sábado, 30 de marzo de 2013

El crimen como una de las bellas artes




Las sociedades tienen ciertas leyes que funcionan de manera explícita o subterránea. A base de estas normas se regulan conductas y se delimitan acciones. Es decir, todo lo que se debe y puede hacer y, por supuesto, todo aquello que está prohibido. Desde el postulado más conocido del antropólogo francés Claude Lévi-Strauss sobre la prohibición del incesto como hecho fundante de la sociedad, hasta el mandato bíblico del “no matarás”, la humanidad se ha dado a sí misma toda una amalgama de reglas para permitir el desarrollo de las relaciones sociales.
“Cedemos en nuestras ansias de destruir físicamente a nuestros rivales y de apoderarnos de la riqueza de los demás, a condición de que se protejan nuestras vidas y nuestros bienes de la violencia y la codicia de los otros. Lo que llamamos cultura es la forma que asume esa transacción que siempre es provisoria, inestable”, comienza por advertir, en el prólogo deArtistas criminales, Marcos Mayer. La violación de las reglas, donde el crimen es un caso paradigmático, está en nuestra naturaleza. “Sin reglas ni lazos sociales, todo sería un festín de sangre y brutalidad”, sostiene luego.
A esta advertencia debemos sumar aquella idea que nos llega desde el reservorio de frases del saber popular: “de poeta y loco, todos tenemos un poco”. Sin dudas, como postula Mayer, “el criminal es una figura que ejerce una rara fascinación”, pero cuando un criminal es además un artista “pareciera haber una conexión diferente entre la vida y el delito cometido, entre el talento y la transgresión de la ley”.
Mayer (periodista, escritor y traductor) sabe que desentrañar esa relación de parentesco entre arte y crimen es un trabajo arduo, por eso el tono elegido es el del biógrafo que no se queda con la historia oficial ni con la más convincente, sino que trata de indagar en los detalles de cada uno de los personajes.
Biografía y ensayo
Una historia puede ser contada de distintas maneras, según dónde se ponga el peso del relato. En Artistas criminales , el estilo oscila entre la biografía y el ensayo, teniendo como método de trabajo una sorprendente minuciosidad en la recopilación de datos. Por ello es que la variedad de artistas no desentona y se suceden con armonía historias tan dispares de poetas, pintores y músicos como Arthur Rimbaud, Caravaggio y el Chango Rodríguez hasta Charles Manson y el Marqués de Sade, con quien comienza el recorrido y a quien el autor no duda en calificar como un “moralista pasado de revoluciones”.
Entre estos personajes emblemáticos se cuelan otros menos conocidos, como el actor cómico estadounidense del cine mudo Roscoe Arbuckle, el pendenciero guitarrista de blues y folk Leadbelly, y el caníbal escritor japonés Issei Sagawa.
Sin dudas, hay historias mejor logradas que otras, quizás por el peso específico de cada personaje retratado, que tienen el mérito nada desdeñable de quedarse en la memoria del lector. Como el caso del poeta Pierre Lacenaire, que luego de varios crímenes murió guillotinado, o del célebre filósofo francés Louis Althusser, capaz de escribir un extenso artículo (“El porvenir es largo”) donde cuenta cómo mató a su esposa.

Genios sin ley

Mayer retoma lo mejor de José Ovejero en La ética de la crueldad (Anagrama, 2012) pero sin limitarse como hace el autor español sólo a escritores, sino ampliando el universo de referencia a todo tipo de artistas, denominados con mucha precisión “genios sin ley”, como lo indica el subtítulo del libro. Por ello, su propuesta es más cercana a La literatura y el mal de George Bataille, dado que encuentra en la maldad su motor narrativo, su leit motiv .
Por momentos, la elasticidad de la escritura da la sensación de estar frente a un texto pensado para ser leído en un programa de radio. De igual manera, su fluidez le asigna un aire de “lectura de playa”. Aún así, Mayer expone un vasto conocimiento sobre arte, tanto al analizar las obras de Caravaggio o Sofía Bassi, como al describir la conflictiva relación de Leadbelly con la música folk americana. La influencia del pintor parricida Richard Dadd en la letra de “The Fairy Feller’s Master-Stroke”, canción que integra el lado B del discoQueen II, o la referencia al clásico beatle “Helter Skelter” por parte de Charles Manson, luego del asesinato de Sharon Tate, esposa del cineasta polaco Roman Polanski.
Como indica el autor, “hay en el crimen un misterio que nos interesa desentrañar y que se resiste a todas las indagaciones”. En el recorrido de estas biografías, Artistas criminalesse propone con éxito acercarse a historias que poco tienen de convencionales. Y sin duda son una puerta posible para entrar en ciertos vericuetos del alma humana que generalmente nos están vedados, pero que seguramente se encuentran en algún lugar de nosotros mismos.


miércoles, 27 de marzo de 2013

Un hombre vulgar


"Negar que he deseado ser querido sería una impostura. Lo he soñado, lo he padecido y lo sufro con agrado. Siempre he deseado que me quisieran, aunque esta aspiración no conduzca jamás a buenos resultados comerciales, ni traiga aparejada un...a libreta de cheques. Pero mi capacidad fraternal es tan sincera, de tan sencilla buena fe, que soy de los que quieren, sin discriminar, a la guía telefónica entera. Quiero a los que me saludan y quiero hasta a los que me estafan (...) Soy un hombre vulgar.

