martes, 8 de agosto de 2017

La invernada de los animales - Parte 2


Podré invernar muy bien al descubierto.
El Toro, viendo que no podía contar con la ayuda de sus compañeros y que tendría que trabajar solo, les dijo:
— Pues bien, como queráis; yo me haré una casita bien caliente que me resguardará; pero ya que la hago yo solo, no vengáis luego a pedirme amparo.
Y poniendo en práctica su idea, construyó una cabaña y se estableció en ella.

Pronto llegó el invierno, y cada día que pasaba el frío se hacía más intenso. Entonces el Cordero fue a pedir albergue al Toro, diciéndole:
— Déjame entrar, amigo Toro, para calentarme un poquito.
— No, Cordero; tú tienes un buen abrigo en tu lana y puedes invernar al descubierto. No me supliques más, porque no te dejaré entrar.
— Pues si no me dejas entrar — contestó el Cordero— daré un topetazo con toda mi fuerza y derribaré una viga de tu cabaña y pasarás frío como yo.
El Toro reflexionó un rato y se dijo: ‘Le dejaré entrar, porque si no, será peor para mí.’

Y dejó entrar al Cordero. Al poco rato el Cerdo, que estaba helado de frío, vino a su vez a pedir albergue al Toro.
— Déjame entrar, amigo, tengo frío.
— No. Tú puedes esconderte entre la tierra y de ese modo invernar sin tener frío.
— Pues si no me dejas entrar, hozaré con mi hocico el pie de los postes que sostienen tu cabaña y se caerá. No hubo más remedio que dejar entrar al Cerdo. Al fin vinieron el Ganso y el Gallo a pedir protección.
— Déjanos entrar, buen Toro; tenemos mucho frío.
— No, amigos míos; tenéis cada uno un par de alas que os sirven de cama y de manta para pasar el invierno calentitos.
— Si no me dejas entrar — dijo el Ganso— arrancaré todo el musgo que tapa las rendijas de las paredes y ya verás el frío que va a hacer en tu cabaña.
¿Que no me dejas entrar? — Exclamó el Gallo—. Pues me subiré sobre la cabaña y con las patas echaré abajo toda la tierra que cubre el techo.

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