El Rey Serpiente entró volando en la habitación, husmeó el aire y preguntó:
— ¿Por qué huele aquí a carne humana?
— ¿Cómo habría podido penetrar aquí un ser humano? — Contestó la hermosa joven—. Por fuerza has volado muy cerca de la tierra y te has empapado de olor humano.
— ¡Oh qué cansadísimo estoy! ¡Ráscame la cabeza! — dijo el Rey Serpiente, extendiéndose en el lecho.
La joven se puso a rascarle la cabeza y mientras le dijo:
— Mi señor, ¡si supieras qué sueño he tenido en tu ausencia! He soñado que caminaba por una carretera y, de repente, oí gritar a un viejo Roble: ‘Pregunta al Rey Serpiente cuánto tiempo me queda de estar aquí.’
— Pues se quedará allí — contestó el Rey Serpiente— hasta que llegue un hombre valiente que le dé un golpe con el pie en dirección de Levante; entonces se romperán sus raíces, el roble caerá al suelo y bajo él se encontrará más cantidad de oro y plata que la que posee Marco el Rico.
— Luego he soñado — siguió la joven— que me había acercado a un río ancho y grande; había una barca para pasar de una orilla a otra y el barquero me preguntó. ‘¿Por cuánto tiempo tendré que continuar en esta ocupación de pasar a la gente de una orilla a otra?’— Pues no mucho tiempo. Bastará que cuando se siente un viajero en la barca le entregue los remos y la empuje desde la orilla; así quedará él libre y el pasajero a quien le suceda esto se quedará, en cambio, de eterno barquero.
— Luego soñé que estaba pasando por el lomo de una enorme ballena tendida en el mar de una orilla a otra, que se quejaba de su desgracia y me preguntaba: ‘¿Por cuánto tiempo tendré que seguir sirviendo de puente a todo el mundo?’
— ¡Oh! Ésa permanecerá así hasta que eche de sus entrañas los doce navíos de Marco el Rico, y apenas lo haga se sumergirá en el agua y sus huesos se cubrirán de carne — respondió el Rey Serpiente; y se durmió profundamente.
La hermosa joven, dejando salir a Basilio el Desgraciado, le aconsejó:
— Lo que has oído decir al Rey Serpiente no se lo digas ni a la Ballena ni al Barquero hasta después de atravesar el mar y el río; sólo cuando hayas pasado a la otra orilla del mar darás la contestación a la Ballena, y después de cruzar el río podrás contestar al Barquero.
— ¿Por qué huele aquí a carne humana?
— ¿Cómo habría podido penetrar aquí un ser humano? — Contestó la hermosa joven—. Por fuerza has volado muy cerca de la tierra y te has empapado de olor humano.
— ¡Oh qué cansadísimo estoy! ¡Ráscame la cabeza! — dijo el Rey Serpiente, extendiéndose en el lecho.
La joven se puso a rascarle la cabeza y mientras le dijo:
— Mi señor, ¡si supieras qué sueño he tenido en tu ausencia! He soñado que caminaba por una carretera y, de repente, oí gritar a un viejo Roble: ‘Pregunta al Rey Serpiente cuánto tiempo me queda de estar aquí.’
— Pues se quedará allí — contestó el Rey Serpiente— hasta que llegue un hombre valiente que le dé un golpe con el pie en dirección de Levante; entonces se romperán sus raíces, el roble caerá al suelo y bajo él se encontrará más cantidad de oro y plata que la que posee Marco el Rico.
— Luego he soñado — siguió la joven— que me había acercado a un río ancho y grande; había una barca para pasar de una orilla a otra y el barquero me preguntó. ‘¿Por cuánto tiempo tendré que continuar en esta ocupación de pasar a la gente de una orilla a otra?’— Pues no mucho tiempo. Bastará que cuando se siente un viajero en la barca le entregue los remos y la empuje desde la orilla; así quedará él libre y el pasajero a quien le suceda esto se quedará, en cambio, de eterno barquero.
— Luego soñé que estaba pasando por el lomo de una enorme ballena tendida en el mar de una orilla a otra, que se quejaba de su desgracia y me preguntaba: ‘¿Por cuánto tiempo tendré que seguir sirviendo de puente a todo el mundo?’
