Se publica la primera
biografía en castellano del músico belga Django Reinhardt: “Django Reinhardt.
Un gitano en París” (Editorial Milenio. 338 páginas), con prólogo del escritor
francés Michel Dregni. Juan Pedro Jiménez Aparicio (Madrid, 1973) y Emilie
Durand (Limoges, 1957), presentan esta biografía, imprescindible para todo el
que quiera profundizar en la vida de esta figura fundamental en la historia del
jazz.
Juan Pedro Jiménez Aparicio es Licenciado en el
Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, Máster en Jazz, y especialista
en la figura de Django Reinhardt. En la actualidad, compagina su labor como
director en la Escuela de Música Moderna Extremeña con conferencias y clases
magistrales sobre el jazz manouche.
¿Por qué decides escribir esta biografía?
La razón de existir de esta biografía fue en un principio una simple necesidad
de recabar información sobre el artista. Yo comenzaba a interesarme por la
figura del genio pero encontraba muy poca información relevante en lengua
castellana, todas las fuentes con rigor estaban en inglés o francés. Así, en
principio aquel deseo de recabar información se fue transformando en una
biografía cuyo único cometido era sintetizar en castellano y en una única
publicación todas las fuentes que aparecían en lengua extranjera. Fue más tarde
cuando vislumbramos el potencial que teníamos entre las manos.
Se ha escrito mucho sobre este genio del jazz,
¿qué novedades aporta este libro?
Al descubrir ese potencial nos dimos cuenta que no solo podíamos resumir en una
crónica biográfica todos los datos, sino que además podíamos contrastarlos y
acabar con algunas leyendas infundadas sobre Django Reinhardt y
sacar datos reveladores a la luz. Más tarde gracias a colaboradores
desinteresados y por el simple hecho de la pasión que les generaba el tema,
como es el caso del músico especializado en jazz manouche Biel Ballester, tuvimos la
posibilidad de tomar contacto con gente que conoció al músico y nos aportó
fotos de algunos fetiches, como son cartas hasta ahora desconocidas, fotos
nunca presentadas al público y entrevistas grabadora en mano. Además el libro
plasma con la mayor exactitud posible el modus vivendi de toda una sociedad de
la época y los tiempos tan convulsos que les toca vivir.
Emilie Durand ha sido coautora de “Django
Reinhardt. Un gitano en París” , ¿cuál ha sido su cometido en el libro?
Su papel ha sido crucial en todo lo referente a la idiosincrasia francófona y
ese elemento impregna todo el libro. Puedo decir que sin ella yo hubiera
cometido errores de bulto. El tema de la ocupación nazi está tratado casi en
exclusiva por ella, ya que su padre estuvo en un campo de trabajo del régimen
de Vichy. Es un tema aún con una cierta candencia en nuestros días que un
nativo, como es el caso de Emilie trataría
con más rigor. También se ha encargado de giros del idioma que solo un francés
conocería y de la localización de barrios y suburbios del París de la época para
que el lector si así lo desea en un viaje a París pueda localizar todas las
ubicaciones, aunque hayan desaparecido como tal y como se las conocía en la
época.
En un incendio en la caravana donde vivía
perdió algunos dedos de la mano, el afán de superación ante esa adversidad que
hundiría a muchos, ¿forjó definitivamente su estilo?
Por supuesto que lo forjó. Este hecho abrasó al hombre y forjó la leyenda.
Primero quiero matizar que no perdió los dedos, pero si quedaron muy reducidos
en su movilidad, en concreto el anular y meñique de la mano izquierda. El hecho
que a mí siempre me ha dejado perplejo es que lejos de pensar en adoptar la
posición zurda para tocar y así limitar a su mano derecha a asir únicamente la
púa, reinventó por completo su sistema de digitación. Extendió las escalas y
los arpegios de una manera horizontal teniendo que recorrer gran parte del
mástil, al contrario que hacían el resto de guitarristas que tendían a tocar
muy verticalmente en el mástil. También con los acordes hubo de sacrificar
varias voces, pero por el contrario creó otras muchas. En un momento de su vida
pronunció la siguiente frase “ellos me preguntan cómo hago
esto o lo de más allá y no piensan que tienen cinco dedos para hacerlo […] en mi cabeza oigo cosas que mis manos nunca
podrán tocar” creo que estas reflexiones son determinantes
para comprender hasta qué punto su musicalidad luchaba contra su minusvalía”
Era prejuiciado nada más que se conocía su condición de manouche. Al convertirse en un personaje público tenía que lidiar forzosamente con público y ambientes muy distinguidos, pero su falta de preparación tanto académica como protocolaría le hizo desarrollar unos reflejos increíbles ante cualquier situación. En una ocasión contaba Grappelli cómo en un acto social le vio comportarse con una exquisita educación a base de ir tomando apuntes mentales de cómo se comportaba la gente.
