miércoles, 5 de junio de 2024

La tortuga y el cuervo

Dicen que una vez, hace mucho tiempo, los pájaros estaban organizando una fiesta en el cielo.

Se los escuchaba hablar y comentar, contentos, lo lindo que iba a ser encontrarse todos a cantar juntos.

Pasaban los días, corría el rumor de los preparativos.

La tortuga quería ir, pero no sabía volar. No sabía cómo hacer. Pensó y pensó hasta que se le ocurrió una idea, averiguó quiénes irían, qué instrumentos llevarían y decidió que viajaría con el cuervo escondida adentro del bombo.

Y llegó el día. Al atardecer la tortuga se metió adentro del bombo, aseguró la tapa y esperó hasta que el cuervo estuviera listo. El pájaro peinó sus plumas, sacudió las alas, cargó el bombo y emprendió el vuelo. Voló, voló bien alto. Anduvo un rato y le pareció que el instrumento estaba un poco más pesado que de costumbre, pero estaba tan entusiasmado y con tantas ganas de llegar a la fiesta que no prestó atención.

Cuando llegó al cielo ya se oían las risas y la música. Buscó un lugar para dejar el bombo mientras saludaba a los amigos, y la tortuga aprovechó para salir y mezclarse por ahí con los invitados.

Algunas aves, al verla, le preguntaron cómo había llegado, porque les pareció raro ver una tortuga en el cielo. Les dijo que la había llevado un amigo.


La cosa es que bailaron y cantaron toda la noche. Los pájaros músicos acompañaron a los pájaros cantores y lo pasaron tan bien que quedaron en volver a encontrarse pronto.

Al terminar la fiesta, mientras se despedían, la tortuga volvió a esconderse dentro del bombo.


El cuervo saludó a sus amigos, cargó el instrumento y empezó a bajar.

“¡Cómo pesa este bombo! —pensó—. Debo de estar muy cansado.”

Y siguió volando y bajando. En una de esas, la tortuga se acomodó un poco y el cuervo sintió que el instrumento se sacudió.

“Qué raro, me pareció que se movía”, pensó.


Se quedó intrigado y decidió investigar qué pasaba. Destapó el instrumento y, al abrirlo, encontró a la tortuga ahí sentada lo más tranquila.

Le dio mucha bronca encontrarla; tanta bronca que dio vuelta el bombo y la intrusa cayó volando, pesada como una piedra.

La tortuga se salvó, pero desde entonces el caparazón le quedó con remiendos por los golpes que se dio al caer.

https://imaginaria.com.ar/2010/01/dos-relatos-tradicionales-del-norte-argentino-contados-por-laura-roldan/


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