— ¡Oh! Ésa permanecerá así hasta que eche de sus entrañas los doce navíos de Marco el Rico, y apenas lo haga se sumergirá en el agua y sus huesos se cubrirán de carne — respondió el Rey Serpiente; y se durmió profundamente.
La hermosa joven, dejando salir a Basilio el Desgraciado, le aconsejó:
— Lo que has oído decir al Rey Serpiente no se lo digas ni a la Ballena ni al Barquero hasta después de atravesar el mar y el río; sólo cuando hayas pasado a la otra orilla del mar darás la contestación a la Ballena, y después de cruzar el río podrás contestar al Barquero.
Basilio el Desgraciado dio las gracias a la joven y tomó el camino de su casa. Después de andar un buen rato llegó a la orilla del mar y en seguida la Ballena le preguntó:
— ¿Qué respuesta me traes? ¿Has hablado de mi asunto con el Rey Serpiente?
— Sí, he hablado; pero la respuesta te la diré cuando haya pasado a la otra orilla.
— ¿Qué respuesta me traes? ¿Has hablado de mi asunto con el Rey Serpiente?
— Sí, he hablado; pero la respuesta te la diré cuando haya pasado a la otra orilla.
Y cuando se encontró en la otra orilla, le dijo: — Echa de tus entrañas los doce navíos de Marco el Rico.
La Ballena vomitó los doce navíos, que salieron navegando con sus velas desplegadas, y las olas se precipitaron a la orilla con tal fuerza, que, aunque Basilio se había alejado ya bastante, se encontró con el agua hasta las rodillas. Cuando llegó al río, le preguntó el Barquero:
— ¿Has preguntado al Rey Serpiente lo que te rogué?
— Sí, lo he preguntado; pero llévame antes a la otra orilla y allí te diré la respuesta.
Basilio, una vez que hubo atravesado el río, le dijo al Barquero:
— Al primero que te pida que lo pases a la orilla opuesta hazlo entrar en tu sitio y empuja la barca hacia el agua.
Al fin, llegado delante del viejo roble le dio una patada con gran fuerza en dirección de Levante; el árbol cayó y debajo de sus raíces descubrió una cantidad enorme de oro, plata y piedras preciosas. Basilio miró atrás y vio navegar con rumbo a la orilla los doce navíos que había vomitado hacía poco la Ballena. Los marineros cargaron todas las riquezas en los navíos, y cuando acabaron se dieron a la vela llevando a bordo a Basilio el Desgraciado.
La Ballena vomitó los doce navíos, que salieron navegando con sus velas desplegadas, y las olas se precipitaron a la orilla con tal fuerza, que, aunque Basilio se había alejado ya bastante, se encontró con el agua hasta las rodillas. Cuando llegó al río, le preguntó el Barquero:
— ¿Has preguntado al Rey Serpiente lo que te rogué?
— Sí, lo he preguntado; pero llévame antes a la otra orilla y allí te diré la respuesta.
Basilio, una vez que hubo atravesado el río, le dijo al Barquero:
— Al primero que te pida que lo pases a la orilla opuesta hazlo entrar en tu sitio y empuja la barca hacia el agua.
Al fin, llegado delante del viejo roble le dio una patada con gran fuerza en dirección de Levante; el árbol cayó y debajo de sus raíces descubrió una cantidad enorme de oro, plata y piedras preciosas. Basilio miró atrás y vio navegar con rumbo a la orilla los doce navíos que había vomitado hacía poco la Ballena. Los marineros cargaron todas las riquezas en los navíos, y cuando acabaron se dieron a la vela llevando a bordo a Basilio el Desgraciado.
Cuando avisaron a Marco el Rico que estaba llegando su yerno con los doce navíos y llevando consigo las incalculables riquezas que le había regalado el Rey Serpiente se enfureció y ordenó enganchar un carruaje para dirigirse al reino del Rey Serpiente y pedirle consejo acerca del modo de deshacerse de su yerno. Llegó al río, se sentó en la barca, el Barquero empujó a ésta desde la orilla y Marco el Rico se quedó allí toda la vida condenado a pasar la gente de una orilla a otra.
Entretanto, Basilio el Desgraciado llegó a su casa y vivió siempre en la mejor armonía con su mujer y su suegra, aumentando sus tesoros y ayudando a los pobres y a los humildes.
Así se cumplió la profecía de que heredaría todos los bienes de Marco el Rico.
Así se cumplió la profecía de que heredaría todos los bienes de Marco el Rico.
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