martes, 18 de abril de 2017

Jacques y Victoria - Parte 2


Para saltar el abismo que separa el paradigma de 1929 del de 1932, le hacía falta no solamente observar detenidamente y devanarse los sesos, sino y sobre todo ser capaz de desdecirse, de deponer el orgullo y admitir la propia ridiculez, de soportar que se quiebre el cristal del espejo elogioso del yo. Para ese trámite ineludible, el surrealismo no tenía nada para enseñarle: en la riña de gallos de los caballeros surrealistas nadie bajaba el copete del yo. ¿Cómo fue, entonces, que Lacan...? Hay indicios de que ese aplacamiento de la pasión yoica ocurrió en la cama de la burguesa Victoria Ocampo, en febrero de 1930.

Desde 1997, contamos con pruebas documentadas acerca de la sagacidad de Victoria Ocampo para deshonrar esos envanecimientos yoicos y, con desiguales resultados, aplacarlos en un joven amante suyo: Roger Caillois. Por más que ella misma era una señora de convicciones firmes y de gestos impugnables, V. O. dio muestras de una exquisita sensibilidad para avizorar las tonterías de la infatuación masculina (y las tonterías del acatamiento femenino). Por eso se volvió una enemiga instantánea y pertinaz del sectarismo inflado de Caillois, a quien conoció en el Collège de Sociologie. 

Muy pronto se volvieron amantes y, desde la primera carta de un nutrido intercambio epistolar, Caillois debió defenderse de las ironías de Victoria acerca de la aspiración de fundar una secta iluminada con un puñado de elegidos. Pero lo más persuasivo de ese debate pasará por los cuerpos, no por los forcejeos epistolares. Por el cuerpo de Caillois, al parecer frágil de salud a sus veinticinco años, que teme perder la unidad ante los avances del de Victoria, de cuarenta y ocho.

En 1945, durante una conversación entre caballeros, Jacques Lacan confiesa a Roger Caillois que la relación con V. O. lo volvió consciente de su propia inflexibilidad. Caillois permanece exiliado en la Argentina durante toda la guerra y va cediendo el papel de guerrero del Collège de Sociologie al de funcionario de la Unesco. Lo consigue sin perder todas sus mañas, porque es más fácil realizar un giro ideológico que uno yoico. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario