El gaucho
A comienzos del siglo XVII, la pampa rioplatense seguía
manteniendo el paisaje adusto y desolador que padecieron los desafortunados
conquistadores españoles en busca de la lejana Sierra de Plata y la misteriosa
ciudad de los Césares. Cerca de la costa o la cuenca de los ríos, florecieron
algunas ciudades, otras desaparecieron y sólo permanecen en la memoria del
cronista o en el relato de algún viajero.
El vasto territorio pampeano quedaba
al abasto de las manadas de ganado salvaje y de caballos cimarrones, de las
vizcachas y de otros animales de naturaleza asilvestrada. Pronto comenzaron a
florecer las expediciones en busca del cuero de los grandes rebaños de reses.
La organización de peones especializados en aquellos menesteres puede suponerse
como el origen del gaucho.
La proliferación de estancias en la Banda Oriental del Río
de la Plata durante el siglo XVII, aglutinó a estos vaqueros, aunque algunos
siguieron realizando su oficio de manera individual. Otros, como refiere
Bonifacio del Carril, alternaban «la vida sedentaria de la estancia con
las acechanzas de la vida nómada y aventurera». El gaucho carecía aún de
nombre, pero empezaba a gestarse su figura. En esta época el apelativo de camilucho,
convive con los de guaso y gauderio. Fueron al parecer los
portugueses los que comenzaron a utilizar a fines del XVIII, el nombre de gaúcho,
con sentido peyorativo (malhechor). Por lo demás, la diversidad de derivaciones
etimológicas es tan extensa que remitimos a la bibliografía a quien tenga
curiosidad.
La aparición del gaucho en Argentina, sin embargo, siguió
diferentes caminos. No se daban en la campaña argentina las condiciones
anteriormente expuestas, por lo que el tipo del gaucho se demoró hasta el siglo XIX y
fue apareciendo paulatinamente con distintas atribuciones a las del gaucho del
Uruguay. En opinión de Bonifacio del Carril, lo peculiar del gaucho argentino
fue, por un lado, su naturaleza errante, y, por otro lado, su condición de
alzado o fugado de la justicia. Fueron estas las condiciones que originaron, en
cierta forma, «la leyenda del gaucho» y de toda la literatura que le tuvo por
protagonista.
Quizá, las primeras referencias literarias respecto a la
figura del gaucho las podamos encontrar en los relatos de algunos viajeros,
desde el controvertido Concolorcorvo hasta el naturalista inglés Carlos Darwin.
No obstante, el primer ensayo de importancia a cerca de su idiosincrasia es
definitivamente el Facundo (Civilización y barbarie. Vida de Juan
Facundo Quiroga y aspectos físicos, costumbres y hábitos de la República
Argentina, 1845) de Domingo Faustino Sarmiento, donde se le señala como
principal culpable del atraso cultural que atenaza el desarrollo del país. Por
otra parte, el primer retrato del gaucho que acabará siendo el protagonista de
una larga progenie literaria lo ofrece Hilario Ascasubi en la primera edición
de su obra Santos Vega o Los Mellizos de la Flor (1850):
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