¿Qué es el inconsciente? La cosa todavía no ha sido
comprendida.
Habiendo sido el esfuerzo de los psicoanalistas, durante
décadas, tranquilizar acerca de este descubrimiento, el más revolucionario que
haya existido para el pensamiento, y considerar su experiencia como su
privilegio -es cierto que lo adquirido seguía siendo de apreciación privada-, las
cosas llegaron al punto en que sufrieron la recaída que les provocó este
esfuerzo mismo, por estar motivado en el inconsciente: al haber querido
tranquilizarse ellos mismos acerca de él, lograron olvidar el descubrimiento.
Les fue mucho más fácil en la medida en que el
inconsciente nunca desorienta mejor que al ser cogido in fraganti, pero sobre
todo omitieron darse cuenta de lo que Freud empero había denotado sobre él: que
su estructura no dependía de ninguna representación, siendo más bien su
costumbre tan sólo tenerla en cuenta para con ella enmascararse (Rücksicht auf
Darstellbarkeit).
La política que supone toda provocación en un mercado sólo puede ser
falsificación: se la proporcionaba entonces inocentemente, en ausencia del
socorro de las "ciencias humanas". De este modo no se sabía que
querer volver tranquilizante el Unheimlich era hacer una, siendo el
inconsciente, por su naturaleza, muy poco tranquilizador.
Admitida la cosa, todo viene bien para servir de modelo
que dé cuenta del inconsciente: el pattern del comportamiento, la
tendencia instintiva, incluso la huella filogenética en la que se reconoce la
reminiscencia de Platón -el alma aprendió antes de nacer-, la emergencia
evolutiva que falsea el sentido de las fases llamadas pregenitales (oral, anal)
y que despista al impulsar a lo sublime el orden genital... Hay que escuchar a
la superchería analítica darse cuenta al respecto: de modo inesperado Francia
se distinguió en este punto al llevarla hasta el ridículo. Se corrige porque se
sabe todo lo que puede encubrirse así: dado el caso, el menos discreto, la coprofilia.
Agreguemos a la lista la teología, para escindir los fines
de la vida de los fines de la muerte. Todo esto por no ser más que
representación, intuición siempre ingenua y, por qué no decirlo, registro
imaginario, indudablemente es aire que infla el inconsciente para todos,
incluso canción que despierta las ganas de verlo en alguno. Pero es también
estafar a cada quien de una verdad que espejea al ofrecerse tan sólo en falsas
capturas.
¿Pero diablos, se me dirá, demostradas falsas en qué pues?.
Simplemente en la incompatibilidad en que el engaño del inconsciente se
denuncia, en la sobrecarga retórica con que Freud lo muestra argumentar.
Estas representaciones se suman, como se dice del caldero, cuyo daño se
descarta pues no me fue prestado:
1) pues, cuando lo tuve, ya estaba agujereado,
2) pues estaba perfectamente nuevo,
3) en el momento de devolverlo.
Y métete eso que me muestras donde quieras.
De todos modos no cosecharemos del discurso del inconsciente
la teoría que de él da cuenta.
Que el apólogo de Freud cause risa, prueba que da en el
clavo. Pero no disipa el oscurantismo que lo relega al rango de
pasatiempo.
Fue así como hice bostezar durante tres meses a mi
auditorio, al descolgar la araña con la que creí haberlo iluminado de una vez
por todas, demostrándole en el Witz de Freud (chiste se lo traduce) la
articulación misma del inconsciente. No fue elocuencia lo que me faltó,
créaseme, ni, me atrevo a decirlo, el talento.
Palpé allí la fuerza cuyo resultado es el Witz sea
desconocido para el batallón de los Institutos de psicoanálisis, que el
"psicoanálisis aplicado" fuese asunto de Ernst Kris, el no médico del
trío neoyorquino, y que el discurso sobre el inconsciente sea un discurso
condenado: que sólo se sostiene, en efecto, desde el puesto sin esperanza de
todo metalenguaje.
uhff...!!!
ResponderBorrarSe complicó no??, es un largo...
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