En un lugar muy remoto y
en tiempos más remotos aún, había un rey y una reina que vivían desconsolados
por no tener descendencia. Un día en que desde la terraza de su palacio el Rey
contemplaba melancólicamente las verdes praderas de su imperio, acertó a pasar
una viejita mendiga, que acercándose con cautela le pidió una limosna. Dile el
Rey una moneda de oro, lo que provocó el agradecimiento de la anciana, que,
observando su aire preocupado, le preguntó qué pena lo afligía.
- ¿Para qué quieres
saberlo? - respondió el Rey -. Nada puedes hacer por remediar mi tristeza.
- ¡Quién sabe! -
contestó la mendiga -. Basta a veces un gesto para atraer la buena suerte.
- Y agregó - :
Adivino que Vuestra
Majestad está triste porque no tiene un heredero a quien dejar su reino.
Pero yo le digo que no
hay razón para desesperar. - Y como el Rey la mirara con sorpresa, la vieja
aseguró - :
La Reina tendrá tres
hijas. Las tres serán bellas y buenas.
Pero si antes de cumplir
los quince años salen del castillo, un torbellino de nieve las arrebatará y
arrastrará al país de donde no se vuelve.
Dicho lo cual,
desapareció, y el Rey se quedo preguntándose, entre alegre e inquieto, si sería
un hada la anciana que con tanto aplomo le predecía el porvenir.
La predicción, sin
embargo, resultó cierta, pues ese mismo año la Reina tuvo una niñita.
Al año siguiente nació
otra, y el próximo una tercera.
El Rey era feliz, pero
el augurio de la mendiga estaba siempre presente en su espíritu, y para evitar
todo peligro a las princesitas se habían dado órdenes severas prohibiendo que
salieran, y en la puerta del palacio un soldado respondía de ello con su vida.
Las niñas eran
obedientes y juiciosas, aunque a duras penas soportaban dicha consigna, que les
parecía demasiado cruel.
Así marchaban las cosas
cuando un día de primavera el Rey y la Reina debieron salir para recibir a un
príncipe extranjero.
Las tres desdichadas
jóvenes vieron partir las carrozas y oyeron por largo rato los pífanos y tambores
del cortejo, que se alejaba en la felicidad del luminoso día.
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