Tomás de Iriarte
Un
oso con que la vida
ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
Queriendo
hacer de persona,
dijo a una mona: “¿Que tal?”
Era perita la mona y respondióle: “Muy mal.”
Yo
creo -replicó el oso-
que me haces poco favor.
¡Pues qué! ¿Mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?”
Estaba
el cerdo presente,
y dijo: “¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto ni verá.”
Echó
el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre si,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:
“Cuando
me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar.”
Guarde
pura su regalo
esta sentencia un autor:
si e! sabio no aprueba, malo;
si el necio aplaude, peor.
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