martes, 25 de septiembre de 2012

El valle de la inquietud

Antes, un silencioso valle sonreía Cuando la gente en él no moraba, Pues habían partido hacia la guerra Confiando su cuidado a las plácidas estrellas Que vigilaban desde sus azules torres. Velaban por aquellas flores, Entre las cuales durante el día Ponía el sol perezosamente su luz. Ahora, cada visitante confesará La triste intranquilidad del valle. Todo existe allí sin movimiento, Todo salvo los aires que cobija La mágica soledad. ¡Ah, ningún viento Aquellos árboles seculares agita!, Estremecidos como los helados mares En torno de las hébridas brumas! ¡Ah!, ningún viento anima aquellas nubes Que cruzan el inquieto firmamento Veloces, eternamente rumorosas, Sobre las violetas que allí aparecen A la mirada, en miríadas de tipos, Sobre los lirios que se mecen Y lloran sobre la tumba innominada. Mecen, desde fuera de sí, fragante cáliz, Eternos rocíos derramándose en gotas. Lloran, de sus dulces dedos, Lágrimas perennes que descienden en forma de gemas. Edgar Allan Poe

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