Enrique Santos Discépolo

Aldous Huxley (Película documental)

Aldous Huxley


El secreto de la genialidad es el de conservar el espíritu del niño hasta la vejez, lo cual quiere decir nunca perder el entusiasmo.


El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás.

martes, 26 de marzo de 2013

Peter Singer: “Yo quería un mundo con menos consumismo” - parte 2


-¿La felicidad social es un objetivo de las elites gobernantes?
-Supongo que algunas elites apuntan de forma explícita a la felicidad social. Pero para mí la pregunta más interesante es si la felicidad social debe ser el objetivo explícito de las elites gobernantes. Pienso que la respuesta es que sí, que debe serlo. No puede haber nada más importante que reducir el sufrimiento y aumentar la felicidad. En ese sentido, Bután ha sido un pionero al desarrollar una política de apuntar a la “felicidad nacional bruta” en lugar de “producto nacional bruto”.

-¿La idea de una redistribución de la riqueza que apunta a aliviar la pobreza es una utopía?
-Lo que propongo es que todos los ricos –con lo que me refiero a gente que vive en países industrializados y de clase media o alta– den lo suficiente a organizaciones de lucha contra la pobreza global para que sea posible eliminar la pobreza. Eso no exigiría mucho. Si todos los ricos lo hicieran, supondría donar el dos por ciento de su ingreso, de modo que no es una redistribución radical de la riqueza. Conservarían el 98 por ciento de su ingreso, por lo que no me parece utópico, pero bastaría para mejorar de forma drástica la vida de los pobres. Ahora bien, si en lugar de hacerlo todos los ricos lo hiciera sólo uno de cada veinte, entonces el 2 por ciento del ingreso de esos uno de cada veinte no sería suficiente. Dado que son tan pocos los que aportan, tendrían que dar más del dos por ciento, y estarían en lo cierto. Tendríamos, entonces, que el dos por ciento de los ricos donaría, por ejemplo, entre el 25 y el 50 por ciento de su ingreso. Eso tampoco sería una redistribución radical en un plano nacional, porque el 98 por ciento de los ricos seguiría teniendo el mismo ingreso de siempre. Lo que propongo es una situación en la que todos los ricos del mundo cedan la mayor parte de su riqueza.

-¿Cómo entiende la idea de sacrificio en la lucha contra la pobreza? ¿Cuál es su raíz filosófica?
-No considero que lo que propongo sea un sacrificio, sino un medio para hallar una vida más feliz y satisfactoria. Los únicos que pensarán lo que propongo como un sacrificio son aquellos que consideran que el principal objetivo de la vida es ganar la mayor cantidad de dinero, comprar la mayor cantidad de bienes de consumo posible y dejar a su paso la mayor pila de basura posible.

-¿Por qué es tan difícil poner en práctica la idea de que al renunciar a placeres superficiales se puede aliviar el dolor de otro?
-La verdad es que no lo sé. Parece muy simple. Tal vez porque somos animales gregarios: al ver que la gente que nos rodea ignora el dolor de otras personas lejanas y se permite esos placeres frívolos, hacemos lo mismo. Hacen falta personas de mentalidad independiente para romper el molde.

-¿Uno debería someterse a las necesidades de la comunidad en aras del bien común? ¿Esto afecta al individuo?
-No insto a que la gente se someta a las necesidades de su comunidad. Todo lo contrario. No creo que la gente que vive en Princeton, Nueva Jersey, deba someterse a las necesidades de esa comunidad. La gente que vive ahí no está en la extrema pobreza. Creo que la gente tendría que hacer más por quienes están en la extrema pobreza, y en muchos casos esas personas no son parte de la comunidad propia. Tal vez eso explique por qué en mi propuesta no hay nada que afecte al individuo como tal. Al contrario: insto a la gente a reflexionar sobre la ética y a seguir sus propias elecciones individuales, a diferencia de las que sigue en la actualidad la mayor parte de la gente.

-¿Es posible ser optimista a pesar de la crisis y pensar que de esta situación, que excede lo económico, surgirá lo nuevo?
-La situación económica seguirá fluctuando y afectará tanto a los pobres como a los ricos. Pero lo que me ocupa es algo más amplio, la expansión histórica de nuestra capacidad de proporcionar por lo menos una vida mínimamente digna a todos los habitantes del planeta, y una expansión paralela de nuestra conciencia ética, de modo tal que reconozcamos que quienes tienen la suerte de vivir en un estado de abundancia deben, para vivir de forma ética, ayudar a los que están en el extremo opuesto de la pobreza.

-¿La ética o el sentido común tienen una respuesta a la pregunta de cuánto se debe dar?
-La ética la tiene. Pero el sentido común no la tiene, ya que se desarrolló en un mundo diferente, en el cual no nos era posible ayudar a desconocidos lejanos: no sabíamos nada de ellos y, de haberlo sabido, nada habríamos podido hacer de todos modos.

