domingo, 24 de febrero de 2013

UN DESCENSO AL MAELSTRÖM - parte 8

"Nuestro primer resbalón en el abismo, a partir de la faja de espuma, nos había conducido a gran distancia por la pendiente, pero la bajada no se efectuó luego, ni con mucho, con tanta velocidad. Corríamos siempre en círculo, pero no ya con un movimiento uniforme, sino con ímpetus y sacudidas que nos aturdían, sin hacernos avanzar algunas veces más de un centenar de varas, mientras que otras ejecutábamos una evolución completa alrededor del torbellino. A cada vuelta nos acercábamos al fondo del abismo, lentamente, es verdad, pero de una manera muy sensible.
"Paseando la mirada por el vasto desierto de ébano que recorríamos, eché de ver que nuestro barco no era el único objeto absorbido por el torbellino; encima y debajo de nosotros se veían restos de buques, vigas, troncos de árboles, objetos de mobiliario, cofres rotos, barriles y tablas. Ya he hablado antes de la curiosidad sobrenatural que reemplazó mis primitivos terrores y me pareció que aumentaba según me iba acercando al terrible momento. Entonces comencé a observar con extraño interés los numerosos objetos que allí flotaban; por fuerza deliraba, pues hasta fue para mí una especie de diversión calcular las velocidades relativas de su bajada hacia el torbellino de espuma.
"-Ese pinabete -dije una vez- será, sin duda, la primera cosa que sufrirá la terrible inmersión y desaparecerá después -y no quedé poco sorprendido al ver que un barco mercante holandés tomó la delantera y se abismó primero. Al fin, después de hacer muchas conjeturas de esta naturaleza y haberme equivocado siempre, este hecho me condujo a un orden de reflexiones que hicieron temblar otra vez mis miembros y latir mi corazón más pesadamente.
"No era un nuevo terror lo que me afectaba de este modo, sino la aurora de una esperanza mucho más dulce que surgía a la vez de la memoria y de la observación presente. Recordé la inmensa variedad de restos que cubrían la costa de Lofoden, restos que, después de ser absorbidos, fueron rechazados sin duda por el Moskoeström. Los más de ellos estaban desgarrados de una manera extraordinaria, arañados y recortados irregularmente hasta el extremo de parecer guarnecidos de puntas, pero recordaba muy bien entonces que algunos no estaban del todo desfigurados y no podía explicarme aquella diferencia sino suponiendo que los fragmentos más maltratados habían sido los únicos que el abismo absorbió del todo; los demás habían entrado en el torbellino en un período bastante avanzado de la marea o, después de haber penetrado, bajaron con la suficiente lentitud, por una causa u otra, para no llegar al fondo antes de la vuelta del flujo o del reflujo. Concebí que era posible, en ambos casos, que remontaran, girando de nuevo, hasta el nivel del océano, sin sufrir la suerte de aquellos que habían sido arrastrados antes o absorbidos más rápidamente.
"También hice tres observaciones importantes: la primera era que, por regla general, cuanto mayores eran los cuerpos, más rápidamente descendían; la segunda, que, dadas dos masas de igual volumen, la una esférica y la otra de cualquiera forma, la velocidad era más considerable en la esfera para la bajada, y la tercera, que, de dos masas de igual volumen, una cilíndrica y la otra de forma distinta, fuera cual fuese, el cilindro se hundía con más lentitud.

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