¿Qué aportó Duchamp al arte?
Si hay alguien publicitado y sobrestudiado, es Duchamp.
Nunca fue un artista. Fue un plagiario: el urinario no es de su autoría; es de
la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven, y tampoco es autor del texto que lo
justifica. Es un gran estafador. Lo que logró Duchamp fue que la mediocridad
tuviera acceso al arte. Impuso que lo que se diga de la obra importe más que la
obra, y que, por milagro de la palabra, cualquier objeto sea arte. Por eso hoy
tenemos banalidades intelectualizadas en los museos, y por eso los
coleccionistas compran un montón de libros rotos en miles de dólares. Como buen
burgués, despreció la mística del trabajo para ensalzar la ociosidad de la
palabrería hueca.
¿Podemos sustraernos al poder del mercado?
Si la manipulación de los precios y de la valoración de las
obras de arte es tan grave, es porque el mercado trafica con objetos que tienen
precios subjetivos y que, por eso, permiten la especulación. Lo que el público
debe hacer es no dejarse llevar por la moda, ni por la apariencia de gran lujo
que muestran en las ferias, ni por la sobre intelectualización de las obras,
sino ver las obras desde su propia necesidad de belleza, desde su sensibilidad.
El público debe expresar su opinión abiertamente. Que el mercado entienda que
no engaña a nadie.
El psicoanálisis, ¿sumó una lectura a las artes plásticas?
La retórica que legitima actualmente las obras es una mezcla
de todo, de panfleto político y social, de luchas de género, de psicoanálisis.
Cada idea de moda y cada tema de moda se incorporan a esa retórica y a las
obras. Las obras sobre redes sociales, internet, feminismo, etcétera, son
legión. Nunca el arte había sido tan panfletario, tan saturado de buenas
intenciones, tan moralista. Las obras actualmente son objetos cargados de
eslóganes, como los eslóganes de las oenegés o de los partidos políticos. El
arte VIP es, al mismo tiempo que frívolo y banal, ideologizado. La demagogia de
estas obras se ve en que, al mismo tiempo que muestran esa cara de
ideologización, no consisten sino en un capricho del mercado.
¿Por qué hay diferencias de opinión entre los críticos
respecto al valor de una obra o de un artista?
Eso hoy no sucede. Todos los críticos aplauden y promocionan
unánimemente el arte contemporáneo VIP. Todos le encuentran virtudes. Todos le
suman intenciones. Hoy, la opinión está absolutamente homogenizada; es un
pensamiento completamente alineado, sumiso. No hay pensamiento original, sino
repetición de las mismas ideas. Gracias a eso tienen presencia en los museos,
las ferias de arte, las universidades.
¿Un consejo para un pintor, o para un crítico?
Que no pida consejos, que vea su obra con humildad, con
objetividad, y que nunca piense que ya está hecho como artista, porque el arte
se aprende cada día y con cada obra. Tiene que creer en el fracaso; los
artistas que se sienten infalibles son mediocres y cobardes. En cuanto a los
críticos, no me interesa darles consejos.
Así es Avelina Lésper: frontal, desafiante, clara y dueña de
sus palabras. Acertada o no en su postura –el debate está servido–, esa clase
de entereza solo puede inspirar respeto.
PARA CONOCER MÁS:
La escritora y crítico de arte mejicana, graduada en
Literatura Dramática en la UNAM, y en Historia del Arte en la Universidad de
Lodz, en Polonia, Avelina Lésper, no tiene facebook ni tuiter. La dirección de
su sitio en internet es <http://www.avelinalesper.com; muchas
de sus conferencias y apariciones en televisión se encuentran fácilmente en
YouTube, y suele colaborar regularmente con diversos medios de prensa
internacionales.
Entrevista exclusiva de Samuel Bossini para ABC Color
http://www.orbiarte.com/articulos/1028-avelina-lesper-el-arte-contemporaneo-es-una-farsa
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