Para dirigir nuestras vidas, hemos de reconocer nuestro
potencial, cuidarlo, nutrirlo, utilizarlo y expresarlo.
Así permanecemos despiertos y dejamos de culpar, de
quejarnos y de poner excusas.
Asumimos nuestra responsabilidad y mantenemos una actitud de agradecimiento. No nos acomodamos en zonas de pereza.
Salimos de esos espacios limitadores de potencial para trascender y brillar.
Si queremos vivir en libertad, hemos de conocernos
mejor, cuestionar las creencias que nos limitan, limpiar
el Almacén de los recuerdos que nos mantienen
anclados en el pasado y vencer los miedos.
Como no vivimos aislados, el Arte de vivir requiere empatía, diálogo, y silencio para escuchar.
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