miércoles, 13 de marzo de 2024

Pasión

 


Tú tienes, para mí, todo lo bello
que cielo y tierra y corazón abarcan;
la atracción estelar -¡de esas estrellas
que atraen como tus lágrimas!

La sinfonía sacra de los seres,
los vientos y los bosques y las aguas,
en el lenguaje mudo de tus ojos
que, mirándome, hablan;

Los atrevidos rasgos de las cumbres
que la celeste inmensidad asaltan,
en las gentiles curvas de tu seno...
¡Oh, colina sagrada!

Y el desdeñoso arrastre de las olas
sobre los verdes juncos y las algas,
en el raudo vagar de tu memoria
por mi vida de paria.

Yo tengo, para ti, todo lo noble
que cielo y tierra y corazón abarcan;
el calor de los soles, -¡de los soles
que, como yo, te aman!

El gemido profundo de las ondas
que mueren a tus pies sobre la playa,
en el tapiz purpúreo de mi espíritu
abatido a tus plantas.

La claridad celeste de los besos
de tu madre bendita, en la mañana,
en la caricia augusta con que tierna
te circunda mi alma.

¡Tú tienes, para mí todo lo bello;
yo tengo, para ti, todo lo que ama;
tú, para mí, la luz que resplandece,
yo, para ti, sus llamas!

Almafuerte

martes, 5 de marzo de 2024

La chuña y el zorro

Era la hora de la siesta y el zorro andaba por el monte dando vueltas, hablando solo, buscando qué comer. Tenía tanta hambre que le sonaba la panza.

Desde que la chuña había hecho su nido en el patio de la casa del hombre, él no se podía acercar al gallinero.

El ave era muy buena guardiana, se pasaba todo el día vigilando los movimientos de la casa. Cada vez que él aparecía gritaba fuerte y lo sacaba corriendo.

El zorro llevaba días pensando cómo podía hacerse amigo de la chuña.

“Si la invito a comer, nos haremos amigos y voy a poder acercarme al gallinero a saborear unos tiernos pollitos.”

Y así fue. Después de ensayar un tono amable, se acercó y la invitó a almorzar.

La chuña, primero, lo escuchó medio desconfiada, pero, ante la insistencia y la promesa de la rica comida, aceptó.

Cuando llegó el día, fue a su cueva.

El zorro le ofreció una deliciosa miel de abejas que había juntado en el monte; sirvió un montón de miel dorada y sabrosa sobre una piedra muy chata. Angurriento como él solo, lamió la piedra hasta dejarla limpita y se relamió los bigotes satisfecho.

La chuña, con su pico, apenas si pudo tomar unas gotas. Se sintió engañada. “Zorro de porquería, ya me las vas a pagar”, pensó. Y decidió invitarlo a comer, para vengarse.

El zorro aceptó contento, pensando que todo iba bien.

“Qué bien, nos estamos haciendo amigos. Ya estoy más cerca del gallinero.”

Algunos días después, se encontraron bajo el nido de la chuña.

Ahí vio que la cena estaba servida en una vasija de cuello fino.

La chuña metía su pico en el recipiente y tomaba deliciosos tragos de miel.

El zorro intentaba meter el hocico, estiraba la lengua y no había caso, imposible tomar ni una gota.


Al final, se dio por vencido y se fue.

Pasó el tiempo, y dicen que todavía sigue rondando el gallinero y pensando cómo hacerse amigo de la chuña para acercarse a comer unos tiernos pollitos.

 


La chuña y el zorro y otros cuentos © Laura Roldán (textos), Horacio Gatto (ilustraciones); Editorial Longseller, Buenos Aires, 2009.

https://imaginaria.com.ar/2010/01/dos-relatos-tradicionales-del-norte-argentino-contados-por-laura-roldan/