jueves, 15 de mayo de 2014

El oso, la mona y el cerdo

Tomás de Iriarte

Un oso con que la vida

ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.

Queriendo hacer de persona,

dijo a una mona: “¿Que tal?”
Era perita la mona y respondióle: “Muy mal.”

Yo creo -replicó el oso-

que me haces poco favor.
¡Pues qué! ¿Mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?”

Estaba el cerdo presente,

y dijo: “¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto ni verá.”

Echó el oso, al oír esto,

sus cuentas allá entre si,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:

“Cuando me desaprobaba

la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar.”

Guarde pura su regalo

esta sentencia un autor:
si e! sabio no aprueba, malo;
si el necio aplaude, peor.






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