lunes, 7 de diciembre de 2009

Simulación de la locura

Goethe, en su Werther inmortal, hace exclamar a su personaje, molestado por la burguesa normalidad de Alberto: -"¡Oh, hombres, cómo sois! ¿por qué fatalidad no podéis hablar de una cosa cualquiera sin pronunciar en seguida las palabras: eso es una locura... ? ¿Qué significa eso? ¿Conocéis al por menor todos los detalles de la acción que juzgáis? ¿Habéis escudriñado, seguido en su desarrollo, los motivos que la han originado? ¡Ah! si lo hubierais hecho, no pronunciaríais con tanta precipitación vuestros juicios".
Y cuando Alberto le observa que un hombre arrastrado por sus pasiones pierde toda su libertad para reflexionar, y debe considerársele como si estuviera ebrio o atacado de locura, Werther le contesta: -"¡Ja! ¡Ja! ¡Heos ahí!, personajes razonables. ¡Pasión, embriaguez, locura! Armados con vuestra severa gravedad permanecéis, en esos casos, impasibles e inquebrantables, y como hombres morales reprobáis al ebrio, rechazáis al loco, seguís vuestro camino, y dais gracias a Dios como el fariseo, porque no os ha hecho semejante a uno de ellos.
Yo me he embriagado más de una vez, mis pasiones no han estado nunca lejos de la demencia, y no me arrepiento ni de lo uno, ni de lo otro. He aprendido a conocer como todos los hombres extraordinarios, como todos los que han hecho alguna cosa sublime, algo que parecía imposible a los ojos del vulgo, todos los que se han distinguido del común de los otros, todos, repito, han sido calificados y tenidos por la mayor parte de las gentes, por ebrios o por mentes locas.
Y en la misma vida ordinaria, ¿no causa indignación al oír decir, al ver ejecutar una acción noble, generosa y extraordinaria?: ¡Ese hombre está borracho; ese hombre es un loco! ¡Ruborizaos gentes sobrias y prudentes! ¡Ruborizaos, sabios de la tierra!".

De esa manera han sido sucesivamente considerados locos todos -grandes o pequeños- cuantos desviáronse de las rutas señaladas por la rutina. No entremos aquí a discutir las relaciones entre el genio y la locura; para Lombroso son de causalidad, para nosotros de coexistencia. Recordando que muchos hombres geniales fueron considerados por su ambiente como locos, preferimos juzgar a los genios por sus doctrinas, como si hubieran sido normales, aunque algunos de ellos no lo fueron.

Hoy mismo quien saliera a la calle y se propusiera demostrar a los transeúntes que la organización social presente podrá modificarse en sentido más favorable al bienestar de todos los seres humanos, tendría la certidumbre de que el noventa y nueve por ciento de los transeúntes le llamaría loco . Difícilmente uno por cada cien meditaría sobre la posibilidad de que tuviese razón en lo que dice; acaso muy pocos concibieran que alguna vez la sociedad puede modificarse. Sin embargo, ninguna verdad hay más segura que la evolución eterna, en sociología como en todo.

No sabríamos cerrar mejor este capítulo que recordando una breve parábola de Leopoldo Lugones, concordante con lo dicho acerca de la reacción del ambiente contra los individuos diferenciados de la masa.
Hela aquí:
"Una oveja de manso carácter preguntó a un carnero de buen juicio:
-¿Qué es un loco?
El carnero, después de haber significado hasta tres veces consecutivas su grave preocupación frontal, por medio de tres movimientos pendulares de la cabeza, respondió:
-Loco es todo aquel que no es carnero.
La oveja reflexionó con mesura en lo hondo de su mollera:
-¡Qué lindo es ser loco!
El carnero añadió:
-Ser loco es una cosa detestable.
La oveja pensó:
-Ser loco es no ser carnero.
El carnero, que sabía su tanto de latín de Nebrija, prescribió:
- Ne varietur...
A lo cual, la oveja no supo, en verdad, qué contestar".
Simulación de la locura / 1903
José Ingenieros (1877-1925)
Octava edición, texto revisado por el autor; Buenos Aires,
Talleres Gráficos Argentinos, 1918.

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