Evolucionar es variar. En la evolución humana
el pensamiento varía incesantemente. Toda variación es adquirida por
temperamentos predispuestos; las variaciones útiles tienden a conservarse.
La
experiencia determina la formación natural de conceptos genéricos, cada vez más
sintéticos; la imaginación abstrae de éstos ciertos caracteres comunes,
elaborando ideas generales que pueden ser hipótesis acerca del incesante
devenir: así se forman los ideales que, para el hombre, son normativos de la
conducta en consonancia con sus hipótesis.
Ellos no son apriorísticos, sino
inducidos de una vasta experiencia; sobre ella se empina la imaginación para
prever el sentido en que varía la humanidad. Todo ideal representa un nuevo
estado de equilibrio entre el pasado y el porvenir.
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