viernes, 18 de noviembre de 2011

Treinta líneas

No le ha pasado nunca por la cabeza preocuparse por la extensión. Cuanto más extenso, mejor: bendita sea cada nueva línea, porque, una detrás de otra, demuestran no sólo el grandor sino también la grandeza de su obra, y por eso – aunque, en el fondo, una, dos o cincuenta líneas no añaden nada a la historia que narra – nunca en la vida las expurga. En cambio, para escribir este cuento casi tendría que tomar la cinta métrica y ponerse a medirlo. Es absurdo. Es como pedir a un atleta maratoniano que corra los cien metros con dignidad. En un cuento, cada nueva línea no es una línea más sino una línea menos.

Extracto del relato ‘Treinta líneas’
Quim Monzó

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