martes, 26 de junio de 2018

El Zarevich Iván y el Lobo Gris - Parte 2

Reflexionó el zar unos instantes y al fin consintió en ello. Los zareviches Demetrio y Basilio hicieron sus preparativos para el viaje, y una vez terminados se pusieron en camino. Iván Zarevich pidió también permiso a su padre para que lo dejase marchar, y aunque el zar quiso disuadirle, tuvo que ceder al fin a sus ruegos y lo dejó partir.
Iván Zarevich, después de atravesar extensas llanuras y altas montañas, se encontró en un sitio del que partían tres caminos y donde había un poste con la siguiente inscripción: ‘Aquel que tome el camino de enfrente no llevará a cabo su empresa, porque perderá el tiempo en diversiones; el que tome el de la derecha, conservará la vida, si bien perderá su caballo, y el que siga el de la izquierda, morirá.’
Iván Zarevich reflexionó un rato y tomó al fin el camino de la derecha.
Y siguió adelante un día tras otro, hasta que de pronto se presentó ante él en el camino un lobo gris que se abalanzó al caballo y lo despedazó. Iván continuó su camino a pie y siguió andando, andando, hasta que sintió gran cansancio y se detuvo para tomar aliento y reposar un poco; pero le invadió una gran pena y rompió en amargo llanto. Entonces se le apareció de nuevo el Lobo Gris, que le dijo:
— Siento, Iván Zarevich, haberte privado de tu caballo; por lo tanto, móntate sobre mí y dime dónde quieres que te lleve.
Iván Zarevich montóse sobre él, y apenas nombró al Pájaro de Fuego, el Lobo Gris echó a correr tan rápido como el viento. Al llegar ante un fuerte muro de piedra, paróse y dijo a Iván:
— Escala este muro, que rodea a un jardín en el que está el Pájaro de Fuego encerrado en su jaula de oro. Coge el pájaro, pero guárdate bien de tocar la jaula.
Iván Zarevich franqueó el muro y se encontró en medio del jardín.
Sacó al pájaro de la jaula y se disponía a salir, cuando pensó que no le sería fácil el llevarlo sin jaula. Decidió, pues, cogerla, y apenas la hubo tocado cuando sonaron mil campanillas que pendían de infinidad de cuerdecitas tendidas en la jaula. 

Despertáronse los guardianes y cogieron a Iván Zarevich, llevándolo ante el zar Dolmat, el cual le dijo enfadado:
— ¿Quién eres? ¿De qué país provienes? ¿Cómo te llamas?
Contóle Iván toda su historia, y el zar le dijo:
— ¿Te parece digna del hijo de un zar la acción que acabas de realizar? Si hubieses venido a mí directamente y me hubieses pedido el Pájaro de Fuego, yo te lo habría dado de buen grado; pero ahora tendrás que ir a mil leguas de aquí y traerme el Caballo de las Crines de Oro, que pertenece al zar Afrón. Si consigues esto, te entregaré el Pájaro de Fuego, y si no, no te lo daré.

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