Hefesto, el dios impedido y deformado de la artesanía, la herrería
y el fuego según los griegos, era hijo de Zeus y Hera. Según el poeta Hesiodo,
Hefesto era hijo de Hera únicamente, al igual que Atenea era hija de Zeus nada
más. Hefesto era uno de los 12 dioses del Olimpo que convivían con Zeus. Era un
trabajador muy diestro y sus hermosas creaciones para los otros dioses y para
los más privilegiados mortales eran famosas. Su culto era especialmente intenso
en la isla de Lemnos, donde se supone que tuvo su forja. Los romanos creyeron
que ésta se encontraba en el corazón del monte Etna, en Sicilia.
Hefesto trabajó sobre un yunque con la ayuda de los cíclopes. Su
conexión con Lemnos se entiende debido a que Zeus le expulsó del Olimpo durante
una pelea doméstica con Hera, en la que él había defendido a su madre. Después
de un largo viaje por el aire llegó a esa isla.
No era la primera vez que había sido expulsado del Olimpo, ya que
antes Hera había hecho lo mismo, avergonzada de la deformidad de su hijo.
Hefesto llegó entonces al Océano y allí le salvaron las diosas Tetis y
Eurinome. A su cuidado, el joven se empezó a interesar por la artesanía y a
hacer todo tipo de joyas. Hefesto se vengó de su madre tiempo después
haciéndole un trono de oro con cadenas invisibles. Hasta que Dioniso lo
emborrachó, Hefesto no quiso liberar a su madre. Tras la reconciliación, el
herrero recibió como esposa a Afrodita, que con el tiempo sería castigada como
lo había sido Hera, ya que Hefesto descubrió que le engañaba con Ares, dios de
la guerra. Hizo una red invisible que situó sobre su lecho y allí fueron
descubiertos los dos adúlteros, momento que Hefesto aprovechó para invitar a
todos los dioses a ver el espectáculo (ver Afrodita). En esta ocasión, tanto el
marido como los amantes se convirtieron en motivo de mofa.
Hefesto hacía reír a menudo a los otros dioses. Homero describe
cómo el dios impedido hizo en cierta ocasión de escanciador: «Una irrefrenable
risa se extendió entre todos los dioses cuando vieron a Hefesto sin aliento
renqueando por toda la sala» (la Ilíada, Libro I). Por otro lado, en este mismo
libro el poeta le describe como un magnífico y habilidoso trabajador que
realiza obras en los palacios de los dioses del Olimpo y en su propio hogar. A
petición de Tetis hizo una armadura fabulosa para su hijo Aquiles, la cual
llegó a manos de Héctor durante la Guerra de Troya. La descripción de la
armadura que hace Homero difícilmente iguala a la belleza del escudo que
Hefesto forjó para el gran héroe griego.
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