viernes, 22 de octubre de 2010

Voracidad

Desparramó gotas por el piso con su andrajoso impermeable, la lluvia desatada desde hacía un rato lo había dejado más miserable que nunca.
Al observarlos, cabía preguntarse quien necesitaba de más atención, si el rasposo piloto, o quien lo había tirado sobre la silla de ese bar de mala muerte, ubicado en las cercanías de la estación del ferrocarril, y que consumía tristeza y cigarrillos junto con los vasos de ginebra barata que se abarrotaban sobre la mesa; mientras los trenes se sucedían en su ir y venir, con el alboroto lógico de la muchedumbre que se apretujaba tanto para subir como para bajar de ellos.
Formaban una buena pareja: el hombre y su prenda.
En los ojos de él, se reflejaba toda la desdicha del mundo, los tenía vidriosos por el alcohol, desperdigaba desconsuelo por todos sus poros.
Yo, curiosa, le hice caso a mi primer impulso; me acerqué hasta el lugar en donde él estaba sentado; lo traté casi con dulzura para que me contara la razón de su pesadumbre.
Después de un rato se relajó, y comenzó a contarme su historia. Su mujer había muerto hacía cuatro años, en ese momento también perdió a sus hijas que se fueron a vivir a pueblos lejanos; él , con su mísera jubilación no podía ir a visitarlas; ellas, para disimular la aprensión que les daba presentar a sus hijos a ese viejo como abuelo, ponían los pretextos de siempre para no venir a verlo. Por ese motivo se sentía tan solo.
Yo escuchaba el relato de su vida con gran atención, el hombre se sentía atraído hacia mí, por lo menos era una presencia sin preguntas, sin reproches, se diría que casi era invisible.
Mi compasión empezó a transformarse en voracidad, fue casi por costumbre, es muy dificil cambiar los hábitos enraizados desde siempre.
Todo pasó muy de golpe, el hombre dejó caer su cabeza sobre la desteñida mesa, y cesó de respirar.
Su impermeable seguía chorreando agua.
Yo lo contemplé sonriente, ¡una vez más me había salido con la mía!
Envuelta en esos pensamientos, guardé por un rato mi guadaña.
Un cuento de Alicia Uldry de Alemán, escritora salteña

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