viernes, 25 de enero de 2019

Daniel Barenboim: “El oyente tiene que ser más activo de lo que se piensa” - Parte 2

-En una de sus programas por Youtube usted habla del público y del buen oyente; para decirlo en sus palabras, del oyente dispuesto a “colgarse de la primera nota y ponerse a volar con la música”. ¿Cómo es el público real hoy, en Berlín o en el Colón?
-Es muy difícil. Yo planteo la necesidad del buen oyente como una premisa, pero es difícil saberlo. Tenemos que pensar que ya no hay más educación musical en las escuelas, por lo tanto el oyente capaz de emprender ese viaje tiene que poseer un interés muy grande e importante, porque a las personas no se las educa para la música como se las educa para la literatura, para la historia, para la biología. La gente no puede llegar al teatro corriendo del trabajo, sentarse en una butaca y esperar a que ocurra el milagro de lo que la música le pueda decir. El verdadero oyente tiene que poder concentrarse y escuchar en forma activa. El oído es el órgano más inteligente del cuerpo, mucho más que el ojo.
-¿Por qué?
-Porque tiene más memoria. En la música las cosas se repiten y el oyente las recuerda. Por lo tanto cada pequeño cambio que se produce es algo que lo excita, que lo inspira. Cuando en un Concierto para piano de Mozart viene el tema por segunda vez y toma otro sendero, el oído que escucha inteligentemente lo recuerda. Yo no sé qué porcentaje del público es capaz de eso, pero me gusta decir que no vengan al concierto esperando que la magia llegue automáticamente. El oyente tiene que ser bastante más activo de lo que se piensa.
-Usted acaba de dirigir la ópera “Los pescadores de perlas” de Bizet en Berlín, con una puesta en escena del cineasta Wim Wenders. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Muy buena. Me gustaron mucho sus películas como Buena Vista Social Club y París Texas. Un día lo vi y le pregunté si no le daba curiosidad pensar en una régie de ópera. “Ah, pero yo no tengo muchos conocimientos”, dijo él, que es muy modesto, que es todo menos un divo. Vino con gran modestia pero muy bien preparado. Después de la última función le pregunté. “Y, Wim, ¿todavía tienes apetito para una nueva ópera?”. Me dijo que sí, y que en su vida había aprendido tanto sobre tantas cosas como en esas semanas en la Opera de Berlín.
-¿Él aportó una perspectiva más cinematográfica o se integró a las formas tradicionales de la representación operística?
-Una mezcla sutil de ambas cosas. Creo que él estaría de acuerdo si yo dijese que el suyo no fue tanto un trabajo con los personajes, como un trabajo con un ojo muy estético e imágenes de video muy refinadas. Yo creo que él podría seguir haciendo cosas muy buenas en el Teatro. Quedamos en vernos para seguir conversando sobre algún proyecto.
-En los últimos años usted fue la única visita importante que recibimos de Alemania. Ahora acaba de venir Angela Merkel.
-La única líder del mundo libre.
-Bueno, ahora apareció Macron...
-Sí, pero ella ya lo demostró. Macron es una esperanza. Volviendo al viaje de Merkel, es algo que me pone muy contento, ya que había dificultades reales en la relación entre ambos países. Ella está muy abierta y quedó encantada con la visita a la Argentina. Y déjeme notar un detalle colorido. Después de viajar a la Argentina fue a ver al Papa y le llevó alfajores y dulce de leche. Me encantó.

Daniel Barenboim es un hombre extremadamente curioso y expansivo. Ahora inició una serie de programas en YouTube. La mayor parte tienen el formato 5 minutes on..., que son charlas al piano de cinco minutos donde el músico analiza algún aspecto de Beethoven, Chopin, Liszt o Mozart, o bien las relaciones de jerarquía entre el ritmo, la melodía y la armonía. Otros programas, más extensos, son diálogos que llevan el título de Paralelos y paradojas, que es el nombre del libro de conversaciones que Barenboim publicó con su amigo Edward Said. La serie comenzó con un interesante diálogo con el actor alemán Christoph Waltz acerca de las similitudes y diferencias entre ambos oficios; entre la interpretación de las palabras y la interpretación de la música.

Uno de los más interesante 5 minutes on... es el que el músico dedica a la sonata Claro de luna de Beethoven. Barenboim va en contra del lugar común que interpreta ese comienzo como una “ensoñación”. Barenboim más bien aboga por un tono de marcha fúnebre y un ritmo sostenido, mostrando además la conexión (tal vez una cita deliberada de Beethoven), de ese comienzo de la Sonata con un pasaje musical del Don Juan de Mozart, cuando el protagonista da muerte al Comendador. Con Barenboim, cinco minutos pueden bastar para una revelación fundamental.



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