martes, 22 de marzo de 2011

Un viaje hacia los estados de ánimo y la "filosofía para la intimidad".



Hoy recordaba, con una amiga, uno de los viajes más extraños, más motivadores, más místicos del gran bufón Martin Heidegger: el viaje hacia los estados de ánimo y el valor de éstos para la filosofía.

Junto con "Ser y tiempo", junto con las "Contribuciones a la filosofía" (aún por traducir a nuestro idioma) su obra "Conceptos fundamentales de la metafísica" es, a mi juicio, una de las obras más importantes de la primera etapa heideggeriana (antes de "la esencia de la verdad" y "carta sobre el humanismo"), si es que tal distinción no es del todo inapropiada. Es esta la obra donde, con mayor detenimiento se tratan los estados de ánimo, en especial el aburrimiento, al que dedica casi doscientas páginas.

La melancolía, es decir, el deseo de sentirse en todo lugar como en casa (siguiendo a Novalis), esto es, la sensación de no sentirse en ningún lugar como en casa, éste es el estado de ánimo desde el que se hace posible el filosofar. La extrañeza, en definitiva, es nuevamente invocada, ahora para servir de motor a la filosofía. No podemos obviar que es muy probable que para Heidegger el poder percibir lo ente, la apertura mutua del ente y el sujeto, era la experiencia más extraña, más impactante, que nos asediaba. Heidegger retomaba la extrañeza tan presente en los griegos y volvía a preguntarse desde esa extrañeza. La existencia de lo ente, el ser de las cosas, son los auténticos misterios de la vida, aunque, siguiendo "la esencia de la verdad", lo misterioso quedará ampliado a todo el infinito espectro de lo ser que nos es ocultado, que no se desoculta ante nosotros. Y ahora que la cito, también el breve texto "la esencia de la verdad" está nuevamente marcado por la importancia de los estados de ánimo.

Como decía la melancolía es el estado de ánimo desde donde surge la filosofía. Pero mayor valor, más importancia en todo el sistema heideggeriano ( sistema que no es tal) tiene la angustia. Ya en "Ser y tiempo" se le dedicaban algunas páginas, en "¿Qué es metafísica?" la angustia era la que nos hacía presente la existencia de la nada, esto es, paradójicamente, la no existencia. En efecto, la angustia es el único estado de ánimo cuya causa no puede cifrarse, es por ello el estado de ánimo nacido de la impresión (inasible) de lo ente en su totalidad. Girando a un lenguaje no-heideggeriano, la angustia, por carecer de una causa concreta, es el estado de ánimo que nos revela que, en efecto, existimos. Nuestra propia existencia se ve en tela de juicio cuando nos encontramos en este estado de ánimo.

Indudablemente, los viajes fenomenológicos hacia los estados de ánimo son uno de los puntos más intragables, quizá por místicos, de la filosofía de Heidegger, sin embargo, merecen ser retomados con algo de seriedad aunque nos distancien de la filosofía sistemática hacia una filosofía, como la poesía, como la música, edificante ( por seguir al difunto Richard Rorty). Un viaje, he dicho, pero ¿hacia donde?, creo que un viaje que necesita de la mirada atenta hacia nuestra conciencia, hacia nuestro estar de tal o cual forma también. Quizá una manera de filosofar que no sirve para ser mentada en el debate público, por extraña, por insostenible, por inargumentable, en definitiva, una "filosofía para la intimidad".

L. David Cáceres


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