Fue un hombre generoso, con un punto de
soberbia... ¿qué facetas destacarías de su personalidad?
Para muchos fue un hombre taciturno, oscuro y callado en demasía, para los
suyos un amante de sus amigos y de su raza. Esto tiene una clara explicación,
no olvidemos que los manouches eran considerados el último estrato de la
sociedad, esto acompañado del analfabetismo que persiguió a Django toda la
vida le hacía recelar de los gadjí (conocidos
como payos en España) y pensar que en cualquier momento le podían engañar.
Cumplía a raja tabla el dicho romaní de “antes se ata a un león a un
carro que a un manouche”, gozaba plenamente de su libertad sin
importarle compromiso artístico alguno. Podía no acudir a una grabación o
concierto por el simple hecho de quedarse practicando uno de sus hobbies: la
pesca, ver atardecer o simplemente dormir a pierna suelta en su caravana. No
comprendía el valor del dinero y como lo ganaba a espuertas con su arte no
entendía por qué la gente se preocupaba tanto por él y es por eso por lo que lo
dilapidaba sin miramiento alguno. Se sorprendía de cosas a nuestro entender
obvias, como que todos los países tuvieran una luna, es una perspectiva muy
tierna, romántica y de inocencia infantil. No es de extrañar y el violinista Stéphane Grappelli a
menudo decía que ese titán de la música era como un niño grande. Con la frase
que pronunció: ”detrás de mi guitarra no
temo ni al papa” es posible que se escondiese detrás de su guitarra
y su gigantesco talento para seguir siendo el niño manouche asustado por el
mundo hostil que hay fuera de su asentamiento.
El hecho de pertenecer a la etnia gitana y ser
analfabeto, ¿supuso muchas trabas en su carrera?
En palabras de su hijo Babik que
decía: “[…] mi padre sobre todas las
cosas era gitano”. Esta “lacra” para la sociedad la arrastró Django de por vida al
no renegar nunca de su etnia. Sobre todo antes de alcanzar el éxito. Era
prejuiciado nada más que se conocía su condición de manouche. Al convertirse en
un personaje público tenía que lidiar forzosamente con público y ambientes muy
distinguidos, pero su falta de preparación tanto académica como protocolaría le
hizo desarrollar unos reflejos increíbles ante cualquier situación. En una
ocasión contaba Grappelli cómo
en un acto social le vio comportarse con una exquisita educación a base de ir
tomando apuntes mentales de cómo se comportaba la gente.
En los años de la ocupación nazi, ¿cómo fue su
vida en París?
Esa época fue paradójicamente la de mayor esplendor de su carrera y cuando
mayor peligro corrió su vida ya que vivía con el constante temor de ser
deportado en cualquier momento. Los nazis sabían ser my pragmáticos cuando les
interesaba y podemos aludir a varias causas por las que no se le tocó, primero
porque servía de entretenimiento a los soldados de permiso o que salían a
conocer la noche parisina y muchos de los oficiales alemanes destinados en
París eran además unos confesos melómanos que continuaban escuchando jazz a
escondidas y a pesar de la doctrina de Goebels.
Segundo porque él y varios de sus músicos tenían en regla sus papeles como
artistas ambulantes, y tercero porque como dice el gran crítico Juan Claudio Cifuentes al
respecto: "Los milagros de la virgen existen”.
Ante esta demanda de diversión por parte de las tropas, Django y su quinteto no
paraban de tocar en multitud de salas de fiestas y cines de renombre. Es
curioso como en una época de tantas privaciones Django se instaló a todo
confort en un apartamento en los campos elíseos.
En un concierto, Andrés Segovia, obnubilado por lo que veía y oía, preguntó a Django: Disculpe, ¿dónde puedo conseguir esa música tan maravillosa que ha tocado? – En ningún lado, Monsieur, me lo acabo de inventar.
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