Muchísimo antes que a leer y a escribir, y sin estudiar
nunca solfeo, antes de cumplir los 13 años ya tocaba su banjo en salones
parisinos asombrando por su habilidad y por su alegría, heredera de la
tradición musical gitana del este europeo, con la que impregnaría
sus compases y crearía un estilo personalísimo y genial, el "gipsy
jazz". Aunque eso sería más adelante, en el resurgir del artista tras un
penoso accidente.
En 1928 Django Reinhardt había prosperado y había podido
acceder a vivir en una caravana con su esposa, que trabajaba fabricando flores
artificiales de celuloide que después vendía en un mercadillo. Una madrugada
Reinhardt llegó a casa tras una actuación y prendió accidentalmente
con una vela este material altamente inflamable, desatándose un incendio a
causa del cual sufrió severas quemaduras en la mano izquierda y toda la parte
derecha de su cuerpo.
La pierna derecha la salvó solo porque se negó a que se
la amputaran y tras dieciocho meses de convalencencia en el hospital,
pero además perdió para siempre la movilidad de los dedos anular y meñique
de la mano izquierda, que al abrasarse los tendones habían quedado contraídos
hacia la palma de la mano.
Y sin embargo Reinhardt salió del hospital siendo aún más
grande. Se lo debería a su pasión, pero también a su hermano, que durante la
convalecencia le regaló una guitarra, la Selmer-Maccaferri por la que
abandonaría para siempre el banjo. Y también a su ingenio: como hiciera dos
siglos antes Schumann,
tuvo que inventar para poder seguir tocando una técnica de digitación acorde a
su merma física, que le permitía usar de la mano izquierda sólo los dedos
índice y medio. Así nace un estilo completamente único que sería su sello de
identidad, y con el que rompería todos los esquemas por el virtuosismo que le
permitió desarrollar.
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