sábado, 24 de noviembre de 2018

La Rana Zarevna - Parte 4


Después de haberse bañado, el zarevich le contó que iba en busca de su mujer, Basilisa la Sabia.
— ¡Oh cuánto has tardado en venir! Los primeros años se acordaba mucho de ti, pero ahora ya no te nombra nunca. Ve a casa de mi segunda hermana, pues ella está más enterada que yo de tu mujer.

Iván Zarevich se puso de nuevo en camino detrás de la pelota; anduvo, anduvo hasta que encontró ante sí otra cabaña, también sobre patas de gallina.
— ¡Cabaña, cabañita! ¡Ponte como estabas antes, con la espalda hacia el bosque y con la puerta hacia mí! — Dijo el zarevich.
La cabaña obedeció y se puso con la espalda hacia el bosque y con la puerta hacia Iván, quien penetró en ella y encontró a otra hermana Baba— Yaga sentada sobre sus piernas huesosas, la cual al verle exclamó:
— ¡Fiú, fiú! ¡Hasta ahora por aquí nunca se vio ni se olió a ningún hombre, y he aquí uno que se ha atrevido a presentarse delante de mí y a molestarme con su olor! Qué, Iván Zarevich, ¿has venido a verme por tu voluntad o contra ella?
Iván Zarevich le contestó que más bien venía contra su voluntad.
— Voy — dijo— en busca de mi mujer, Basilisa la Sabia.
— ¡Qué pena me das, Iván Zarevich! — Le dijo entonces Baba— Yaga—. ¿Por qué has tardado tanto en venir? Basilisa la Sabia te ha olvidado por completo y quiere casarse con otro. Ahora vive en casa de mi hermana mayor, donde tienes que ir muy deprisa si quieres llegar a tiempo. 

Acuérdate del consejo que te doy: Cuando entres en la cabaña de Baba— Yaga, Basilisa la Sabia se transformará en un huso y mi hermana empezará a hilar unos finísimos hilos de oro que devanará sobre el huso; procura aprovechar algún momento propicio para robar el huso y luego rómpelo por la mitad, tira la punta detrás de ti y la otra mitad échala hacia delante, y entonces Basilisa la Sabia aparecerá ante tus ojos.

Iván Zarevich dio a Baba— Yaga las gracias por tan preciosos consejos y se dirigió otra vez tras la pelota.
No se sabe cuánto tiempo anduvo ni por qué tierras, pero rompió tres pares de botas de hierro en su largo camino y se comió tres panes de hierro.

Al fin llegó a una tercera cabaña, puesta, como las anteriores, sobre tres patas de gallina.
— ¡Cabaña, cabañita! ¡Ponte con la espalda hacia el bosque y con la puerta hacia mí!

La cabaña le obedeció y el zarevich penetró en ella y encontró a la Baba— Yaga mayor sentada en un banco hilando, con el huso en la mano, hilos de oro; cuando hubo devanado todo el huso, lo metió en un cofre y cerró con llave. Iván Zarevich, aprovechando un descuido de la bruja, le robó la llave, abrió el cofrecito, sacó el huso y lo rompió por la mitad; la punta aguda la echó tras de sí y la otra mitad hacia delante, y en el mismo momento apareció ante él su mujer, Basilisa la Sabia.
— ¡Hola, maridito mío! ¡Cuánto tiempo has tardado en venir! ¡Estaba ya dispuesta a casarme con otro!
Se cogieron de las manos, se sentaron en una alfombra volante y volaron hacia el reino de Iván.

Al cuarto día de viaje descendió la alfombra en el patio del palacio del zar. Éste acogió a su hijo y nuera con gran júbilo, hizo celebrar grandes fiestas, y antes de morir legó todo su reino a su querido hijo el zarevich Iván.



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