-¿A qué personajes admira por su lucha por la erradicación de la pobreza?
-Los personajes famosos que más admiro son Bill y Melinda Gates, porque han instrumentado vías para usar su enorme riqueza de forma tal de que haga el mayor bien posible al reducir enfermedades y mejorar la educación y la situación de las mujeres. También alientan a otros multimillonarios a donar más con fines de caridad a través de “La promesa de dar”. También debería agregar que Warren Buffett se ha comprometido ahora a donar casi toda su fortuna a la Fundación Gates. Nadie en la historia de la humanidad ha dado nunca tanto con fines de caridad como los Gates y Buffett.

-¿Sabe si gobernantes, políticos, organizaciones internacionales y personas ricas e influyentes han leído su libro?
-Lo leyeron Bill y Melinda Gates. Lo calificaron de “persuasivo e inspirador”, y mi editorial usa sus palabras en la tapa de la edición estadounidense. Por sugerencia de los Gates mandé cuarenta ejemplares firmados del libro a una reunión de multimillonarios en la que tenían que lanzar la “promesa de dar”. Espero que por lo menos algunos de esos multimillonarios lo lean. También se que lo han leído directores de muchas organizaciones de asistencia como Oxfam, Save the Children, The Hunger Project, The Fistula Foundation y otras.

-¿Le parece que el mundo actual se corresponde con el que usted habría querido vivir en sus años de estudiante?
-No. Yo quería un mundo en el que hubiera menos consumismo y materialismo y más preocupación por los otros y por el medio ambiente. No podía pensar que la desigualdad iba a hacerse aun más aguda de lo que era en mis épocas de estudiante. Por otro lado, desde el fin de la Guerra Fría tenemos menos temor a una aniquilación nuclear que en la década de 1960 y, en líneas generales, el riesgo de una guerra entre dos grandes potencias parece haber declinado. Pero en esa época no tenía conciencia, por supuesto, del peligro del cambio climático, y en ese sentido el mundo está peor ahora de todo lo que pudiera haber imaginado.
POR Hector Pavon


http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Peter-Singer-Salvar-una-vida-terminar-pobreza_0_887911214.html

Peter Singer: “Yo quería un mundo con menos consumismo” - parte 1


El filósofo australiano propone en su libro nuevo un plan para combatir la pobreza basado en la donación universal. En esta conversación explica por qué no es una utopía y cómo hacerlo.

Poner la filosofía al servicio de la comunidad es un desafío que muchos pensadores idealizaron y que muy pocos pudieron llevar al campo de lo real y concreto. El caso singular es el del filósofo australiano Peter Singer que plantea en cada libro o exposición problemas de ética acompañados en cada caso por soluciones (propuestas) prácticas. Así se distingue del clásico filósofo moderno zumbón llamado a señalar los vicios y malos pasos de la sociedad que se retira a seguir buscando las fisuras de un sistema que parece agotado. Singer, defensor del individualismo, se ha ocupado de las desigualdades sociales, la ecología, el maltrato animal, la reproducción asistida, la eutanasia, la tercera edad. Escribió sobre la falta de ética y las contradicciones de los discursos de George W. Bush y diseñó en Etica práctica el manual explicativo de su propuesta de pensamiento acerca de las principales problemáticas de la humanidad.

Ahora llega su libro Salvar una vida. Como terminar con la pobreza, editado por Capital intelectual. Se trata de un planteo simple y sencillo de cómo mejorar la situación de los más desfavorecidos y vulnerables del planeta. Su prestigio ha logrado que algunos líderes mundiales hayan prestado atención a su proyecto que no es nada utópico. Desde Australia cuenta en qué consiste su plan.

-La prosperidad, como idea capitalista, parece una meta inalcanzable dado que siempre se necesita más. ¿Cómo se sobrevive a esa tensión?
-La prosperidad no es un concepto específicamente capitalista. La idea de prosperar es más antigua que el capitalismo moderno. Lo que es capitalista es que la prosperidad consiste en tener cada vez más y más bienes de consumo. Pero no pienso que la mayor parte de la gente, ya sea en las sociedades capitalistas o en otras, crea en realidad que “necesita” cada vez más. La mayoría de la gente sabe qué es lo importante en la vida: una familia afectuosa, amigos, salud, seguridad, sentirse respetado, un nivel razonable de confort y una realización. Sólo unos pocos están atrapados en el ciclo de sentir que necesitan cada vez más, y eso con frecuencia los hace infelices. Por fortuna la mayor parte de la gente es más inteligente.

-¿Piensa que la igualdad de oportunidades existe?
-¡No! Pero eso tampoco es consecuencia del capitalismo. Nunca ha habido igualdad de oportunidades y nunca la habrá, a menos que proporcionemos a todos no sólo igual riqueza, sino también igual educación, igual vivienda, padres igualmente afectuosos y cooperadores y, en última instancia, los mismos genes. En todo caso, es importante entender que Salvar una vida no versa sobre la igualdad, sino sobre la eliminación de la extrema pobreza. Eso es muy diferente, y mucho más alcanzable.

