Por la puerta abierta vio que estaba rompiendo el alba.
-Es hora de despertarlos -se dijo-. Debemos ponernos en
marcha.
Se levantó, despertó al criado (que dormía en el carromato),
le ordenó uncir los caballos y fue a despertar a los bashkirs.
-Es hora de ir a la estepa para medir las tierras -dijo.
Los bashkirs se levantaron y se reunieron, y también acudió
el jefe. Se pusieron a beber más kurniss, y ofrecieron a Pahom un poco de té,
pero él no quería esperar.
-Si hemos de ir, vayamos de una vez. Ya es hora.
Los bashkirs se prepararon y todos se pusieron en marcha,
algunos a caballo, otros en carros. Pahom iba en su carromato con el criado, y
llevaba una azada. Cuando llegaron a la estepa, el cielo de la mañana estaba
rojo. Subieron una loma y, apeándose de carros y caballos, se reunieron en un
sitio. El jefe se acercó a Pahom y extendió el brazo hacia la planicie.
-Todo esto, hasta donde llega la mirada, es nuestro. Puedes
tomar lo que gustes.
A Pahom le relucieron los ojos, pues era toda tierra virgen,
chata como la palma de la mano y negra como semilla de amapola, y en las
hondonadas crecían altos pastizales.
El jefe se quitó la gorra de piel de zorro, la apoyó en el
suelo y dijo:
-Ésta será la marca. Empieza aquí y regresa aquí. Toda la
tierra que rodees será tuya.
Pahom sacó el dinero y lo puso en la gorra. Luego se quitó
el abrigo, quedándose con su chaquetón sin mangas. Se aflojó el cinturón y lo
sujetó con fuerza bajo el vientre, se puso un costal de pan en el pecho del
jubón y, atando una botella de agua al cinturón, se subió la caña de las botas,
empuñó la azada y se dispuso a partir. Tardó un instante en decidir el rumbo.
Todas las direcciones eran tentadoras.
-No importa -dijo al fin-. Iré hacia el sol naciente.
Se volvió hacia el este, se desperezó y aguardó a que el sol
asomara sobre el horizonte.
"No debo perder tiempo -pensó-, pues es más fácil
caminar mientras todavía está fresco."
Los rayos del sol no acababan de chispear sobre el horizonte
cuando Pahom, azada al hombro, se internó en la estepa.
Pahom caminaba a paso moderado. Tras avanzar mil metros se
detuvo, cavó un pozo y apiló terrones de hierba para hacerlo más visible. Luego
continuó, y ahora que había vencido el entumecimiento apuró el paso. Al cabo de
un rato cavó otro pozo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario