En la bóveda de la tarde cada pájaro es un punto del recuerdo. Asombra a veces que el fervor del tiempo vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva; que la belleza, tan breve en su violento amor nos guarde un eco en el descenso de la noche.
Y así, qué más que
estarse con los brazos caídos, el corazón amontonado y ese sabor de polvo que
fue rosa o camino. El vuelo excede el ala. Sin humildad, saber que esto que
resta fue ganado a la sombra por obra de silencio; que la rama en la mano, que
la lágrima oscura son heredad, el hombre con su historia, la lámpara que
alumbra.
En esta ocasión el
autor hace una breve descripción de las sensaciones que le produce la llegada
del otoño y el paso del tiempo, así como el conocimiento de que todo
volverá a renacer en primavera.
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