sábado, 19 de diciembre de 2015

El talento – Parte 2


Yegar Savich escucha a Katia, bostezando. Su charla empieza a fatigarle. De pronto la muchacha se echa a llorar. Él la mira con ojos severos al través de sus espesas cejas, y le dice con su voz de bajo:

-No puedo casarme.

-¿Pero por qué? -suspira ella.

-Porque un pintor, un artista que vive de su arte, no debe casarse. Los artistas debemos ser libres.

-¿Y no lo sería usted conmigo?

-No me refiero precisamente a este caso... Hablo en general. Y digo tan sólo que los artistas y los escritores célebres no se casan.

-¡Sí, usted también será célebre, Yegor Savich! Pero yo... ¡Ah, mi situación es terrible!... Cuando mamá se entere de que usted no quiere casarse, me hará la vida imposible. Tiene un genio tan arrebatado... Hace tiempo que me aconseja que no crea en sus promesas de usted. Luego, aún no le ha pagado usted el cuarto... ¡Menudos escándalos me armará!

-¡Que se vaya al diablo su mamá de usted! Piensa que no voy a pagarle?

Yegor Savich se levanta y empieza a pasearse por la habitación.

-¡Yo debía irme al extranjero! -dice.

Le asegura a la muchacha que para él un viaje al extranjero es la cosa más fácil del mundo: con pintar un cuadro y venderlo...

-¡Naturalmente! -contesta Katia-. Es lástima que no haya usted pintado nada este verano.

-¿Acaso es posible trabajar en esta pocilga? -grita, indignado, el pintor-. Además, ¿dónde hubiera encontrado modelos?


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