El Rey equipó
magníficamente a su hijo, y una hermosa mañana éste se puso en viaje acompañado
de sus caballeros.
Poco habían andado, y
todo hacía prever un feliz viaje, cuando en el camino ancho y despejado de ese
lugar se les cruzó un enorme dragón, cuyo silbido hizo encabritar los caballos.
Dirigiéndose al Príncipe,
gritó con furia creciente:
- ¡La novia para mí, no
para vos!
Trató la comitiva de desviarse,
pero en vano. El dragón aparecía en todas las sendas que tomaban.
Desconcertado, el
Príncipe dió orden de regresar al palacio.
Pasó un tiempo, y ya
casi olvidada la aventura, volvió el Príncipe a preparar su viaje, seguro de
poderlo realizar.
Estaban ya lejos y
libres de todo temor cuando el dragón, exactamente como la vez anterior,
obstruyó el camino con su enorme cuerpo, gritando con destemplada voz:
- ¡La novia para mí, no
para vos!
Y como fuera imposible
defenderse del autoritario animal, el Príncipe, despechado y con lágrimas en
los ojos, tuvo que volverse a su palacio, donde contó a sus padres la
repetición de la escena del dragón. Todos manifestaron su extrañeza ante
semejante suceso.
La Reina recordó
entonces el nacimiento del Príncipe, y cómo había desaparecido otro que ella
creyó ver.
Recordó también que
había comido de las dos rosas, contra la expresa voluntad del hada que la ayudara,
por lo que le expresó a su hijo:
- Estoy convencida de
que ese dragón es tu hermano, y es justo que sea el primero al que se le busque
esposa, pues es el mayor.
El Rey era de la misma opinión,
pero se decía con angustia quién iba a dar su hija para esposa de un dragón, y
que niña aceptaría tal destino.
Pero, como algo había
que intentar, encargó a su canciller que solicitara una princesa de un reino
vecino para su hijo, sin decir cuál de los dos.
Como el reino de nuestro
cuento era muy bien visto por sus justas leyes y la bondad de sus soberanos, la
contestación del Rey vecino fué muy cortés, y aceptaba por yerno al príncipe
que le indicaban.
Dieron comienzo en ambos
reinos los preparativos de la boda, y ya todo listo se embarcó la Princesa, que
fué recibida con todos los honores por los reyes, quienes la esperaban en la
escalinata del palacio.
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