Las sociedades tienen ciertas leyes que funcionan de manera
explícita o subterránea. A base de estas normas se regulan conductas y se
delimitan acciones. Es decir, todo lo que se debe y puede hacer y, por
supuesto, todo aquello que está prohibido. Desde el postulado más conocido del
antropólogo francés Claude Lévi-Strauss sobre la prohibición del incesto como
hecho fundante de la sociedad, hasta el mandato bíblico del “no matarás”, la
humanidad se ha dado a sí misma toda una amalgama de reglas para permitir el
desarrollo de las relaciones sociales.
“Cedemos en nuestras ansias de destruir físicamente a
nuestros rivales y de apoderarnos de la riqueza de los demás, a condición de
que se protejan nuestras vidas y nuestros bienes de la violencia y la codicia
de los otros. Lo que llamamos cultura es la forma que asume esa transacción que
siempre es provisoria, inestable”, comienza por advertir, en el prólogo deArtistas
criminales, Marcos Mayer. La violación de las reglas, donde el crimen es un
caso paradigmático, está en nuestra naturaleza. “Sin reglas ni lazos sociales,
todo sería un festín de sangre y brutalidad”, sostiene luego.
A esta advertencia debemos sumar aquella idea que nos llega
desde el reservorio de frases del saber popular: “de poeta y loco, todos
tenemos un poco”. Sin dudas, como postula Mayer, “el criminal es una figura que
ejerce una rara fascinación”, pero cuando un criminal es además un artista
“pareciera haber una conexión diferente entre la vida y el delito cometido,
entre el talento y la transgresión de la ley”.
Mayer (periodista, escritor y traductor) sabe que
desentrañar esa relación de parentesco entre arte y crimen es un trabajo arduo,
por eso el tono elegido es el del biógrafo que no se queda con la historia
oficial ni con la más convincente, sino que trata de indagar en los detalles de
cada uno de los personajes.
Biografía y ensayo
Una historia puede ser contada de distintas maneras, según
dónde se ponga el peso del relato. En Artistas criminales , el estilo
oscila entre la biografía y el ensayo, teniendo como método de trabajo una
sorprendente minuciosidad en la recopilación de datos. Por ello es que la
variedad de artistas no desentona y se suceden con armonía historias tan
dispares de poetas, pintores y músicos como Arthur Rimbaud, Caravaggio y el
Chango Rodríguez hasta Charles Manson y el Marqués de Sade, con quien comienza
el recorrido y a quien el autor no duda en calificar como un “moralista pasado
de revoluciones”.
Entre estos personajes emblemáticos se cuelan otros menos
conocidos, como el actor cómico estadounidense del cine mudo Roscoe Arbuckle,
el pendenciero guitarrista de blues y folk Leadbelly, y el caníbal escritor
japonés Issei Sagawa.
Sin dudas, hay historias mejor logradas que otras, quizás
por el peso específico de cada personaje retratado, que tienen el mérito nada
desdeñable de quedarse en la memoria del lector. Como el caso del poeta Pierre
Lacenaire, que luego de varios crímenes murió guillotinado, o del célebre
filósofo francés Louis Althusser, capaz de escribir un extenso artículo (“El
porvenir es largo”) donde cuenta cómo mató a su esposa.
Genios sin ley
Mayer retoma lo mejor de José Ovejero en La ética de la
crueldad (Anagrama, 2012) pero sin limitarse como hace el autor español
sólo a escritores, sino ampliando el universo de referencia a todo tipo de
artistas, denominados con mucha precisión “genios sin ley”, como lo indica el
subtítulo del libro. Por ello, su propuesta es más cercana a La literatura
y el mal de George Bataille, dado que encuentra en la maldad su motor
narrativo, su leit motiv .
Por momentos, la elasticidad de la escritura da la sensación
de estar frente a un texto pensado para ser leído en un programa de radio. De
igual manera, su fluidez le asigna un aire de “lectura de playa”. Aún así,
Mayer expone un vasto conocimiento sobre arte, tanto al analizar las obras de
Caravaggio o Sofía Bassi, como al describir la conflictiva relación de
Leadbelly con la música folk americana. La influencia del pintor parricida
Richard Dadd en la letra de “The Fairy Feller’s Master-Stroke”, canción que
integra el lado B del discoQueen II, o la referencia al clásico beatle “Helter
Skelter” por parte de Charles Manson, luego del asesinato de Sharon Tate, esposa
del cineasta polaco Roman Polanski.
Como indica el autor, “hay en el crimen un misterio que nos
interesa desentrañar y que se resiste a todas las indagaciones”. En el
recorrido de estas biografías, Artistas criminalesse propone con éxito
acercarse a historias que poco tienen de convencionales. Y sin duda son una
puerta posible para entrar en ciertos vericuetos del alma humana que
generalmente nos están vedados, pero que seguramente se encuentran en algún
lugar de nosotros mismos.
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