lunes, 13 de marzo de 2017

El Zarevich Cabrito - Cuentos rusos - Parte 2



Pero esta vez Ivanuchka no pudo soportar más la sed y, no haciendo caso del aviso de su hermana, bebió agua de la laguna, y en seguida se transformó en un Cabrito que daba saltos y brincos delante de su hermana y balaba:— ¡Beee! ¡Beee!, ¡Beee!La desconsolada Alenuchka le ató al cuello un cordón de seda y se lo llevó consigo llorando amargamente.Un día, el Cabrito, que iba suelto y corría y saltaba alrededor de su hermana, penetró en el jardín del palacio de un zar.
La servidumbre los vio y uno de los criados anunció al zar:— Majestad, en el jardín de tu palacio hay una joven que lleva un cabrito atado con un cordón de seda; es tan hermosa que no se puede describir su belleza.

El zar ordenó que se enterasen de quién era tal joven.
Los servidores le preguntaron quién era y de dónde venía, y ella les contó su historia, diciéndoles: — Mi hermano era zarevich y yo zarevna. Al morir nuestros padres y quedar huérfanos nos fuimos de casa para conocer el mundo, y el zarevich, no pudiendo soportar la sed que tenía, bebió agua de una laguna encantada y se transformó en un cabrito.
Los servidores refirieron al zar todo lo que habían oído y éste hizo llamar a Alenuchka, para enterarse detalladamente de su vida.
El zar quedó tan encantado de Alenuchka que quiso casarse con ella, y al poco tiempo celebraron la boda, y vivían felices y contentos. El Cabrito, que estaba siempre con ellos, paseaba durante el día por el jardín, por la noche dormía en una habitación de palacio y para comer se sentaba a la mesa con el zar y la zarina.
Llegó un día en que el zar se fue de caza, y mientras tanto, una hechicera, por medio de sus artes de magia, hizo enfermar a la zarina, y la pobre Alenuchka adelgazó y se puso pálida como la cera. En el palacio y en el jardín todo tomó un aspecto triste; las flores se marchitaron, las hojas de los árboles se secaron y las hierbas se agostaron.
El zar, al volver de caza y ver a su mujer tan cambiada, le preguntó:— ¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?— Sí; no estoy bien — contestó ella.Al día siguiente el zar se fue otra vez de caza mientras que Alenuchka guardaba cama. Vino a verla la hechicera y le dijo: — ¿Quieres curarte? Pues ve a la orilla del mar y bebe su agua al amanecer y al anochecer durante siete días.

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