miércoles, 20 de junio de 2018

Marco el Rico y Basilio el Desgraciado - Parte 5

El Rey Serpiente entró volando en la habitación, husmeó el aire y preguntó:
— ¿Por qué huele aquí a carne humana?
— ¿Cómo habría podido penetrar aquí un ser humano? — Contestó la hermosa joven—. Por fuerza has volado muy cerca de la tierra y te has empapado de olor humano.
— ¡Oh qué cansadísimo estoy! ¡Ráscame la cabeza! — dijo el Rey Serpiente, extendiéndose en el lecho.
La joven se puso a rascarle la cabeza y mientras le dijo:
— Mi señor, ¡si supieras qué sueño he tenido en tu ausencia! He soñado que caminaba por una carretera y, de repente, oí gritar a un viejo Roble: ‘Pregunta al Rey Serpiente cuánto tiempo me queda de estar aquí.’
— Pues se quedará allí — contestó el Rey Serpiente— hasta que llegue un hombre valiente que le dé un golpe con el pie en dirección de Levante; entonces se romperán sus raíces, el roble caerá al suelo y bajo él se encontrará más cantidad de oro y plata que la que posee Marco el Rico.
— Luego he soñado — siguió la joven— que me había acercado a un río ancho y grande; había una barca para pasar de una orilla a otra y el barquero me preguntó. ‘¿Por cuánto tiempo tendré que continuar en esta ocupación de pasar a la gente de una orilla a otra?’— Pues no mucho tiempo. Bastará que cuando se siente un viajero en la barca le entregue los remos y la empuje desde la orilla; así quedará él libre y el pasajero a quien le suceda esto se quedará, en cambio, de eterno barquero.
— Luego soñé que estaba pasando por el lomo de una enorme ballena tendida en el mar de una orilla a otra, que se quejaba de su desgracia y me preguntaba: ‘¿Por cuánto tiempo tendré que seguir sirviendo de puente a todo el mundo?’
— ¡Oh! Ésa permanecerá así hasta que eche de sus entrañas los doce navíos de Marco el Rico, y apenas lo haga se sumergirá en el agua y sus huesos se cubrirán de carne — respondió el Rey Serpiente; y se durmió profundamente.
La hermosa joven, dejando salir a Basilio el Desgraciado, le aconsejó:
— Lo que has oído decir al Rey Serpiente no se lo digas ni a la Ballena ni al Barquero hasta después de atravesar el mar y el río; sólo cuando hayas pasado a la otra orilla del mar darás la contestación a la Ballena, y después de cruzar el río podrás contestar al Barquero.
Basilio el Desgraciado dio las gracias a la joven y tomó el camino de su casa. Después de andar un buen rato llegó a la orilla del mar y en seguida la Ballena le preguntó:
— ¿Qué respuesta me traes? ¿Has hablado de mi asunto con el Rey Serpiente?
— Sí, he hablado; pero la respuesta te la diré cuando haya pasado a la otra orilla.
Y cuando se encontró en la otra orilla, le dijo: — Echa de tus entrañas los doce navíos de Marco el Rico.
La Ballena vomitó los doce navíos, que salieron navegando con sus velas desplegadas, y las olas se precipitaron a la orilla con tal fuerza, que, aunque Basilio se había alejado ya bastante, se encontró con el agua hasta las rodillas. Cuando llegó al río, le preguntó el Barquero:
— ¿Has preguntado al Rey Serpiente lo que te rogué?
— Sí, lo he preguntado; pero llévame antes a la otra orilla y allí te diré la respuesta.
Basilio, una vez que hubo atravesado el río, le dijo al Barquero:
— Al primero que te pida que lo pases a la orilla opuesta hazlo entrar en tu sitio y empuja la barca hacia el agua.
Al fin, llegado delante del viejo roble le dio una patada con gran fuerza en dirección de Levante; el árbol cayó y debajo de sus raíces descubrió una cantidad enorme de oro, plata y piedras preciosas. Basilio miró atrás y vio navegar con rumbo a la orilla los doce navíos que había vomitado hacía poco la Ballena. Los marineros cargaron todas las riquezas en los navíos, y cuando acabaron se dieron a la vela llevando a bordo a Basilio el Desgraciado.
Cuando avisaron a Marco el Rico que estaba llegando su yerno con los doce navíos y llevando consigo las incalculables riquezas que le había regalado el Rey Serpiente se enfureció y ordenó enganchar un carruaje para dirigirse al reino del Rey Serpiente y pedirle consejo acerca del modo de deshacerse de su yerno. Llegó al río, se sentó en la barca, el Barquero empujó a ésta desde la orilla y Marco el Rico se quedó allí toda la vida condenado a pasar la gente de una orilla a otra.
Entretanto, Basilio el Desgraciado llegó a su casa y vivió siempre en la mejor armonía con su mujer y su suegra, aumentando sus tesoros y ayudando a los pobres y a los humildes.
Así se cumplió la profecía de que heredaría todos los bienes de Marco el Rico.




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