-¿Hay continuidad en este libro con la idea que abordó en “Etica práctica”, de postergar los deseos personales en beneficio de los intereses de la comunidad?
-Sí, la idea central de Salvar una vida ya está presente en un capítulo de Etica práctica, y se remonta a uno de los primeros artículos sobre filosofía que publiqué. Pero no caracterizaría el tema del nuevo libro en términos de “postergar los deseos personales”. Pienso que la mayor parte de la gente es suficientemente generosa y compasiva y que le gustaría hacer algo importante para ayudar a quienes viven en la extrema pobreza. El problema es que no sabe qué hacer o siente que es inútil o demasiado difícil. Lo que sostengo es que hay muchas cosas que podemos hacer y que, si bien en un primer momento podemos pensar que exigen sacrificios, harán que nuestra vida sea más gratificante que antes.

-Hay escenas que se repiten en México, San Pablo o Buenos Aires: asentamientos, villas por un lado; y barrios cerrados por el otro. Pobres de un lado; ricos del otro. ¿Qué queda en el medio?
-Lo que queda, sin duda, no es una buena sociedad. Es una sociedad en la cual los ricos necesitan guardias para sentirse seguros y en la que los pobres no reciben las oportunidades que necesitan para transformar su vida. Estoy convencido de que construir una sociedad mejor es algo que está al alcance de la inteligencia y la buena voluntad humanas, pero el problema es que nadie puede hacerlo por sí solo y que también para el gobierno es muy difícil hacerlo. Por eso tenemos que difundir la idea de que las personas trabajen juntas para cambiar la cultura. Se puede hacer mucho para demostrarle al gobierno que la población, incluida la elite, quiere el cambio, y que un gobierno que sea sincero respecto del cambio encontrará seguidores y voluntarios dispuestos entre la elite.

-Usted sostiene que las razones del auto-interés apoyan la adopción de un punto de vista moral, como la paradoja del hedonismo, que aconseja que la felicidad se encuentra más que se busca, y la mayoría de las personas siente necesidad de relacionarse a algo más grande que sus propias preocupaciones. ¿Cómo se aplica esta idea en la vida diaria?
-Los antiguos griegos conocían esta paradoja. Sabían que si se apunta directamente a la felicidad es improbable que se la encuentre. Si, en cambio, se apunta a algún otro objetivo, ya sea a la creación de arte, a hacer bien el propio trabajo o a servir a la comunidad, es más probable que se halle la felicidad. Una investigación demuestra que la gente que es más generosa tiende a estar más conforme con la vida. Hay pruebas neurológicas que indican que los centros de gratificación del cerebro también se activan como respuesta a actos generosos. Así, al vivir menos para nosotros mismos y más para los otros, nos beneficiamos, así como también beneficiamos a los demás. Esa es la “paradoja”.

http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Peter-Singer-Salvar-una-vida-terminar-pobreza_0_887911214.html

Una mujer y un hombre



Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, en plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre arados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.

Juan Gelman

lunes, 25 de marzo de 2013

Ivan Noble - Voy Al Grano

Voy al grano Aviso y aclaro Gratis depende Nunca barato Soy amigo personal De los idiotas que he sido De lo mucho que he boqueado De lo poco que he mordido A poco de estrenar El cuarto piso de mi vida Me tienen sin cuidado Las certezas, la barriga A algunas cacerías Sigo yendo a curiosear Pero a los peces chicos Ahora los devuelvo al mar Y aquí me siento a ver pasar la parranda De la vida “a capella” De la muerte a la marchante Que pésima memoria tiene la felicidad Que siempre nos da charla Y se va sin saludar Por las dudas aviso y aclaro Antes ladraba Pero hoy voy al grano Antes ladraba   Pero hoy voy al grano Y hablemos del amor Que como dice un vecino Es el más hermoso De los mal entendidos Es jugar ruleta rusa Con seis balas, corazón Sabelo: cinco siempre son para vos Te diría que no tengo Mucho apuro por saber De que demonios hablan Mi espada y mi pared A veces mi cabeza Se va de boca A veces pierdo trenes Pero salvo la ropa El caso es que los años se están apurando Mudamos de planes Cambiamos de barrio Pasamos de largo de ciertas batallas Pero algunos soldados no vuelven a casa Por las dudas aviso y aclaro Antes ladraba Pero hoy voy al grano

martes, 19 de marzo de 2013

Amor



Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.

Pablo Neruda

Bon Jovi - No Apologies


sábado, 16 de marzo de 2013

Platón y las teorías

Teoría de las ideas
En el centro de la filosofía de Platón está su teoría de las formas o de las ideas. En el fondo, su idea del conocimiento, su teoría ética, su psicología, su concepto del Estado y su perspectiva del arte deben ser entendidos desde esta perspectiva.

