; usted Don Primitivo y los otros: Felisario, Sofanor, Ramón, Telmo..., síganme y vamos sacando compañeras. 
Un momento nos sentimos empujados de todas partes y tuvimos que hacer cancha a los nombrados. Bajo la voz neta de un hombre, los demás se sintieron unidos como para una carga. Y en verdad que no era poca hazaña tomar a una mujer de la cintura, para aquella gente que sola, en familia o con algún compañero, vivía la mayor parte del tiempo separada de todo trato humano por varias leguas. 
Un tropel se formó en el centro del salón, remolineó inquieto, se desparramó hacia las sillas estorbándose como hacienda sedienta en una aguada. 
Cada hombre dobló su importancia con la de la elegida. Arrancó el acordeonista a tocar un vals rápido. 
-¡A bailar por la derecha y sin encontrones! - gritó con autoridad el bastonero. Y las parejas tomadas de lejos, los pies cercanos, el busto echado para atrás, como marcando su voluntad de evitarse, empezaron a girar desafiando el cansancio y el mareo. 
Había comenzado la fiesta. Tras el vals tocaron una mazurca. Los mozos, los viejos, los chicos, bailaban seriamente, sin que una mueca delatara su contento. Se gozaba con un poco de asombro, y el estar así, en contacto con los géneros femeniles, el sentir bajo la mano algún corsé de rigidez arcaica o la carne suave y ser uno en movimiento con una moza turbada, no eran motivos para reír. 

Bukowski - Born Into This (Subtitulos Español)

domingo, 10 de mayo de 2015

Cruce de caminos



Recorriendo las páginas de la historia, desde una óptica negativa, podemos comprender que en el mundo siempre ha habido guerras, miseria, pestes y crueldades del hombre con el hombre. Y que en todos los tiempos, ha habido personas anunciando el fin o proclamando la llegada de tiempos de crisis imposibles de superar.
Érase una vez, un hombre que vivía muy cerca de un importante cruce de caminos.
Todos los días, a primera hora de la mañana, llegaba hasta allí donde instalaba un puesto rodante en cual vendía bocadillos que él mismo horneaba.
Era sordo, por lo tanto no escuchaba la radio, no veía muy bien, entonces ni un sólo día leía diarios. Pero eso sí, vendía exquisitos bocadillos.
Meses después alquiló un terreno, levantó un gran letrero de colores y personalmente pregonaba su mercancía gritando a todo pulmón:
“Compre deliciosos bocadillos calientes”, y la gente compraba cada día más.
Aumentó la compra de insumos, alquiló un terreno más grande y mejor ubicado y sus ventas se incrementaron día a día.
Su fama aumentaba y su trabajo era tanto que decidió buscar a su hijo, un hombre de negocios de una gran ciudad para que lo ayudara el negocio.
Al llamado del padre, su hijo respondió: “¡Pero Papá, no escuchás la radio ni lees los periódicos, ni ves televisión! ¡Este país está atravesando una gran crisis, la situación es muy mala, no podría ser peor!”.
El padre pensó: “Mi hijo trabaja en una gran ciudad, lee los periódicos y escucha la radio, tiene contactos importantes… Debe saber lo que habla…”
Así que revisó sus costos, compró menos pan y disminuyó la compra de cada uno de los ingredientes y dejó de promocionar su producto.
Su fama y sus ventas disminuyeron día a día.
Tiempo después desmontó el letrero y devolvió el terreno.
Aquella mañana llamó a su hijo y le dijo: “Tenías mucha razón, verdaderamente estamos atravesando una gran crisis”.
La historia de la humanidad demuestra que sólo triunfan aquellos que creen poder hacerlo.
Que no hay crisis o profecía alguna que pueda con un hombre que tiene la determinación de triunfar.
Que si enfrentamos la noche pensando en el fracaso, amaneceremos con el temor de fracasar.
El secreto de todo triunfo es creer en uno mismo, respetar nuestra intuición, saber escuchar, estudiar en profundidad cada situación, discernir,
actuar con confianza, certeza y seguridad.
Ser conscientes de que si logramos vencer las dificultades que se nos presentaron ayer, venceremos sin duda las de hoy, y que cuando llegue el momento tan temido, se dará en nosotros la fuerza, la voluntad y el criterio necesario para superar todas las dificultades.




lunes, 4 de mayo de 2015

El ingenio de una hormiga



Hace un tiempo me puse a observar detenidamente la vida de las hormigas, y confieso que quede asombrado al verlas trabajar con tanto orden y empeño. Pero una hormiga en particular atrajo mi atención. Negra y de tamaño mediano, la hormiga llevaba como carga una pajita que era seis veces más larga que ella misma.
Después de avanzar casi un metro con semejante carga, llegó a una especie de grieta, estrecha pero profunda, formada entre dos grandes piedras. Probó cruzar de una manera y de otra, pero todo su esfuerzo fue en vano. Hasta que por fin la hormiguita hizo lo insólito. Con toda habilidad apoyó los extremos de la pajita en un borde y otro de la grieta, y asi se construyó su propio puente, sobre el cual pudo atravesar el abismo. Al llegar al otro lado, tomó nuevamente su carga y continuó su esforzado viaje sin inconvenientes.
La hormiga supo convertir su carga en un puente, y así pudo continuar su viaje. De no haber tenido esa carga, que bien pesada era para ella, no habría podido avanzar en su camino… ¿Captamos la moraleja?
¿Cuántas veces nos quejamos por los problemas, las cargas y las pruebas que debemos soportar? Pero sin darnos cuenta, esas mismas cargas -bien tomadas- pueden convertirse en puentes y peldaños que nos ayudan a triunfar.

Desconozco su autor