viernes, 2 de junio de 2017

El gigante Verlioka - Parte 4


El Pisón se levantó, se apoyó con el asa en el suelo y se puso a caminar a saltos. Así anduvieron hasta que encontraron una Bellota, que les dijo:
— Buenos días, abuelito.
— Buenos días, Bellota.
— ¿Adónde vas?
— Voy a matar a Verlioka; no sé si lo conocerás.
— Ya lo creo que lo conozco. Es necesario castigarlo; llévame contigo y te ayudaré.
— Pero tú, ¿de qué me vas a servir?
— No me desprecies, abuelito. Acuérdate del proverbio que dice: No escupas en el pozo, porque tendrás que beber su agua.

El anciano pensó: ‘No hay inconveniente en que venga con nosotros; cuanta más gente haya, mejor será.’
Y luego, en alta voz, dijo:
— Vente detrás.

Pero la Bellota se puso a saltar delante de todos.

Al fin llegaron a un espeso bosque y vieron una cabaña en cuyo interior no había nadie. La lumbre del horno estaba apagada y sobre el hogar había un puchero lleno de gachas de mijo.
La Bellota se metió de un salto en el puchero, la Cuerdecita se tendió en el umbral de la puerta, el Pisón se subió encima de ésta, la Oca se sentó detrás de la estufa y el anciano se escondió en un rincón al lado de la puerta.

Pronto llegó Verlioka, echó un haz de leña al suelo y se puso a encender la lumbre del horno. Entonces la Bellota, desde dentro del puchero, empezó a cantar:
— ¡Pi, pi, pi, han venido a matar a Verlioka!
— ¡Calla, papilla de mijo, o te echaré en el cubo! — Exclamó Verlioka.

Pero la Bellota no le obedeció y siguió cantando su canción. Verlioka se enfadó, cogió el puchero y de un golpe vertió las gachas en el cubo. Al choque, la Bellota saltó y fue a dar en el único ojo de Verlioka, dejándole ciego. El gigante quiso escapar y echó a correr; pero apenas llegó al umbral, la Cuerdecita se le enredó a los pies y lo tiró al suelo. El Pisón saltó de la puerta, y el anciano se precipitó sobre Verlioka desde el rincón donde estaba escondido y ambos se pusieron a pegarle.

Mientras tanto, la Oca, sentada detrás de la estufa, aprobaba diciendo: ‘¡Así!, ¡Así!, ¡Así!’


Esta vez no le sirvió a Verlioka su fuerza, pues el anciano, con la ayuda de sus buenos amigos, logró matarlo y librar a la gente de un monstruo espantoso.


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