Teoría del conocimiento

La teoría de las ideas de Platón y su teoría del conocimiento están tan interrelacionadas que deben tratarse juntas. Influido por Sócrates, Platón estaba persuadido de que el conocimiento se puede alcanzar. También estaba convencido de dos características esenciales del conocimiento. Primera, el conocimiento debe ser certero e infalible. Segunda, el conocimiento debe tener como objeto lo que es en verdad real en contraste con lo que lo es sólo en apariencia. Ya que para Platón lo que es real tiene que ser fijo, permanente e inmutable, identificó lo real con la esfera ideal de la existencia en oposición al mundo físico del devenir. Una consecuencia de este planteamiento fue el rechazo de Platón del empirismo, la afirmación de que todo conocimiento se deriva de la experiencia. Pensaba que las proposiciones derivadas de la experiencia tienen, a lo sumo, un grado de probabilidad. No son ciertas. Más aun, los objetos de la experiencia son fenómenos cambiantes del mundo físico, por lo tanto los objetos de la experiencia no son objetos propios del conocimiento. La teoría del conocimiento de Platón se expone en La República, en concreto en su discusión sobre la imagen de la línea divisible y el mito de la caverna. En la primera, Platón distingue entre dos niveles de saber: opinión y conocimiento. Las declaraciones o afirmaciones sobre el mundo físico o visible, incluyendo las observaciones y proposiciones de la ciencia, son sólo opinión. Algunas de estas opiniones están bien fundamentadas y otras no, pero ninguna de ellas cuenta como conocimiento verdadero.

El punto más alto del saber es el conocimiento, porque concierne a la razón en vez de a la experiencia. La razón, utilizada de la forma debida, conduce a ideas que son ciertas y los objetos de esas ideas racionales son los universales verdaderos, las formas eternas o sustancias que constituyen el mundo real.

El mito de la caverna describe a personas encadenadas en la parte más profunda de una caverna. Atados de cara a la pared, su visión está limitada y por lo tanto no pueden distinguir a nadie. Lo único que se ve es la pared de la caverna sobre la que se reflejan modelos o estatuas de animales y objetos que pasan delante de una gran hoguera resplandeciente. Uno de los individuos huye y sale a la luz del día. Con la ayuda del sol, esta persona ve por primera vez el mundo real y regresa a la caverna diciendo que las únicas cosas que han visto hasta ese momento son sombras y apariencias y que el mundo real les espera en el exterior si quieren liberarse de sus ataduras. El mundo de sombras de la caverna simboliza para Platón el mundo físico de las apariencias. La escapada al mundo soleado fuera de la caverna simboliza la transición hacia el mundo real, el universo de la existencia plena y perfecta, que es el objeto propio del conocimiento.

viernes, 15 de marzo de 2013

La Diosa Luna

En el inicio cuando los dioses eran mortales, existía una bella princesa llamada Ixchel. Había muchos hombres que la pretendían entre ellos un joven llamado Itzamná. Un día llego un príncipe de otro imperio, para rendir tributo por la victoria en batalla de la gente de Ixchel y en cuando la conoció se enamoro de ella.

La gente del pueblo le dijo que Itzamná la pretendía y que al parecer ella empezaba a caer ante el entonces desde que el conoció a Itzamná reñían por el amor de Ixchel. Su hermana mayor; Ixtab, decidió que pelearían hasta que uno de los dos muriera, el sobreviviente quedaría con Ixchel, pero Ixtab desconocía que Ixchel estaba enamorada de Itzamná. Itzamná iba a vencer pero su oponente le hirió por la espalda con juegos sucios y murió. Ixchel al ver morir a su amado corrió del lugar y encomendando su alma a Ixtab, se quito la vida. Ixtab maldijo a aquel que con juegos sucios mato a Itzamná, y nadie sube lo que sucedió con el, ella a quien su hermana encomendó su alma al morir, paso a ser la Diosa del Suicidio. Las almas de las doncellas de la princesa guiaron a los enamorados al cielo y así Itzamná pasó a ser el Dios Sol, e Ixchel, pasó a ser su esposa y la Diosa Luna.

En agradecimiento y como una prueba de su amor por Ixchel, Itzamná dividió en día y noche y a la noche le dio brillo con las almas de esas doncellas que son las estrellas más brillantes. Se dice que en cada Fuego Nuevo la diosa Ixchel renace del fuego y permite a las doncellas enamorarse y dar como fruto de ese amor un hijo, es por eso que también es considerada diosa del parto y la fertilidad.

La gente del desaparecido pueblo Xcaret cree que cuando un alma de noble corazón muere se convierte en una estrella, por eso en cada fuego nuevo, le ofrecen una ofrenda para que la diosa perdone lo que hubieran hecho para enojarla y aspirar a convertirse en una de las estrellas que iluminan su camino.

Diosa Luna. Xcaret

miércoles, 13 de marzo de 2013

Opiniones



Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.

Juan Gelman

domingo, 10 de marzo de 2013

La Piedad




Miguel Ángel inició la tarea encomendada a fines de Agosto de 1498, con un proyecto bien claro: la escultura debería verse entera, de modo tal que podría mirarse desde todas las direcciones. El conjunto marmóreo, una vez terminado, tenía una forma redonda cuyas medidas eran de 174 cm. de altura por 195 cm. de longitud de base. La escultura es una composición piramidal y proporcionada, que muestra el cuerpo de Jesús muerto, bajado de la cruz y depositado sobre los numerosos pliegues de las amplias vestimentas que cubren el regazo de la Virgen. El brazo derecho de Jesús cae inerte, en contraposición del brazo izquierdo de María que es libre, lleno de vida y mostrando consternación. El brazo derecho de la Virgen sostiene el torso de Jesús.

