martes, 18 de abril de 2017

Jacques y Victoria - Parte 3

 En cuanto vuelve a París, recibe el recado de Victoria de ubicar a Jacques Lacan; primero, se muestra reticente y simula torpeza, ella le replica que no sea mierda, que localice el nuevo domicilio de casado de Lacan preguntando a amigos en común. ¿Acaso no conociste a Bataille en casa de Lacan?, ¡pregúntale a él! Finalmente, Caillois envía a Buenos Aires la noticia: “Ayer cené en lo de Lacan. Me hizo muchas preguntas sobre ti. Deplorando el choque de caracteres entre ambos, que habría arruinado las perspectivas de un entendimiento agradable. Se lamentó de no haber sido flexible. A mí me pareció muy presuntuoso”. El mensaje llega a destino y sirve para confirmar otro cuerpo de pruebas, el de las cartas enviadas por Victoria a su hermana Angélica: “Lacan es muy extraordinariamente inteligente, pero de carácter intolerable”, diagnostica el 7 de febrero de 1930, luego de haber ellos intimado un par de meses.

Pero las cartas a Angélica Ocampo registran cómo Victoria le hizo tragar a Lacan su inflexibilidad. El diagnóstico de Victoria es de comienzos de 1930, mientras que la autocrítica de Lacan escuchada por Caillois es de fines de 1945; podría objetarse, entonces, que se trata de un juicio retrospectivo, debido a un cambio de posición adoptada por Lacan, vaya uno a saber en qué momento de esos quince largos años, y que no fue, necesariamente, consecuencia directa e inmediata de la relación con V. O., sino probablemente debido a otros acontecimientos sucedidos en el ínterin, como el de su análisis personal con Rudolph Loewenstein. Pero la vertiginosa flexibilidad de pensamiento, la auténtica metamorfosis que exhibió Lacan entre 1930 y 1931 parece indicar lo contrario.

Eso no impide, desde luego, que en Lacan haya sobrevivido, por siempre, un grado de presuntuosidad manifiesta, tal como Caillois informa imparcialmente (?) a V. O. Lo que importa es que, antes de conocer a Victoria, en Lacan dominaba una rigidez y una propensión al enfrentamiento mucho mayores a los que mostró muy poco después de que ellos se separaran. Las nuevas astucias que sofrenaron las proclividades del yo del Lacan de 1929 se instalaron luego de estar con Victoria, no porque ella fuese especialmente conciliatoria, sino porque era un amo que les cortaba la cresta a los jovencitos prometedores y miraba fijo los dislates de los señorones y le encantaba hablar y escribir para poner el dedo sobre esa llaga. En julio del ’29 había escrito encantada: “Yo también, como Nietzsche, he salido siempre de casa de los sabios, de los filósofos, de los artistas y de los filántropos pegando un portazo. ¿A quién busco?”. 

Crece el número de pruebas de que Jacques Lacan llegó a convertirse pronto en psicoanalista por haber estado entre las sábanas de seda de Victoria Ocampo. Sin ser, desde luego, condición suficiente; sí resultó una condición necesaria.

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