Nueva obra de Persson en claro homenaje al cuento homónimo de
Conan Doyle, actualizado, eso sí, pero que respeta el espíritu de aquel gran
inglés de pipa de arcilla, genio indomable y gustos particulares.
Si ya Persson era una clara referencia de la novela policíaca
sueca esta nueva obra es un nuevo jalón en ese camino, el trono vacante de
Mankell tiene sustituto. Bien es cierto que no es la obra que nos esperábamos
quienes ya habíamos leído Linda,
como el asesinato de Linda o Quien mate al dragón, el cambio
de rumbo es sorprendente, se pasa del empleo del humor en grandes cantidades a
una visión, digamos, más convencional y que recuerda a lo más granado de la
novela policíaca sueca, la más tradicional y la mejor.
Todo arranca con un percance en la salud de Lars Martin Johansson,
personaje que aparecía en otras obras de Persson, que le confina en el hospital
y luego en su domicilio para una penosa convalecencia. Esos hechos dan lugar a
la investigación de un asesinato ocurrido 25 años atrás, cuya investigación
llevó a cabo el ínclito Evert Blackstrom. La víctima fue una niña, lo cual,
genera mayores dosis de repulsa, indignación y repulsión por parte de todos los
afectados pues se mezcla la atrocidad del crimen con apetitos sexuales
aborrecibles.
La revisión de semejante investigación desde lo que es el comienzo
hasta su desarrollo se entremezcla con los sentimientos de los afectados,
sentimientos a flor de piel, los policías implicados y el entorno de Johansson
que actúan a modo de altavoz de lo que la sociedad pensaría sobre semejante
crimen.
Es por ello una obra mucho más convencional, una inmersión en un
mundo donde no existía la tecnología de ahora y todo era mucho más artesanal.
La novela es un homenaje a la novelística policíaca nórdica y
también a lo que representa el propio protagonista que no es otra cosa que un
policía jubilado y enfermo pero que, aún así, sigue siendo policía y nunca
dejará de serlo, implicado en su trabajo hasta lo máximo posible e incluso en
algún momento se llega a apuntar que policía se nace no se hace. Nada que ver
la idea del policía de la fría Suecia con los nuestros, aunque eso sería otro
debate, pero que engarza con lo que es una sociedad avanzada, es decir, aquella
que la gente puede elegir su profesión según su gusto y ánimo y no según sus
necesidades básicas vitales. Porque lo que reflejan estas novelas no es otra
cosa que una sociedad y la confrontación de lo ajeno con lo propio resulta tan
brutal y tan injusta que parece vivamos en mundos paralelos.
Es complicado hablar de novela policíaca sueca y no tener a
Mankell circulando bien por nuestra mente o bien por nuestra librería de
cabecera, la huella es demasiado profunda, si bien Persson tiene elementos que
destacar. Sus historias son muy creíbles, sus personajes tienen la viveza que
les dan el hálito de los buenos narradores y su recreación de ambientes muy
sugerentes, sin duda tiene mucha mano para la escritura, aunque le falta esa
puesta en escena del de Ystad. De todas formas Persson juguetea con el género y
a estas alturas no me extrañaría que emprendiera un rumbo totalmente diferente
como lo ha sido para mí esta novela. Personalmente me entusiasmó su idea de
sumarle humor a una investigación policial pero debo reconocer que El detective moribundo es una muy buena novela, que se lee
sin descanso y que atrapa sin piedad. Las mañas del escritor se perciben por
toda la obra y su buen hacer se palpa en la rapidez con que se devora la obra,
porque se lee en dos días o incluso menos dependiendo de la disponibilidad de
tiempo.
Leer a Persson es reconciliarte con los nórdicos y con toda esa
narrativa con la que he disfrutado y que muchos lectores también lo han hecho.
Sencillamente es de lo mejor en cuanto a obra policíaca y no sólo en cuanto a
su ubicación geográfica sino en general, hablando de las cosas que se publican
en nuestro país. Se puede arrimar a un señor italiano, a un griego, a un
irlandés que vive en Estados Unidos o a una francesa y a algún americano pero
en esa pequeña pléyade de buenos escritores se encuentra este sueco. No sólo
por esta obra que es verdaderamente buena sino por su producción, a estas
alturas de un nivel muy por encima de la media.
Sergio Torrijos – la República Cultural.es
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