Detalle de la cara y el torso de Jesús. Se nota la mano del brazo derecho de la Virgen sujetando el torso de su hijo muerto. El rostro de Jesús, fotografiado de medio perfil, muestra una expresión plácida, casi descansada. Se interpreta como el hecho de que Jesús cumplió su mandato en la tierra y su tranquilidad reemplaza todo signo de la cabeza de la Virgen muestra una joven, bella y piadosa, mirando el cuerpo de su hijo muerto apoyado en los pliegues de sus vestiduras. Su expresión refleja una pena infinita y una gran ternura. Miguel Ángel dio a María una juventud muy extrema comparándola con la de su hijo muerto, pero eso fue intencional. El Artista quiso representar la espiritualidad de la Virgen como condición sobrenatural, la cual no tiene edad y solo muestra una eterna belleza. A su vez, Miguel Ángel creó un Jesús muy tranquilo, satisfecho de haber cumplido su misión.



La observación de la escultura "La Piedad" deja a todos un sentimiento de admiración al Sumo Artista que supo modelar el mármol con su cincel para crear esta maravillosa obra de arte, llena de sentimiento, de expresiones alusivas, y de técnica incomparable.
Su perfecta ejecución generó mucho asombro en toda la sociedad romana de aquel tiempo y hubo quienes pusieron en tela de juicio a su autor, dudando que un escultor tan joven como Miguel Ángel hubiera podido esculpir una obra tan perfecta. Este hecho produjo un arranque de furia al Artista, que impulsivamente grabó en la escultura (en la correa que cruza el pecho de la virgen) las siguientes palabras latinas:
“Michelangelus Bonarrotus Florentinus Faciebat" (Miguel Ángel Buonarroti, florentino, lo hizo).
Unos días antes de cumplirse el plazo para presentar esta obra maestra, "La Piedad" estaba terminada.

Lamentablemente el cardenal había fallecido unos días antes, por lo cual el primer emplazamiento de la escultura fue sobre la tumba del eminente eclesiástico, ubicada en la Capilla de Santa Petronila del Vaticano, tal como él había predispuesto. La escultura fue luego trasladada (en 1749), a su ubicación definitiva en la Basílica de San Pedro (en la primera capilla a la derecha).
El 21 de mayo de 1972 la escultura fue brutalmente atacada por un perturbado que golpeó el rostro de la Virgen con un martillo, motivo por el que fue necesario restaurarla. Para evitar situaciones similares, La Piedad fue luego protegida adoptando medidas de seguridad.





Palabras iniciales – parte 5


Mi libro tendrá, como cualquier hijo de vecino, que zambullirse en las mesas de novedades junto a otros millones y millones de pares, junto al tratado ilustrado de cómo cultivar la calabaza y al horóscopo coreano de Sabrina Pérez, junto a las cien advertencias gastronómicas indispensables de Titina della Poronga y las memorias del actor iletrado que no puede hacer la O ni con el culo de un vaso, pero que se las contó a un periodista que le hace las veces de ghost writer. Y no estaré allí yo para ayudarlo, para decirle al lector pelotudo que recorre con su vista las cubiertas con un gesto de desdén obtuso en su carita: “Éste es el libro. Éste es el libro que debe comprar usted para que cambie su vida, caballero, para que se le abra el intelecto como una sandía, para que se ilustre, para que mejore su aliento de origen bucal, estimule su apetito sexual y se encame esta misma noche con esa potra soñada que nunca le ha dado bola”.

Y allí estará la frase, la que vale, la que pega. El derechazo letal del Negro Monzón en el entrecejo mismo del tano petulante, el trompadón insigne que sacude la cabeza hacia atrás y hacia adelante como perrito de taxi y un montón de gotitas de sudor, de agua y desinfectante que se desprenden del bocho de ese gringo que se cae como si lo hubiese reventado un rayo. “Puto el que lee esto.” Aunque después el relato sea un cuentito de burros maricones como el de Platero y yo, con el Angelus que impregna todo de un color malva plañidero. Aunque la novela después sea la historia de un seminarista que vuelve del convento. Aunque el volumen sea después un recetario de cocina que incluya alimentos macrobióticos.

No esperen, de mí, ética alguna. Sólo puedo prometerles, como el gran estadista, sangre, sudor y lágrimas en mis escritos. El apetito por más y la ansiedad por saber qué es lo que va a pasar. Porque digo que es puto el que lee esto y lo sostengo. Y paso a contarles por qué lo afirmo, por qué tengo autoridad para decirlo y por qué conozco tanto sobre su intimidad, amigo lector, mucho más de lo que usted nunca hubiese temido imaginar. Sí, a usted le digo. Al que sostiene este libro ahora y aquí, el que está temiendo, en suma, aparecer en el renglón siguiente con nombre y apellido. Nombre y apellido. Con todas las letras y hasta con el apodo. A usted le digo.

Roberto Fontanarrosa

DIANA KRALL - LIVE AT THE MONTREAL JAZZ FESTIVAL

sábado, 9 de marzo de 2013

Palabras iniciales – parte 4



De última, reaparecerá de nuevo, Lázaro impreso, en la mano de algún boliviano indocumentado, junto a otros dos libros y una birome, como oferta por única vez y en carácter de exclusividad, a bordo de un ómnibus de línea o un tren suburbano, todo por el irrisorio precio de un peso. Entonces, caballeros, no esperen de mí una lucha limpia. No la esperen. Les voy a pegar abajo, mis amigos, debajo del cinturón, justo a los huevos, les voy a meter los dedos en los ojos y les voy a rozar con mi cabeza la herida abierta de la ceja.

“Puto el que lee esto.”

John Irving es una mentira, pero al menos no juega a ser repugnante como Bukowski ni atildadamente pederasta como James Baldwin. Y dice algo interesante uno de sus personajes por ahí, creo que en El mundo según Garp: “Por una sola cosa un lector continúa leyendo. Porque quiere saber cómo termina la historia”. Buena, John, me gusta eso. Te están contando algo, querido lector, de eso se trata. Tu amigo Chiquito te está contando, por ejemplo en el club, cómo al imbécil de Ernesto le rompieron el culo a patadas cuando se puso pesado con la mujer de Rodríguez.

Vos te tenés que ir, porque tenés que trabajar, porque dejaste la comida en el horno, o el auto mal estacionado, o porque tu propia mujer te va a armar un quilombo de órdago si de nuevo llegás tarde como la vez pasada. Pero te quedás, carajo. Te quedás porque si hay algo que tiene de bueno el sorete de Chiquito es que cuenta bien, cuenta como los dioses y ahora te está explicando cómo el boludo de Ernesto le rozaba las tetas a la mujer de Rodríguez cada vez que se inclinaba a servirle vino y él pensaba que Rodríguez no lo veía. No te podés ir a tu casa antes de que Chiquito termine con su relato, entendelo. Mirás el reloj como buen dominado que sos, le pedís a Chiquito que la haga corta, calculás que ya te habrá llevado el auto la grúa, que ya se te habrá carbonizado la comida en el horno, pero te quedás ahí porque querés eso que el maricón de John Irving decía con tanta gracia: querés saber cómo termina la historia, querido, eso querés.

Entonces yo, que soy un literato, que he leído a más de un clásico, que he publicado más de tres libros, que escribo desde el fondo mismo de las pelotas, que me desgarro en cada narración, que estudio concienzudamente cómo se describe y cómo se lee, que me he quemado las pestañas releyendo a Ezra Pound, que puedo puntuar de memoria y con los ojos cerrados y en la oscuridad más pura un texto de setenta y ocho mil caracteres, que puedo dictaminar sin vacilación alguna cuándo me enfrento con un sujeto o con un predicado, yo, señores, premio Cinta de Plata 1989 al relato costumbrista, pese a todo, debo compartir cartel francés con cualquier boludo.

viernes, 8 de marzo de 2013

Palabras iniciales – parte 3



Allí, a ese mar de palabras, adjetivos, verbos y ditirambos, señores, hay que lanzar el nuevo libro, el nuevo relato, la nueva novela que hemos escrito desde los redaños mismos de nuestros riñones. Allí, a ese interminable mar de volúmenes flacos y gordos, altos y bajos, duros y blandos, hay que arrojar el propio, esperando que sobreviva. Un naufragio de millones y millones de víctimas, manoteando desesperadamente en el oleaje, tratando de atraer la atención del lector desaprensivo, bobo, tarado, que gira en torno a una mesa de saldos o novedades con paso tardío, distraído, pasando apenas la yema de sus dedos innobles sobre la cubierta de los libros, cautivado aquí y allá por una tapa más luminosa, un título más acertado, una faja más prometedora. Finge.

El lector finge. Finge erudición y, quizás, interés. Está atento, si es hombre, a la minita que en la mesa vecina hojea frívolamente el último best-seller, a la señora todavía pulposa que parece abismarse en una novedad de autoayuda. Si es mujer, a la faja con el comentario elogioso del gurú de turno. Si es niño, a la musiquita maricona que despide el libro apenas lo abre con sus deditos de enano.
Y el libro está solo, feroz y despiadadamente solo entre los tres millones de libros que compiten con él para venderse. Sabe, con la sabiduría que le da la palabra escrita, que su tiempo es muy corto. Una semana, tal vez. Dos, con suerte. Después, si su reclamo no fue atractivo, si su oferta no resultó seductora, saldrá de la mesa exclusiva de las novedades VIP diríamos, para aterrizar en algún exhibidor alternativo, luego en algún estante olvidado, después en una mesa de saldos y por último, en el húmedo y oscuro depósito de la librería, nicho final para el intento fracasado. Ya vienen otros –le advierten–, vendete bien que ya vienen otros a reemplazarte, a sacarte del lugar, a empujarte hacia el filo de la mesa para que te caigas y te hagas mierda contra el piso alfombrado.

No desaparecerá tu libro, sin embargo, no, tenelo por seguro. Sea como fuere, es un símbolo de la cultura, un icono de la erudición, vale por mil alpargatas, tiene mayor peso específico que una empanada, una corbata o una licuadora. Irá, eso sí, con otros millones, al depósito oscuro y maloliente de la librería. No te extrañe incluso que vuelva un día, como el hijo pródigo, a la misma editorial donde lo hicieron. Y quede allí, al igual que esos residuos radioactivos que deben pasar una eternidad bajo tierra, encerrados en cilindros de baquelita, teflón y plastilina para que no contaminen el ambiente, hasta que puedan convertirse en abono para las macetas de las casas solariegas.

Palabras iniciales – parte 2



 “Es un golpe bajo”, dirá algún crítico amanerado, de esos que gustan de Graham Greene o Kundera, de los que se masturban con Marguerite Yourcenar, de los que leen Paris Review y están suscriptos en Le Monde Diplomatique. ¡Sí, señor –les contesto–, es un golpe bajo! Y voy a pegarles uno, cien mil golpes bajos, para que me presten atención de una vez por todas. Hay millones de libros en los estantes, es increíble la cantidad alucinante de pelotudos que escriben hoy por hoy en el mundo y que se suman a los que ya han escrito y escribirán. Y los que han muerto, los cementerios están repletos de literatos. No se contentan con haber saturado sus épocas con sus cuentos, ensayos y novelas, no.

Todos aspiraron a la posteridad, todos querían la gloria inmortal, todos nos dejaron los millones de libros repulsivos, polvorientos, descuajeringados, rotosos, encuadernados en telas apolilladas, con punteras de cuero, que aún joden y joden en los estantes de las librerías. Nadie decidió, modesto, incinerarse con sus escritos. Decir: “Me voy con rumbo a la quinta del Ñato y me llevo conmigo todo lo que escribía, no los molesto más con mi producción”, no. Ahí están los libros de Molière, de Cervantes, de Mallea, de Corín Tellado, jodiendo, rompiendo las pelotas todavía en las mesas de saldos.

Sabios eran los faraones que se enterraban con todo lo que tenían: sus perros, sus esposas, sus caballos, sus joyas, sus armas, sus pergaminos llenos de dibujos pelotudos, todo. Igual ejemplo deberían seguir los escritores cuando emprenden el camino hacia las dos dimensiones, a mirar los rabanitos desde abajo, otra buena frase por cierto. “Me voy, me muero, cagué la fruta –podría ser el postrer anhelo–. Que entierren conmigo mis escritos, mis apuntes, mis poemas, que total yo no estaré allí cuando alguien los recite en voz alta al final de una cena en los boliches.” Que los quemen, qué tanto.

Es lo que voy a hacer yo, téngalo por seguro, señor lector. Millones de libros, entonces, de escritores importantes y sesudos, de mediocres, tontos y banales, de señoras al pedo que decidían escribir sus consejos para cocinar, para hacer punto cruz, para enseñar cómo forrar una lata de bizcochos. Pelotudos mayores que dedicaron toda su vida, toda, al estudio exhaustivo de la vida de los caracoles, de los mamboretás, de los canguros, de los caballos enanos.

Pensadores que creyeron que no podían abandonar este mundo sin dejar a las generaciones futuras su mensaje de luz y de esclarecimiento. Mecánicos dentales que supusieron urgente plasmar en un libro el porqué de la vital adhesividad de la pasta para las encías, señoras evolucionadas que pensaron que los niños no podrían llegar a desarrollarse sin leer cómo el gnomo Prilimplín vive en una estrella que cuelga de un sicomoro, historiadores que entienden imprescindible comunicar al mundo que el duque de La Rochefoucauld se hacía lavativas estomacales con agua alcanforada tres veces por día para aflojar el vientre, biólogos que se adentran tenazmente en la insondable vida del gusano de seda peruano, que cuando te descuidás te la agarra con la mano.

jueves, 7 de marzo de 2013

Palabras iniciales – parte 1



“Puto el que lee esto.”

Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.
Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del... baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. “Puto el que lee esto”, y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento...” Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross Macdonald.

Ojalá se me hubiese ocurrido a mí un comienzo semejante. Ese es el golpe que necesita un lector para quedar inmovilizado. Un buen patadón en los huevos que le quite el aliento y lo paralice. Ahí tenés, escapate ahora, dejá el libro y abandoname si podés.

No me muevo bajo la influencia de consejos de maricones como Joyce o el inútil de Tolstoi. Yo sigo la línea marcada por un grande, Carlos Monzón, el fantástico campeón de los medio medianos. Pumba y a la lona. Paf... el piñazo en medio de la jeta y hombre al suelo. Carlitos lo decía claramente, con esa forma tan clara que tenía para hablar. “Para mí el rival es un tipo que le quiere sacar el pan de la boca a mis hijos.” Y a un hijo de puta que pretenda eso hay que matarlo, estoy de acuerdo.

El lector no es mi amigo. El lector es alguien que les debe comprar el pan a mis hijos leyendo mis libros. Así de simple. Todo lo demás es cartón pintado. Entonces no se puede admitir que alguien comience a leer un libro escrito por uno y lo abandone. O que lo hojee en una librería, lea el comienzo, lo cierre y se vaya como el más perfecto de los cobardes. Allí tiene que quedar atrapado, preso, pegoteado. “Puto el que lee esto.” Que sienta un golpe en el pecho y se dé por aludido, si tiene dignidad y algo de virilidad en los cojones.